31 enero 2012

Takaku punto com


Por esas casualidades que propicia internet, me entero, con un año de retraso, de la muerte de mi amigo William Takaku, de Papua Nueva Guinea, hombre de teatro, músico, escritor, defensor del medio ambiente, una personalidad de una fuerza extraordinaria, con quien tuve oportunidad de trabajar en dos ocasiones.

La primera fue en 1992, cuando realicé en Papua Nueva Guinea una evaluación prospectiva de los grupos de teatro popular que eran parte de un proyecto de Conservación Internacional sobre temas de medio ambiente. 

Me impresionó la cantidad y diversidad de estos grupos –varios animados por William- que visité en sus respectivas localidades en un viaje maratónico que en apenas 10 días me llevó por Mont Hagen, Goroka, Madang, Popondetta, Lae y otros lugares. Como en Papua Nueva Guinea los caminos eran entonces prácticamente inexistentes, hice ese recorrido en avionetas, tomando por lo menos una cada día. Nunca había volado tantas veces en tan corto tiempo: tomé 16 aviones en 10 días.

La segunda ocasión que tuve de trabajar con William Takaku fue en los años 2001 (agosto y noviembre) y 2002 (abril), cuando estuve casi tres meses como consultor en un programa de la cooperación australiana (AusAid) y del ministerio de Salud de PNG. La tarea consistía en diseñar una estrategia de comunicación participativa, que permitiera apoyar los programas de salud (la tuberculosis, la malaria, eran las principales causas de morbilidad) en las comunidades más aisladas, es decir, la mayoría, en ese país donde se hablan más de 700 lenguas, y donde algunas comunidades fueron descubiertas recién a mediados del siglo pasado. 

En la estrategia de comunicación que diseñé entonces, incluí actividades de teatro popular (como las que había promovido años antes en Nigeria), lo que me permitió integrar a William Takaku y sus grupos de teatro. Fue estimulante verlo nuevamente y conocerlo mejor. Es más, filmé con él varias horas de entrevistas y actuaciones teatrales, que nunca pude editar. Una de tantas tareas que tengo postergadas. 

William Takaku (Viernes) y Pierce Brosnan (Robinson Crusoe)
En los diez años que dejamos de vernos, entre 1992 y 2001, supe de sus andanzas, que trascendieron el espacio de Papua Nueva Guinea. En 1994 interpretó el papel de Viernes en la película Robinson Crusoe, junto a Pierce Brosnan, mejor conocido por sus papeles de James Bond. William ya había interpretado ese papel en el teatro, además de muchos otros en obras como Bik Bal, Pekato Bilong Man, o Going Finish, que lo convirtieron en un actor apreciado dentro y fuera de su país. Tampoco fue la película su primera incursión en el cine, ya que antes había co-dirigido junto a Albert Toro la serie de ocho episodios Guerreros en tránsito (Warriors in transit), con financiamiento de la televisión australiana.

A pesar de ser ya una figura conocida y Director la Compañía del Teatro Nacional, aceptó trabajar en mi proyecto con el ministerio de Salud, en comunidades aisladas y en condiciones difíciles, y su participación fue entusiasta y comprometida. Formamos varios grupos de teatro, viajamos a Lae, Kupiano, Moreguina y otros lugares donde se desarrollaba el programa. Como apoyo a la capacitación se publicó una versión resumida de mi manual sobre teatro (que se había publicado primero en Nigeria), ahora con un capítulo que escribió William sobre la historia y el desarrollo del teatro en Papua Nueva Guinea, antes y después de la independencia del país, que tuvo lugar en 1975.

Como actor y como director estaba dotado de una fuerza física y espiritual extraordinaria, capaz de inspirar y motivar a quienes lo rodeaban.  Siempre he admirado eso en la gente de teatro, esa manera de proyectar el cuerpo, la voz y el alma sobre los demás, para arrastrarlos en una especie de corriente turbulenta que va siempre hacia adelante.

Con William Takaku, en 2002
“Soy tan negro, que soy azul”, me decía William con esa gran sonrisa que destacaba como un flash en medio de la oscuridad en el marco de su cara y de su espesa cabellera. Me decía que en su isla natal, Bougainville, todos eran tan “azules” como él. Siempre quise ir con él a su isla, a mil kilómetros de la capital Port Moresby, pero nunca nos dimos tiempo; había que volar durante unas tres horas en avioneta para llegar a Buka.

