22 diciembre 2010

Jota De, otra vez

Lo logró nuevamente. Mi amigo John Downing, a quien afectuosamente llamo “Jota De” por sus iniciales, ha logrado nuevamente llevar a buen puerto un desafío intelectual enorme como un acorazado. Un ejemplar de su “Encyclopedia of Social Movement Media” acaba de llegarme como regalo de Navidad, con 602 páginas y un formato que no va a caber fácilmente en mi biblioteca, porque sus dimensiones lo asemejan más bien a esos “coffee-table books” (imposible traducir al castellano una expresión tan acertada) que no solamente son grandes, sino bellos. 

Me siento honrado por haber sido incluido en la primera página del libro como uno de los siete miembros del “Advisory Board” (Consejo Consultivo), junto a Chris Atton, Gabriele Hadl, Joe Khalil, Clemencia Rodríguez y Laura Stein, y todavía recuerdo aquella reunión que tuvimos en Austin, en los primeros días de octubre del 2002, para empezar a diseñar este sueño que hoy es realidad.

Jota De apeló a una pléyade de amigos/autores para escribir los textos del libro, nada menos que 76 respondieron positivamente y se hicieron cargo de las 253 entradas que componen el mosaico enciclopédico, a través de las cuales se hace un recorrido sobre más de sesenta países (aunque privilegia a Estados Unidos y el mundo anglófono). Yo puse tres granitos de arena, con breves textos sobre la experiencia de video de los indígenas kayapó en Brasil (pág. 287), las radios mineras de Bolivia (pág. 334) y las mujeres de Video SEWA en India (pág. 529).

A pesar de cubrir tantos temas y tanta geografía, John Downing describe el libro con humildad en la introducción, recordando que todo lo que está en estas páginas no es sino la pequeña punta de un iceberg gigantesco de la comunicación con motivaciones sociales, aunque a la vez una muestra representativa por la riqueza y la variedad de las experiencias incluidas. En la enciclopedia ha tratado de privilegiar las voces del sur,  de incluir entre los autores a muchas mujeres (casi la mitad), así como de destacar la literatura que existe en otras lenguas sobre aquellas experiencias con poca información en inglés. Además, se ha puesto la tarea de mostrar algunas experiencias de medios de movimientos sociales represivos, como la tenebrosa Radio Mille Collines de Ruanda, responsable de alentar el genocidio.

Desde la comunicación de los aborígenes australianos (con que empieza la “A” de esta enciclopedia), hasta los medios usados por el movimiento sionista (con que se cierra la “Z” del libro), pasando por la nueva canción de protesta catalana, los samizdat de la era soviética, los graffiti de Mayo 1968, o los “escarches” argentinos, este libro es en si mismo un inmenso mural de comunicación alternativa, una gigantesca colcha de retazos multicolores, donde aparece enmarcada por un arco iris la diversidad de las formas comunicacionales que se ha dado la sociedad civil organizada para expresar sus deseos, sus reivindicaciones o sus protestas.

Todos los ejemplos son tributarios de las múltiples definiciones que se manejan en la investigación sobre comunicación: medios alternativos, comunitarios, participativos, de base, independientes, clandestinos, radicales, tácticos, etc.

El libro es hermoso, y no solamente por su contenido y su formato, sino porque ha logrado juntar voluntades, poner en diálogo a esos 76 colaboradores de todas las regiones, que participamos con entusiasmo y convicción, seguros del liderazgo de John Downing.

Esta no es una obra que deba leerse de principio a fin, es un libro de consulta, como toda enciclopedia, aunque aquí la diferencia es que la lectura de los textos es una aventura solidaria, infunde optimismo y esperanza en el futuro, porque muestra que a pesar de la posición abusiva de los medios hegemónicos en el planeta y de la apatía de quienes se acomodan en sociedades deshumanizadas por el consumo y el oportunismo, hay muchos otros que se unen en proyectos de inspiración libertaria.

Conozco a John Downing desde principios de los años 1980, cuando nos presentó en su oficina del Hunter College en New York un amigo común, Juan Flores. Desde entonces nos ha unido una amistad entrañable, y hemos tenido la suerte de coincidir a través de estos treinta años en muchos lugares además de la “gran manzana”: Washington, Barcelona, México, Porto Alegre, Barranquilla, Sydney, Medellín y Austin, donde vivió 13 años –con Ash, su compañera- mientras trabajaba como director del Departamento de Radio, Televisión y Film de la Universidad de Texas.

Muchos de estos encuentros en diferentes puntos del planeta han sido en el marco de la red NuestrosMedios, de la que John Downing es fundador junto a Clemencia Rodríguez y Nick Couldry. Desde nuestra primera reunión en Washington en 2001, hemos seguido encontrándonos en varias regiones con otros miembros de esta red de académicos, activistas y artistas que es de lo más interesante que existe en el campo de la comunicación para el cambio social.

Su libro “Radical Media” (primera edición 1984, segunda edición 2001) que sorprendentemente no ha sido publicado en castellano aunque si en portugués, fue un aporte importantísimo en la literatura en inglés sobre los medios alternativos, populares o contestatarios en el mundo.  Cuando Thomas Tufte y yo preparábamos la “Antología de Comunicación para el Cambio Social” (2006), no dudamos ni un minuto e incluir un texto de John Downing, “Comunidad, democracia, diálogo y medios radicales”, en la edición en inglés y dos años más tarde una traducción del capítulo para la edición en castellano.

En un proyecto anterior no menos ambicioso (en el que asoció a Denis McQuail, Philip Schlesinger y Ellen Wartella), “Sage Handbook for Media Studies” (2004), Jota De convocó a 31 autores para escribir textos originales sobre medios de información y comunicación, incluyendo el cine, la música, la publicidad, las narrativas colectivas e individuales, con una mirada desde múltiples perspectivas: la historia, la economía, la tecnología, la ética, las audiencias, la investigación académica, y por supuesto la cultura. Mi contribución a esas 630 páginas fue un capítulo sobre los medios comunitarios: “The Long and Winding Road of Alternative Media”, todavía inédito en castellano.

De 2004 a 2010 John fue profesor en el College of Mass Communication and Media Arts de la Universidad de Carbondale (Illinois) y Director-Fundador del Global Media Research Center. Además es Vice-Presidente de la International Association of Media Communication Research (IAMCR). Con su labor de profesor, investigador, con la cantidad de libros y artículos que ha publicado y su pertenencia a numerosas redes y organismos profesionales, John D. H. Downing culmina una carrera extraordinaria en el campo académico de la comunicación y hoy se dedica a atender las invitaciones que le han hecho como profesor invitado en varias universidades del mundo.

