28 agosto 2010

Cuando el doctor no sabe

Luego de un largo proceso, como suele ser el caso de la publicación de revistas académicas serias que cuentan con comités y mecanismos científicos de evaluación, finalmente recibí mis ejemplares del número Número 31 (Época II • Volumen XVI • Verano, 2010) de "Estudios sobre las Culturas Contemporáneas - Revista de investigación y análisis" que publica la Universidad de Colima, en México.

Dirige la publicación Jorge González (CEIICH-UNAM) y la edición está a cargo de Genaro Zenteno Bórquez. El Comité Directivo cuenta con el apoyo de especialistas como Guadalupe Chávez (Universidad de Colima) y Jesús Galindo (GUCOM), entre otros, y entre los asesores internacionales destacan Noé Jitrik (Argentina), James Lull (USA), Jesús Martín Babero (Colombia), José Márques de Melo (Brasil), Philip Schlesinger (Escocia), y mi colega Thomas Tufte (Dinamarca).

Culturas Contemporáneas es integrante de la Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal, así como de la Red Iberoamericana de Revistas de Comunicación y Cultura, y de LatAm-Studies (Estudios Latinoamericanos), un servicio de información que promueve y difunde miles de textos integrales de la producción científica sobre América Latina.

Este número de más de 300 páginas está dedicado al tema de la comunicación para la salud en las Américas. Allí se publica mi artículo “Cuando el doctor no sabe”, en el que hago una crítica de algunos enfoques y prácticas de la comunicación aplicada a los programas de salud. El número especial se abre con un texto introductorio de José Ramiro Caballero Hoyos y de Ma. Guadalupe Chávez Méndez, seguido por “Comunicación para la salud del pueblo: una revisión de conceptos básicos”, de Luis Ramiro Beltrán, con su habitual densidad y meticulosidad.

Una entrevista con José Marques de Melo, un análisis de la estrategia educativa del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), una estrategia de educación popular para promover la participación comunitaria y otros textos de producción colectiva enriquecen este número de Culturas Contemporáneas.

Si bien los colaboradores son en su mayoría de México, casualmente este número cuenta con cuatro textos de autores bolivianos: Beltrán, Torres Goitia, Torrico y Gumucio.

La sección de reseñas de libros incluye el comentario de Erick R. Torrico Villanueva sobre la Antología de Comunicación para el Cambio Social” (2008), obra que co-edité con Thomas Tufte y cuya versión en inglés se había publicado el año 2006.

Erick señala: “No hay duda, por tanto, de que la Antología constituye un documento multidisciplinario de referencia insoslayable para quien desee conocer en profundidad y en un amplio espectro el campo de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social, a fin de orientar con mayor fundamento su actividad investigativa, formativa, planificadora o práctica. A la vez, representa el producto de un esfuerzo paradigmático para impulsar, en los hechos y en las orientaciones, el ejercicio del Derecho a la Comunicación”.

Algo que uno agradece a Culturas Contemporáneas y a otras publicaciones especializadas de América Latina es la posibilidad de acceder en línea y de manera gratuita a los textos completos de los artículos. En esto hay una gran diferencia con las prácticas de publicaciones de Estados Unidos o de Europa, donde las revistas científicas son vertientes de negocios y las grandes editoriales como SAGE o Routledge, llevadas por una codicia extrema, suelen cobrar por la descarga de un artículo mucho más de lo que han pagado a los autores.

19 agosto 2010

Castillo de algodón

 

La palabra turca Pamukkale significa “castillo de algodón” y nombra a uno de los sitios de la antigua Turquía que en simbiosis con las ruinas de la antigua Hierápolis, reúne la doble condición de Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad, designado así por la Unesco en 1988.

Es difícil describir la magia de este paisaje de cascadas blancas petrificadas, bosques minerales y espejos de agua de intenso azul que se alzan sobre la planicie de Denizli. Las formaciones de piedra caliza y travertino se remontan a la antigüedad y son el resultado de muchos siglos durante los cuales las aguas termales sobresaturadas de carbonato de calcio han ido formando piscinas naturales.