En el Hotel Melanesian, en Lae, inicié a William en los ajetreos de internet. Diseñé una página web, Takaku-punto-com, sobre él y sus actividades de actor, director y músico, con fotos y textos; y le abrí una cuenta de correo en Yahoo, que pocas veces usó. La página web desapareció en 2009 cuando Geocities decidió dejar colgados a todos los que teníamos un sitio en esa plataforma. Moraleja:  nunca, nunca jamás, hay que confiarse en que lo que subimos a la red, a la “nube”, es eterno. Basta que los dueños de estas redes hagan un clic, para apagarnos a todos. La supuesta democracia de internet es más que relativa, puro cuento.

Recuerdo una anécdota simpática con esto de Takaku-punto-com. El 26 de abril del 2002, cuando terminamos la capacitación teatral de uno de los cinco grupos que se formaron en Lae, fuimos invitados por Tony Partridge a celebrarlo en el Yatch Club, lugar que a pesar de la independencia estaba aún reservado para europeos. Al enterarse que William había trabajado como actor junto a Pierce Brosnan, una turista australiana le preguntó su nombre, y William, sin pensarlo dos veces, dijo: “Takaku punto com”.  Luego se dio cuenta de su lapsus y reímos todos. Ese viaje terminó con William que ejercitaba algunas palabras en castellano. Con su estruendosa voz repetía: “Fracaso total”, se ve que le gustaba la sonoridad de las palabras.

Mientras termino de escribir esta nota escucho la voz de “Takaku punto com”  en su disco Chants from Morahe, que me regaló la última vez que nos vimos. Son diez canciones compuestas por él, inspiradas en la música tradicional de Bougainville. No creo que se enoje mi amigo si comparto ahora con los lectores una de ellas, Bitaba, para que lo recuerden incluso quienes no lo conocieron.
_________________ 


Yapa:  



24 enero 2012

La muerte del ekeko

La historia dice que la Feria de Alasitas empezó como tradición el año 1781, luego del cerco de Nuestra Señora de La Paz, cuando al mando de Tupac Katari miles de indígenas aymaras apostados en las alturas que rodean la hoyada aislaron la ciudad durante 109 días, impidiendo que los habitantes de la urbe pudieran abastecerse de alimentos. El Ekeko, dios de la abundancia según algunos, y según otros espíritu multiplicador de las cosas, habría nacido antes de la llegada de los españoles, aunque no existe evidencia sobre esto, salvo las illas (miniaturas) que ya existían como amuletos mágicos. Lo cierto es que antes de la época republicana ya se celebraba la feria, y después de la Revolución de 1952 la tradición se fortaleció en la medida en que las culturas indígenas adquirieron carta de ciudadanía. En Alasitas el Ekeko era el rey… hasta hace unos pocos años. Hoy el Ekeko se muere, está a punto de desaparecer, asesinado.


Venta de miniaturas en la Feria de Alasitas
Tiene sentido que el dios de la abundancia adquiriera importancia luego de un periodo de hambruna y austeridad que sumió a la ciudad en la desesperanza. Ello explica por qué el Ekeko tiene (o tenía, en un pasado que siempre fue mejor) sobre sus espaldas todo lo esencial… en miniatura: bolsas de arroz, de azúcar y de fideos, latas de alcohol Guabirá o de leche PIL, botellas de aceite, un colchón, una chequera, dólares o euros, una casa y materiales de construcción, un título universitario, un auto, boletos de avión y maletas para viajar...

Según la tradición, las miniaturas que uno compra en la Feria de Alasitas y “ch’alla” al medio día (chikauru, tiempo mágico) del 24 de enero, no faltarán durante el año. Aunque la feria se celebra el día de Nuestra Señora de La Paz, a la iglesia católica no le gusta mucho esta costumbre que considera “pagana”. Sin embargo, cuando se lo piden, los curas bendicen también las figuras de Alasitas, para no quedarse atrás. Si bien la festividad comenzó como agradecimiento a la virgen, en el periodo republicano fue ganando importancia otro ídolo, el Ekeko. Al Ekeko se le rinde honores parecidos a los que se reservan para el “tío” de la mina, también se le hace fumar, se brinda por él y con él con alcohol y hojas de coca, para que “cumpla”. A la virgen solamente se le reza, porque es abstemia y no fuma. El Ekeko simboliza la fertilidad y la reproducción. La virgen es virgen. Sólo reproduce promesas de una mejor vida en la otra vida. 

