31 agosto 2012

Ventana Indiscreta


Que buena idea ponerle el nombre de Ventana Indiscreta a una revista de cine, como un homenaje a una de las mejores películas de Hitchcock, pero también para sugerir el sentido crítico a veces indiscreto de la reflexión sobre el cine.

Para su número más reciente, el séptimo, Chacho León Frías, uno de los colegas de esta revista que publica la Universidad de Lima, me pidió un texto sobre el cine independiente en Bolivia. Le hice llegar “El callejón oscuro del documental”, una reflexión donde abordo en primer lugar las percepciones discriminatorias sobre el cine documental, en segundo lugar la ausencia en América Latina de políticas específicas para promoverlo, y en tercer lugar su importancia en cuanto a la memoria y su valor testimonial.

Las gamas de expresión del cine documental son tan variadas como las del cine de ficción, y la creatividad que implica realizar un documental no está reñida en absoluto con su veracidad. Puede ser más cercano a la realidad un documental cuyo estilo está próximo de la ficción, que un documental que en apariencia es un retrato directo de la realidad. En el fondo todos los cineastas sabemos que en la ficción o en el documental, de lo que se trata es de elaborar un discurso, y ese discurso en imágenes y sonidos no tiene una frontera delimitada con escuadra, sino más bien una costura rasgada de interacciones entre la realidad y la interpretación que hacemos de ella.

Nuestro trabajo como documentalistas es sobre la memoria, no solamente porque las imágenes que filmamos hoy serán mañana testimonios del pasado, sino porque la elaboración de un discurso de interpretación de la realidad de hoy, tendrá importancia para los ciudadanos que vendrán después. Se dice con frecuencia que somos un país sin memoria, y que por ello tropezamos varias veces en la misma piedra, y cometemos varias veces los mismos errores históricos. No creo nuestras deficiencias de memoria expliquen decisiones históricas tomadas al calor de intereses y oportunidades políticas, pero lo cierto es que el análisis de esas decisiones a través de una visión testimonial y documental de nuestra cultura, puede contribuir a  formar ciudadanos críticos, menos ingenuos.

Los editores de la revista limeña consideran que “esta edición de Ventana Indiscreta ha sido quizá la más difícil de preparar. El término ‘independiente’ se utiliza con tanta flexibilidad, de forma tan diversa, y hasta de manera tan ligera, que resulta complicado ponernos de acuerdo en cuáles productoras, directores o películas podrían entrar en la categoría de ‘independiente’. Las opiniones vertidas en los textos, han sido muy variadas.”

El editor de Ventana Indiscreta es José Carlos Cabrejo y en el número siete de la revista hay colaboraciones de Ricardo Bedoya, Isaac León Frías, Carlos Augusto Brandão, Giancarlo Cappello, Luis Antonio Casuso, Lorena Cancela, Mónica Delgado, Jorge Esponda, Julio Hevia, entre otros.

24 agosto 2012

Laboratorio del espíritu


Soy el sol de mi cuerpo
Soy la nube negra cuando estoy triste y me siento fea
Soy la luz más bella de mi casa y cuando me enojo soy una pantera
Soy la estrella más bonita del universo y cuando lloro me apago todo
Soy la luna que alumbra tu caminar
y cuando me odias tanto me enojo y me pongo a llorar
Soy una nube negra, triste y fea
Soy la estrella más bella que te alegra
Soy el sol brillante que se alumbra con la alegría

¿Quién escribe estos versos? Se llama Tania Florez Lince, vive en la vereda Lejos del Nido, en El Retiro, municipio cercano a la ciudad de Rionegro, en Antioquia. Y el dato más importante: tenía nueve años de edad cuando escribió el poema. Tania es una de las niñas y niños que visitan regularmente el Laboratorio del Espíritu para participar en las actividades creativas que ofrece este espacio lúdico de aprendizaje. Su calidad poética es excepcional pero no única entre estos niños cuyo talento solamente esperaba una oportunidad para despuntar. Esa oportunidad que ofrece el Laboratorio del Espíritu gracias a la iniciativa de un dúo extraordinario, Gloria Bermúdez y Javier Naranjo: la primera es una gestora de envidiable competencia, y el segundo sabe despertar en cualquier ser humano su capacidad creativa. 