15 diciembre 2010

La magia de Tournier

Mi amigo Walter Tournier es mago. Siempre lo supe, pero ahora lo van a saber todos. En el número 2038 de la calle La Paz, en Montevideo, entre luces y sombras, detrás de pesados cortinajes negros, ha organizado la trama de una conspiración de amor y creatividad.

En su estudio de cine de animación un equipo de veinte personas trabaja –y juega animadamente- en la creación del largometraje Selkirk, la verdadera historia de Robinson Crusoe, que podremos ver a mediados del 2011 y que será sin duda un gran regalo para los que amamos el buen cine. El esfuerzo incluye en la post-producción a equipos de Argentina (a cargo de la sonorización) y Chile (a cargo de los fondos y decorados digitales).

Walter Tournier
Visité al Flaco Tournier a fines de octubre, me recibió en su estudio, donde un largo pasillo desde la entrada de la casa hasta la parte de atrás exhibe en sus muros el storyboard –guión dibujado- del largometraje, con centenares de imágenes que representan las secuencias que componen el film, algunas ya filmadas como atestiguan las fotos, y otras en proceso, todavía representadas en dibujos en blanco y negro. Poco a poco el color invade el muro, señal de que los personajes cobran vida y la película avanza.

Este es el proyecto más ambicioso de todos los que Wálter ha desarrollado. Con Selkirk, sobre la vida del náufrago que inspiró la novela de Daniel Defoe, corona una carrera de cineasta preciso y perfeccionista, en la que ha invertido varias décadas de su vida con mucha dedicación y profundo amor al arte (y aquí la expresión calza como anillo al dedo). Dicho de otro modo, la vida del Flaco es y ha sido el cine de animación, al punto que él mismo podría ser un personaje. Idea para sus discípulos: incluyan al Flaco en la historia, como un “cameo” de los que gustaba Hitchcock.

La juventud del equipo formado por Wálter es una de las apuestas principales del proyecto: “La idea es que ellos nos remplacen, que ellos sigan con el trabajo de animación”. Muchos de esos jóvenes se formaron en los talleres de capacitación impartidos por el Flaco y hoy son el sustento creativo y técnico de la producción del largometraje.

Además del entusiasmo y la armonía que flota en el ambiente, lo que más me impresionó en el estudio de animación es el detalle y la perfección con que se trabaja.  El rostro de cada personaje es modelado varias veces en látex y silicona cuidando incluso detalles microscópicos, y descartando las piezas con impurezas.  Debajo de la mesa de trabajo hay una “caja de cadáveres”, donde van cayendo las caras que no salieron bien o que se rompieron al despegarlas de su molde. Laura “Lala” Severi –directora de arte y compañera de Walter- me regaló una de las caras de Selkirk, que me mira con sus ojos vacíos mientras escribo.

Los jóvenes creadores de Selkirk
A medio día todo el equipo hizo un alto para compartir los ñoquis que en una gran olla había preparado Doña Susana Buenaventura. Sentados alrededor de una larga sucesión de mesas de plástico técnicos y creativos conversan animadamente, se echan bromas y festejan a alguien: “siempre hay algún cumpleaños, somos tantos”. El ambiente es jovial, el de una gran familia en la que el Flaco es un patriarca cercano, accesible, sencillo.

En habitaciones sucesivas de la casa adaptada como estudio de animación, detrás de los pesados cortinajes negros se han construido cuatro sets con los principales escenarios donde los personajes cobran vida: la bodega y el camarote del capitán del barco pirata, la playa del archipiélago Juan Fernández en la que fue abandonado Selkirk durante cuatro años en 1690, y la taberna de los piratas. Aquí se hace la magia, se logran movimientos que parecen imposibles de realizar. “Cuidado que patees el trípode de la cámara, que se nos va al tacho toda la escena” previene el Flaco.

Wálter Tournier y Juan Andrés Fontan
Cuatro piratas en torno a una mesa brindan con sus jarros de cerveza: en la animación que realizó Juan Andrés Fontán la cerveza salpica sobre la mesa cuando chocan los jarros. Logró el efecto con el uso de pequeños pedazos de celofán amarillo, y todo ello mientras había que mover los rostros, los brazos y los cuerpos de los cuatro piratas. En otra escena una moneda es lanzada al aire: un plano desde arriba muestra cómo la moneda al subir se agranda mientras gira sobre sí misma. ¿Cómo lograron este efecto? La moneda venía unida a un pedazo de alambre que la giraba y que luego fue borrado electrónicamente.

Muchos detalles constituyen proezas del cine de animación: un cuchillo que atraviesa el aire y se clava en un mástil, un loro que vuela agitando las alas, el reflejo de una playa en el lente de un minúsculo catalejo, la bandera pirata que flamea al viento, las chispas de las espadas que entrechocan, una lágrima que cae, o el barco pirata montado sobre encrespadas olas del mar. Todo aquí es movimiento, todo tiene profundidad de campo y espesor. Todo esto lo pueden ver en la excelente página web de la película, no se la pierdan.

Lo poquito que sé de la técnica de animación por “stop motion” me sirve para apreciar estos maravillosos logros que en la pantalla duran apenas uno o dos segundos, y que muy pocos espectadores podrán valorar en justa medida.

Estamos lejos del cine de animación del mínimo esfuerzo a que nos ha acostumbrado la televisión con sus imágenes planas, los fondos de escenografía fijos, los personajes torpes con poco movimiento y sin profundidad, hechos de dibujos pobres y burdos cartones recortados como South Park, cuyo éxito parece estar basado solamente en los textos soeces, una suerte de masoquismo intelectualoide.

En Selkirk el uso de los efectos generados digitalmente es mínimo, se reduce a los efectos especiales y a los paisajes de fondo. Todo lo demás es obra de las manos artesanas que dan vida a personajes que no miden más de 20 centímetros de estatura.

La perfección es tal, que las bocas de los personajes se abren y se cierran mientras hablan, en sincronía con las palabras grabadas por los actores que hicieron el doblaje. La iluminación de las escenas es perfecta, los decorados me hacen pensar que “lo pequeño es hermoso” (la frase del economista Leopold Kohr).  En el interior de cada muñeco hay una estructura mecánica, un esqueleto articulado, que permite mover a los personajes.