Hace más de dos mil años este lugar fue un “spa” de privilegio de los reyes de Pérgamo, quienes hicieron construir en lo alto de la colina el balneario de Hierápolis, para pasar allí temporadas de descanso. Un terremoto ocurrido a principios de nuestra era destruyó la ciudad, que fue reconstruida con un diseño romano.

Pamukkale y Hierápolis siguieron recibiendo a través de los siglos cientos de miles de peregrinos que llegaban en busca de curas milagrosas a sus enfermedades. No todos conseguían curarse, de ahí que en las ruinas de Hierápolis hay tres necrópolis, cementerios con más de 1200 tumbas, túmulos y sarcófagos de muy diversas características, algunos en forma de casas, monumentales referencias a la civilización licia que se desarrolló en la región de la antigua Anatolia, pero también a los periodos helenístico, romano y cristiano.

La afluencia de turistas maleducados y de comerciantes hoteleros estuvo a punto de acabar con el encanto de Pamukkale y Hierápolis.  Se construyeron hoteles en medio de las ruinas, y las cascadas naturales ya no podían soportar la cantidad de visitantes que venían a bañarse en sus aguas carbonatadas. Cuando la Unesco le puso el ojo al lugar, el gobierno se tomó en serio el sitio patrimonial, demolió los hoteles y prohibió el ingreso de bañistas a las antiguas cascadas de piedra caliza. Ahora las mira uno desde cierta distancia, aunque todavía es posible mojarse los pies en piscinas de más reciente formación.

Los antiguos baños romanos de Hierápolis albergan hoy un museo con piezas extraordinarias, pero además se conserva a su lado, junto al restaurante, una piscina natural en cuyo fondo se distinguen columnas romanas y otros restos. Allí todavía es posible bañarse.

Si bien todo el conjunto que forman Hierápolis y Pamukkale es inolvidable, me gustó en especial el anfiteatro construido 200 años antes de nuestra era, uno de los mejor conservados de Turquía, que originalmente podía albergar a 20 mil espectadores.  Mientras la mayor parte de los teatros que visité fueron reducidos por el tiempo a sus graderías semi-circulares, el de Hierápolis mantiene las columnas y estatuas del proscenio y de la escena, entre las cuales uno espera que en cualquier momento aparezcan los actores del pasado.

Estos trayectos memoriosos por las antiguas ciudades de Turquía los hice en compañía de mi amiga turca Sevda Alankus, profesora en la Universidad de Esmirna, a quien le debo algunas de las fotos en las que aparezco feliz de estar en su extraordinario país. 

13 agosto 2010

Éfeso (y Troya)

Sobre Nemrut Dag me salieron unos versos.  Y no es que Éfeso no se merezca un poema, pero prefiero describir en prosa esta antigua ciudad porque recorrer sus calles fue quizás la experiencia más estimulante en un itinerario que me llevó también a otras ciudades turcas de la antigüedad: Afrodisias, Hierápolis, Pamukkale, Pérgamo, Patara, Pinara, Xanthos, Letoon, Troya, Tlos, Fethiye y Saklikent Gorge (que no es una ciudad sino una cañada de río, donde me partí una rodilla, por lo que merece recordarse).

La Biblioteca de Celso
De todas las ruinas de la antigua Turquía, resultado de yuxtaposiciones de culturas e imperios, Éfeso conquistó mis sentidos cuando la visité envuelta en esa luz del atardecer del Mediterráneo que no tiene par. Éfeso es la que mejor conserva su aspecto de ciudad y la que luce edificaciones en mejor estado de conservación.

Destaca entre ellas una joya, la Biblioteca de Celso, majestuosa con dos pisos con columnas y estatuas que representan la sabiduría (Sofia), el conocimiento (Episteme), la inteligencia (Ennoia) y la virtud (Arete). Pero no es lo único, su anfiteatro es magnífico y también la calle Curetes con sus losetas de mármol, que sube desde la biblioteca hasta los Baños de Varius, pasando por Latriana (letrinas públicas), por el prostíbulo, el Templo de Adriano, la Fuente de Trajano, la Puerta de Hércules, el Odeon y la Calle de las Columnatas.