Alasitas (del aymara chalasita, intercambio) era una festividad única que se ha ido desvirtuando a lo largo de los años gracias (o desgracias) a la invasión de la llamada “economía informal”, que todo lo distorsiona, que todo lo malversa, lo prostituye y lo ensucia. Y como los encargados de vigilar para que eso no suceda (léase Gobierno Municipal de La Paz) hacen la vista gorda, el resultado es que cuando uno recorre la feria de Alasitas lo que encuentra cada vez en mayor abundancia es vulgaridad, chabacanería y mal gusto. Lo diminuto que queda es lo que todavía nos hace añorar mejores tiempos.

Para que el negocio sea mayor, ya pocos artesanos se preocupan de elaborar con sus manos las figuras del ekeko en yeso, y las miniaturas en otros materiales nobles.  Ahora abunda el plástico, todo es producido en masa con la calidad más baja posible. La feria se ha llenado de puestos de comida, de ventas de ropa, de productos pirateados. El dios de la fortuna no tiene cabida en un ambiente en el que ya no hay magia, sino simplemente comercio. Este año el Ekeko ha sido sustituido por el dragón, no tanto indicador de que la influencia china está encima de nosotros, sino de que lo más barato y lo masivo impera. Los monigotes comerciales inspiradas en los personajes de películas o de la televisión, están remplazando a las figuras picarescas y tradicionales, como el Quevedo, hombrecillo sentado defecando, que ya no he vuelto a ver en la feria.

Todavía se esfuerzan algunos para preservar algo de la magia. Los diarios de La Paz compiten por sacar ediciones en miniatura, atractivas en su diseño, en las que el humor y la creatividad son grandes. Las que produce el diario La Razón suelen ser las mejores, y más completas. La edición 2012, además de referirse a la marcha del TIPNIS que fue el principal acontecimiento de 2011, incluye tres suplementos, dos revistas, los crucigramas de La Neuronita, e incluso las páginas de avisos clasificados del Loro de Oro. En la producción de esta edición especial trabajan los mismos periodistas, fotógrafos e ilustradores que se ocupan regularmente de la edición “seria” de todos los días. En una edición anterior, La Razón publicó como suplemento "Las 20 posturas del K'ala Sutra", con notable picardía y alusiones a la política criolla. 

Frente a estas tradiciones que se pierden, que se masifican, que se alteran, que se desvirtúan, que se hacen pobres y sin gracia, tiendo a refugiarme en la nostalgia.

Ekeko de la comunicación
Publiqué hace muchos años un poema sobre alasitas, en mi poemario Sentímetros. En septiembre de 1980, cuando nos encontramos como asilados políticos en la Embajada de México en La Paz, mi amigo Luis Rico le puso música (ignoro si alguna vez grabó esa canción).  Así va el breve poema:

Feria

En alasitas, al mediodía
cosas cositas casas casitas
bolsas chiquitas, chiquitititas
basuritas exquisitas
pequeño azúcar, papita menuda
notas de un charanguito,
buen apetito
todo, todito para el cuerpito
y para el corazoncito
nada.
Ekeka de Mujeres Creando
En complicidad con algunos amigos de la comunicación, Karina Herrera-Miller entre ellos, nos dimos el gusto a fines del 2009 de pedir a un artesano que hiciera el “Ekeko de la comunicación” en varias decenas de ejemplares, para regalar a los expositores nacionales e internacionales del seminario “La radio local en América Latina: políticas y legislación”. Nuestro ekeko, cargado de una radio a transistores, un megáfono, un periódico, una cámara de fotografía y otra de video, una máscara del carnaval de Oruro, una computadora y un teléfono celular, fue todo un éxito. No he visto después ningún ekeko que sea tan bonito como el que hicimos entonces, aunque las creativas militantes feministas de “Mujeres Creando” hicieron una Ekeka en 2011 y 2012, como crítica a la figura patriarcal, celosa y machista del “proveedor” (que alguna vez fue representado con el pene erecto, según afirma María Galindo).  

Hubo un tiempo pasado en que hubiéramos podido aspirar a que la Unesco incluya la Feria de Alasitas en la lista indicativa del Patrimonio Mundial de la Humanidad, pero por mucho esfuerzo que haga Pablo Groux (antes embajador ante la Unesco y ahora ministro de Culturas), en las condiciones actuales sería improbable lograr ese objetivo. Alasitas no es lo que era, ha sido distorsionada completamente, malbaratada por los comerciantes. 

Al final, no es en la feria de alasitas sino en el jolgorio de la política nacional donde se perpetúan los seres diminutos, como el Robespierre de bolsillo que funge como vicepresidente. 