Wálter Tournier y Alfonso Gumucio en 1998
Maquinaria especializada y herramientas de precisión de relojero hacen que cada personaje pueda realizar los mismos movimientos que un ser humano. “A pesar de las dificultades, las prefiero pues hago uso de materiales accesibles y por otro lado trabajo el espacio real y no el ficticio como en el 3D. Expresivamente me gusta pues es más cercano a la realidad con una cuota artesanal que marca la presencia humana”, me dice Walter, y yo salgo de allí a las calles de Montevideo con los pulmones llenos de aire puro.

03 diciembre 2010

Comunicación para el desarrollo en Naciones Unidas

Lo que sigue en esta nota viene a cuento porque en los últimos dos años he contribuido en un proceso impulsado por la Unesco para analizar, posicionar y promover la comunicación para el desarrollo. He participado en varias actividades en la sede de la organización en París y en América Latina.

A pedido de Unesco hice en Uruguay una evaluación formativa sobre cómo las agencias de Naciones Unidas en ese país implementan programas de comunicación para el desarrollo, en cumplimiento del mandato de la Asamblea General de las Naciones Unidas. El resultado es que la mayoría hace muy poco o nada en ese campo. Mi informe no es confidencial, ya que la oficina regional de Unesco lo ha colocado en su página web. Basta un clic para bajar el PDF.

De todas las agencias del sistema de Naciones Unidas, la única que tiene como mandato la comunicación es la Unesco. Las demás tienen programas y proyectos de comunicación pero es la Unesco la que desde lo más alto de su estructura organizativa, tiene un sector de comunicación al mismo nivel que los otros sectores que justifican su sigla: educación, ciencia y cultura.

Por las investigaciones que ha alentado y por su apoyo a las políticas de comunicación, la Unesco sobresale en el panorama no solamente de las organizaciones multilaterales, sino también se sitúa muy por delante de la agencias bilaterales para el desarrollo, y por encima de los gobiernos, de las fundaciones y de las ONGs que deberían ser las más cercanas a la comunicación entendida como un proceso de diálogo y participación.

Por lo general, cuando las instituciones dicen que están comprometidas con la “comunicación”, lo que realmente hacen es difusión de información o –peor aún- propaganda de sus propias actividades para apuntalar la visibilidad institucional. Un ejemplo claro de ello es UNICEF, mucho ruido y pocas nueces, y sé de lo que hablo luego de haber trabajado más de siete años en esa organización.

La confusión entre información y comunicación es tan frecuente, que no solamente la gente común sino los propios periodistas y comunicadores hablan de “medios de comunicación masiva” para referirse a los medios de información y de difusión.  Ya dije en varios ensayos, y en un artículo reciente publicado en Página 12 (Argentina), que los medios de comunicación masiva no existen, que son una mentira.

Gustavo Gómez
La Unesco entiende bien la diferencia, y ha librado batallas emblemáticas en favor de la libertad de expresión, del derecho a la información, y del derecho a la comunicación. Los tres conceptos suelen también confundirse, aunque no es tan difícil distinguir sus diferencias: mientras la libertad de expresión protege a los periodistas y a los medios, el derecho a la información es del derecho de las personas a acceder a la información de las instituciones del Estado, y el derecho a la comunicación es el que tenemos todos de poder comunicarnos a través de instrumentos propios, como los llamados medios comunitarios.

Si hacemos un poco de historia recordaremos que la Unesco libró la batalla por un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC) a raíz del informe de la Comisión MacBride (integrada entre otros por Gabriel García Márquez) que demostró que las grandes potencias mundiales tenían bajo estricto control los flujos de información en el mundo. La evidencia era tan aplastante en el informe, que Estados Unidos e Inglaterra se retiraron de la Unesco durante muchos años y la sabotearon con todos sus recursos propagandísticos.

Las batallas que continúa librando la Unesco en años recientes recuperan la historia anterior y hacen énfasis en el derecho a la comunicación, promoviendo -por ejemplo- las nuevas tecnologías y la comunicación para el desarrollo en países de Asia, África y América Latina.

Gabriel Kaplún y Gunther Cyranek
A invitación de Gunther Cyranek, hasta fines de noviembre Asesor Regional de Comunicación e Información de la Unesco para el Mercosur, participé recientemente en Montevideo en el cierre de la conferencia “Comunicación para el Desarrollo, Cambio Social y Participación”, en la Torre de las Telecomunicaciones de ANTEL (Administración Nacional de Telecomunicaciones), un edificio moderno, cerca del puerto, semejante a un velero (muy parecido al gigantesco Burj Al Arab, el hotel de siete estrellas de Dubai).

En el programa del evento destacó la abundancia de experiencias de comunicación con un sentido de participación y desarrollo. Desde el Estado se ha hecho realidad el ambicioso Plan Ceibal, al que me referí en una nota anterior, por el cual se ha dotado de una computadora XO a todos los estudiantes de las escuelas públicas del país. Desde la sociedad civil la comunicación participativa se ha enriquecido con propuestas como TV Árbol, y muchas otras.

Las experiencias mencionadas y otras están descritas en capítulos de un nuevo libro de la Unesco que fue presentado por Gunther Cyranek. Con sus 500 páginas, fotografías y un formato poco convencional, “Comunicación para el desarrollo: una herramienta para el cambio social y la participación” contiene 30 textos que se refieren a “enfoques y experiencias”, entre ellos uno mío donde analizo el papel que cumple la comunicación para el desarrollo en el sistema de Naciones Unidas. El libro entero puede ser bajado en PDF de la página de Unesco.

El evento contó además con expositores de primera línea, los amigos Gabriel Kaplún (quien dirige la carrera de comunicación en la Universidad del Uruguay), Eduardo Rebollo (quien hace lo propio en la Universidad Católica), y Gustavo Gómez quien ocupa desde hace pocos meses la función de Director Nacional de Telecomunicaciones en el gobierno de Pepe Mujica, y antes era el Director de Legislaciones de la AMARC. Se pueden descargar las fotos del evento en la página web de Unesco.

Ana María Mizrahi, Gabriel Kaplún, Alfonso Gumucio Dagron, Gunther Cyranek 
La conferencia generó saludables expectativas en los medios de información de Uruguay, desde luego proclives a una concepción progresista de la comunicación. El Canal 5, televisión pública, nos invitó a Gabriel Kaplún, a Gunther Cyranek y a mí a una entrevista con Ana María Mizrahi en el programa “La Noticia y su Contexto”. Las fotos de esa emisión en vivo, que tuvo lugar en su estudio “transparente” (de vidrio, sobre el Bulevar Artigas)  también pueden bajarse de la página web de Unesco.

