24 enero 2016

La travesía del joven Werner

Werner Herzog no es solamente un gran cineasta, sino un gran ser humano. No todos los artistas lo son. No todos los cineastas. Cuando vino a La Paz el viernes 10 de abril de 2015, estuve en el conversatorio que ofreció en el Cine Teatro 6 de Agosto y al igual que todos los que asistieron allí aquella noche, quedé maravillado por su sencillez y por la profundidad de sus respuestas. Ninguna pose ni altanería.

Sobre ese encuentro publiqué una nota en esta misma página porque me pareció  que lo que les dijo a los jóvenes sobre el oficio de hacer cine, merecía destacarse. Vinieron a quejarse y a encontrar inspiración, y él les dijo, que no se quejen tanto, que hagan cine aunque sea con su celular, y sobre todo: “lean, lean, lean” (así, tres veces), algo que muy pocos hacen. 

Otra de las cosas que dijo es que caminar es tan importante para él, que preferiría perder uno de sus dos ojos, pero no una pierna: “Si perdiera una pierna dejaría de hacer cine”. Y contó una historia personal maravillosa. En 1974 cuando Lotte Eisner estaba aparentemente a punto de morir, Herzog decidió caminar desde Múnich hasta París para que su gesto de sacrificio le diera fuerzas a su mentora enferma. Por suerte para ambos, Lotte vivió ocho años más, falleció a los 88 años de edad, 8 días después de que Herzog, viéndola muy enferma y débil, le dijera: “Lotte, ya puedes morirte”.

Lotte Eisner con Werner Herzog
No fue cualquier caminata. Fiel a su espíritu desafiante, Herzog decidió hacer el trayecto en línea recta, con una brújula, y ello significó abandonar caminos y carreteras y adentrarse en bosques, montes y ríos, y en la incertidumbre transgresora de vallas, propiedades privadas y lugares solitarios. Y todo ello debajo de un invierno de copiosas lluvias, barro y nieve. Para él, si no era un verdadero sacrificio, no valía la pena.

En ese trayecto escribió un diario sin pensar que sería leído por otros algún día. Empezó a escribirlo el sábado 23 de noviembre de 1974 y terminó el sábado 14 de diciembre, tres semanas más tarde, a su llegada a París. En 1978 se publicó el texto por primera vez, y en 1982 añadió a manera de epílogo su  discurso con motivo de la entrega del premio Helmut Käutner a Lotte Eisner, donde compara a Eisnerin a los más grandes conocedores de la historia del cine mundial: “la saludo y la honro como si fuera el último mamut que queda sobre la tierra; como si fuera la última persona con vida que conoce el cine desde el minuto en que nació…”

Me quedó el enorme deseo de leer ese diario de viaje y pude hacerlo 41 años más tarde, en noviembre de este año, gracias a mi amigo el escritor Raúl Teixidó que de tiempo en tiempo me regala libros y películas extraordinarias, que llegan desde Barcelona por correo, cuidadosamente empacados y amarrados con pita, como debe ser para que no se pierdan.

Del caminar sobre el hielo es un testimonio escrito entre el sueño esperanzado y la realidad del dolor físico. El joven Herzog no solamente ha buscado el camino más difícil sino la experiencia de un paria, de un marginal que duerme donde lo pesca la noche, sea sobre una banca en un parque o en un granero abandonado. Todo sea por Lotte pero también por Werner, por su posicionamiento en la vida.

No se trata solamente de un libro descriptivo del contexto de un largo y difícil viaje, sino de una introspección en el espíritu de su autor, que a ratos parece mirar el mundo como si fuera la primera vez, sintiéndose solo, muy solo, y ajeno a lo que ve pasar a los lados de su sendero empecinado.
 
Herzog, por Louie van Patten 
“El aislamiento es hoy más profundo que nunca. Desarrollo una relación dialéctica conmigo mismo. La lluvia puede dejarlo a uno ciego”, escribe en lenguaje poético al final de la segunda semana de trayecto. Y añade más adelante: “Transformo una caída hacia delante en un paso. Primero intensas lluvias, más tarde solo niebla húmeda”.

Ocasionalmente, desmoralizado y deteriorado físicamente, apabullado por tanto barro y lluvia, acepta algún ofrecimiento para avanzar unos pocos kilómetros con algún conductor que le brinda apoyo, pero persiste empecinadamente en su objetivo mayor.