________________________ 


Yapa:





19 enero 2012

En casa de Buñuel


Volví a casa de Luis Buñuel treinta años más tarde, sólo que esta vez Jeanne no me abrió la puerta, ni él me invitó un vaso de whisky.

Tengo grabado en la memoria el episodio ocurrido en 1982 en Ciudad de México, un año antes de la muerte del cineasta, cuando en la Avenida Félix Cuevas, en la esquina de nuestro departamento, me crucé con él. Buñuel caminaba solo, su rostro con esos ojos saltones era inconfundible. Me acerqué para presentarme y en cuanto mencioné mi condición de cineasta boliviano sonrió y dijo que iba a contarme una anécdota que no se la había contado a nadie antes, porque era el primer boliviano que conocía. Me señaló su dirección en la Cerrada Félix Cuevas #27, donde vivía, a apenas dos cuadras de allí.

Al día siguiente dejé en su casa un par de libros míos que acababan de publicarse: la Historia del cine en Bolivia, primera investigación sobre el tema, y Bolivie, mi mirada sobre el país, que publicó en Francia la editorial Le Seuil. No pasó mucho tiempo antes de recibir una llamada de Jeanne Rucar, la esposa de Buñuel, para decirme que “Luis lo invita a tomar el té…” y añadiendo inmediatamente “sólo una media hora porque él no recibe mucha gente y está cansado” (o algo parecido).

Pasaporte mexicano de Buñuel
Estuvimos allí puntualmente, no llevé cámara para no parecer demasiado codicioso, ya era un regalo ser invitado por uno de mis directores de cine preferidos, cuyas películas disfruté durante mis años en París. Los planes de Jeanne de preservar la tranquila tarde del esposo no prosperaron, ya que Buñuel sacó una botella de whisky y las tazas de té quedaron relegadas a segundo plano.

De esa conversación, que al final duró varias horas, conservo apuntes en algún archivo, además de un artículo que publiqué en Excelsior pocos días después de la muerte de Buñuel el 29 de julio de 1983. Recuerdo que hablamos de cine (“nunca veo mis películas”, dijo), de Bolivia (le había interesado mi libro de la colección Petite Planete), y de los exilios (el suyo empezó en 1939 y duró hasta su muerte, más de cuatro décadas, el mío acababa de empezar en 1980 y no duraría mucho).

Entonces me contó la anécdota que “nunca había contado antes” porque yo era el primer boliviano que me atravesaba en su camino. Me dijo que estando exiliado y sin papeles en París, la única embajada que le ofreció un pasaporte para poder viajar fue la boliviana. “Fui ciudadano de Bolivia por un breve tiempo”, me dijo (cito de memoria), aunque nunca llegó a utilizar ese pasaporte. Nunca pude encontrar más datos para verificar ese relato.

Me pidió que lo acompañara a su dormitorio en el segundo piso de la casa, desprovisto de adornos y mobiliario, con apenas una cama pequeña. El lugar me dio la impresión de ser la celda de un monje. Me alcanzó un ejemplar de Mon dernier soupir, su autobiografía escrita en complicidad con Jean-Claude Carrière, su co-guionista y colaborador. Escribió una dedicatoria mientras me decía que acababan de llegarle los primeros ejemplares de París. La edición en castellano no se había aún publicado. Ese ejemplar que me regaló tuvo una vida corta, me lo robaron en Morelia días más tarde, en un maletín con mi equipo fotográfico. Sólo queda como testimonio un par de metros de film super 8 que mi amigo Luis Lupone filmó cuando le enseñé el libro.   

Cerrada de Félix Cuevas, No 27
Varias veces en esta nueva etapa en México regresé a la Cerrada Félix Cuevas para ver la fachada de la casa que construyó Buñuel, pero me topé siempre con una puerta cerrada y mucho silencio. Allí vivieron Jeanne y Luis 31 años, desde 1952 hasta su muerte en 1983 (Jeanne murió allí mismo en noviembre de 1994, a los 86 años). Nada hizo México durante tantos años por recuperar la casa. Por eso su apertura es ahora una buena noticia.

Es triste el trato que México da a quienes no han nacido en su territorio, aunque hayan vivido toda su vida en el país. Desde el progresista presidente Lázaro Cárdenas la política ha sido la de ser tierra de asilo y recibir tanto a republicanos españoles, a campesinos guatemaltecos como a intelectuales que huyeron de las dictaduras del cono sur de América Latina, pero lo cierto es que el chauvinismo se lee siempre entre líneas. Buñuel se naturalizó mexicano en 1949, pero nunca fue asumido como connacional, de la misma manera que no lo fue el más importante historiador del cine mexicano, Emilio García Riera, también nacido en España. Emilio me decía con cierta amargura en esos primeros años de los 1980, que a pesar de haber vivido más de cinco décadas en México, lo seguían considerando español.