Sobre Tania, me cuenta Gloria Bermúdez: “De Tania te puedo hablar porque desde hace doce años visito su vereda Lejos del Nido, en esta vereda viven los últimos descendientes de los indígenas Tahamies primeros pobladores del Oriente Antioqueño. No se reconocen como indígenas por la discriminación y el abandono del estado; han vivido muy aislados  y en pobreza absoluta. A través de nuestros programas los hemos acompañado y hemos logrado que  expresen sus talentos en el tejido, la cerámica, el dibujo, la escritura, la cocina. Su fisonomía es hermosa- de piel morena y cabellos lacios y negros, en el escrito de Tania se puede vislumbrar la fuerza y la tristeza, la seguridad y la incertidumbre. Tania, como el resto de la comunidad vive en condiciones muy precarias, las mujeres son las responsables de velar por los hijos y los padres son casi siempre ausentes e irresponsables.”

Javier Naranjo añade: “Tania es la menor de su casa (son cuatro hermanos), su mamá hace labores en el hogar y su papá trabaja en una empresa productora de flores. En su vereda hay una situación social y familiar complicada, pero también una sensibilidad estética muy marcada para artes como el dibujo y el tejido. Es un núcleo de población con características muy particulares. La vereda Lejos del Nido es el nombre de una novela del escritor antioqueño Juan José Botero que narra el robo de una niña blanca por parte de la familia Blandón, indígenas de la vereda. En mala hora le han puesto este nombre que se convirtió en un estigma para sus  pobladores.” 

En el libro Casa de las estrellas: el universo contado por lo niños (2009), Javier Naranjo reunió brevísimas definiciones que hacen los niños de todo aquello que los rodea. Un par de ejemplos: sobre la palabra “cuerpo” escribieron “es en lo que nos ponemos la ropa” (Camila Mejía, 7 años), “los cueros y los huesos (Gladys Velásquez, 9 años), “lo que lo maneja a uno” (Andrés Felipe Bedoya, 8 años), “soporte de la cabeza” (Caty Duque, 11 años), entre otros. Y sobre la palabra “dios”: “Dios y la muerte es uno” (Edison Albeiro Henao, 7 años), “es una persona que nos maneja con control remoto como si fuéramos sus esclavos” (Juan Esteban Ramírez, 9 años”, “es el amor con pelo largo y poderes” (Ana Milena Hurtado, 5 años), “es una persona muy fuerte, porque aguanta muchas cosas de todos los cristianos” (Edison Hidalgo, 12 años), “Dios está muerto en el cielo. Es un hombre con una barba que está en pelota.” (Sebastián Castro, 4 años), “es invisible y no sé más porque no he ido al cielo” (José Piedrahíta, 3 años).  

Pedí a Gloria y a Javier que me dijeran en pocas palabras lo que significaba para ellos esta experiencia y lo hicieron en este breve video sobre el Laboratorio del Espíritu.

Con Javier Naranjo y Gloria Bermúdez
Llegar a este lugar produce una sensación similar a descubrir una poza de agua fresca en un oasis, luego de una larga travesía. Una escuela abandonada en medio de la naturaleza, se convirtió en poco tiempo en un espacio de recreación y de aprendizaje.  Lo mismo llegan aquí agricultores que aprenden a operar computadoras, como mujeres que desarrollan su habilidad en el tejido o la cerámica. Hay talleres para todo gusto: de lectura y escritura (Javier Naranjo), cuento (Orlanda Agudelo Mejía), cerámica (Blanca Lucia Arango Restrepo), gastronomía (Nora Elena Londoño Fernández y Manuela Acosta), tejido y estampación (Margarita Rosa Carder Vélez), origami (Asunción Estival Yani), guitarra (Juan Felipe Restrepo Mesa), y cineclub (Fernando Hoyos Salazar). Las instalaciones son sencillas pero impecablemente mantenidas y con todo lo necesario: biblioteca y sala de computación, ludoteca para los niños (diseñada como una moderna nave), auditorio y una cocina que despide aromas deliciosos.