Sus observaciones trascienden las de un viajero común. Esto no es un paseo exterior sino interior: “Un hombre mayor cruza el puente, no se siente observado; camina lenta y pesadamente, hace pausas constantes tras dar pasos cortos y vacilantes; es la muerte, que camina con él. Todo está en penumbra todavía. Nubes bajas, hoy no será un buen día”.

El caminante a veces no sabe si lo que ve está allí o en su conciencia. A veces el camino evoca imágenes de su pasado, a veces recrea situaciones que no sabemos si las está imaginando, si pertenecen a su vida anterior o si suceden realmente delante de sus ojos. La línea entre la descripción pura y dura y el relato onírico, casi delirante por momentos, es tan difusa que es casi imposible discernir. Poco después de perder la brújula que había guiado sus pasos, escribe: 

“Un sacerdote español leía la misa en mal inglés. Cantaba desafinando en un micrófono sobrecargado, pero detrás de él había hiedra en la pared y los gorriones alborotaban desde allí, y alborotaban tan cerca del micrófono que apenas se entendía al sacerdote. Los gorriones estaban amplificados cien veces. Entonces una pálida joven se ha desplomado en las escaleras y ha muerto. Le han acercado agua fresca a los labios, pero ha preferido la muerte”.

El relato hace sentir el cansancio de cada paso, el olor de sus ropas humedecidas por la lluvia, la repulsión que siente hacia sí mismo cuando no puede lavar sus prendas. “Ama tu cama como a ti mismo”, escribe en el borde de la desesperación.

Las últimas palabras, escritas luego de su reencuentro con Eisnerin en París, son de liberación: “Entonces me ha mirado y ha esbozado una fina sonrisa, y como sabía que había venido a pie y por tanto indefenso, me ha comprendido. Durante un breve y delicado momento algo suave ha atravesado mi cuerpo exhausto. Abra la ventana, he dicho, desde hace algunos días puedo volar”.
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Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

—Antonio Machado


17 enero 2016

Apagón

Se apagó el año 2015 y durante ese año debía también producirse en varios países de nuestra región el tantas veces anunciado y siempre retrasado apagón analógico. La Televisión Digital Terrestre (TDT) enfrentó el reto de remplazar de una vez por todas a la televisión analógica pero no lo logró, a diferencia de los países europeos que de manera escalonada desde el año 2007 ya tomaron los pasos necesarios para completar la transición de los sistemas analógicos a los digitales. 

Lo fácil para los gobiernos populistas latinoamericanos es decir “ya empezó la transición” (como han hecho casi todos), pero lo difícil es ratificar seriamente qué año se producirá el apagón analógico definitivo. La demagogia típica de esos gobiernos hace que desde el año 2010 hayan anunciado que “empiezan” la transición a la televisión digital, pero los pasos que han dado demuestran que no entienden el tema y que no están preparados para esa conversión.

Me encontraba en México el 17 de diciembre cuando el gobierno apagó el interruptor.  No fue un proceso fácil ni estuvo exento de errores, pero ya se hizo. Una campaña publicitaria lo venía anunciando desde hace meses en los lugares públicos, no solamente para que la población lo supiera, sino ofreciendo información y asistencia técnica y financiera a través de teléfonos de contacto. Con todas las críticas que se le pueda hacer al Estado mexicano, la transición se produjo en todo el país a lo largo de varios años, hasta culminar el último día del año 2015. 

El gobierno federal mexicano distribuyó 14 millones de receptores digitales de televisión, y en los mercados se vendieron por cientos de miles los adaptadores que permiten transformar la señal digital en señal analógica, de manera que quienes poseen un televisor antiguo puedan ver la programación, aunque no será con calidad digital. 

Grupos ciudadanos se organizaron para que la entrega de televisores a las familias de bajos ingresos no se utilizara políticamente. Es un hecho que la entrega de obras en México está normada para limitar las apariciones públicas de funcionarios del gobierno entregando obras como si fueran regalos de los servidores públicos: "Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda Prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa". Está prohibido que el nombre del presidente aparezca, aunque por supuesto los gobiernos se dan mañas para violar la reglamentación. 

La diferencia con Bolivia es tajante, ya que en nuestro país la foto presidencial aparece en toda entrega de obras, como si el primer mandatario hubiera financiado esas obras con sus ahorros personales y no con recursos públicos y dinero de los contribuyentes. 