Alfonso Gumucio Dagron
Por otra parte Sebastián Auyanet, del diario El País, me permitió en una entrevista publicada el sábado 2 de noviembre, abordar los temas antes mencionados, porque me parece importante seguir insistiendo hasta que se entiendan.

Este tipo de actividades que apoya la Unesco, relacionadas con la comunicación para el desarrollo se están dando también en otros países de la región, por ejemplo en Ecuador con la participación de CIESPAL. La idea es preparar una masa crítica de documentación, experiencias y debates con vistas a la 12ª Mesa Redonda de Comunicación para el Desarrollo que tendrá lugar en India en 2011.

30 noviembre 2010

Villa de Leyva, ciudad blanca

Lo que más impresiona en Villa de Leyva es la luz. La pequeña ciudad colonial, fundada en 1572 a 290 kilómetros de la capital colombiana, emana luz. La intensidad del blanco que cubre sus paredes hace apreciar más el poco color que aparece en los marcos de las puertas y ventanas, o en alguna bandera que flamea.

Aquí se filmó una parte de la película Cobra verde de Werner Hertzog, entre muchas otras, quizás porque la ciudad conserva su trazado original y su parte de su arquitectura colonial, aunque más de un historiador arguye que quedan muy pocas casas genuinamente coloniales. Quizás por ello no figura en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. De cualquier manera, es la historia de Villa de Leyva la que le otorga su prestigio y su fama.

El pintor Fred Andrade escogió como residencia las alturas que rodean a Villa de Leyva, allí instaló su taller y construyó un par de estudios para huéspedes deliciosamente decorados con sus obras. Los colores vivos de sus pinceles desbordan los cuadros que cuelgan de las paredes, se extienden sobre los muebles de madera de las habitaciones. Todo es color, quizás en contraste con la blancura de la ciudad que se puede ver desde allí a vuelo de pájaro. Allí me alojé, al final de un empinado camino, para disfrutar de la vista y del silencio.

La Plaza Mayor de Villa de Leyva tiene un cuadro trazado para lo que pudo ser una gran ciudad donde se erigirían edificios señoriales, catedrales y palacios como en otras ciudades coloniales de América.  Pero los delirios de grandeza de sus fundadores no se hicieron realidad, y hoy la iglesia de Nuestra Señora del Rosario no llega ni a proyectar su sombra sobre el empedrado de la plaza.


El empedrado no tiene más de cuatro o cinco décadas, pero ayuda a remontarse en el tiempo para escuchar los cascos de los caballos e imaginar a los caballeros levantando  el sombrero para saludar a las mozas reclinadas sobre los balcones floridos. Las calles son como pasillos infinitos donde el fulgor de las paredes blancas quema los ojos. El exceso de luz es matizado por los colores sobrios de los balcones, puertas y ventanas, por lo general verdes o azules.

Los patios interiores de las casas coloniales, con arcos de piedra, pasillos con bóvedas de cerámica o madera, fuentes de agua y cascadas de flores, alojan ahora tiendas de artesanía y restaurantes, algunos excelentes, como aquel -El Tomatino- donde me di el gusto de comer diversas preparaciones de róbalo, sumando a las degustadas en Cartagena un par de días antes (a las hierbas finas, al pesto, al ajillo, o a la mandarina y miel). Se come bien en Villa de Leyva.

Cerca de Villa de Leyva está el Puente de Boyacá, lugar famoso por la batalla en la que el 7 de agosto de 1819 el Ejército Libertador selló la independencia de Nueva Granada al derrotar al ejército realista. Bolívar, quien dirigió el ataque y entró triunfante en Bogotá el 10 de agosto, regresó a Villa de Leyva el 25 de septiembre, según informa una placa.  La llamada Ruta de los Libertadores incluye varios pueblos de la zona. Todo parece tan chiquito en la perspectiva de los años, incluso las bajas sufridas por ambos ejércitos (13 luchadores republicanos y un centenar de realistas).

A escasos seis kilómetros de la ciudad, el olivar donde se erige –esta palabra es la apropiada- el observatorio astronómico de Monquirá, conocido como “El infiernito”, parece haber sido en realidad un lugar de los muiscas para el culto a la fertilidad, a juzgar por medio centenar de falos de piedra –grandes y medianos- erectos verticalmente.

En franco contraste con el parque arqueológico de Monquirá, está el carácter pío y recogido de los monasterios que hay en la zona. Los curas vivían aislados, en retiro, pero en su aislamiento creaban las condiciones óptimas para servir a dios en armonía con la tranquilidad de sus espíritus y de sus estómagos. Los monasterios de Santo Ecce Homo y de La Candelaria se ubican en lugares apacibles, en medio de breves valles rodeados de colinas. Son construcciones de piedra, amplias y seguras, con bosques y terrenos de cultivo.

En Ecce Homo una placa de piedra en el comedor del monasterio deja leer una inscripción en latín: “Bibas ut Vivas non vivas ut biba”, que en castellano podría traducirse como “Bebe para vivir, no vivas para beber”. El vino se conjugaba bien con el rosario (o la Rosario, como en el chiste del párroco de pueblo).

Los frailes vivían rodeados de cristos tristes y espinosos, y santos sangrantes con la mirada perdida en el cielo, y se dice que ellos mismos se castigaban con látigos, quizás para equilibrar otras compensaciones terrenales (además de la promesa del cielo).

El año 1977 cerca de Villa de Leyva descubrieron los restos de un kronosaurus de siete metros de longitud y más de 100 millones de años, un reptil marino que nos da una idea de cómo habrá sido el fenómeno tectónico que elevó el lecho del océano para formar la Cordillera de los Andes.  El museo de El Fósil –que así se llama- es una empresa turística administrada por la Junta de Acción Comunal local.

Todo esto no está mal para un fin de semana de descanso, pero si me dan a escoger entre Villa de Leyva, Popayán y Mompox, las tres ciudades coloniales más emblemáticas de Colombia, sin pensarlo dos veces escogería Mompox, cuya condición remota entre dos brazos del Río Magdalena ha permitido que se preserve su magia y misterio a lo largo del tiempo.

Colombia tiene mucho para ver pero es un país desconocido, mal conocido, de alguna manera secreto para quienes no son colombianos, porque desde afuera solamente aparecen a la vista sus problemas.