No he visto en otras ciudades antiguas de Turquía un prostíbulo, y menos situado en un lugar tan prominente, casi frente a la Biblioteca de Celsus. Más interesante aún es que en la calle que viene del teatro, hay una loseta de mármol que, según se dice, es el primer ejemplo de publicidad de un prostíbulo en la historia. La piedra muestra el grabado de una figura de mujer, junto a la huella de un pie izquierdo, como indicando el camino a seguir.

Aunque fundada inicialmente por los griegos hace tres mil años, lo que conocemos actualmente de la ciudad de Éfeso data de unos 400 años antes de nuestra era, cuando la ocupó Lisímaco, sucesor de Alejandro Magno. Los griegos adoraban aquí a Artemisa, la diosa de múltiples senos. Pero fueron los romanos los que convirtieron a Éfeso en el puerto más importante sobre el Mar Egeo. Con los años el mar retrocedió, dejando al puerto lejos del agua y de la bonanza económica, pero continuó siendo una ciudad de referencia para el cristianismo, e incluso se afirma que María, la madre de Jesús, vivió aquí sus últimos años. Por ahí está la casa donde supuestamente vivió, pero me dio pereza visitarla.


en la calle Curetes de Éfeso
La extensa historia de Troya nos habla de nueve ciudades superpuestas, pero el peso de todas ellas ha reducido el lugar a unos pocos escombros. La destrucción, que incluye la causada por arqueólogos como el alemán Heinrich Schliemann, no ha dejado piedra sobre piedra.  En vez, un gigantesco caballo de madera, de construcción reciente, recibe a los turistas al estilo Disneylandia.

Paradójicamente (probablemente gracias a “La Iliada” de Homero), Troya fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1998, y sin embargo Éfeso y Afrodisias figuran solamente en la lista tentativa, mientras Pérgamo, Pinara o Tlos ni siquiera aparecen.

07 agosto 2010

ISTR en Turquía

Generalmente mi participación en eventos internacionales privilegia aquellos que tienen que ver con los campos en que desarrollo mi actividad, ya sea la comunicación, el cine o la literatura. Sin embargo del 7 al 10 de julio de 2010 tuve la oportunidad de conocer un ámbito diferente cuando asistí en Turquía a la “9th International Conference of the International Society for Third-Sector Research (ISTR)”, en la Universidad Kadir Has de Estanbul, una antigua fábrica de cigarrillos convertida en centro académico.


La Sociedad Internacional para la Investigación del Tercer Sector (que así se traduciría al castellano ISTR), fundada en 1992, es una amplia asociación de investigadores que promueve la investigación y la educación en el campo de la filantropía, de la sociedad civil y de las organizaciones sin fines de lucro, tanto ONGs como movimientos sociales.

ISTR publica dos revistas, por una parte Voluntas, que en 20 años ha publicado 72 números (4 por año, salvo en los primeros años) recoge textos vinculados a las investigaciones; por otra Inside ISTR, un boletín de 14 páginas sobre las actividades de la asociación y de sus miembros, que se publica también cuatro veces al año desde 1992.

El congreso contó con la participación de 600 delegados, y casi igual número de ponencias y presentaciones, distribuidas en la impresionante cantidad de 300 paneles, lo que significaba que en todo momento del evento los grupos temáticos sesionaban en paralelo en 13 salas.

El programa del congreso constituye un festín para cualquier investigador que se interese en temas de gobernanza y gobernabilidad, democracia, políticas de Estado, participación, sector privado, cooperación norte-sur, prácticas solidarias, responsabilidad corporativa, crisis, pobreza, educación, salud… y tantos otros temas que pueden consultarse en esta página web. Fue imposible digerir tanto durante el evento.