Luego de muchos años de abandono, y gracias a la inversión de la cooperación española (y no del gobierno mexicano como tendría que haber sido ya que el cineasta realizó en México 20 de sus 37 películas, de 1947 a 1965), la casa en la que vivió Luis Buñuel vuelve a abrir sus puertas, esta vez a todos, convertida en lugar de exposiciones y encuentros. Los jerarcas de la burocracia cultural mexicana estuvieron en primera fila para celebrar la ocasión con sendos discursos.

La cena de los mendigos en Viridiana
La fecha escogida para inaugurar el espacio dedicado a Buñuel es emblemática: se cumplen los 50 años del estreno de una de sus películas más significativas: Viridiana. Recordemos brevemente la biografía de Viridiana, la primera película que pudo hacer en la España franquista luego de 22 años de exilio en México. Esta parábola interpretada por la mexicana Silvia Pinal y los actores españoles Fernando Rey y Francisco Rabal, fue una bofetada a la censura española, que al autorizar el guión original no se percató que Buñuel, a través de la ironía y los símbolos, iba a filmar una ácida crítica de la iglesia católica, jugando en doble sentido con temas como la culpa, el castigo, la expiación, la perversión. Es famosa la secuencia de la última cena donde una docena de mendigos representan a los apóstoles del relato bíblico.

Palma de Oro, 1961
No queda nada del mobiliario original en la casa, pero se ha hecho el esfuerzo de reunir en vitrinas muchos documentos sobre la prohibición de la película en España, el guión con las anotaciones de Buñuel, abundantes fotografías, y algunos objetos, como el abrigo que utilizó Paco Rabal en Viridiana y la Palma de Oro que obtuvo la película en el Festival de Cannes 1961, donde Jean Giono era Presidente del Jurado, lo cual no es un dato menor. 

Guión de Viridiana
En una sala, teléfonos de los años 1960, de colores diferentes, y pantallas de televisión señalan las obsesiones de la filmografía de Buñuel. El teléfono rojo es para el erotismo  y la pantalla correspondiente muestra secuencias de “piernas”, “zapatos”, “manzanas”; el morado nos remite a la religión con subtemas como “hábitos”, “cruces”, y “muerte”; el teléfono amarillo se refiere a la violencia, con subtemas como “armas blancas”, “armas de fuego” y “reyertas”. En cada caso, en las pantallas aparecen escenas de películas donde esos temas obsesivos destacan, y a través del teléfono se puede escuchar el sonido de la escena. 


Piernas, zapatos, manzanas...
Una magnífica página web Viridiana 50 que ha sido creada para acompañar la exposición, y dice mucho del esfuerzo que se ha realizado. Contiene reproducciones de los documentos originales, abundante información sobre la vida del cineasta y sus películas, entrevistas recientes con Silvia Pinal, Carlos Saura, Jean Claude Carrière y su hijo Juan Luis Buñuel.   

En el jardín, a lo largo del muro perimetral de la casa, más de 20 grandes paneles con fotos y datos biográficos resumen la vida de Buñuel desde su nacimiento hasta su muerte. Hay fotografías poco conocidas, que salen de los archivos personales de Jean Claude Carrière y de otros amigos. 

Luis Buñuel y Carlos Fuentes
En este jardín se reunía Buñuel todos los viernes a conversar con Carlos Fuentes, quien recuerda siempre los “bueñueloni”, trago de Martini que Don Luis solía preparar y que “te emborrachaban en cinco minutos”. Otras fotos lo muestran con André Breton, García Lorca, Salvador Dalí, Gabriel Figueroa, Carlos Saura, Hitchcock, entre otros. 

 





Yapa:


13 enero 2012

En Puebla de los Ángeles


Mi última actividad profesional del año 2011 transcurrió en Puebla, la ciudad colonial mexicana al sureste de Ciudad de México. Estuve allí como resultado de una amable conspiración orquestada por cómplices en la comunicación, entre ellos Jesús Galindo, cuya profundidad de pensamiento y versatilidad no dejan de sorprenderme cada vez que conozco más sobre él y su trabajo.