24 noviembre 2010

ALAIC 2010 en Bogotá

Los eventos internacionales pueden ser buenos, regulares o malos, pero todos tienen una ventaja: son lugares de encuentros y reencuentros, tanto en el plano de los intercambios intelectuales como en el del desarrollo de complicidades amistosas.  En el caso del décimo congreso de ALAIC, la ventaja fue doble pues además de volver a ver a buenos amigos o de conocer otros, el evento fue de calidad y todos los que fuimos congregados durante tres días en la Universidad Javeriana de Bogotá, nos fuimos satisfechos.

Estuve con amigos estudiosos de la comunicación de varios países de la región, peruanos, argentinos, mexicanos, ecuatorianos, brasileños, chilenos, por supuesto colombianos… y también bolivianos, como José Luis Aguirre, Erick Torrico y Carlos Arroyo, entre los más destacados de mi país.
Me sumé al merecido homenaje que ALAIC le hizo a José Marques de Melo, volví a encontrar luego de 30 años a Héctor “Toto” Schmucler, y extrañé en cambio la presencia de Jesús Martín Barbero y de Omar Rincón, ausentes aunque ambos viven en Colombia.

Mi tarea específica en el X Congreso de ALAIC fue la coordinación del Grupo Temático sobre Comunicación y Cambio Social, como lo he hecho desde que este grupo fuera creado en 2006. Nuestro primero encuentro, en el VIII Congreso de ALAIC cerca de Porto Alegre, contó con la participación de doce personas, de cinco nacionalidades diferentes. Nos volvimos a reunir en el Tlanepantla, Estado de México, en 2008, y allí el grupo se renovó con un número parecido de participantes.

Foto: Irma Avila Pietrasanta
No sospechábamos sin embargo que en 2010 tendríamos 29 ponencias, más que cualquiera de los otros 21 grupos temáticos de ALAIC. Los participantes de ocho  países (Bolivia, Colombia, México, Chile, Brasil, Uruguay, Venezuela y Argentina) presentaron en su mayoría relaciones sobre experiencias de comunicación para el cambio social, y el estado de sus investigaciones académicas o de sus acciones concretas. Aunque con dificultades técnicas, se hizo la conexión vía Skype con una colega de Chile que no pudo viajar a Bogotá.

Nuestra sala estuvo repleta todas las tardes del evento no solamente con los expositores, como suele suceder en estos congresos de ALAIC, sino con otros colegas interesados en escuchar las presentaciones y participar en las discusiones. El grupo temático destacó no solamente por eso, sino además por ser el único que dispone de una página web propia y de una plataforma de diálogo en Google Groups, que nos permite intercambiar documentos, enviar mensajes a todo el grupo, y publicar noticias sobre los miembros del GT-CCS.

En Bogotá los participantes decidieron prolongar durante dos años más mi responsabilidad como coordinador del Grupo Temático de Comunicación para el Cambio Social, y eligieron como co-coordinadora a Amparo Cadavid (Decana de Comunicación y Periodismo de UNIMINUTO), y como Secretaria Técnica a la joven investigadora colombiana Liliana Raigoso, quien fue mi brazo derecho en la organización del grupo en ALAIC 2010, tomando a su cargo la recepción de ponencias, las actualizaciones de la página web del grupo y la correspondencia con los participantes.

En apenas tres congresos, el Grupo Temático sobre Comunicación para el Cambio Social se consolidó, como una demostración más del interés creciente por una comunicación cuyo enfoque recoge no solamente las experiencias participativas y las prácticas comunitarias, sino que reflexiona sobre políticas y estrategias de comunicación para el desarrollo y el cambio social.

Pocos días antes del Congreso de ALAIC estuve en Cartagena de Indias, la hermosa ciudad amurallada y bañada por agua del Caribe, que ya tiene para mi un aire familiar por las veces que la he visitado en los últimos diez años.  Allí tuvo lugar el Encuentro Nacional de Estudiantes de Comunicación Social (ENECS), valioso porque logró crear una nueva asociación de estudiantes de comunicación, que ya no existía en Colombia porque la anterior había perdido su personería jurídica.

Los organizadores de ENECS me invitaron a hablar de la comunicación para el cambio social el día de la clausura del evento, y al igual que hicieron con otros conferencistas, tuvieron el detalle de elaborar un breve video de presentación. No sé cómo se dieron mañas para encontrar en internet fotos mías y toda la información biográfica que incluyeron en ese breve video que ahora se puede ver en YouTube.

Inmediatamente después de Cartagena, fui invitado a Bogotá para conversar en varias sesiones sucesivas con estudiantes y profesores de la carrera de comunicación social de UNIMINUTO y de la Facultad de Comunicación Social para la Paz de la Universidad Santo Tomás, ambos interesados en crear en 2011 especialidades o maestrías con énfasis en comunicación para el cambio social.

De esa manera en poco tiempo Colombia se convertiría en el país latinoamericano con más universidades interesadas en promover un enfoque especializado de comunicación para el desarrollo y el cambio social.

14 noviembre 2010

Julio de la Vega (1924-2010)

Paradojas de la vida y de la muerte (del paso del tiempo, en realidad), hace apenas tres meses cuando escribí recordando a Pepe Ballón, reproduje aquí mismo una foto en la que aparece también Julio de la Vega, que acaba de irse del mundo terrenal el jueves 11 de noviembre a sus 86 años de edad. Era un hombre sencillo, sobrio y de pocas palabras, sin ninguna pose ni ambición de figuración, tan propia en las nuevas generaciones.

“Camina encorvado, siempre caminó así. Mirando las piedras, la nada. Naciendo y renaciendo, sonriendo desde una lejanía intangible. Por eso todos aman a Julio: la familia, los amigos, los colegas, los alumnos. Y también los artistas consagrados o aficionados”, escribió hace cuatro años con mucho cariño su sobrina, la periodista y escritora Lupe Cajías, en un artículo acertadamente titulado “Todos te amamos, Julio”.

A Julio me unían por lo menos dos cosas: la poesía y el cine. Hubo una época a principios de los años 1970 en la que los quienes ejercíamos la crítica cinematográfica en Bolivia podíamos contarnos con los dedos de una sola mano. Julio era uno de los dedos, Luis Espinal otro. De ambos aprendí mucho, pues entonces con apenas tenía veinte años de edad, mientras que ellos tenían bastante kilometraje en el oficio.

