Una feria es un mercado donde los
productores ofrecen sus productos y los consumidores compran. Sin embargo, en
una feria a la inversa sucede
exactamente lo contrario: se exhiben las necesidades de los demandantes para que
los productores oferten. Esta novedosa idea podría cambiar radicalmente el
modelo de negocios en este país y en cualquier otro.
No entendí bien el concepto hasta que tuve
oportunidad de visitar en días pasados un evento de esta naturaleza que
organizó la Fundación Feria a la Inversa para el gobierno municipal de El Alto.
Es la primera vez que se realiza durante la gestión de Soledad Chapetón aunque desde
el 2004 se ha organizado en ocho oportunidades en El Alto. En octubre próximo
se celebrará la feria número 100 organizada por la fundación.
La idea es muy sencilla y uno se pregunta
por qué no se implementa con más frecuencia. La respuesta radica
fundamentalmente a la corrupción de nuestras instituciones, porque en esencia
lo que una Feria a la Inversa logra, es un proceso transparente y eficiente de
adquisiciones por parte de las instituciones del Estado.
Las instituciones del Estado tienen
necesidades y compran los insumos que requieren para operar. Por ejemplo, la
alcaldía de El Alto necesita uniformes y herramientas para sus trabajadores,
desayunos escolares, refacción de edificios, muebles, laboratorios, material de
escritorio, computadoras, electrodomésticos y muchas cosas más que probablemente
se adquirían antes de manera dolosa.
Para que el proceso sea transparente y
con igualdad de oportunidades, interviene la Fundación Feria a la Inversa, que
tiene la experiencia y el conocimiento requeridos para organizar eventos de
esta naturaleza. La Fundación no solamente “arma” el escenario propicio para
establecer los vínculos comerciales entre las instituciones demandantes y los
productores ofertantes, sino que acompaña todo el proceso con capacitación y
asistencia técnica, apoyando en especial a los pequeños empresarios que
responden a la convocatoria con sus ofertas.
Toda la información sobre la demanda
institucional se exhibe en detalle con los precios indicativos. Desde que el
pequeño empresario productor ingresa a la feria tiene acceso a toda la
información sobre la oportunidades ofertadas, y asistencia para llenar los
formularios computarizados con los datos de su empresa. Se le proporciona
capacitación, se le explica los procedimientos, se lo ayuda a elaborar su
oferta con base en las especificaciones detalladas en los pliegos de demanda de
bienes y servicios. Las ofertas se abren en público y los contratos se firman
el último día de la feria, de manera eficiente.
De acuerdo a la Fundación Feria a la Inversa, las palabras clave para sintetizar lo que aporta este modelo de
negocio son: transparencia, ahorro, eficacia, empleo y generación de alianzas estratégicas
entre el Estado o las grandes empresas, y los pequeños productores. Cada una de
esas palabras hace temblar a los corruptos incrustados no solamente en las
instituciones del Estado, sino en las empresas privadas e incluso en algunos
organismos de cooperación donde la normas de ética están en desuso.
Se ahorrarían miles de millones si todas
las instituciones del Estado adoptaran el modelo. Ya no habría compras directas
que significan coimas o “comisiones”, sobreprecios, contratos falsos, y
arbitrariedades de toda naturaleza que son moneda corriente. Esto tendría que
empezar desde los más altos niveles, donde, por ejemplo, se favorece
abiertamente a empresas como Toyota en la compra de centenares de vehículos
para el gobierno, sin pasar por licitaciones.
En este país el Estado compra desde
satélites y aviones hasta caballos de raza para el ejército, sin pasar por
procesos de licitación transparentes. ¿Cuánta “coima” generan esas
arbitrariedades? ¿Cuanto pierde el Estado, es decir, todos nosotros? ¿Tenemos
un Estado que se atreva a dar ese paso para eliminar la corrupción imperante?
“Poner las cosas a la inversa es en
realidad poner las cosas en su lugar, como deberían ser siempre”, me dice un
ejecutivo de la Fundación Feria a la Inversa.
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El primer signo de la corrupción en una sociedad que todavía
está viva
es "el fin justifica los medios". —Georges
Bernanos