Hay un componente latinoamericano en ISTR que si bien no tiene una enorme influencia en la red y no es suficientemente representativo de la región, incluye investigadores de, Perú, Uruguay, Argentina, Brasil y sobre todo de México. Alguien que ha asistido varias veces a estos congresos, me decía durante una pausa que tradicionalmente la asociación ha sido dominada por hombres, europeos y norteamericanos.

Gumucio
Fowler
Biekart

No había otro boliviano en el evento. Como parte del panel “Civic Driven Change and the Political Interface”, compartí con mis colegas Alan Fowler (ex presidente de ISTR) y Kees Biekart (del Instituto of Social Studies, La Haya), y presenté mis reflexiones sobre “sociedad civil, participación política y el derecho a la comunicación”, bajo el título “The ubiquitous nature of struggle” (en castellano sería: “La ubicuidad de la lucha”).  Probablemente esta y otras ponencias sean publicadas por ISTR, pero esas cosas suelen tardar meses, a veces años. Cuando suceda, lo haré saber aquí.


02 agosto 2010

Pepe Ballón

Hay pocos hombres como Luis Alberto Ballón y generalmente se los reconoce cuando ya no están con nosotros. Yo recuerdo a Pepe con sus ojillos pequeños, brillosos, con esa mirada que era una mezcla de melancolía y de picardía, aunque era difícil saber cuando era cual. Llevaba con frecuencia una cachucha de cuero y una mantilla de vicuña.

Hurgando en mis archivos memoriosos encuentro una foto tomada en junio de 1984, en la puerta del Cine 6 de Agosto. De derecha a izquierda: Pepe Ballón, Oscar “Cacho” Soria Gamarra, Alfonso Gumucio Dagron y Julio de la Vega.

Julio de la Vega, Alfonso Gumucio, Oscar Soria, Pepe Ballon

Todo esto me viene a la mente a raíz de la exposición “Cultura en libertad: homenaje a Pepe Ballón” que presentó el Espacio Simón I. Patiño en La Paz, montada por Michela Pentimalli con el concurso de Leni Ballón, la hija de Pepe, custodia de su memoria. La muestra reúne algunos objetos personales que tienen que ver con su vida de promotor de la cultura: discos, libros, recortes de prensa, así como pintura y dibujos de pintores amigos, que le regalaban sus obras, porque querían dejarlas con él mejor que con un comprador cualquiera.

Esta colección personal incluye obras de Enrique Arnal, Gil Imaná, Jorge Carrasco Núñez del Prado, Luis Zilveti, Antonio Toro… Completan la muestra dos retratos pintados por Gustavo Lara y Agnes Ovando, una serie de Luis Luksic, gran amigo del exilio caraqueño, y por supuesto obras de Walter Solón Romero, con quien solíamos coincidir en los sótanos de la Imprenta Universitaria de la UMSA, para pasar un rato con Pepe.

Luis Alberto Ballón es de esos grandes seres humanos, como Liber Forti, que tienen espíritu de tinta y papel. Suelen ser seres extremadamente cultos y respetuosos, porque están a lo largo de sus vidas en contacto con los libros, y aman los libros.

Pepe fundó la Imprenta y Editorial BuriBall con Don Ernesto Burillo (con quien tuve que ver varias veces en aventuras editoriales). Durante su segundo exilio en Venezuela Pepe Ballón trabajó en la Galería del Libro y en 1982 me hizo “la gauchada” de publicar una nueva edición de mi libro “El cine de los trabajadores”, que había salido un año antes en Nicaragua, como parte del trabajo que hice con la Central Sandinista de Trabajadores.

De julio a julio: Pepe nació un 23 de julio de 1918, y falleció un 9 de julio de 1997, un Leo raro, porque no le gustaba brillar, era un hombre modesto y sencillo, incapaz de imponerse sobre los demás. Pero claro, por mucho esfuerzo que hacía para no aparecer, su valor no podía esconderse.

Entre las muchas cosas buenas que logró en su vida, quizás aquella que lo hizo trascender como gran promotor cultural fue la Galería y la Peña Naira, un espacio de cultura en momentos en que La Paz carecía de ellos.

