30 septiembre 2014

Oro para el Moro

Francisco Sierra, de Ciespal, y Luis Ramiro Beltrán
A Doña Betshabé Salmón de Beltrán su esposo la llamaba cariñosamente “Morita”, de ahí que a su hijo, Luis Ramiro Beltrán, algunos amigos lo conocemos como Moro. Yo le digo respetuosamente Moro mayor, porque compartimos el apodo. En Bolivia, hasta prueba de lo contrario, somos los únicos moros, además de algunos caballos árabes.

Luis Ramiro tuvo el humor de recordar nuestro común parentesco morisco en sus palabras de agradecimiento al finalizar el homenaje que se le hizo en La Paz. Ambos nos hemos ocupado del campo de la comunicación más desde las políticas y estrategias, y desde el desarrollo y el cambio social, que desde los medios de información o desde la academia. De todo lo que tenemos en común hay algo que nos diferencia y es la enorme deuda que tengo con él.

La del martes 23 de septiembre fue una celebración múltiple dedicada a este hombre que tanto nos ha dado con su pensamiento, su obra crítica y creativa y su manera de ser generosa y sencilla. La iniciativa surgió de Francisco Sierra Caballero, el nuevo Director General del Centro Internacional de Estudios Superiores en Comunicación para América Latina (CIESPAL) que tuvo la feliz idea de otorgar a uno de los grandes comunicólogos de América Latina la Medalla de Oro como reconocimiento a sus aportes durante más de seis décadas. A ello se añadieron como cascada otros homenajes y distinciones.

Como Luis Ramiro no estaba en condiciones físicas de viajar a Quito para recibir los honores, la delegación de CIESPAL vino a La Paz, donde el Servicio de Radio y Televisión para el Desarrollo (SECRAD) de la Universidad Católica Boliviana y el Instituto de Investigación, Posgrado e Interacción Social en Comunicación (IPICOM) de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), se unieron para preparar el homenaje. José Luis Aguirre por el SECRAD y el equipo de investigación del IPICOM, hicieron lo necesario para que en el acto central que tuvo lugar en la Universidad Católica Boliviana san Pablo estuvieran lado a lado, entre Luis Ramiro y Francisco Sierra, los rectores de las dos universidades. Waldo Albarracín, el rector de la UMSA, recordó que conoció a Luis Ramiro a través de Ana María Campero, cuando ella cumplía las funciones de Defensora del Pueblo, cargo que Albarracín ocupó después. 

Esa, la parte oficial del acto. Pero aún mejor: la sala estaba llena de amigos de Luis Ramiro, los muy antiguos, entre los que me incluyo, y los de las nuevas generaciones., También los que lo quieren por su obra y por su dimensión de investigador y los que querían ver de cerca a esta icónica figura latinoamericana. Para celebrarlo llegaron especialmente delegaciones del interior de Bolivia y también de Perú. 

En el acto de homenaje no podían faltar las alusiones y elogios sinceros a Nohora Olaya de Beltrán, compañera de vida indispensable de Luis Ramiro, cuyo trabajo de recuperación y clasificación de la obra del Moro mayor ha sido fundamental. Cualquiera que conozca de cerca a ambos sabe lo que Nohorita significa para Luis Ramiro.

Además de la Medalla de Oro la comitiva de Ciespal se trajo bajo el brazo ejemplares de un nuevo libro con textos publicados en la revista Chasqui: Luis Ramiro Beltrán. Comunicación, política y desarrollo, que reúne tres artículos de Luis Ramiro, tres entrevistas realizadas por Patricia Anzola, Juan Braun y Jucara Brittes, y dos semblanzas, la de Erick Torrico y la que escribí para el número especial de Chasqui que se publicó en 2009. Ciespal anunció la creación de una cátedra itinerante sobre "comunicación y buen vivir" que llevará el nombre de Luis Ramiro Beltrán.