Muchos de los televisores distribuidos gratuitamente en México aparecieron en casas de empeño o fueron revendidos tan pronto los entregaron, así suele suceder cuando no existe una planificación adecuada y cuando la corrupción se introduce en la cadena de ejecución. 

Uno de los expertos en el tema, Gabriel Sosa Plata, considera que la transición mexicana fue exitosa porque “las propias televisoras, tanto privadas como públicas que hicieron sus inversiones, digitalizaron sus transmisiones y cumplieron en tiempo y forma con el apagón analógico…”, pero le costó al Estado 26 mil millones de pesos con “todo lo que ello implicó políticamente, de uso electoral, etcétera; son cosas que quizá no debieron haber ocurrido”.

Como suele suceder, estos grandes cambios de tecnología abren las puertas a la corrupción y al enriquecimiento ilícito cuando no existe una planificación rigurosa y transparencia de gestión. A pesar de esos inconvenientes México ha sido el primer país en la región latinoamericana en lograrlo, luego de que Uruguay -que había previsto hacerlo el 21 de noviembre de 2015- postergó el apagón por no estar aún en capacidad de ofrecer el servicio a todos los usuarios.

Todos los demás países, menos Bolivia, tienen fecha para el apagón analógico definitivo y están preparándose para la transición a la Televisión Digital Terrestre (TDT). Colombia ha fijado la fecha del 31 de marzo de 2019, Venezuela el 1 de enero de 2020 y Perú el 28 de julio de 2020. Menos precisos, Panamá y Ecuador hablan del año 2017; Brasil, El Salvador y Costa Rica del 2018; Argentina del 2019; Chile, Perú y Honduras del 2020; Cuba y Paraguay del 2024…  Bolivia no tiene fecha oficial.

Lo que no han entendido los gobiernos latinoamericanos es que no es cuestión de decretos y anuncios triunfalistas sino de procesos muy complejos de inversión en tecnología, que con la participación de empresas públicas y privadas garanticen las condiciones para que esa transición de emisión y recepción de señales digitales sea factible. Significa la administración y gestión estatal de las nuevas frecuencias, la renovación completa de los equipos de producción y transmisión de los canales de televisión, y la adaptación del parque de televisores en todo el territorio nacional.

El presidente boliviano delira con la central nuclear “más grande” de Latinoamérica (¿qué quiere decir “más grande”?:  ¿más potencia?, ¿mayor tamaño?, ¿más costosa?), pero no tiene idea de la tecnología como sistema integrado y sostén de las transformaciones económicas. Cree que regalando computadoras con su foto se resuelve el tema del avance tecnológico, pero no se ha tomado en serio la transición a los sistemas digitales de transmisión y recepción. Tan atrasados estamos en Bolivia que seguimos teniendo la conexión de internet más cara y lenta de la región.

Los pasos que ha tomado el gobierno boliviano, además de anuncios retóricos que no se corresponden con acciones en la realidad, solo benefician a quienes están en el poder.  El canal del Estado (o más bien el canal del gobierno, pues se utiliza como instrumento de la politiquería presidencial), tiene ya capacidad instalada para producir y transmitir señales digitales, pero el resto del país no parece interesarle al gobierno. Uno de los anuncios oficiales dice que se fijará la fecha del apagón “cuando la mayoría de los ciudadanos ya puedan captar las señales digitales”, lo que significa que se dejará la responsabilidad en manos de la iniciativa privada.

El capricho presidencial del satélite Tupaj Katari le ha salido caro al país, ya que no podrá amortizarse el costo en los 15 años de vida útil y hasta ahora no ha tenido otro beneficio que ampliar la señal del canal oficial.  Probablemente sucederá lo mismo con la transición a la Televisión Digital Terrestre. Bolivia no está preparada (el tema apenas se discute porque el gobierno está más interesado en invertir en propaganda) y será otra vez uno de los últimos países de la región en ponerse al día. Los delirios de grandeza presidenciales no podrán, por decreto y por saturación de publicidad, remediar esa situación. La corrupción imperante y el tráfico de influencias hace pensar que el gobierno solamente tomará decisiones si algún funcionario vivillo ve en la transición a la TDT la oportunidad de hacerse rico en poco tiempo.
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El apagón analógico sin política de Estado
es como apagar la vela de cumpleaños de un enfermo terminal.
—AGD


12 enero 2016

Toledo: alta temperatura

No hay otra metrópoli en el mundo que pueda competir con ella en la cantidad de museos que ofrece. La Ciudad de México tiene más de 130 museos, entre los que maneja el Estado y los privados. Digo “más de” porque no es posible contabilizarlos ya que cada año hay dos o tres nuevos museos que se añaden a la lista. Y no incluyo a las galerías de arte, que son muchas, solamente a los museos formalmente establecidos, desde el gigantesco y apabullante Museo Nacional de Antropología e Historia hasta museos privados como el Museo del Juguete Antiguo (MUJAM), el Museo de Cera, el Museo de la Caricatura o el Museo del Objeto (MODO). 