Aunque es un oasis en muchos sentidos, el Laboratorio del Espíritu no es un refugio para olvidar los problemas de la población, sino que contribuye a reflexionar sobre ellos. Lo dice con lucidez Luisa María Cano (9 años) una de las niñas que participa en los talleres de escritura: “Caminar con los dedos es como caminar sobre el dolor”. Los pobladores, muchos de ellos campesinos desplazados por la guerra, afirman: “no queremos salir del campo, queremos aprender aquí”.

Los programas innovadores incluyen “La Natillera”, un sistema de ahorro, “la escuela en bicicleta” que permite a los niños llegar a las escuelas, los “niños investigadores”, ciclos de cine, y “Conocer a Colombia para amarla”, que ha permitido llevar a niños a conocer el mar -que no conocían- en el golfo de Morrosquillo. Esa experiencia está ilustrada en el video No tuvimos tiempo sino de ser felices. A la fecha, 930 niños y niñas ya conocieron el mar.

El Laboratorio del Espíritu atrae muchos espíritus creadores, que de manera voluntaria quieren aportar a la aventura de creación y convivencia. Uno de ellos es la diseñadora Catalina Estrada, colombiana radicada en Barcelona desde 1999.  En su blog refiere su paso por el Laboratorio del Espíritu y su trabajo de diseño basado en textos de los niños

__________________________________
Los libros son objetos extraordinarios,
están dormidos mientras alguien
no los despierte conversando con ellos,
porque leer es conversar. 
— Javier Naranjo


16 agosto 2012

Tres sorpresas en Guatapé

Álvaro Idárraga Alzate
No hubiera sido lo mismo conocer Guatapé sin Álvaro Idárraga Alzate, historiador de la ciudad, activista cultural, autor de varios libros, promotor de teatro y poesía, y caminante, aunque no necesariamente en ese orden. Su activismo de larga data lo ha llevado a fundar las “Noches de poesía luna azul”, las temporadas teatrales, la revista Zócalo y el Museo Histórico Comunitario. En sus libros Oralitura y tradición oral (1995), Por la calle del recuerdo (2008), escritos con humor y a ratos con prosopopeya decimonónica para hacerlos más propios, reúne relatos históricos, crónicas y leyendas.

Nadie conoce mejor que Álvaro los orígenes, las historias de la vida cotidiana y la cultura de ese municipio del oriente Antioqueño, a 77 kilómetros de Medellín, que en los años 1970 fue parcialmente sumergido por las aguas de un gigantesco proyecto hidroeléctrico. Lo material y lo inmaterial lo apasionan. No solamente conoce cada casa, cada familia y cada historia de este pueblo de cinco mil almas, sino que además se ha dedicado a censar los “espantos”, es decir, todas aquellas historia populares de apariciones y personajes curiosos cuya existencia está en los límites del mundo tangible.

Además de todo lo anterior Álvaro Izárraga tiene otra faceta interesante, complementa su amor por el terruño guatapense con una proyección hacia fuera: es caminante, y ha llevado sus pasos y su conocimiento por itinerarios de Colombia, América Latina y el mundo, como parte de esa fraternidad internacional.

Juan Diego Agudelo, David  Montoya,
Juan Gabriel López y Albeiro Giraldo
La primera sorpresa cuando llegué a Guatapé acompañado por Juan Diego Agudelo, David Montoya y otros colegas de la región vinculados a la comunicación para el desarrollo, fue el peñón, un batolito (esa es la palabra técnica), que emerge imponente con sus 200 metros de estatura, con un perfil que tiene cierto parecido con el Pan de Azúcar (396 metros), en Río de Janeiro. El peñón guatapense es más pequeño en masa y altura, y para acceder a su cima hay que subir 658 escalones. Luis Eduardo Villegas López, fue el primero en subir hasta la cima del peñón el 16 de julio de 1954, y tuvo a lo largo de su vida una obsesión con la piedra, se hizo dueño de todos los terrenos vecinos y construyó la empinada escalinata que hoy hace posible llegar hasta arriba. 