Por su lado la Universidad Católica aprovechó la oportunidad para otorgarle la Medalla San Pablo y la Asociación de Periodistas de La Paz decidió llamar a su auditorio con el nombre de Luis Ramiro Beltrán. Lo propio hizo la Carrera de Comunicación de la Universidad Técnica de Oruro (UTO) con su edificio de cinco pisos que está en proceso de construcción. Llovieron los mensajes en texto y en video enviados por comunicólogos de América Latina. Estos se sumaron a los videos, que no fueron mostrados en esta ocasión, realizados recientemente por otras instituciones como Uniminuto (Colombia). Desde Ecuador su amigo Pepe Luque, el dibujante boliviano radicado en Guayaquil, le hizo llegar un retrato. En suma, el homenaje fue una fiesta. Una fiesta un poco larga, pero así son las buenas fiestas. 

Luis Ramiro según Pepe Luque
Los aportes de Luis Ramiro a la comunicación tienen un carácter pionero. Fue uno de los actores principales en el proceso que condujo al Informe MacBride de la UNESCO y al Nuevo Orden Mundial de la Información y de la Comunicación (NOMIC) una propuesta que irritó a Estados Unidos por el control que ejercía sobre los flujos de información en el mundo. Recordemos que la ira de Estados Unidos llegó al extremo de abandonar la Unesco, arrastrando en su salida a Inglaterra y dejando a la organización con un magro presupuesto, a pesar de lo cual y contra los pronósticos de la potencia del norte, sobrevivió. 

Beltrán fue uno de los primeros que planteó la necesidad de que los países cuenten con políticas de comunicación acordes a sus necesidades de desarrollo. Esto lo hizo a mediados de la década de 1970 y sin embargo sigue siendo parte de la agenda pendiente en muchas regiones sometidas por la comunicación globalizada. Todavía nuestros países no entienden lo que es una política de comunicación que garantice su independencia, aunque en Bolivia, por ejemplo, somos expertos en comunicación política, que no es lo mismo.

Otra faceta fundamental de su trabajo está referida a la comunicación para el desarrollo, concepto que impulsó no solamente con su reflexión sino a través del apoyo concreto a programas y proyectos que buscan transformaciones sociales y una mayor participación de las comunidades en las decisiones que afectan sus vidas. Junto a otros especialistas en comunicación de esos años, apoyó el planteamiento de una comunicación horizontal, basada en los principios que Paulo Freire elaboró para la educación. Son muchos sus textos recogidos en libros y revistas especializadas, donde propone una visión crítica e innovadora de la comunicación, apartada del mero ejercicio instrumental del periodismo y de los medios. Aunque ejerció el periodismo desde muy joven, casi niño, su comprensión de la comunicación como proceso de interacción y de participación constituye el eje fundamental de su pensamiento. Por ello, reducir a Beltrán a un rol de "periodista" es un enorme error de percepción y de conocimiento. 

Gracias al apoyo que nos dio desde su puesto de Consejero Regional de Comunicación de la UNESCO, con sede en Quito, pudimos organizar en noviembre de 1988 el primer evento internacional sobre la experiencia más emblemática de comunicación participativa que hemos tenido en Bolivia. Convocamos a especialistas y trabajadores de las radios mineras al “Simposio realidad y futuro de las radioemisoras mineras de Bolivia”. Luis Ramiro ofreció un aporte que, aunque relativamente modesto en términos de dinero, nos permitió organizar el evento en Potosí y además publicar con Lupe Cajías el libro Las radios mineras de Bolivia (1989) el primero sobre el tema.

A lo largo de su trayectoria profesional en organizaciones internacionales Luis Ramiro no ha cesado de aportar con su pensamiento al campo de las ciencias de la comunicación. Incluso después de su carrera institucional ha seguido produciendo pensamiento. Su contribución más reciente es el libro La comunicación antes de Colón, resultado de una investigación que realizó junto a los bolivianos Karina Herrera-Miller, Erick Torrico y Esperanza Pinto.

