26 diciembre 2006

En Amman aman a AMARC

Me tomo la licencia poética del título para referirme al 9º Congreso de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC), reunido en la capital de Jordania, del 11 al 17 de Noviembre 2006. Fue un logro que este evento -que tiene lugar cada tres años- se hiciera por primera vez en un país árabe del Medio Oriente, donde las radios comunitarias son todavía inexistentes. Con 94 países representados, este fue sin duda el Congreso de AMARC más importante.

La delegación latinoamericana y caribeña que asistió al Congreso en Jordania, encabezada por Ernesto Lamas y otros miembros de la directiva de AMARC-ALC, mostró su nivel de compromiso y organización. Su peso en la Asamblea General fue determinante, sobre todo en las elecciones de la nueva directiva. Con cerca de 120 votos -entre presenciales y votos delegados por las emisoras afiliadas- América Latina y El Caribe estaban en condiciones de decidir el resultado electoral y, si lo hubiera querido nuestra región, en posibilidades de pasar “la aplanadora”. Sin embargo la madurez política hizo que la región apostara a fortalecer la gobernabilidad de AMARC a nivel mundial. Esto se tradujo en el apoyo a candidaturas de todas las regiones, en pos de una representación equilibrada. Las propuestas de América Latina, que además fueron decididas en diálogo con otras regiones, permitieron ratificar en la Presidencia de AMARC a Steve Buckley (Inglaterra), y elegir en la Vice-Presidencia de AMARC a Aleida Callejas (México), y en las cuatro vice-presidencias flotantes a Jim Ellinger (Estados Unidos), Sony Esteus (Haiti), Daoud Kuttab (Jordania), y Oumar Seck Ndiaye (Senegal). Mavic Cabrera (Filipinas) fue reelegida por la Red de Mujeres.

La Asamblea General de AMARC aprobó numerosas resoluciones propuestas por los delegados, algunas de las cuales tienen que ver directamente con América Latina. Se decidió enviar una carta al Gobierno y Parlamento de Uruguay donde se "solicita el rápido tratamiento y aprobación del Proyecto de Ley sobre Radiodifusión Comunitaria, ya que el mismo garantizará el pleno ejercicio del derecho a la libertad de expresión a través de los medios comunitarios y colocará a Uruguay como un modelo de las mejores prácticas en legislación sobre radiodifusión en todo el mundo". Con relación a la represión de las emisoras indígenas en Guatemala, se aprobó una resolución de solidaridad y un llamado al gobierno de Guatemala para que “cese inmediatamente los ataques a las radios comunitarias” y favorezca más bien su desarrollo a través de legislación y reglamentaciones adecuadas, en respeto a lo que establecen los Acuerdos de Paz firmados en 1996, la Carta Internacional de Derechos Humanos y las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

El 9º Congreso se cerró con broche de oro con el anuncio de que el Gobierno de la India decidió finalmente aprobar la existencia legal de las emisoras comunitarias. El impacto de esta medida puede ser enorme, dado que la India, con sus más de mil millones de habitantes, ejerce una influencia poderosa en el sur de Asia.

articulo completo

22 diciembre 2006

Fidel y el cine

No hay cineasta latinoamericano que no haya pasado por el Festival de Cine de La Habana, que es el lugar de encuentro de todos. La generosidad cubana hizo que en las mejores épocas, en la década de los 1980s, fuéramos invitados año tras año, varios centenares de directores, guionistas, actores, técnicos, productores, directores de revistas de cine, miembros de asociaciones nacionales, y cineastas en ciernes, a participar en esa gran fiesta del cine. Tengo los mejores recuerdos de la década en que fui asiduo participante, a veces como cineasta y a veces como miembro del jurado de la sección de video o documental. Conservo un enorme agradecimiento para los colegas cineastas del ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica), del ICRT (Instituto Cubano de Radio y Televisión) y de la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, que en diferentes oportunidades hicieron posible mi presencia en el festival.

Cada vez que estuve en La Habana -y no fueron menos de diez- fui tratado al igual que otros colegas con la mayor solidaridad por los compañeros cubanos o aquellos viviendo en Cuba, entre los que recuerdo con cariño a Lola Calviño, Julio García Espinoza, Santiago Álvarez, Manelo González, Pastor Vega, José Antonio Jiménez, Daniel Diez, Susana Sardiñas, Fernando Birri, y otros que podría citar aquí. Siempre me sentí a gusto en Cuba, como en casa.

Aunque no he vuelto al Festival en los últimos años, sigo de cerca su desarrollo y constato que a pesar de las dificultades económicas por las que ha atravesado Cuba durante el periodo especial, su importancia se mantiene. El cine ha sido siempre favorecido por el proceso revolucionario y en especial por Fidel. No olvidemos que uno de los primeros decretos del gobierno de la Revolución fue la creación del ICAIC, y que Fidel personalmente le dio al cine cubano y latinoamericano un apoyo enorme: la creación del ICAIC, el Festival, la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y la Escuela de Cine en San Antonio de Los Baños.