Los embalses del río Nare cambiaron la vida de esta región desde 1978. La generación de energía en el oriente antioqueño cubre más del 60 % de las necesidades nacionales. Uno esperaría encontrar gigantescas torres de electricidad, usinas y represas, pero a vista de pájaro, desde lo alto del peñón, no se ve otra cosa que un apacible paisaje de lagos rodeados de naturaleza exuberante. La ingeniería de punta logró que las turbinas permanezcan bajo tierra, entre dos de los embalses, de ese modo el paisaje se mantiene aparentemente intacto. Si bien la mitad de Guatapé acabó bajo el agua, lo más importante quedó encima del nivel del embalse: la iglesia, el cementerio, y la alcaldía. Allí donde llegaron las aguas hay ahora un malecón agradable, lugar de paseo de guatapenses y turistas de fin de semana.

A partir de allí Guatapé se convirtió en el paradigma de un pueblo que renace como ave Fénix, pero no de sus cenizas, sino del agua. Sobre al sentimiento de pérdida, se impone la voluntad de reconstruir su memoria e incluso reinventar su cultura: los zócalos.

La segunda sorpresa superaba con creces todo lo que yo había escuchado antes sobre los famosos zócalos. Así como Cartagena tiene sus balcones, Guatapé tiene sus zócalos de intenso color que representan símbolos o escenas cotidianas. La mirada del visitantes es halada hacia ese espacio multicolor que une las casas a la tierra firme. No hay casa que no los tenga, tanto por efecto de una ordenanza municipal de 1981 como por el apego de los habitantes a esa tradición que se ha ido reforzando con el tiempo, y que hoy constituye el principal atractivo cultural de la pequeña ciudad. Los zócalos son frisos de 80 cms de altura, que cubren no solamente la base de las fachadas de todas las casas, sino que se prolongan hacia adentro en los zaguanes y los patios tradicionales.

Las fotografías antiguas de Guatapé muestran que los zócalos no eran tan frecuentes ni tan elaborados antes de la creación del embalse. El precedente más antiguo data de 1919 cuando la beata más beata del pueblo, Isadora de Jesús Urrea, adornó con el símbolo católico del cordero de la paz, el zócalo de un altar en la plaza principal. José María Parra Jiménez, un liberal que no era precisamente conocido por su sometimiento a la religión, reprodujo ese motivo en los zócalos de su propia morada, conocida desde entonces como “la casa de las tres ovejas”. A partir de allí Don Chepe pasó a ser “el hacedor de zócalos”.  

La Casa del Arriero y sus zócalos que cuentan historias de la vida cotidiana, fue la primera parada con Álvaro Idárraga, para quien no hay puertas cerradas. “Las calles gozan de un lenguaje deliberadamente codificado”, dice en uno de sus libros, y explica que la aparición de los zócalos cumplía una función no solamente decorativa: antiguamente los muros de las casas se cubrían con una “capa de pañete” de barro y estiércol de caballo, que la aves de corral terminaban devorando. Álvaro ha clasificado y descrito más de cien motivos diferentes: geométricos, simbólicos, religiosos, antropomorfos, zoomorfos, precolombinos…

La tercera sorpresa fue la emisora comunitaria, Radio Peñón de Guatapé Cultural, una iniciativa que tiene una larga historia, pues comenzó en 1994 en el pequeño espacio de la garita de la cárcel del pueblo, usualmente utilizado para la vigilancia de los presos. Sus comienzos fueron humildes, con un transmisor artesanal de 30 vatios a través del cual se difundían los primeros CDs de música de Carlos Vives o de Nana Mouskouri.

En Radio Peñón de Guatapé Cultural
Administrada por la Asociación Comité Ético y Cultural de Guatapé, la emisora obtuvo su licencia como radio comunitaria en 1997 y desde el año 2001 cuenta con estupendas instalaciones en el tercer piso del Centro Integrado de la Cultura, un lugar alto desde donde la vista domina los alrededores y remata en el peñón. Wilson Uriel Jiménez, locutor de la emisora desde los inicios, y ahora su director, me invitó una mañana a conversar frente al micrófono. La entrevista completa quedó alojada en la página web de la emisora, pero yo hice un resumen que comparto en un video de cinco minutos: Peñón de Guatapé

Radio Peñón de Guatapé Cultural es miembro de la Asociación Emisoras en Red de Antioquia (Asenred) y junto a otras redes de medios del territorio forma parte de la Mesa de Comunicación del Oriente Antioqueño, una iniciativa creada en 2010 que lleva adelante el Proceso Estratégico Regional (PER).