En este libro, como en ningún otro anterior, Beltrán se introduce en la cultura visual para revelar los códigos de comunicación usados por culturas precolombinas. En la literatura sobre historia de la comunicación, esta es también una obra pionera y de referencia.

Hoy podemos decir que Luis Ramiro es finalmente profeta en su tierra (aunque en este caso lo sea porque no pudo desplazarse a Ecuador). En años recientes se han multiplicado los homenajes, se han publicado diversas ediciones de su obra o sobre su persona. No es para menos, tratándose de alguien que trasciende las fronteras de nuestro país con sus ideas pero también con su generosidad y ejemplo personal.  

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Para mí ser joven es por definición ser capaz de rebeldía, 
adicto al cambio, amante de la quimera, defensor de la justicia y retador de lo imposible…

—Luis Ramiro Beltrán

23 septiembre 2014

El carnaval de Beatriz Múnera

Tengo un cariño especial por el Carnaval de Barranquilla, quizás porque me dieron la oportunidad de bailar allí en febrero del 2004 en la comparsa “Disfrázate como quieras” liderada por Jaime Abello, director de la Fundación del Nuevo Periodismo Latinoamericano que presidía García Márquez. La comparsa, como se puede deducir por su nombre, permitía a cada quien escoger el disfraz de su preferencia.

Rafael Obregón, Jair Vega y el monocuco en Barranquilla
Ese año Jaime Abello encabezaba el desfile disfrazado de oso negro. En mi caso elegí uno de los personajes clásicos del carnaval y me disfracé de monocuco. Una comparsa de intelectuales y académicos no necesariamente complace al público, que nos gritaba “aprendan a bailar, cachacos”, pero nosotros nos divertimos bastante mientras duró nuestra travesía por las calles de Barranquilla.

Han pasado diez años y me queda un recuerdo tan grato, que cuando hace unos meses en Bogotá recibí de manos de Beatriz Múnera su libro de fotografías del Carnaval de Barranquilla, quedé agradecido y me prometí comentarlo como una manera de guardar memoria tanto del carnaval como del primer encuentro con Beatriz y el nacimiento de nuestra amistad.

La fotografía es una manera de mirar al mundo para decir dónde estamos parados y por qué nos importa esa mirada. No puede haber fotografía trascendente que sea producto de un instante de frivolidad porque para que una imagen permanezca no basta que sea técnicamente buena sino que además tiene que tener vida.

Este libro aborda diferentes aspectos del carnaval, a través de las 130 fotos de Beatriz pero también de los textos de Mariano Candela que hacen un recorrido histórico que se remonta a 1821 como probable origen de la celebración, aunque los primeros relatos testimoniales datan de 1829, cuando las agua del poderoso río Magdalena trajeron los primeros aires de música y baile para celebrar a Nuestra Señora de la Candelaria del Banco. Como las aguas del rio que mezclan sus limos y peces con los del mar, así es el carnaval, una mezcla sincrética que no cesa de evolucionar.

El carnaval es momento de revelación, espacio de creatividad y de desahogo. Como escribe Ernesto McCausland en el prólogo: “Si el resto del año llevamos una máscara virtual para mostrar quienes no somos, en el carnaval nos ajustamos una máscara de verdad para mostrar nuestra esencial”.

El Carnaval de Barranquilla fue declarado Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad por la Unesco, lo que eleva su categoría al nivel de otras fiestas y carnavales del mundo. Como todo carnaval es una vertiginosa fiesta de color, música y alegría, más aún en esa ciudad caribeña que de por sí es alegre y cálida.

Dicen que durante los tres días de carnestolendas dios mira hacia otro lado para no ver los excesos que se cometen durante la fiesta pagana, pero los ojos de Beatriz Múnera, en cambio, están bien abiertos para captar con la cámara todos aquellos detalles que trascienden lo descriptivo y nos permiten asomarnos al alma de quienes participan en la fiesta como parte de las diferentes comparsas y bailes: cumbiambas, danza de congos, danza del garabato, danza de negros, danza de paloteo, farotas, indios, aves y diablos.  