Una vez se me ocurrió convocar a los cinco gatos que escribíamos crítica cinematográfica para conformar la Asociación Boliviana de Críticos de Cine (CRIBO) creada en febrero de 1979 con el objetivo de “contribuir al fortalecimiento de una corriente de cine desmitificador, desalienador, que contribuya a esclarecer la realidad nacional”.  El acta de fundación, firmada por Luis Espinal, Julio de la Vega, Pedro Susz, Carlos Mesa, y Alfonso Gumucio Dagron, señala que “el público boliviano necesita de una orientación que le permita adquirir sus propios instrumentos de crítica para poder ver cine como un hecho cultural y no de mera evasión”. Aparte de fundarnos, nunca llegamos a organizar ninguna actividad como colectivo, aunque cada quien siguió escribiendo sobre cine.

Durante los años que viví en Francia nos escribimos varias veces. Julio me hablaba con nostalgia de la temporada que pasó en París a principios de los 1950s, donde asistió como alumno libre a los cursos de Roland Barthes y se acercó a la emblemática revista de cine Cahiers du Cinema, tal como yo lo hice después en los años 1970:

“Descubrí la verdadera crítica cinematográfica en París, a mis veinticinco años. Tuve el privilegio de asistir prácticamente al nacimiento de la revista Cahiers du Cinema. Recuerdo bien el número 4, el primero que yo conocí. Esa crítica me interesó profundamente porque fusionaba precisamente el cine con la literatura. Conocí casualmente a André Bazin, que fue el mentor y creador de la revista. También a Lo Duca, Jacques Doniol Valcroze. No tuve amistad con ellos, pero sí un contacto con motivo del cine.”

Julo de la Vega fue parte de la segunda generación de poetas de Gesta Bárbara (cuando la poesía era todavía importante en Bolivia), grupo que publicó una obra colectiva: Trigo, estaño y mar. El Gran Premio de Poesía Franz Tamayo 1966 reconoció la calidad de Poemario de exaltaciones, donde al igual que en otras obras se muestra como un poeta moderno, de vanguardia, influenciado en su lenguaje y temática por el cine, la música y cuanto respira el poeta cuando se siente parte de la actualidad y no solamente de un pasado estanco.

En mi libro Provocaciones (publicado en 1977 y re-editado por Plural en 2006) incluí un capítulo dedicado a Julio, que titulé “Poesía con caudal de río” porque esa es la impresión que su poesía a borbotones produce en mí. “Su poesía es una poesía revuelta, sus poemas son extensos poemas-río salpicados de versos-sorpresa, ágiles y modernos”, escribí entonces.

De las cosas que me dijo, hay una que caracteriza a casi todos los escritores bolivianos:

“La única frustración que yo he conocido en mi trabajo de escritor se relaciona con esta imposibilidad de dedicar todo el tiempo de mi vida a escribir. La poesía que he escrito, las novelas que esbozo, las piezas de teatro que tengo en esquema... me parece que no he escrito casi nada de lo que puedo escribir y ésa es mi gran frustración. La literatura es de todas maneras una profesión, al menos por el tiempo que le dedico, y me molesta tener que robarle tiempo para ocuparme de otros menesteres que me permiten vivir.”

Años más tarde, ya en la era de internet, en la página de Bolivia Web hice una selección de diez poetas bolivianos, en la que incluí obviamente a Julio de la Vega, con su poema “Profeta se necesita”, donde aparecen estos versos: “Que sepa erguirse pleno / con el látigo de fuego entre las manos / para resucitar a golpes / no a la esperanza grande / sino, apenas al mínimo consuelo, / a la compensación / de que donde no hay pan / no haya tampoco odio”.

Además de la poesía y del teatro (desde 1991 hay un “festival de teatro de los barrios” que lleva su nombre), Julio se hizo novelista con tanto acierto que Matías, el apóstol suplente terminó integrando en 2009 la lista de las “diez novelas bolivianas fundacionales”, al cabo de una consulta (muy polémica, sobre todo por la ausencia notoria de Augusto Céspedes) que organizó el Ministerio de Culturas y la Carrera de Literatura de la Universidad Mayor de San Andrés, en La Paz.

En Provocaciones me habló también de la muerte: “La muerte ha sido siempre otra preocupación evidente en mi poesía, aunque no pretendo darle trascendencia filosófica a través del poema. Escribo sobre la muerte abstractamente y en particular sobre ‘las muertes’ de amigos y familiares en la medida en que afectan mis sentimientos y en que han sido parte vital de mi existencia.”

Con ese mismo sentimiento escribo ahora sobre Julio de la Vega. La última vez que lo saludé fue en febrero 2009, cuando nos encontramos en el entierro de Francisco Cajías, su sobrino.

De izquierda a derecha:
Alberto Crespo Rodas, Lupe Cajías, Mario Frías Infante, Beatriz Rossels, Alfonso Gumucio Dagron, Julio de la Vega,
 Carlos Castañón Barrientos, Armando Soriano Badani, Mariano Baptista Gumucio y Eusebio Gironda
La Paz, el 7 de abril de 2001


11 noviembre 2010

De picaflor en Tarma

El trayecto a Tarma desde Lima es empinado, la carretera serpentea hasta Ticlio, a 4.818 metros de altitud sobre el nivel del mar, para luego bajar, en pocos minutos, mil metros hasta La Oroya, donde se encuentra el gigantesco centro minero de Cerro de Pasco, y unos 750 metros más abajo está Tarma, una ciudad pequeña encerrada entre flancos de montaña, con un microclima que hace olvidar la aridez de la región.

Este pequeño poblado peruano fundado en 1538 en las estribaciones de la Cordillera Oriental, a 230 kilómetros de Lima, es la cuna de Manuel Odría, el dictador que gobernó el Perú de 1948 a 1957, venerado localmente como el gobernante que más obras hizo en su pueblo natal. Los restos del “hijo predilecto de Tarma” descansan en la Catedral Santa Ana, construida durante su gobierno.

En los alrededores de Tarma -que sus ciudadanos nombran como “la perla de los Andes”, o “la ciudad de las flores”- hay atractivos naturales como las grutas de Huagapo, San Pedro de Cajas, Antipa Yarguna o Pacuhuayin, así como restos arqueológicos como los de Conchocan, Ticlan, Racashmarca, Anashpata o Huayiperga y los andenes o terrazas de cultivo construidos por los indígenas taramas y más tarde utilizados durante el imperio incaico.