Hay además numerosas “casas museo” como la del arquitecto Luis Barragán, la del escritor Alfonso Reyes, las de Diego Rivera, la de Frida Kalho o la de León Trotsky (esta última de pésima museografía, pero interesante por su historia, ya que ahí fue asesinado el dirigente de la IV Internacional).

Lo curioso es que entre tantos museos, los principales espacios para exhibir el arte contemporáneo son relativamente pequeños y exhiben un porcentaje menor de las muchas obras que custodian. Generalmente se dedican a exposiciones temporales y esconden su colección permanente. El Museo Carrillo Gil y la Fundación Jumex son dos ejemplos de ello, el segundo es un caso patético al que le dedicaré un artículo más adelante. El Museo Rufino Tamayo no muestra ni una sola obra del gran pintor mexicano y dedica sus salas a muestras de arte contemporáneo internacional de vocación efímera y de dudosa calidad.

Frente al Museo Tamayo, a apenas cien metros de distancia, el Museo de Arte Moderno tiene muy poco espacio de exhibición (como el de Sao Paulo, es pequeño), de modo que ha optado también por exposiciones temporales en detrimento de su colección permanente. Las hermosas obras de su acervo solamente se ven de vez en cuando, cuando se organiza alguna muestra temática que amerita sacar a la luz algo de Frida Kahlo, Diego Rivera, Siqueiros, Remedios Varo y tantas otras obras que duermen en sus bóvedas.

Pero de vez en cuando, hay suerte, porque alguna de las exposiciones temporales realmente vale la pena y marca un hito. Sucede ahora con una magnífica muestra de cerámica de alta temperatura del maestro oaxaqueño Francisco Toledo, que bajo el título “Duelo” reúne un centenar de obras sorprendentes. Desde que ingresé a la sala supe que estaba frente a una obra excepcional en cerámica.

No es casual el título de la exposición, "Duelo", porque expresa el dolor que siente este artista sensible y comprometido con la realidad del pueblo mexicano, por la situación de violencia y corrupción que vive su país. Por ello el color dominante de la muestra es el rojo, un rojo sangre, y muchas de las figuras que presenta sugieren la violencia de la tortura y de la muerte.

Francisco Toledo es un artista excepcional por su trayectoria de vida y por sus aportes a la plástica. Trabaja en silencio en Oaxaca, solo sale a la luz pública cuando es importante prestar su presencia para alguna causa noble, pero prefiere evitar los reflectores: “No creo ni en el más allá, ni en la gloria, ni en nada. Por eso nunca ha sido preocupación mía pensar en algún epitafio que resuma mi existencia, pero si tuviera que pensar en un epitafio… bueno, diría una palabra que es muy bella: Nada.”

La primera obra que uno encuentra en la entrada de la muestra en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México es una especie de cañón-falo, que evoca el imaginario de la violencia encadenada. El gris del metal de las cadenas contrasta con el rojo y el rosado de la carne aprisionada. Escribo esto mientras miro las fotos que tomé más temprano y siento que las palabras me quitan el aliento.

Lazos rojos, cadenas, estructuras sin ventanas o edificios con ventanas minúsculas, como prisiones, rostros torcidos, manos ensangrentadas, animales agresivos, son algunos de los temas que se reiteran en la exposición.

Hay figuras que parecen querer escapar de los recipientes en las que han sido encerradas y otras que se muestran en actitud de resignación, abatidas en un mar de sangre. Otras apresadas en un atado de huesos sin dueño o servidas en platos, cabezas cortadas con la lengua aprisionada, rostros amordazado con correas, jarrones adornados con orejas humanas. 

Aún las obras más inocentes, las vasijas, sacan a relucir su aspereza, púas de cactus. Un pulpo muestra un pene erecto mientras atrapa con sus tentáculos a una figura humana.

