Ursula Andress y Jean-Paul Belmondo |
Sin duda el cine agranda. Lo volví a
comprobar hace unas semanas en Marbella cuando asistí a la gala de entrega de
los Premios Platino del Cine Iberoamericano, sobre la que ya he dado cuenta en
esta página. Creo que me invitaron por mi participación como jurado del Premio
José María Forqué, a fines del año pasado, que organiza la misma Entidad de
Gestión de Derechos de los Productores Audiovisuales (EGEDA).
Edward James Olmos |
Durante la conferencia de prensa que tuvo
lugar un día antes de la gala en Marbella, escuché a Antonio Banderas y a
Edward James Olmos decir cosas interesantes. Estos dos latinos se han abierto
camino en Hollywood sin olvidar sus raíces. No son frívolos, tienen una
conciencia clara de los problemas y han tratado de tomar posiciones dentro de
la fortaleza del cine industrial. Para ambos el objetivo es acabar
definitivamente con el papel secundario que cumplen los latinos en el cine de
Estados Unidos y tomar el poder.
Banderas puso como ejemplo de una “toma
hispana de Hollywood” a películas como Gravity
y Birdman, grandes ganadoras en los
Oscar de los años 2014 y 2015, que no tocan temas hispanos ni tienen
necesariamente actores o actrices hispanos, pero están dirigidas en ambos casos
por realizadores mexicanos. “No queremos
meternos en un gueto que nosotros mismos inventamos, sino que queremos meternos
en todos los terrenos sin perder nuestra propia identidad” dijo. “Se me ocurre
que los hispanos podemos robarle Hollywood a Hollywood, y podemos hacer nuestra
la marca Hollywood, porque es más una marca que un lugar”.
Antonio Banderas en los Premios Platino |
Quizás la apuesta por un cine que
funciona bien en la gran industria significa que quienes se aventuraron al
interior de la fortaleza de Hollywood para tratar de tomarla por asalto desde
adentro, terminaron atrapados en ella, en el sentido que Godard mencionaba de
manera crítica. De alguna manera contribuye a potenciar y a mejorar el cine
industrial con una sensibilidad diferente, pero no necesariamente a aportarle
elementos culturales nuevos, salvo excepciones.
El problema para sostener nuestras
cinematografías, como señaló Banderas, es la ausencia de un mercado doméstico.
El cine de Estados Unidos se sostiene con un amplio mercado interno que no
tiene América Latina para sus propias películas: “El mercado doméstico es el
que manda”.
Chuquiago, de Antonio Eguino |
El cine agranda desde que nació a fines
del siglo XIX como arte, espectáculo e industria al mismo tiempo. Agranda no
solamente a actores y actrices que parecen físicamente más grandes o más
atractivos, sino que agranda también el poder de productores y empresarios cuya
actividad gira en torno al cine. Los
agranda porque el cine tiene, de por sí, algo que infla los pechos y las sonrisas.
Tiene magia, qué duda cabe.
Esa es la parte anecdótica que tiene que
ver con la vanidad, ese becerro de oro que alimentan las masas con su
ingenuidad y sus ahorros, para el disfrute de los petulantes. Pero hay algo más
importante: el cine agranda también los temas, da fuerza a los argumentos,
impacta por su eficacia expresiva, porque su narrativa toca en cada quien
fibras de sensibilidad diferentes. Y esto lo saben aquellos que adquirieron
fama en la industria del cine y que pueden aprovechar su estatus para promover
valores y causas justas. Está bien que lo hagan, es una manera de interpretar,
en la vida real, roles comprometidos socialmente.
Sin embargo, hay otro cine bastión de
culturas que no entra en esa estrategia. Las cinematografías nacionales y sus
grandes cineastas han llevado a la pantalla mundial películas de países y
culturas que de otra manera desconoceríamos. No me refiero solamente a ese momento
magnífico de las décadas de 1950 y 1960 que permitió a las cinematografías de
Italia (neorrealismo), Francia (nouvelle
vague) o Inglaterra (Free Cinema)
mostrar nuevas maneras de narrar, sino a los aportes de los cineastas
latinoamericanos, griegos, indios, chinos o africanos que nunca lograrán hacer
en Hollywood lo que de manera tan creativa hicieron en sus propias regiones.
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El cine es un
misterio. Es un misterio para el propio director. El resultado, el film
acabado, debe ser siempre un misterio para el director, de otra forma no sería
interesante.
—Andrei
Tarkovski