Orgullosos de su música y de sus tradiciones, los tarmeños tienen como himno popular una canción emblemática y picaresca que dice así: “Picaflor tarmeño / por qué pues pretendes / picar a las flores / que ya tienen dueño”. El picaflor tarmeño es el símbolo de los valles circundantes, productores de flores y aparece representado monumentalmente en las plazas de los pueblos. Yo estuve, por así decirlo, de picaflor unos pocos días, libando de una estimulante experiencia de comunicación para el desarrollo.

Aparte de comer una “pachamanca” de cordero (que resultó por debajo de mis expectativas), muy poco de los atractivos turísticos pude disfrutar durante mi visita a Tarma, porque el objetivo era otro, conocer las actividades del proyecto Nexo y de su programa de televisión rural “Fortalezas TV”, y sus vínculos a algunos pueblos dedicados a la agricultura, Huaricolca, Acobamba o Palcamayo.

Ernesto Girbau, uno de los que se formaron en la escuela de video participativo de CESPAC, el emblemático proyecto que creó Manuel Calvelo en los años 1970, es el creador de Nexo, una organización cuyo objetivo es capacitar a jóvenes del área rural en la producción de video.  Hasta ahora lo ha logrado con creces, a juzgar por los documentales y ficciones que pude ver durante mi visita, todas ellas producidas por un trío de jóvenes emprendedores reclutados en comunidades vecinas: Yerson Ingaruca de Huaricolca, David Espinoza que cultiva flores en Picoy, y Leonel Hurtado músico en Calca.

El proyecto de Girbau, apoyado por la WACC (Asociación Mundial de Comunicación Cristiana), incluyó la capacitación de un grupo de jóvenes hombres y mujeres de las comunidades rurales, así como la producción de una serie documental sobre temas de interés de la población rural. “Fortalezas TV” recoge por una parte el saber local de la propia gente y por otra apela a especialistas de la salud o de la educación para enriquecer los contenidos de los programas, que incluyen segmentos sobre medio ambiente, agricultura, derechos humanos, educación o salud.

La pericia adquirida por el equipo de jóvenes capacitados por Girbau los ha llevado a experimentar con la ficción, y el resultado es de muy alta calidad, tanto por el contenido social como por la destreza técnica. El segundo y más reciente cortometraje argumental, “Corrupción”, está impecablemente realizado y es una demostración de que el proceso ha generado capacidades locales suficientes como para crear en la región un cine de características culturales propias.

En “Corrupción” los noveles cineastas narran la historia de un periodista, asesinado por las investigaciones que llevaba adelante para denunciar los lazos de corrupción que unen a políticos locales y a empresarios. El film fue seleccionado en el Festival Internacional FENACO Cusco 2010 en la categoría de estudiantes, un primer paso interesante para estos jóvenes que apenas un par de años atrás empezaron a formarse en producción de video, guiados por Ernesto Girbau para quien esta actividad no es solamente un proyecto, sino un proyecto de vida.

30 octubre 2010

Sexto piso

Llegamos al sexto piso en buen estado físico, pero con las advertencias que el cuerpo nos da como un jalón de orejas, mensajes a veces tan directos como una descarga eléctrica, y otras como lejanas señales de humo. En los escalones que vienen de los pisos inferiores fuimos aprendiendo que en cuestiones de salud casi todo lo que uno come hace daño.

Desde que heredé una hipertensión arterial supe que no debo consumir mucha sal, mejor sería si pudiera suprimirla por completo porque es sabido que el cloruro de sodio es el peor enemigo de la presión alta, además de que daña los riñones. Allá abajo en el cuarto piso me dijeron que para contrarrestar el sodio me convenía consumir almendras, brócoli, espinacas, lechugas, tomates y todos los alimentos ricos en potasio y en calcio.

Luego tuve úlceras por cortesía de los cuatro años pasados en Nigeria, y aprendí que para no irritar las llagas en el estómago y en el duodeno, debo evitar la cebolla cruda, el jugo claro de manzana que dan en los aviones, la miga de pan blanco porque contiene levadura, el café y los licores, entre otros. Desde entonces el pan integral y de múltiples granos se hizo mi amigo, el té remplazó al café, pero nada pudo remplazar a los licores que de todas maneras bebo sólo de vez en cuando.  Las cápsulas de omeprazol o magnesio quedaron en la gaveta del baño para ocasiones especiales, y ya no tuve que enmelarme la garganta y los dedos con el Bálsamo de Shostakovsky, un producto ruso para las úlceras, que solía comprar en la Farmacia Homeopática en la esquina de 23 y M de La Habana.

Ya en el quinto piso unos análisis de laboratorio revelaron que mis triglicéridos estaban altos, por lo que reduje la ingesta de azúcar, endulzando mi té matutino con estevia y limitando la mantequilla y las comidas grasas. Me dediqué con mayor empeño a las frutas y aprendí a comer ensaladas, por eso de la fibra, tanto que ahora disfruto comerlas tanto como hacerlas. Nunca me gustaron las bebidas gaseosas, y antes de que Evo Morales destapara cañerías con Coca-Cola, los jugos de fruta eran parte de mi alimentación, sobre todo la limonada de todos los días.

Uno de mis colesteroles (son varios y me confunden) dio un salto para arriba, y me obligó a moderar mi consumo de carne roja, de salchichas, de huevos y dejar las parrilladas y los mariscos para ocasiones especiales; me volví más cuidadoso con las mermeladas, los quesos curados y los helados que tanto me gustan. No fue difícil ya que la tortilla de maíz, el arroz, las pastas, las frutas, las verduras, el pollo y el pescado, eran más que suficientes para una dieta balanceada y sabrosa. Y el aceite de oliva coronó nuestros votos y anhelos, pues además de ser sano es delicioso (extra virgen, presión en frío).

En Brasil hace cinco años y en Guatemala hace tres, sufrí cólicos nefríticos con dolores de parto causados por cálculos en mis riñones (nada que ver con matemáticas, sino con piedras), pero no hice un buen esfuerzo para tomar dos o tres litros de agua al día y evitar alimentos con mucho calcio (¿no era bueno el calcio para la hipertensión?) Paradojas de la salud (o de la enfermedad): aquellos medicamentos antiácidos que tomaba para controlar la úlcera y los diuréticos que sirven para controlar la presión alta, contribuyen a la formación de piedritas en los riñones… Por donde uno lo vea, pierde.