Además de esas danzas tradicionales, otras danzas “de relación” se han ido sumando a través de los años, representadas en las danzas del caimán, de los coyongos, del paloteo, de los goleros o gallinazos…

La cámara de Beatriz busca la mirada de quienes no por menos concentrados en su baile y en la fiesta, buscan también su mirada para establecer el diálogo, así sea asomando apenas detrás de las máscaras que portan. De lo más cercano, los ojos, al conjunto del carnaval que se mueve como oleaje de color.

Rostros, cuerpos, movimiento y color. Pero sobre todo cuerpos, porque Beatriz ha hecho del cuerpo un tema privilegiado de estudio. Sus ensayos publicados en revistas especializadas, sus ponencias en congresos y algunos capítulos en libros académicos, abundan sobre la relación entre la imagen artística y el cuerpo, y su tesis doctoral, realizada en la Universidad Complutense de Madrid, también se ocupa de un aspecto que tienen que ver con el tema: “La fotografía como herramienta para la creatividad y la inclusión en personas con diversidad funcional”.

Beatriz Múnera e Iñaki Chaves, en Bogotá
El trabajo académico de Beatriz Múnera continua en la Universidad Jorge Tadeo Lozano desde hace más de diez años, coordinando cursos y talleres que sin duda le quitan tiempo a su pasión por la fotografía pero permiten que nuevas generaciones se tomen en serio el oficio de revelar la realidad a través de la imagen. 

Como muchos otros carnavales del mundo, el de Barranquilla sufre también la invasión de los símbolos de la cultura hegemónica globalizada, en las comparsas aparecen personajes de las películas taquilleras de Hollywood, monstruos, vampiros y superhéroes que poco tienen que ver con la tradición local. Poco a poco, si se confirmara esta tendencia en América Latina, todos los carnavales acabarían pareciéndose y perderíamos las diferencias que enriquecen.

Por ello son importantes libros como estos, que en el texto rescata la historia de la tradición, y en las fotos congela un momento, un estilo, una forma que en el futuro permitirá decir “hemos conservado lo nuestro” o, en el peor de los casos “lo hemos perdido”.

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Una fotografía es un secreto sobre un secreto,
cuanto más te cuenta menos sabes.
—Diane Arbus


19 septiembre 2014

Red sin fronteras

A fines de agosto estuve invitado nuevamente a Bogotá para participar en la 8ª Semana Internacional de la Comunicación que organizó la Facultad de Ciencias de la Comunicación de UNIMINUTO, una de las universidades más progresistas de ese país. En el marco del evento se realizó además el Encuentro Internacional de Posgrados en Comunicación, Desarrollo y Cambio Social organizado por la Maestría en Comunicación, Desarrollo y Cambio Social de UNIMINUTO, que celebra 20 años de existencia.

El encuentro de maestrías reunió a veinte delegados de dieciocho posgrados de universidades latinoamericanas (Brasil, Argentina, Bolivia, Costa Rica, México y Colombia), norteamericanas (Estados Unidos y Canadá) y una asiática (Filipinas), la más antigua en estudios de esta naturaleza. En 2005 habíamos conformado precisamente en Filipinas la primera red de esta naturaleza, que funcionó mientras estuve en el Consorcio de Comunicación para el Cambio Social y luego se fue apagando hasta desaparecer. Todos esperamos que este segundo intento tenga más éxito.  

¿Por qué es importante esta red? Porque mientras en el mundo hay varios centenares de universidades con posgrados que ofrecen estudios de “comunicación social” cuyo contenido se reduce a la enseñanza del periodismo y de los medios de información, son apenas un puñado aquellas que trascienden una visión instrumental y mediática y que profundizan en los procesos de comunicación, desarrollo y cambio social que afectan a la sociedad más allá de los mensajes y de los medios.   