La Galería Naira ofreció cursos y premios de dibujo, de pintura, de teatro, de música, de baile. En la Galería Naira expusieron los artistas más importantes del momento. La foto de la inauguración muestra a un grupo selecto: Enrique Arnal, Gil Imaná, Luis Zilveti, María Esther Ballivián, Jorge Carrasco Núñez del Prado, Fausto Aoiz, Inés Ovando, Alfredo La Placa, entre otros.

La Peña Naira promovió el folklore boliviano, cuando nadie más lo hacía. Allí se consolidaron artistas de la talla de Alfredo Domínguez, Ernesto Cavour, Gilbert “el Gringo” Favre… Los Jairas fue el nombre legendario del grupo de música folklórica que representó a Bolivia en el mundo entero, el que abrió la brecha para tantos otros que vinieron después. Íbamos a la Peña Naira, estrecha, pequeña, y nos sentábamos en esas sillas rústicas que habían hecho los presos del Panóptico de San Pedro, codo a codo sobre la mesitas incómodas de madera donde no cabía un codo más.

Años después Pepe me contaba anécdotas que adornaban la historia de la Peña Naira, como fue la llegada en tren desde Chile de Violeta Parra, enamorada hasta el tuétano del Gringo Favre. Violeta expuso dibujos en la Galería Naira, y permaneció un tiempo en La Paz. Esta y otras historias figuran en el video “Naira en el corazón”, producido por la Fundación Patiño, realizado por Rodny Montoya bajo la dirección general de Michela Pentimalli y con el concurso de Leni Ballón.

No podía haber mejor complemento para la exposición en homenaje a los 13 años del fallecimiento de Pepe Ballón. El video es rico en fotografías de Pepe y del mundo artístico que generó a su alrededor. A través de entrevistas con Rolando Costa Arduz, Miguel Ballón, Alfredo La Placa, Jorge Medina, Wálter Navia y la propia Leni Ballón se reconstruye la trayectoria de Pepe, y sobre todo se dibuja su personalidad solidaria, su compromiso con la cultura y con Bolivia.

El documental incluye referencias a los exilios de Pepe Ballón en Venezuela –donde lo acogió su gran amigo Aquiles Nazoa, como Pepe lo había acogido antes en Bolivia- y en México donde consolidó su estrecha amistad con la familia de Marcelo Quiroga Santa Cruz, a poco tiempo del asesinato del líder socialista.

En esa época Pepe y yo intercambiamos cartas que aún conservo, escritas cuando él estaba en Caracas y yo en Nicaragua, primero, y en México después.  Son cartas de varias páginas, escritas con una letra pulcra en papel rayado. En todas Pepe muestra su gran corazón solidario, en cada una incluye bajo su abrazo fraterno a los que lo rodean en Caracas y a quienes estábamos en México, como afirmándose en ese valor supremo que es la amistad.

Así se despide en una de esas cartas: “Chau, me voy al teatro, les beso con cariño, a esta muestra de afecto se suman Leni, María, Mauricio, Pachi, Pajarito y otras aves” y más abajo: “Saludos cordiales a todos los cumpas, especiales a Coco, René, Alma, Bascopé. Especialísimos a Cristina, Marisol, Mauricio. También supe que andaba por esos pagos Enrique Arnal, si aún está por allá otro abrazo, y esta vez me despido hasta pronto y fin”.

En otra empieza: “Que sino dramático, trágico, nos ha señalado la vida a los sencillos altiplánicos que somos nosotros, que hace tantísimo tiempo venimos dando tumbos, caídas, traspiés y vamos errantes por este mundo adverso, queriendo abrevar nuestra descomunal sed de justicia, de paz y amor; pero felizmente aún hay infinita belleza en esta tierra y hay abrevaderos como la fuente de la amistad que ustedes me dan…”  Y más adelante en la misma carta: “En resumen les digo ¡Viva la vida! Y ¡Vivan ustedes!

Así era Pepe.