El segundo Laboratorio de Paz en el oriente antioqueño, en 2004-2005, permitió generar instituciones dedicadas a la comunicación, y unos años más tarde iniciativas de coordinación para el desarrollo, como el Proceso Estratégico Territorial (PET) y el Proceso Estratégico Regional (PER), con líneas que toman en cuenta no solamente la planeación y el ordenamiento territorial, los temas de género y generación, los derechos humanos, el desarrollo rural y la participación ciudadana, sino también la comunicación como uno de los seis componentes centrales.

El PER ha hecho muchas cosas interesantes en comunicación bajo la conducción de Juan Diego Agudelo; entre ellas la apertura de un diplomado con la Universidad Católica de Oriente (UCO), la creación de la Agencia de Prensa del Oriente Antioqueño (Oriente Apress) que busca integrar la información del territorio como un componente estratégico para la región a través de una red de corresponsales, y la línea de actividades de comunicación y pedagogía social. Estas iniciativas hacen parte del trabajo de socialización del PER entre las comunidades y actores sociales de Oriente Antioqueño, para dinamizar la participación de medios de comunicación, actores y organizaciones sociales del territorio. 


En las actividades de pedagogía social y sensibilización en los municipios, el PER implementa acciones de información, de intercambio de saberes, y expresión, que incluyen dinámicas grupales, actividades lúdicas participativas y relatos de cuenteros, todo ello en espacios públicos de los municipios. Uno de esos cuenteros del PER es Ferney Quintero, y este es su cuento: Relatos de la memoria.  





_________________________________ 
Avant de parcourir une ville, de la connaitre,
il faut la rêver.
                     —Julien Roumette  


09 agosto 2012

El gigante Graves


Con Robert Graves en Deyá, Mallorca, julio de 1972
El gran poeta inglés Robert Graves nació el 24 de julio de 1895 en Wimbledon, y murió el 7 de diciembre de 1985 en su propiedad en la localidad de Deyá, donde yo lo visité hace exactamente cuatro décadas, a fines de julio de 1972, cuando él acababa de cumplir 77 años de edad. Conservo de esa ocasión un gratísimo recuerdo, porque yo que era apenas un aprendiz de escritor, melenudo, barbado y desgarbado, fui recibido no solamente con cortesía sino con interés por uno de los grandes autores de la lengua inglesa, que me dedicó toda una tarde tranquila y sin interrupciones. Las fotos que tomé entonces y las que nos tomó a ambos mi amigo boliviano, Carlos Patiño, que vivía en Palma de Mallorca, son tesoros que guardo celosamente.

Sobre ese encuentro con el gigante Graves, escribí un par de textos hace muchísimo tiempo. El mismo año que lo visité se publicó en Ultima Hora (La Paz), el 15 de noviembre, “Una visita a Robert Graves”, y en el mismo vespertino “Adiós a Robert Graves” a principios de marzo de 1986, cuando supe que había fallecido.

Llegué a su casa en Deyá sin previa cita, simplemente toqué la puerta con la seguridad de que me recibiría, cosas de la juventud. Aparte de mi deseo de conocerlo, iba a armado de muy poco: aparte de unos cuantos poemas en inglés, solamente había leído la extraordinaria autobiografía Adiós a todo eso, donde explica su decisión de dejar Inglaterra para siempre. No conocía aún Yo Claudio (1934), obra que iba a catapultarlo a una fama mundial como “best seller” gracias a la adaptación que hizo la BBC en 1976.