La reunión se inauguró con un homenaje a Luis Ramiro Beltrán, que no pudo asistir. Para difundir la importancia de su obra UNIMINUTO produjo un video documental con testimonios de colegas y amigos que han colaborado con él en diferentes etapas de su trayectoria. Comunicación para una vida mejor incluye material audiovisual producido en La Paz por el Servicio de Capacitación en Radio y Televisión para el Desarrollo (SECRAD) de la Universidad Católica Boliviana.

Como garantía de la especificidad de la red dejamos establecidas en Bogotá ciertas bases de intercambio y colaboración que deberían trascender la primera etapa declarativa. Acordamos hacer de la red un espacio que posibilite articular una plataforma con cuatro niveles de funciones.

Para empezar, un sistema de información y la consolidación de la nueva organización cuyo nombre, por votación, será Redecambio. La coordinadora de la red será Amparo Cadavid, Decana de la Facultad de Comunicación de UNIMINUTO, quien propició el encuentro de maestrías. El sistema de información contará en breve con una plataforma web y una lista de correos,  para vincular no solamente a las universidades que pudieron estar presentes en el encuentro, sino aquellas otras, en todo el mundo, que comparten los mismos objetivos.

Encuentro de maestrías en comunicación, desarrollo y cambio social


En segundo lugar se tomó en consideración la necesidad de articular investigaciones que permitan trascender el nivel de intercambio de información hacia una propuesta colaborativa con resultados académicos concretos. Aunque cada universidad tiene sus propios énfasis de investigación (medio ambiente, participación, ciudadanía, medios comunitarios, comunicación indígena, tecnologías, derecho a la información, etc), se establecerán temas transversales que permitan construir proyectos de investigación regionales, que involucren a dos o más universidades.

Se definió una tercera área de colaboración relacionada con publicaciones, ya sea para compartir aquellas ya existentes que producen las maestrías o preparar aquellas nuevas que podrían resultar de las investigaciones colaborativas.  Las revistas especializadas se abrirán a los autores de las universidades involucradas y en el horizonte cercano no se excluye la posibilidad de crear una publicación científica que difunda la actividad académica y las investigaciones de la red.

Ocho años más tarde, Dina Barragán y Karina Orozco
Finalmente, como cuarto espacio de colaboración se determinó la necesidad de realizar intercambios de estudiantes y de profesores a través de mecanismos de becas existentes en cada país, y de establecer una cátedra itinerante que permita mantener viva y activa la red a través de acciones concretas de movilidad académica.

El desafío es grande, porque este tipo de redes solamente sobreviven si se articulan en proyectos muy concretos de investigación colaborativa y de intercambio académico que trascienda el primer nivel de compartir información.

Le dedicamos dos días al encuentro de maestrías, y el resto de la semana al evento principal, la 8ª Semana Internacional de la Comunicación, entre cuyas numerosas actividades había que escoger pues se desarrollaban en paralelo en varios auditorios.

Entre las opciones elegí la presentación que hizo el Colectivo de Comunicación Pescado, Sombrero y Tambó. Me dio mucho gusto volver a encontrar, ahora como estudiantes de comunicación en UNIMINUTO a Dina Marcela Barragán y Karina Orozco, a las que filmé ocho años atrás para mi película Voces del Magdalena (2006) cuando eran niñas de 11 o 12 años en el grupo animado por la profesora Sofía Torrenegra en la pequeña población de Simiti.

María Fernando Peña en la presentación del libro
Una de las sesiones estuvo dedicada a la presentación de libros producidos por UNIMINUTO en meses recientes, entre ellos Pensar la comunicación desde la experiencia:  que Amparo Cadavid y yo editamos para dar a conocer las contribuciones académicas de los miembros del Grupo Temático Comunicación y Cambio Social en la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC).  Me tocó coordinar ese grupo desde su creación en 2006 durante el VIII Congreso de ALAIC que tuvo lugar en Sao Leopoldo (Brasil), hasta el XI Congreso que nos reunión en Montevideo el año 2012. A partir de allí, Amparo es la encargada de llevar adelante ese grupo temático durante cuatro congresos. La presentación de nuestro libro, el más reciente que he publicado, estuvo a cargo de María Fernanda Peña.

