16 abril 2006

Sexteto de primera línea

No conozco ningún otro periódico en el mundo que tenga un ramillete de dibujantes políticos como tiene La Jornada en México. Magu, Helguera, Ahumada, El Fisgón, Rocha y Hernández son seis “cartonistas” (como les llaman en México) de primera línea. Cada uno de ellos tiene un nombre ganado a lo largo de varios años, un estilo propio y sobre todo, una conciencia social crítica y refinada, que los hace siempre estar al lado de las causas justas y en contra de la corrupción, el abuso de poder y la mentira. A veces se ponen de acuerdo sobre un mismo tema, lo cual otorga mayor fuerza a sus comentarios. Sorprende que su calidad a lo largo del tiempo se mantiene al mismo nivel, muy alto, lo que no sucede, por ejemplo, con Forges y El Roto, los dos excelentes dibujantes de El País (España). La primera cosa que hago cada mañana cuando reviso las noticias en Internet es mirar los dibujos de La Jornada, incluso antes que sus noticias. Para quienes quieren despertar con una sonrisa, les sugiero marcar en sus buscadores este vínculo. Aquí va como botón de muestra un dibujo de Rocha apropiado para la Cuaresma.

14 abril 2006

Gracias Cuba

Está de moda hablar mal de Cuba. Desde la extrema derecha y desde la extrema izquierda la revolución cubana recibe criticas de todo tipo, y muchas calumnias. Los intelectuales “progresistas”, reciclados en las “libertades de pensamiento”, le dan palos exquisitos mientras viven sin cargo de conciencia en países donde la miseria abunda, o donde el confort los hace olvidar lo que es la pobreza en el Tercer Mundo. Yo prefiero pasar por trasnochado que por reaccionario. Sigo apoyando a los cubanos aunque soy bien consciente de todas las dificultades que el ciudadano común enfrenta en su vida cotidiana. Apoyo su dignidad, su solidaridad y su entereza. Sigo pensando que si se suma lo bueno y se suma lo malo, gana lo bueno de la Revolución. Por eso escribí este artículo sobre los médicos y educadores cubanos que aportan a Bolivia.

11 abril 2006

Bush cae para siempre


Somos cada vez más los que quisiéramos ver la caída de George W. Bush, la principal amenaza a la seguridad y a la paz en el mundo. Como ese evento es improbable a corto plazo, podemos consolarnos con una ingeniosa animación que circula profusamente en la red. Hagan un clic aquí para divertirse un rato.

07 abril 2006

Rusticatio

Alan Mills es un poeta guatemalteco que tiene la edad de mi hijo Fabian, 27. Somos amigos por obra de ese gran señor que era Mario Monteforte Toledo, el gran escritor guatemalteco hacedor de puentes entre la gente que él consideraba que era importante conectar. Con sus 92 años, Mario se mezclaba alegremente con los jóvenes de 29 y con otros de la generación intermedia, la mía.

Todo esto para comentar que Alan Mills, infatigable gestor cultural que cree en América Latina para trascender las estrechas fronteras de Guatemala, acaba de publicar en Internet una revista de poesía con el nombre de Rusticatio. Estupendo diseño y contenido, aunque para mi gusto un excesivo uso de flash, que retarda la lectura. El primer número está dedicado a la poesía chilena, pero Alan hizo generosamente una excepción conmigo (no es la primera vez) y publicó cuatro poemas de los que él y Mario Monteforte habían seleccionado hace varios años, de mi libro “Memoria de caracoles”. Uno de ellos es este:

A TRAVÉS DE LA NOCHE

A la una la montaña se llenó de gritos
de mujeres distantes, gritos
que bañaron las laderas
con un timbre acre.

A las dos, quince perros aullaron al unísono
creí que iba a temblar la tierra
cuestión de decibeles.

A la tres se encendieron las luces de la casa
pero no era brujería
simplemente volvió la electricidad
tan austera en estas alturas.

A las cuatro volví a despertar
o volví a soñar, no estoy seguro
porque tenía un agujero negro en el pecho.

De cinco a seis te tuve muy presente
hasta que el alba
me devolvió la paz.

02 abril 2006

Mi teléfono celular del Congo

Todos mis amigos saben que nunca he tenido un teléfono celular. Aborrezco ese aparato y el servilismo y la dependencia que crea en alguna gente. No soporto a quienes dejan sonar sus celulares en las salas de cine (o incluso responden a las llamadas), y me parecen ridículos los adictos que no bien aterriza el avión activan sus celulares, como si hubieran estado en crisis de abstinencia durante todo el viaje. Tampoco soporto a los que en lugares públicos hablan a gritos por su celular, sin la menor discreción. Me dan pena las parejas que van por la calle de la mano, cada cual hablando por su celular, ajenos el uno al otro.

Por esas y otras razones (la principal es que no lo necesito) no tengo un teléfono celular y vivo tranquilamente sin ese aparato que causa adicción. Pero a veces sorprendo a mis amigos cuando les digo que en un viaje a Zambia, en el 2005, compré en un pequeño mercado popular un celular fabricado en el Congo. Mientras disfruto la mirada sorprendida de mis amigos, les cuento la historia.

En un puesto de un mercado popular de Lusaka, (donde fui a buscar instrumentos musicales para mi amigo Coco Cavour, que tiene un hermoso museo en La Paz), encontré un objeto rectangular, de madera, que llamó mi atención. En las cuatro esquinas tenía tallados cuatro rostros, y en el centro había una concavidad. Pregunté lo que era y me respondieron: “cell phone” y aclararon que venía del Congo. En otro puesto vi una pieza similar y pregunté… Obtuve la misma respuesta: “cell phone”, del Congo. Intrigado, pedí una explicación. El vendedor señaló los cuatro rostros tallados: “Mire, muy fácil. Esta tribu puede hablar con esta otra, y esta con la que está en esta esquina, además, en cualquier idioma porque la traducción es automática. Solamente hay que colocar en el centro un tributo para los dioses”. Por supuesto, compré allí mismo mi primer teléfono celular, que en lengua local llaman "lukasa".