Hasta ahí soporté bastante bien las nuevas realidades mientras avanzaba por el quinto piso; soy alguien que en general se da por satisfecho con una buena comida al día y puedo mantenerme sin problema con quesos, nueces, verduras y frutas.

Se dice que una persona sana es la que consume pocas carnes y muchas frutas, verduras, soya, pan integral, y otros alimentos naturales que proporcionan al organismo suficiente fibra y proteína para mantenerse en forma. Pero aquello de la pirámide nutricional resultó relativo con lo que pasó hace poco, cuando me convertí de una día para otro en el enemigo de los oxalatos. Un molesto cálculo en la vejiga y los análisis subsecuentes llevaron a la conclusión de que necesito, de ahora en adelante,  una dieta baja en oxalatos, pues todo indica que las piedras que mi organismo forma laboriosamente no son de calcio, sino de oxalato.

Esa palabreja no estaba en mi léxico de manera que usé internet para meterme en la red y averiguar de qué se trataba. Ahora sé tanto como un experto nutricionista y eso se reduce a que una dieta baja en oxalato significa dejar de ingerir casi todo lo que me gusta y que hasta ahora podía comer o tomar: lo poco que me quedaba para seguir sintiéndome normal.

Los oxalatos están en todas partes, son como dios, omnipresentes. Están en las dos tazas de té que tomo cada mañana, en las almendras, los pistachos, las nueces de macadamia y de la India que me gustan, y en los chocolates que forman parte de mis hábitos cotidianos.  También hay oxalatos en granos como la soya, el sésamo, el trigo y hasta el amaranto; en la estevia que uso para remplazar el azúcar, en condimentos como el orégano, la canela o la pimienta negra, en verduras como las espinacas, brócoli, pimentones, zanahorias (que se supone son buenas para la presión alta), en las aceitunas y el tomate (que era buenísimo para la próstata por su contenido de licopeno); en frutas como frambuesas, kiwi, higos, y en menor medida en naranjas, limones y papayas…

Así, con muchos oxalatos y relativo buen humor llego al sexto piso de la vida, y esto sucede en un mes especial, pues este octubre tuvo 5 viernes, 5 sábados y 5 domingos, lo cual sucede con poca frecuencia.

25 octubre 2010

Alebrijes

La Real Academia Española debería revisar su diccionario, pues define el mexicanismo alebrije como una “figura de barro pintada de colores vivos, que representa un animal imaginario”. En realidad los alebrijes no son de barro sino de madera (los pequeños),  y de alambre cubierto de papel maché y cartón (los grandes). Si bien solían representar animales imaginarios cuando fueron inventados en 1936 por Pedro Linares López, hoy son una forma de representación artística que no admite restricciones temáticas, incluye personajes reales o ficticios, y se mezcla –sobre todo en estas fechas próximas al Día de Muertos- con la calavera Catrina creada por José Guadalupe Posada.

Una prueba de ello está en el 4º Desfile de Alebrijes Monumentales, organizado por el Museo de Arte Popular, que ocupó la tarde del sábado 23 de octubre el trayecto desde el centro histórico, entre el Zócalo y la Avenida Reforma en la Ciudad de México.

Luego del desfile, los 164 alebrijes participantes, fueron estacionados a los dos lados de la amplia avenida, entre dos glorietas con mucha historia: la que ocupa la sensual Diana la Cazadora, y la del Ángel de la Independencia. Y esto no fue casual, pues este año los alebrijes tuvieron todo que ver con los 200 años del grito de la Independencia de México y con los 100 años de la Revolución Mexicana. Hay una manera oficial de celebrar las fechas, y una popular. Incluso cuando son instituciones oficiales las que promueven actividades como estas, los ciudadanos se apropian.

Cerca de dos centenares de grupos culturales y familias de artesanos se hicieron presentes con alegorías en las que aparecen versiones zoomorfas de Morelos, Hidalgo, Zapata, Villa, Madero y otros personajes icónicos de las gestas independentista y revolucionaria. Los mexicanos tienen entre sus muchas virtudes esas maneras de celebrar a sus héroes, despojándose de toda solemnidad y más bien acudiendo al humor y a la fantasía. Los Emiliano Zapata transfigurados en esqueletos, y las calaveras que adornan casi todos los alebrijes son una celebración de la muerte desde la vitalidad de la existencia.

Ese mismo espíritu picaresco está en el “pan de muerto” o en las calaveras de azúcar que están en todas las tiendas de alimentación, y por supuesto en los altares de muertos que en esta época elaboran desde las familias más empobrecidas hasta las empresas más grandes, pasando por todo museo que se respete. Uno de los más célebres altares se exhibe en la ex hacienda La Noria, el Museo Dolores Olmedo en Xochimilco, creado por la que fue amiga y modelo privilegiada de Diego Rivera. La colección permanente del museo incluye numerosas obras de Rivera, de Frida Kahlo y de otros grandes de la pintura mexicana.

“Llamas de libertad” (elaborado por un grupo de personas con discapacidad visual), “El que se comió mi historia”, “El Zapatije”, “Antorcha de la Revolución”, “Tierra y libertad”, “La güera Rodríguez”, “El último caudillo”, “La Adelita”, “Axolotl insurrecto”, “El relinchido chido del norte”, “Devorador del sueño de Revolución”, son los nombres de algunas de las obras, unas mejor acabadas que otras, pero todas evocando episodios de la historia mexicana y desafiando la imaginación con humor y color.

Y todo esto expuesto al aire libre, no entre los muros de un museo, sino en un espacio público y accesible para quien quiera, el magnífico Paseo de la Reforma, la amplia avenida cuya belleza y diseño supera con creces el cacareado renombre de los Campos Elíseos parisinos, y desde lejos la 5a Avenida de New York.

Pancho Villa con cuernos de carnero, Morelos transfigurado en dragón, el cura Hidalgo como insecto gigante y Zapata en todas las versiones posibles. Aquí no se salva nadie del humor ácido de los grupos de artistas que .

Las mujeres de la historia mexicana están mejor servidas, como la “Güera” Rodríguez o Adelita, la soldadera, ya que los artesanos se esfuerzan en mantener su belleza, probablemente inspirados en la representación femenina de la Nueva Democracia, de Siqueiros, en el Palacio de Bellas Artes, o aún más cerca, en las figuras emblemáticas del Angel de la Independencia o de la Diana Cazadora.

Esta es una de las muchas cosas que uno puede disfrutar en este país con una cultura tan rica y tan apropiada por los ciudadanos, además de apoyada y promovida desde las instituciones del Estado.