Con Rosa María Alfaro y Amparo Cadavid
En estos encuentros internacionales renovamos cada vez los lazos profesionales y de amistad con aquellos compañeros de ruta que desde sus países recorren caminos convergentes en el campo del estudio de las ciencias de la comunicación, de la comunicación estratégica aplicada al desarrollo y al cambio social, entre ellos Rosa María Alfaro (que ofreció la conferencia inaugural del evento), Sandra Massoni, Manuel Chaparro, Cicilia Peruzzo, Iñaki Chaves,  Jair Vega, Paco Sierra (que asumió recientemente la dirección general de Ciespal en Quito), y varios otros colegas, además de todo el equipo de UNIMINUTO, que cada vez que regreso a Bogotá encuentro más fortalecido.

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La poesía debe ser un poco seca para que arda bien,
y de este modo iluminarnos y calentarnos.
—Octavio Paz


12 septiembre 2014

La agenda de la comunicación y el desarrollo

El tiempo pasa volando, o quizás el que pasa volando es uno, y el tiempo está siempre allí, mirándonos pasar. Pienso en esto porque “desde hace tiempo” quiero comentar el libro Comunicación y desarrollo en la agenda latinoamericana del siglo XXI. Fundamentos teóricos-filosóficos (2013), editado en la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) por Carmen Castillo Rocha, Daniel Murillo Licea y Roxana Quiroz Carranza.

Trato de vez en cuando, en estas páginas que se lleva el viento, de ocuparme al menos de aquellas publicaciones en las que he tenido alguna participación, como es el caso ahora, donde contribuí con el primer capítulo, “Comunicación para el desarrollo: experiencias y reflexiones”. En este caso no pude hacerlo a su debido tiempo, cuando el libro se publicó, porque en medio de eso se me complicó la vida con el traslado de México a Bolivia y el libro de llamativa portada, con el sur que mira al norte, estuvo jugando a escondidas saltando de un cajón de libros a otro hasta que finalmente lo atrapé a vuelo. Y al vuelo lo leí para comentarlo ahora.

Hay tres cosas que quiero mencionar sobre este libro pero no sé realmente cual de ellas es la que más quiero destacar. Usted dirá. Por una parte este es un libro hecho por amigos y eso siempre importante. Además, es un libro hecho en Yucatán, lo cual en el contexto mexicano es novedoso y esperanzador. Finalmente, es un libro que rescata el pensamiento propio latinoamericano en comunicación, desarrollo y cambio social, que algunos quisieran ver desaparecer definitivamente en función de teoría y corrientes más de moda, de tecnologías de la información más “sexy”.

Otra comunicación para el desarrollo

Empiezo por esto último para destacar el compromiso y la toma de posición de quienes gestaron este libro y lo editaron: Castillo, Murillo y Quiroz. La comunicación para el desarrollo tiene más de medio siglo de desarrollo, más de cincuenta años de abrir senderos y caminos en las comunidades y en el pensamiento académico, pero de tiempo en tiempo es marginada y arrasada por alguna de esas “carreteras de la información” con las que obnubilan a las masas universitarias los que pasan en raudos automóviles último modelo de la marca Bourdieu modelo Postmoderno.

Los autores de este libro, entre los que me incluyo orgullosamente, hablamos de otra comunicación que no quiere arrasar sino construir con otros senderos, atajos, rutas peligrosas, para que la propia gente que es sujeto de programas y proyectos de desarrollo (es decir, todos lo somos), tenga el poder de decir su palabra sobre aquello que va a afectar su vida positiva o negativamente. Porque, claro, no podemos olvidar que el desarrollo como lo hemos conocido hasta ahora ha tenido desde siempre un doble filo: ha sumido en mayor pobreza y dependencia a muchísimas comunidades del planeta, y en algunos casos ha permitido que otras comunidades mejoren, se fortalezcan, se hagan dueñas de su futuro.

