A mediados de julio me invitaron a la
gala de entrega de los Premios Platino del Cine Iberoamericano en Marbella,
España, que en esta su segunda edición manifestó su ambición de convertirse en
una especie de “Oscar” iberoamericano. Entre los bolivianos que llegaron al
balneario de la Costa del Sol estaba Mela Márquez, directora de la Cinemateca
Boliviana, el cineasta Juan Carlos Valdivia y la actriz Carla Ortiz.
En una gala me siento tan cómodo como en
un sartén con aceite hirviendo, pero me dediqué a la observación sociológica y
se me hizo llevadera. Una gala empieza siempre con una larga alfombra roja que suele
ser una exhibición bochornosa de vanidades y complejos. Hay actores y actrices,
directores y productores, guionistas y técnicos que la sufren como una tortura
y otros que la disfrutan con miedo escénico, vestidos estrafalariamente para
destacar por la vestimenta, cuando no están seguros de destacar por el talento.
Dos centenares de cámaras fotográficas y
no menos de veinte de televisión disparan como ametralladoras para obtener,
aunque sea por azar, la mejor o la peor mueca de actores y sobre todo actrices
que ingresan como pingüinos los primeros y como garzas las segundas, haciendo
equilibro sobre sus altos tacos. De tramo en tramo se detienen frente a un
grupo de reporteros para responder preguntas y luego siguen hasta el salón VIP
donde aguardarán dos horas más hasta que comience el espectáculo.
La entidad organizadora de este evento es
Egeda (Entidad de Gestión de Derechos de los Productores Audiovisuales) que
agrupa a productores de todos los países iberoamericanos… “menos Bolivia” según
me decía en tono de queja Raúl Vázquez, gerente general para América Latina, un
argentino radicado desde joven en Estados Unidos. En Bolivia siempre estamos a
la zaga porque actuamos como “calvos peleando por un peine”, como dicen que
decía Borges de la disputa por Las Malvinas.
La gala se transmitió en vivo a toda España
y América latina, mediante la alianza entre Turner Network Television (TNT),
Televisión Española (TVE) y canales locales de todos los países
latinoamericanos (en Bolivia fue ATB).
Antonio Banderas durante la conferencia de prensa |
El día antes de la gala fuimos con un
grupo de periodistas a la conferencia de prensa de Antonio Banderas, a quien se
le otorgó un premio de honor por su carrera, y para conversar con actores y
directores de las películas en concurso. Conversé a solas con varios miembros
del equipo de Mr. Kaplan, mi película
favorita (que no ganó en ninguna categoría), así como con la directora de La distancia más larga y con la actriz
de Pelo malo, películas venezolanas que
me gustaron y de las que daré cuenta en otras notas.
Banderas es una persona sensata y
sencilla. Sin ninguna pose dijo lo que
pensaba sobre la necesidad de que el cine latino “tome” Hollywood, en lugar de
convertirse solamente en un apéndice. “Llegué a Estados Unidos de villano y
ahora hago papeles de héroe”, dijo para señalar que algo se ha logrado. Y
añadió: “No hemos cambiado los estereotipos solo los actores sino todos los
hispanos”, lo que fue ratificado por Edward James Olmos.
Los bolivianos sentimos un especial
cariño por la interpretación que hizo Edward James Olmos del profesor boliviano
Jaime Escalante en Stand and deliver (1988)
traducida al castellano como Con ganas de
triunfar. Cuando tuve oportunidad de conversar con él se lo agradecí y me
contó que quería mucho a Escalante, que desarrolló con él una amistad y que lo
acompañó hasta sus últimos días.
El mexicano Eugenio Derbez y el español Santiago Segura |
De la gala, copiada del estilo gringo,
con malos chistes y metidas de pata, rescato sobre todo cuatro momentos: a) el
estupendo lugar donde se llevó a cabo, unas antiguas carreras de piedra en las
colinas de Marbella; b) los ataques de los presentadores al cavernario y
xenófobo Donald Trump; c) el homenaje a Rita Moreno (que tiene 148 películas en
su carrera pero solo será recordada por West
Side Story) y d) el diálogo entre el mexicano Eugenio Derbez y el español Santiago
Segura, que fue lo único que me hizo reír. Vale la pena ver esos minutos en
YouTube.
En cuanto a los premios, mi decepción
total. Ya lo sabíamos de antemano, todo estaba encaminado para que la gran
ganadora del certamen fuera la producción argentina-española Relatos salvajes. Meses de intensos masajes publicitarios
prepararon el terreno para que ganara esta producción que puede ayudar al cine
español a salir de su crisis abriendo mercados latinoamericanos. No es casual
que los productores sean Pedro Almodóvar y su hermano Agustín. El cine español
necesitaba desesperadamente un “éxito” para levantar vuelo, y mejor si se trata
de una coproducción con América Latina.
Relatos salvajes, colección de cortometrajes |
Los nueve premios a Relatos salvajes que otorgó este festival de alfombra roja me
parecieron desproporcionados. Para empezar, no se trata de un largometraje sino
una serie de seis cortos pegados uno detrás del otro, que no tienen nada en
común: ni la temática, ni los actores, ni la estructura. No es un largo con historias paralelas que en
algún momento se juntan, como es el caso de Amores
perros. El solo hecho de no tratarse de un largometraje debía descartar a este
film de los Premios Platino, pero el poder de las influencias pudo más. El
premio a la mejor actriz, por ejemplo, le tocó a Érica Rivas quien solamente aparece
ocho minutos en el último cuento de este falso largometraje.
Sigo pensando que el mejor jurado es
aquel que puede verse las caras y debatir, con argumentos, sobre las películas
que están en concurso. Un jurado que no
tiene esa oportunidad (ahora eran nada menos que 50), podría votar sin siquiera
ver todas las películas (no hay manera de saberlo), que es lo que me temo que
ha sucedido en este caso. Estoy convencido de que los jurados solamente vieron
algunas de las películas “probables ganadoras”, y entonces se fueron a lo
seguro, a aquella más publicitada: Relatos
salvajes.
Si un cineasta joven con una película
honesta sobre un tema latinoamericano que sea de vital importancia para nuestra
región, me preguntara si debe presentar su film a los Premios Platino,
probablemente le diría que no pierda su tiempo, porque allí solamente ganará
una producción grande, con mucha publicidad y premios anteriores, probablemente
un gran montaje de coproducción entre España y uno o dos países
latinoamericanos. Producciones independientes abstenerse.
________________________________
La vanidad es como los vampiros: no se
ve en los espejos.
—Xavier Velasco