Fidel solía ver en privado las películas de cada Festival, de modo que estaba al tanto de las nuevas producciones de la región. Por las noches, mantenía largas conversaciones hasta la madrugada con los directores y actores invitados, tanto de América Latina como del resto del mundo. Me tocó leer o escuchar los comentarios llenos de admiración de Jack Lemmon, de Robert de Niro, de Gian María Volonté y de Harry Belafonte –quizás el más asiduo participante no latinoamericano- luego de esas largas sesiones nocturnas con Fidel. Tuve el privilegio de estar, creo que fue el año 1985, en su discurso de clausura en el Teatro Carlos Marx, que duró cinco horas que apenas sentimos pasar, porque habló con un conocimiento extraordinario del cine. Una de esas noches, como lo hacía cada año, Fidel nos recibió en el palacio. Uno por uno nos dio la mano con paciencia, sencillez y cortesía asombrosas (¿donde está mi foto con Fidel, compañeros cubanos?, no tengo ninguna a pesar de haberlo saludado tres o cuatro veces).

El Festival era una fiesta que duraba 24 horas cada día. Casi no dormíamos. En las mañanas había conferencias de prensa, encuentros entre cineastas o actores, deliberaciones de los jurados, muestras de carteles, presentaciones de libros y otras actividades en simultáneo, de modo que era imposible asistir a todas. En las tardes, hasta la media noche, en varias salas de la ciudad se proyectaban las películas del festival, cerca de 500 obras, largometrajes de ficción o documental, cortometrajes de toda clase, animaciones y videos, prácticamente todo lo producido en nuestra América Latina, pero también películas de otras regiones. Y a partir de la media noche, las fiestas extraordinarias de las que conservo una memoria dulce. Al lado del Teatro Carlos Marx, en el Cristino Naranjo, uno podía disfrutar en 6 o 7 espacios diferentes, animados por las mejores bandas de música. En el segundo piso estaba el formidable trompetista Arturo Sandoval (hoy en Miami), en el espacio abierto de afuera sonaban los inmensos altavoces de los Van Van, y junto a la playa y a la piscina otros grupos de música extraordinarios animaban la fiesta. El entusiasmo de cubanas y cubanos era contagioso, hasta yo me atrevía a bailar. Esas fiestas duraban hasta las 3 o 4 de la madrugada.

Además de disfrutar las películas, uno gozaba del ambiente de camaradería que se instalaba en los lugares del Festival. El Hotel Nacional era un sitio mágico de encuentro, pero también el Capri y el Habana Libre. Los mojitos nocturnos aparecían sobre las bandejas que circulaban los mozos, y desaparecían en un santiamén.

La salida de un nuevo número de la revista Cine Cubano, en papel periódico, era un acontecimiento, así como los carteles de las películas cubanas, hermosos, diseñados por el formidable Bachs, por Coll, Julio Eloy, Niko, Iglesias, Reboiro o Coni, entre otros artistas que derrochaban talento y humor. Conservo varios de ellos, impresos en serigrafía, con esa nobleza de la tinta espesa que los hace únicos.

02 diciembre 2006

Daniel Ortega, pink

Lo que está sucediendo en Nicaragua con la Victoria de Daniel Ortega (pero no del sandinismo) es lamentable. Ortega fue a las elecciones agitando banderines rosados, abandonando la bandera rojinegra del sandinismo de Sandino. Ganó las elecciones invocando a Dios y abrazándose con el reaccionario Cardenal Obando. Logró una mayoría simple de votos modificando la constitución de manera que pudiera ganar con apenas el 30% del apoyo de los electores. Llevó adelante la fórmula ganadora nombrando como candidato a la vice-presidencia a un dirigente de la Contra, que tantos jóvenes nicaragüenses asesinó durante la guerra. Llegó a las elecciones con un discurso ambiguo y traicionero, donde ofrece un país con ricos y pobres “que vivan en paz” y donde prácticamente pidió perdón a Estados Unidos y a la derecha de Nicaragua por haber liderado en el pasado un movimiento revolucionario que intentó transformar a ese país y acabar con la injusticia. Ahora, Ortega vestido de rosado, transa y traidor al sandinismo, asumirá la presidencia de Nicaragua para no cambiar nada.

Para la memoria, es imprescindible leer y guardar lo que escribió Celia Hart, lo que escribió Ernesto Cardenal, lo que escribió Sergio Ramírez y otra gente fiel al sandinismo de Sandino, no al oportunismo del danielismo. Yo mismo escribí algo sobre el tema: Ortega, el manipulador.

Algunos de mis amigos nicaragüenses tienen “esperanzas” de que Daniel Ortega volverá a ser el revolucionario de antes, se ilusionan con que Ortega cambio de discurso solamente para ganar votos, pero que su corazón sigue siendo sandinista. Creen que la bandera rojinegra volverá a ser enarbolada por el FSLN. Yo creo que se equivocan. Creo que en menos de un año se darán cuenta de la realidad. Los danielistas son ahora burgueses bien acomodados, han amasado fortunas y tienen intereses personales que defender. No les interesa más el cambio social y menos la revolución.