En este libro los autores le damos el crédito que se merece a quienes ha sido propulsores de experiencias y de pensamiento vinculado a esta noción de comunicación que tiene que ver con la participación, con el diálogo interdisciplinario entre iguales y entre diferentes, y con la construcción de conocimiento colectivo, para decirlo de la manera más escueta.

Manuel Calvelo Ríos
Entre quienes merecen ese crédito está la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), pero no por méritos exclusivamente institucionales sino porque la FAO tuvo expertos de primer nivel que lograron llevar a la práctica una comunicación comprometida con el cambio social, no solamente con los cambios que se pueden dar desde las comunidades urbanas o rurales, sino con los cambios en las políticas de desarrollo.

Uno que entendía mucho y muy bien el tema era nuestro querido Colin Fraser, quien desde su puesto en la FAO hizo crecer la comunicación para el desarrollo como concepto y como práctica concreta, apoyando a quienes trabajaban en el terreno, como Manuel Calvelo y el Negro Funes, entre otros. Después de Colin Fraser llegó Silvia Balit, que continuó con ese trabajo formidable de pensar y hacer comunicación y desarrollo. Yo mismo fui parte de esa experiencia cuando la FAO me contrató como consultor a principios de la década de 1980 en México, para trabajar en Nayarit y en Puebla.

Menos crédito se le da en el texto a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) que jugó un papel preponderante desde la década de 1970 en el cuestionamiento del injusto sistema de información prevaleciente a nivel mundial y en las propuestas de una comunicación comprometida con el desarrollo y el cambio social. Además del emblemático Informe MacBride, la Unesco propuso el Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC) e impulsó investigaciones sobre políticas públicas en materia de comunicación. 

Con Juan Díaz Bordenave, Colin Fraser y Daniel Prieto Castillo
Aquí también hay nombres que no se pueden olvidar, como el de Luis Ramiro Beltrán o Antonio Pasquali (ambos trabajaron para la Unesco), cuyo pensamiento tuvo la capacidad de contrarrestar la aplastante influencia de las teorías difusionistas generadas en las universidades de Estados Unidos e impuestas por la cooperación gringa en numerosos países dependientes. Beltrán y Pasquali no fueron los únicos, hay todo un pensamiento “unesquiano” inspirado en Paulo Freire que alimentó varias generaciones de pensadores y de comunicadores que ejercieron una práctica enriquecedora, como Juan Díaz Bordenave o Mario Kaplún, y luego reflexionaron ellos mismos a partir de esa práctica.

Al igual que la agenda pendiente del Informe MacBride, la de la comunicación para el desarrollo sigue pendiente porque no interesa a la mayoría de las universidades, cuyo enfoque de la comunicación es cada vez más funcionalista e instrumentalizado por los medios.  Las universidades se han convertido en fábricas de periodistas que saben apenas leer y escribir y hacer videos, pero que reflexionan muy poco sobre el papel de la comunicación. Según la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social (Felafacs) hay cerca de 1 800 “carreras de comunicación social” en la región, casi todas enfrascadas en estudios de periodismo dirigidos a los medios, a la publicidad empresarial y a las relaciones públicas.

No es sino en tiempos recientes, a partir del Congreso Mundial de Comunicación para el Desarrollo (CMCD) en 2006, que se vuelve a posicionar el tema tanto en la agenda de desarrollo como en el ámbito académico.  Muy recientemente, y hablaré de esto en otra nota, se ha constituido en Bogotá una nueva red internacional de posgrados con énfasis en comunicación, desarrollo y cambio social: REDECAMBIO.