La figura de un zapato abandonado sugiere la huida o la muerte de quien lo dejó en el camino. Siempre me he preguntado por qué las víctimas de la violencia aparecen siempre con los pies desnudos. Aquí están esos zapatos sueltos que los pies abandonan para emprender un camino sin retorno.

Toledo rehusa la publicidad y los homenajes, es un artista magnífico, capaz de seguir sorprendiéndonos cada vez que presenta el resultado de su trabajo, siempre con un dominio absoluto de la materia y siempre evocando la realidad del presente a través de los símbolos de la cultura mexicana ancestral.
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A los artistas no debe hacérseles monumentos
porque ya los tienen hechos con sus obras... 

—Antonio Gaudí

06 enero 2016

Impuesto al sol

Crónica de una decepción anunciada. Era previsible. No salieron compromisos serios de la COP 21 en París. Nuevamente los gobiernos ofrecieron un espectáculo penoso y un documento aguado que no encara de frente los problemas de deterioro del planeta. Los representantes políticos solo tienen como meta el horizonte de su propio paso por el poder. Lo que suceda después no les incumbe.

Los países que apuestan a energías alternativas para salvar al planeta son una minoría, pero hay noticias que alientan, sin duda. Uruguay ocupa el primer lugar en inversión del PIB en energías renovables con una política cuyo horizonte es abandonar la dependencia de combustibles fósiles en el corto plazo. Las energías renovables (viento, biomasa y energía solar) ya proporcionan más del 90% de la energía que consume el país, según la información presentada en la COP 21por Ramón Méndez, quien está a cargo de ese sector.

Otros países pequeños hacen esfuerzos similares. Nicaragua apuesta a la energía geotérmica de sus volcanes, al igual que Islandia. Costa Rica tiene como meta para el 2021 generar el 100% de su energía con plantas hidroeléctricas, geotérmicas y eólicas. Con lo que generan las represas de Muela, Lesotho no solamente cubre el 100% de sus necesidades sino que además le vende el excedente a Sudáfrica.

Las economías más desarrolladas saben que no pueden depender indefinidamente de carburantes fósiles, y no porque hayan tomado conciencia del daño que se hace a la naturaleza, sino por razones puramente económicas.

En California se han instalado algunas de las plantas de energía solar más grandes del mundo y hay una política estatal que apuesta a las energías renovables en coincidencia con los intereses de grandes empresas privadas que tienen que pagar impuestos por las toneladas de carbono (CO2) que producen. Estas empresas están reduciendo el costo de lo que deben pagar, mediante la entrega gratuita de paneles solares a familias de bajos recursos.

En Dinamarca, Holanda y otros países con costa se puede ver cómo nacen del mar altos y espigados molinos de viento que alimentan de energía eléctrica a millones de personas. Los complejos de paneles solares nacen en países industrializados no siempre como resultado de políticas de Estado sino por iniciativa de empresas privadas o de los propios ciudadanos. Muchos países promueven las iniciativas comunitarias de dotarse de una energía más barata y menos contaminante. Cada vez más está en el imaginario de los ciudadanos el dotarse de paneles solares para no depender de los altos costos de la energía eléctrica suministrada por el Estado o empresas privadas.

El sol es gratis, nos pertenece a todos y no lo aprovechamos suficientemente, aunque en décadas recientes hay más personas que adoptan la energía solar como fuente de electricidad. La paradoja es que en lugar de alentar la iniciativa de familias, comunidades y empresas que invierten en paneles solares para independizarse de la red eléctrica, el gobierno español, que ya no sabe de dónde sacar dinero para salir de su crisis económica y política, ha decretado que todos los ciudadanos y empresas que producen energía solar deben pagar un “peaje” porque afectan las ganancias de las empresas operadoras de electricidad. Por supuesto, le ha llovido palos hasta debajo de la lengua al ministro de Industria José Manuel Soria, promotor del despropósito. 

De acuerdo a la ley de “impuesto al sol” del gobierno de Rajoy el detenido podría enfrentar una multa de hasta seis millones de Euros por “afectar los intereses de las empresas eléctricas”, ¿qué tal?

Para la organización Greenpeace se trata de una "clara política de penalización de las energías renovables, el ahorro y la eficiencia energética". Al pagar ese impuesto el usuario que invirtió en células fotovoltaicas termina pagando más de lo que pagaba cuando dependía de la red de electricidad. Las reacciones ante la medida no se han hecho esperar, los ciudadanos se resisten a registrar sus sistemas de energía solar como manda la nueva ley, y otros como la Fundación Desarrollo Sostenible promueven acciones directas: cortar completamente los cables de la red de energía eléctrica y autoabastecerse el 100% con energías alternativas.