De la autobiografía de Graves retuve datos curiosos, anecdóticos: a) peleado con los británicos, solamente hablaba en confianza con aquellos que habían combatido junto a él durante la Primera Guerra Mundial en las trincheras de Francia, donde fue herido de gravedad; b) su primera mujer fue Nancy Nicholson, una feminista de los años 1920 con la que tuvo dos hijas y dos hijos; c) no tocó un teléfono durante más de diez años, desde que estuvo a punto de electrocutarse; d) no usaba reloj; e) fue profesor en la Universidad de El Cairo en 1926; f) conoció a P. G. Woodehouse, Bertrand Russell, Aldous Huxley, Ezra Pound, Thomas Hardy y T. E. Lawrence (el de Arabia), sobre el que publicó una biografía en 1927; g) tenía el tabique nasal desviado por los golpes recibidos en rugby y boxeo cuando era muy joven. Sin duda, esta fue una autobiografía precoz, ya que la primera edición se publicó en 1929, cuando apenas tenía 34 años.  

Su nieta de 3 años notó mi presencia en la puerta de la sencilla casa de piedra, y su hija Lucía, traductora de una parte de la obra de Graves, me hizo pasar. De pronto me encontraba frente al poeta, que me hacía notar que era la hora de su siesta y que no tenía mucho tiempo porque al día siguiente salía de viaje a Hungría. Ese aviso me dio pie para iniciar la conversación y preguntarle sobre sus viajes. Mencionó que había estado recientemente en Rusia, Australia, Israel y Estados Unidos, pero que este último no le gustaba: “Conozco Estados Unidos y no me gusta. No me gusta Nixon. Me gusta McGovern. Me gustaban más los Kennedy. John era el mejor.”

Cuando le pregunté sobre los países que conocía en América Latina, dijo que había estado en México: “Solamente México y me gusta mucho.  Es diferente a todo.” Y añadió: “Me gustaría conocer Uruguay”.  ¿Por qué?: “por la actividad que hay ahora…” Indagué si se refería al movimiento de los Tupamaros y asintió: “Sí, los Tupamaros, todos los que se oponen a la presencia de Nixon en Latinoamérica. Me gusta esa gente y no me gustan los americanos”.

Le pregunté si no tenía planes de escribir una continuación de su autobiografía, y respondió tajante: “Ya no tengo nada que contar”. Sin embargo durante la conversación contó muchas cosas: “Soy el único poeta que tiene dos medallas olímpicas, una me la dieron en 1944 y otra en México”. Su castellano era perfecto, aunque con un acento en el que se mezclaban ecos del inglés, francés, alemán y mallorquín.

Para entonces había publicado ya 138 obras, “pero a veces me olvido, tengo una memoria pésima, no retengo nada. Hace tiempo descubrí dos libros que no recordaba haberlos escrito”. Cuando dijo que ese año, 1972, iban a publicarse dos libros nuevos en Londres, una novela y un poemario, le pregunté si se consideraba más poeta que narrador. Se rascó la cabeza en una actitud dubitativa antes de responder: “Uno nace poeta. Ser poeta es algo que viene con uno. Luego he empezado a escribir a escribir novelas y más tarde…”

Robert Graves y Alfonso Gumucio, Mallorca, 1972
De pronto miró a otro lado y señaló sobre una repisa varios recipientes de vidrio, que me hicieron pensar en las frutas en conserva que preparaba mi madre: “¿Frutas?” – me aventuré. Rió: “No, aceitunas salvajes. Son aceitunas que salen después de que han caído las normales. Son muy pequeñas y no se pueden comer así. Yo las preparo en forma especial y tengo una fórmula que sólo yo conozco. Venga…” Me llevó al patio trasero por la puerta de la cocina. Allí seguimos conversando a la sombra de un enorme olivo.

De regreso me llevó a su estudio, otra habitación repleta de libros y de objetos, donde distinguí muchas de sus obras. Me mostró lo primero que publicó en su vida, un pequeño folleto de tapas rojas con una docena de poemas adentro, pero no alcancé a leer ninguno porque me lo quitó de las manos para mostrarme otro libro: “Este se subastó hace poco por 500 libras”.

Recorrí con la vista su estudio, un tanto intimidado por lo que me rodeaba.  “Pero, ¿qué clase de periodista es usted? – me interpeló. “¿Por qué no me pregunta lo que son estas cosas? Mire, esta es una piedra con cien millones de años de antigüedad; la sacó mi hijo que trabaja en pozos de petróleo. Y esta, una estatua fenicia. Y esto…” Siguió así durante unos minutos, mostrando referencias de su trayectoria por la vida.