Luis Ramiro Beltrán y Jesús Martín Barbero, en La Habana
Tanto entre las organizaciones bilaterales y multilaterales para el desarrollo, las no gubernamentales, las gubernamentales y la mayoría de universidades, se mantiene la confusión perversa entre información y comunicación, por eso la palabra comunicación está tan asociada a los medios de difusión. En el mejor de los casos se asocia la comunicación para el cambio social con el activismo de la comunicación comunitaria, pero se olvida que además tiene que ver también con políticas de comunicación, con diálogo intercultural e interdisciplinario, con la construcción de consensos y con la generación de conocimiento colectivo.

Algunos han encasillado todo en una supuesta “escuela latinoamericana” de la comunicación como si fuera producto de un laboratorio universitario, una etiqueta que no le hace bien a la pluralidad y riqueza de pensamiento y de las experiencias. Yo prefiero llamarle movimiento de comunicación y cambio social, aunque no me apego a los términos y no me importa si otros la llaman ciudadana, participativa, alternativa, estratégica, radical, etc. Lo importante es que es una comunicación incluyente, que se ocupa tanto de los problemas de las comunidades como de las políticas y las relaciones con el Estado, y que tiene un carácter estratégico a través de la generación de conocimiento emergente.

De Yucatán y sus alrededores

Decía antes que uno de los méritos de este libro es su procedencia: la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), una institución pública que hace suya la divisa de José María Morelos: “Morir es nada cuando por la patria se muere”.  Sus orígenes se remontan a 1624, cuando sobre la base del trabajo realizado por los jesuitas se creó la Real y Pontificia Universidad de San Javier, una de las más antiguas de América, aunque pasó por varios procesos de extinción, renacimiento y cambio de nombre.

Con Roxana Quiroz y Carmen Castillo
La Licenciatura en Comunicación Social está dividida en cuatro áreas, una de las cuales es Comunicación para el Desarrollo, lo cual ya es una sorpresa porque son muy pocas las universidades mexicanas, públicas o privadas, incluso las más grandes, que le prestan atención al tema. Y ello se debe, como suele suceder, al empuje de profesores que coinciden en su compromiso. Muy probablemente sin Carmen Castillo, Roxana Quiroz y Daniel Murillo, el área de comunicación y desarrollo no se hubiera consolidado en Yucatán como lo está ahora.

Da gusto comentar un libro cuando entre sus páginas asoman los amigos con sus experiencias, sus ideas y sus guiños de complicidad. De la “vieja guardia” si se puede decir así, me siento unido al trabajo tesonero de Manuel Calvelo y de Silvia Balit.  Silvia aporta con la introducción del libro, escrita con dos de los autores, y Manuel con un texto de recapitulación de su accionar en el campo de la pedagogía audiovisual y sus ideas sobre comunicación, desarrollo y cambio social, en las que encontramos muchas coincidencias con el pensamiento de otros colegas latinoamericanos como Luis Ramiro Beltrán, Antonio Pasquali, Juan Díaz Bordenave, Mario Kaplún, Jesús Martín Barbero y Daniel Prieto Castillo, aunque no recoge el nombre de ninguno de ellos en su bibliografía recomendada.

Mi amistad con Carmen Castillo, Daniel Murillo y Roxana Quiroz es más reciente, pero no menos fructífera, como el propio libro sugiere. Tuve oportunidad de estar recientemente con Carmen y Roxana en la reunión de maestrías que tuvo lugar en Bogotá a fines de agosto, y ello asegura que seguiremos viéndonos con cierta frecuencia.

Desde las páginas de este libro, el “Tomo I” de una serie enriquecedora, saludan también las ideas de autores con quienes no he tenido aún oportunidad de desarrollar vínculos de amistad, como es el caso de Sandra Salazar, Jorge Martínez Ruiz, Pablo Chávez Hernández, Eduardo López Ramírez, Ksenia Sidorova, cuyos textos enriquecen el debate desde ángulos tan diversos como las políticas de Estado, la prevención de desastres naturales y el saber escuchar a las comunidades.

Ya me extendí más de la cuenta. La culpa la tiene el entusiasmo.

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Hace ya mucho tiempo que solamente me peleo con mis amigos
o con personas inteligentes.
—Manuel Calvelo Ríos