La revista norteamericana Forbes se burló de la arbitrariedad del gobierno de Rajoy. Dice el articulista Kelly Phillips Erb: “Parece que los miembros del gobierno se quedaron sin ideas, miraron al cielo un día y pensaron ‘¡Ya lo tengo! ¡Pongamos un impuesto al sol!’”
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Hace falta un sol doble para alumbrar el fondo de la estupidez humana.
—Jean-Paul Sartre

  

02 enero 2016

Diamante de luz

A fines de noviembre tuvo lugar en París la sesión 21 de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP21) y la 11ª Reunión de las Partes en el Protocolo de Kyoto. Me acordé que en 1998, hace 17 años estuve en la COP4, en Buenos Aires, en mi calidad de director del programa Tierramérica de Naciones Unidas, una plataforma de información sobre medio ambiente.

Entonces me parecía que esas reuniones servían para algo.  Quizás había mayor entusiasmo en la gente que participaba y los países no actuaban con tanta hipocresía.  O la hipocresía se limitaba a los grandes depredadores del planeta y no a los chicos. Pero ahora, es generalizada, y un ejemplo es el doble discurso del gobierno boliviano, que habla de la madre tierra en las reuniones internacionales, y es depredador en casa, con proyectos de energía nuclear y concesiones a empresas petroleras y mineras, a las que ha prometido no nacionalizar.

Pero no quiero hablar de eso ahora porque no vale la pena, es una batalla perdida con un gobierno autoritario como este. Prefiero hablar de energías renovables a las que apuestan algunos países tanto el norte como en el sur.

A mediados de julio estuve en España y al recorrer una parte de Andalucía entre Écija y Carmona (Sevilla) de pronto apareció en el horizonte un diamante de luz que refulgía entre las plantaciones de olivares, compitiendo con el sol como una estrella diurna, lo cual me pareció extraordinario. Cuando la cinta de asfalto nos acercó a Fuentes de Andalucía, descubrimos una enorme torre coronada por un captor de luz de cristal, rodeada por miles de espejos que reflejan la luz del sol sobre ese punto único en lo alto de la torre.

Me maravilló tanto que apenas pude, averigüé de qué se trataba: el complejo Gemasolar, la primera planta termosolar de España capaz de producir energía aún en días nublados y de noche. El megaproyecto fue construido por la empresa Torresol Energy, un consorcio de la empresa de ingeniería vasca Sener y la sociedad de energías renovables Masdar, de Abu Dhabi.  Constituye uno de los centros productores de energía solar más avanzados del mundo, con 2.650 heliostatos (espejos planos) dispuestos en anillos concéntricos para reflejar la luz en un receptor cilíndrico que puede alcanzar temperaturas de hasta 500 grados centígrados, colocado en la cúspide del faro de luz de 140 metros de altura, la estructura más alta de Andalucía. Cada 20 segundos los espejos se mueven adaptándose automáticamente al movimiento del sol.

Se trata de una tecnología extraordinaria, capaz de suministrar 110 GWh al año a una población de 27.500 hogares, lo que le ahorra al país y al medio ambiente 30 mil toneladas de CO2 por la importación de 28 mil toneladas de petróleo que contamina. Otros países están haciendo lo mismo. Chile está invirtiendo dos mil millones de dólares en el Proyecto Copiapó Solar, que podría ser en 2019 el más grande del mundo. Estados Unidos ya tiene el Crescent Dunes Solar Reserve, un proyecto modelo.

Además de olivares y viñedos, Andalucía siembra energías alternativas. ¿Cómo no hacerlo si dispone de dos ingredientes naturales necesarios: abundante sol y planicies propicias para capturar los vientos. 


Las torres de electricidad “antiguas” parecen espantapájaros enanos al lado de las hileras de majestuosos molinos de viento, impecablemente blancos y elegantes, que se yerguen a 50 metros de altura.

Pero no todo es luces.  Hay sombras tan absurdas como la que proyecta el gobierno español, que ha decidido ponerle un impuesto al sol… De eso hablaré en una próxima nota.

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Hay suficiente en el mundo para cubrir
las necesidades de todos los hombres,
pero no para satisfacer su codicia.

—Mahatma Gandhi