Robert Graves en Cracovia, 1974
La conversación giraba en torno a su obra literaria, a su origen familiar, a sus proyectos, y se fue cerrando a medida que avanzaba la tarde. Mencioné las escasez de su poesía en castellano, y entonces Graves lanzó una afirmación tan categórica que me sorprendió: “No quiero que mi poesía se traduzca al castellano y no se traducirá ¡NUNCA! La poesía es intraducible. El único que podría traducirla soy yo pero no lo haré porque pienso que mi poesía es imposible en castellano. Tal vez me atrevería al catalán o al mallorquín porque se prestan más por sus equivalencias con el inglés. El mallorquín es más puro que el catalán, preferiría el mallorquín en todo caso”.

Por fortuna, en 1982, diez años más tarde, una parte de su poesía se tradujo al castellano gracias a Claribel Alegría y Darwin J. Flakoll. Este año de 2012, se termina de filmar la película The laureate, dirigida por William Nuñez, con Orlando Bloom en el papel de Robert Graves. 

Después de despedirme y salir de la casa me di cuenta de que había dejado mis lentes en el estudio. Su hija me los trajo: “Mi padre ya está durmiendo la siesta. Si él hubiera visto sus lentes se los habría metido en el bolsillo y usted no los vería más”.

Robert Graves es un gigante de la literatura inglesa, al morir dejó un legado de más de 150 libros publicados, entre ellos un centenar de poemarios, pero también ficción y ensayo. Conocerlo durante una horas fue para el joven que yo era, como recibir un baldazo de sabiduría y de modestia, suficiente para hacerme sentir tremendamente ignorante de la literatura y de la vida.

__________________________ 
If there's no money in poetry, neither is there poetry in money.

—Robert Graves

02 agosto 2012

Barrios comunicantes


La oportunidad de conocer experiencias de comunicación participativa en las comunas más difíciles de Medellín se hizo posible a mediados de junio pasado gracias al profesor Jaime López y a los estudiantes del grupo Barrio-U de extensión solidaria, de la Universidad de Antioquia. Pude así visitar iniciativas de radio comunitaria, de periódicos barriales y de producción audiovisual en las comunas 3, 6, 8 y 13 de Medellín, en las que hasta hace poco tiempo había todavía enfrentamientos armados. Ya me referí en una nota anterior a Ciudad Comuna, en la Comuna 8, una de las experiencias más completas en la medida en que abarca actividades de capacitación, prensa, fotografía, video, y producción radial.

El sistema de licencias para radios comunitarias reglamentado por el Estado colombiano ha permitido en años recientes que muchas emisoras antes consideradas “ilegales” puedan acceder a frecuencias. En la Comuna 6 me reuní con dos emisoras que lo han logrado en la ciudad de Medellín: Zona Radio y Esquina Radio.

Con colegas de Zona Radio y de Esquina Radio
Zona Radio 88.4 FM en el norte de Medellín, es coordinada por la Corporación Educativa y Cultural Simón Bolívar, una organización de base que tiene 32 años de trabajo social en la Comuna 6. Estuve con su coordinadora, Lina María Rendón, y con otros colegas. También estaba allí José Antonio Ortega, profesor en la Universidad de Granada, España, con la que Zona Radio tiene un acuerdo de colaboración. La programación de Zona Radio se hace en un 70%, con la participación de productores externos, pues uno de los propósitos es formar a los jóvenes en la comunicación popular, pero no solamente en los aspectos técnicos. La programación incluye espacios como “Laboratorio Sonoro”, que convoca a artistas del barrio; “Cartografía Sonora”; “Palabrejas con orejas”, para niños; entre otros. Más de 120 reuniones barriales permitieron definir qué tipo de radio quiere la gente. 

