24 febrero 2018

Oligopolios según Gestoso


(Una versión corta de este artículo se publicó el 16 de diciembre de 2017 en Página Siete)

Rafael Correa entrevistado por Gestoso
Conocí a Jorge Gestoso en el Congreso Mundial de Comunicación para el Desarrollo (Roma, 2006). El uruguayo ya había dejado CNN en Español –donde fue presentador estrella junto a Patricia Janiot, y trabajaba a destajo para instituciones desde su empresa en Washington, en el corazón del “imperio”. Luego de perderle la pista lo vi de nuevo en TeleSur, el canal de Nicolás Maduro, defendiendo lo indefendible en entrevistas sesgadas.

En diciembre pasado tuvimos un breve intercambio en Twitter. Él afirmó que en Brasil “9 familias son dueñas de los medios de comunicación”. Yo escribí que en Bolivia “el principal propietario de medios (a través de terceros), sobre todo canales de televisión, es el gobierno de Evo Morales. Y a todos los demás los tiene del cuello con / sin publicidad estatal.”

Gestoso respondió preguntando “cuántas familias” eran dueñas de los medios y si había “oligopolios”… Sentí un intento burdo de encajar a Bolivia en el imaginario de una república bananera y le ofrecí una explicación más allá de los 280 caracteres de Twitter, analizando la historia y los medios más influyentes, pero él solo quería una cifra e insistió: “¿antes de la llegada del MAS estaban en manos de 2, 3, 4, 5, 6 familias?” Si yo respondía “5” se hubiera contentado, si le decía “2”, calzaba mejor todavía en su esquema.

Evo Morales entrevistado por Gestoso
Ya que Gestoso no quiere profundizar o quizás no tiene tiempo, decidí escribir estos apretados apuntes para que entienda que más allá de la caricatura en Bolivia no hay oligopolios familiares con poder de quitar y poner presidentes, como “Clarín” en Argentina o “Globo” en Brasil. Los grupos familiares están más bien sometidos ahora a las presiones y chantajes del régimen de Evo Morales, y si no se portan bien, los truenan, como sucedió con el canal PAT de televisión.

Todo periodista que haya ejercido cuatro décadas (como yo), sabe que la prensa en Bolivia siempre fue diversa y que en democracia pudimos sortear las presiones, la censura y la autocensura. Hubo más pluralidad de expresiones que con este régimen que usa la publicidad estatal (nuestro dinero) para presionar a los medios de información, o directamente los compra a través de terceros (palos blancos que sacan una buena tajada).

Antes de 1952, en plena lucha por la liberación del país, “La Razón” era el diario de la oligarquía minero-feudal, pero también estaba “La Calle”, vocero de la oposición nacionalista donde escribían Carlos Montenegro, Armando Arce y Augusto Céspedes, entre otros.

Después de 1952 el gobierno del MNR tenía su diario “La Nación”, los partidos políticos sus pasquines y la oposición sus medios de información, y ese debate era sano porque alimentaba un alto nivel de ideologización en la política boliviana.

Tuvimos 26 emisoras mineras, un fenómeno único en el mundo, ejemplo de democratización de la radio, y cuando al fin llegó la televisión estatal en 1969 de manos del General Barrientos (que murió volando sin verla al aire), surgieron los canales de televisión de las universidades públicas. Recién en 1984, los canales privados, con poca influencia ya que el parque de televisores era aún reducido y la señal no salía de las ciudades.

La prensa siguió siendo la más influyente con “Presencia” (diario católico) a la cabeza. “El Diario” de la familia Carrasco fue portavoz de la derecha salvo cuando lo tomaron los periodistas y los trabajadores. “Hoy” pertenecía a la familia Alexander, “El Deber” a la familia Rivero, “Ultima Hora” a Mario Mercado, la familia Garafulic tenía “La Razón” y Canal 9 (hoy ATB), y así sucesivamente, pero que estas fueran empresas familiares no quiere decir nada en términos editoriales porque siempre publicaban opiniones diversas.

Los gobiernos, muy débiles y sin dinero, no tenían capacidad para controlar a los medios de información. Los esposos Alexander fueron asesinados, al igual que Jaime Otero y más tarde Luis Espinal, director del semanario “Aquí”, de cuya redacción fui parte. Detrás de esos crímenes había militares que preparaban un ambiente propicio para el golpe. Durante el Gobierno de Torres se creó “El Nacional” (donde trabajé) que duró hasta el golpe del Coronel Bánzer. Nos tocó el exilio en 1971 y también en 1980 con el golpe del General García Meza. En materia de lucha por la democracia, no nos pueden dar lecciones los advenedizos.

Ni en los periodos más duros sentimos los periodistas una presión continua para callar, como sucede ahora. Los que no callan son acosados, como Andrés Gómez, Amalia Pando, Raúl Peñaranda y otros. Los “opinadores” profesionales que aparecen regularmente en los canales de TV afines al gobierno se portan bien para que los vuelvan a invitar. Y los opinadores independientes solo aparecen para que el canal o canaleta que los invita, pueda decir que ejerce la pluralidad.

Ahora sí tenemos un “oligopolio”: el presidente usa como si fueran propios los medios del Estado, Irán regaló a la Fundación Juan Evo Morales Ayma (JEMA) el canal de televisión Abya Yala, el gobierno creó una red de 50 radios repetidoras con el nombre de “Patria Nueva”, el Ministerio de Propaganda chantajea a los medios con publicidad estatal y difama a periodistas con el documental El cartel de la mentira producido por un mercenario argentino. El vicepresidente nombra a los directores de La Razón, comprada a través de socios comerciales y dispone de los canales de televisión más importantes como propios.