Esquina Radio 101.4 FM, funciona bajo el paraguas de la Asociación Palco, una ONG con 15 años de trayectoria cuyo objetivo es incidir en procesos de política pública en comunicación comunitaria. La radio emite desde la Comuna 3 de Medellín. Manuel Bermúdez, director de la emisora, cuenta que una de las inquietudes de Esquina Radio es preguntarle a la gente “¿usted cómo quiere que suene la radio?” La intención de la emisora no es competir con la radio comercial pero tampoco ser “una radio comunitaria de segunda”. Si bien la música ocupa la mayor parte de la parrilla de programación, la emisora se esmera en producir breves “franjas” o microprogramas de tres minutos con contenidos educativos. “Antes de tener la licencia ya teníamos el reconocimiento de la población”, dice Manuel Bermúdez y añade: “el calificativo comunitario no nos lo da la ley sino el proceso social”.

Recogí los comentarios de Lina María Rendón y de Manuel Bermúdez en este breve video: Barrios comunicantes.   

La colaboración entre ambas emisoras es estrecha, tanto, que comparten la mismo Junta de Programación que reúne, una vez al mes, a representantes de 25 organizaciones sociales.


Además de esas dos experiencias de radio comunitaria de Medellín, tuve la oportunidad de conocer dos iniciativas de prensa barrial: Signos desde la 13 y Tinta Tres. El número se refiere, naturalmente, a la comuna donde se desarrollan las experiencias.

Alexis Hinestroza es uno de los animadores del periódico Signos desde la 13, que la Corporación Kinésica mantiene desde hace más de cinco años. Ya van por 37 ediciones, de 10 mil ejemplares cada una. Esa revista es liderada por jóvenes que encontraron en el medio impreso una forma de contar sus propias historias, con sus estéticas y percepciones, en un territorio atravesado históricamente por la violencia y la crisis social. De todas las que visité, es en la Comuna 13 donde sentí en el ambiente la situación de violencia que rodea la vida cotidiana de los pobladores. A pesar de ello Alexis, Andrés Santa y otros voluntarios desarrollan iniciativas de trabajo con niños del barrio, a los que reúnen regularmente para realizar actividades artísticas. Consideran que el proyecto es un “semillero de comunicación” que permite darle valor a las actividades de la comuna porque propicia la formación de ciudadanía.  

“Medellín tiene dos caras –dice Jaime López- la ciudad moderna que muestran los medios masivos, y las comunas que viven otra realidad”. Los medios de información comerciales relacionan la palabra “comuna” con violencia, y ese discurso define desde afuera la identidad de los pobladores. Lo que estos procesos de comunicación barrial intentan hacer, es generar opciones culturales para que la gente pueda definir su identidad desde sus propias percepciones.   

En cuanto a Tinta Tres, es una iniciativa coordinada por un grupo de estudiantes y egresados de la Universidad de Antioquia. En sólo dos años de actividad ya fue reconocido como el mejor periódico comunitario de la ciudad. Es una publicación mensual (20 mil ejemplares) muy bien diseñada, al igual que su página web, con artículos de fondo sobre temas de derechos humanos, medio ambiente, educación, salud, género, convivencia, desarrollo local, notas culturales, excelentes fotografías, y semblanzas de personajes de la Comuna 3. El colectivo también desarrolla procesos formativos en periodismo y reporterismo gráfico en el barrio Manrique, y registros audiovisuales sobre problemas comunitarios como los desalojos forzados. 

Tinta Tres es una experiencia comunitaria de periodismo de investigación, periodismo narrativo y participativo, que procura ir más allá de la información hacia la generación de procesos de comunicación. Para ello, se organizan “salas de prensa comunitaria” donde el grupo gestor de esta experiencia escucha a la población y recoge los temas que interesan a la comuna. “Encontramos personas cuyo talento no es reconocido por la comunidad, y le ofrecemos un espacio en el periódico”, dice Leider Restrepo, director de Tinta Tres.

Uno de los aspectos más importantes es la distribución del periódico.  El colectivo de Tinta Tres maneja un concepto participativo para llegar a todos los barrios con ejemplares de la revista y mantener un diálogo directo con los lectores: Caminar la palabra (basta un clic para ver el video).

Con Jaime López, David Montoya y el colectivo de comunicadores del periódico Tinta Tres


_________________________________  
Cuando pronuncio la palabra Futuro,
la primera sílaba pertenece ya al pasado.
Cuando pronuncio la palabra Silencio, lo destruyo.  
—Wislawa Szymborska