Eso, Gestoso, para empezar. Hay mucho más que ya se ha publicado en libros y artículos, por eso no hay que tener flojera de leer más allá de los discursos de impostura.
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Journalism should be more like science. As far as possible, facts should be verifiable. If journalists want long-term credibility for their profession, they have to go in that direction. Have more respect for readers.
—Julian Assange

18 febrero 2018

Recorridos de Alasita

La Unesco premió la devoción de la gente

Hay quienes se están llenando la boca con el cuento de que la Fiesta de Alasita ya es Patrimonio Mundial declarado por la Unesco. Si fueran menos perezosos leerían el título completo de la declaratoria: la Unesco ha inscrito en la Lista Representativa del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad “los recorridos rituales en La Paz durante la Feria de Alasita”, y no la feria misma.

Es decir, la Unesco ha reconocido a los paceños que con devoción o por tradición y costumbre, cada año recorremos una Feria de Alasita cada vez más venida a menos. La Comisión de Patrimonio Mundial de la Unesco ha reconocido nuestra ilusión y nuestro imaginario de una fiesta que estaba cargada de simbolismo y de historia, y que solo permanece incólume en la memoria de quienes tenemos cierta edad.

Durante varios años el Estado trató de que la Feria de Alasita fuera considerada un bien patrimonial de la humanidad, pero cada año era más difícil lograrlo y los dossiers presentados a la Comisión de la Unesco era sistemáticamente rechazados porque la feria ya no es lo que fue alguna vez. Se ha ido desnaturalizando hasta perder aquello que la hacía única y sorprendente: el ekeko y las miniaturas. Por eso, lo que se logró es una victoria pírrica que me entristece antes que alegrarme.

Estuve a medio día del 24 de enero en la ceremoniosa inauguración de la Feria (el Alcalde Revilla acompañado del Robespierre de Alasita) con la esperanza de encontrar alguna mejoría: nada, la misma decepción de los años anteriores. Cualquiera lo puede comprobar recorriendo los puestos donde abundan gallos, monos, sapos, caballos y elefantes chinos o de la India, pero donde ha desaparecido nada menos que el “rey de la abundancia” el ekeko, el símbolo más emblemático de la Alasita, ese hombrecito bigotudo, mestizo cargado de bienes de toda especie, para la suerte.

De cada diez puestos, quizás uno muestra algún ekeko, muchas veces el que usan los propios vendedores para adornar su puesto, no para venderlo. Parece que en esta ocasión les obligaron a exhibir al menos un ekeko en cada puesto, mientras venden peluches o chorizos. Tuve un alegrón de burro cuando vi en un rincón un grupo de ekekos bastante bien terminados pero cuando indagué el precio me echaron un balde de agua fría: “son caros porque los traemos desde Puno, allí los hacen, mire, bien cargadito está” (luego alguien me aclaró que en realidad los compran en Juliaca, donde se realiza cada año la Feria de Alasita como si fuera peruana). O sea, no somos ya siquiera capaces de fabricar nuestros propios ekekos, los hacen nuestros hermanos peruanos. Y cuando los hacen artesanos bolivianos, son ekekos pobres, esmirriados, flacos, con poco cargamento.

Antes la gente compraba quintales diminutos de arroz o azúcar, bolsas de fideo, latitas de leche Klim, verduras de cerámica, un colchón para dormir, un techo humilde de yeso. Es decir, las aspiraciones eran tener lo necesario para alimentar a la familia y un colchón para dormir.

A mi me gustaban los soldaditos de plomo, las miniaturas de cámaras fotográficas, las máquinas de escribir, un camión de latón hecho por los presos de San Pedro… Hay un solo puesto este año que tiene soldaditos de plomo, y ya no estará el 2019 porque la señora que lo mantuvo durante cuatro décadas, falleció hace pocos meses. Así han desaparecido los artesanos y la feria se ha llenad de comerciantes que no son capaces de fabricar con sus propias manos nada de lo que venden. Por eso en todos los puestos se ven las mismas cosas, ya no hay variedad, o muy poca.

Ahora, las aspiraciones de la nueva clase media del proceso del buen vivir son otras: un cholet de cuatro pisos, un camión o jeep 4 x 4 de lujo, un hotel enterito, Barbies rubias como las rubias teñidas que aparecen en la televisión, estilo Gabriela Zapata, la ex amante del presidente, hoy presa por tráfico de influencias… Esa es la clase media que puede permitirse llegar a una inmobiliaria y pagar con una maleta llena de dólares, con un solo golpe de magia, tres o cuatro departamentos en un edificio a punto de estrenarse, sin siquiera verlos.

Lo que abunda en toda la feria son los billetes y es lo que compramos los que no tenemos eso, billetes, porque es lo más barato. La gran oferta de billetes (sobre todo Dólares, Euros, Bolivianos) pequeños, medianos, grandes y gigantes, se explica no solamente porque con maletas llenas de esos billetes de pueden comprar desde casas hasta conciencias, sino porque es lo más fácil de producir (no se necesitan artesanos) y el margen de ganancia de los comerciantes es de 1 a 1000.

Una rápida aspersión de alcohol con flores amarillas de retama, hojas de coca y humo de copal completa el rito de medio día para decirnos que nuestro recorrido no ha sido en vano. Eso es lo que reconoció la Unesco: nuestros recorridos de ilusiones. 


(La versión corta de este texto se publicó en Página Siete el sábado 27 de enero 2018)
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Cada cultura absorbe elementos de las culturas cercanas y lejanas,
pero luego se caracteriza por la forma en que incorpora esos elementos.
—André Malraux