Patricia Durán Bravo, Directora de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, Rosa Elba Domínguez, Víctor Meléndez y otros colegas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), me invitaron a impartir, a mediados de diciembre, un seminario sobre comunicación y cambio social para los profesores de la facultad. Fueron dos días estimulantes por el diálogo que tuvimos sobre temas relacionados a la comunicación para el desarrollo y al derecho a la comunicación.

La oportunidad de interactuar con colegas de Puebla me permitió rescatar en el desván de la memoria una experiencia de trabajo de la década de los 1980 en Cuetzalan del Progreso, en la sierra norte de Puebla, donde trabajé en un proyecto de FAO con la Cooperativa Tosepan Titataniske, productora de café y pimienta.  En ese entonces Cuetzalan era un lugar bastante aislado, y los indígenas nahuas (siempre de impecable blanco a pesar de los 300 días de lluvia anuales) de las cooperativas periféricas tenían un problema de información y comunicación con la cooperativa central, por lo que implementamos un proyecto de “Noticiario” de muy bajo costo. Las cosas han cambiado bastante en estas tres décadas, según me contaron los profesores de la BUAP, algunos de los cuales han hecho trabajos de investigación en esa misma zona montañosa.

Entre los profesores de la universidad encontré un buen espíritu de equipo y una atmósfera con sabor a “nuevo”, quiero decir, un espacio en construcción, que a diferencia de otros espacios académicos que he conocido no está mediado por rencillas y mezquinas luchas por el poder. En la BUAP se vive un ambiente de entusiasmo y creatividad que me hizo sentir cómodo durante mi estadía. Cada uno de los profesores que conocí, en su mayoría sumamente jóvenes, mantiene actividades que sin duda contribuyen a que sus alumnos se sientan más estimulados.

Es el caso de Israel León O’Farrill, quien mantiene una columna semanal en el diario La Jornada de Oriente, que es una de las nueve ediciones regionales del matutino nacional. En su artículo del 23 de diciembre Israel escribió precisamente sobre el seminario que tuvimos en Puebla. Su interés y preocupación por el tema de la comunicación para el desarrollo se extiende en un blog que alimenta cada semana con sus notas periodísticas en La Jornada y en El Popular, diario en el que escribe “Celuloide”, una columna sobre cine. 

La profesora Abril Celina me obsequió una primera novela de su autoría, La seducción del caracol, que leí y comenté en el número de enero de la revista mexicana Replicante.

La novela es en algún sentido una parábola sobre el derecho a la diferencia. El microcosmo sui generis de los personajes circenses (la mujer barbuda, el enano, el hombre fuerte, la trapecista ciega, Madame Ilusión, la Tarantella de cuatro brazos, los arlequines…) es una representación de la diversidad en la sociedad -cultural, social e ideológica- que se enfrenta a los designios autoritarios del poder y a la represión de los poderosos intolerantes, representados por el “Senador vitalicio”, testaferro del “cacique descontinuado”, quien “finalmente, logró sentarse en la silla más importante de todas las sillas del poder, esas desde donde los traseros reposan los juramentos públicos”.

En Puebla volví a ver a mi colega y amigo José Manuel Ramos, quien lleva a la Facultad de Ciencias de la Comunicación una de las trayectorias más completas por su conocimiento y compromiso con los medios comunitarios. Con Pepe hemos coincidido varias veces en eventos internacionales sobre comunicación y cambio social.

Este colectivo de profesores publica la revista Metacomuniación, cuyo primer número (junio a diciembre de 2011), contiene artículos científicos de Jesús Galindo Cáceres, de Mercedes Mercado, de Carlos Vidales González y de Roberto Aguirre Fernández de Lara, además de ensayos y reseñas de varios autores. Ojalá que el empeño colectivo permita mantener con regularidad esta publicación, cuyo Comité Científico acepté integrar junto a colegas que aprecio, como Jesús Galindo, Octavio Islas, Marta Rizo, Raúl Fuentes Navarro, Sandra Massoni y Rafael Alberto Pérez.  Estos dos últimos me precedieron en Puebla en seminarios sobre comunicación estratégica.

En esta visita me tocó permanecer en la parte nueva de la ciudad, lejos del casco antiguo, en una zona urbana de desarrollo reciente que me dejó con la boca abierta. Fue como estar en otra Puebla, completamente moderna y ajena a la tradición, pero con una personalidad propia, muy fuerte.  

La Facultad de Ciencias de la Comunicación y la Facultad de Arte son las únicas que se encuentran en el nuevo campus de la zona comercial llamada Angelópolis (quizás en referencia a Metrópolis de Fritz Lang). El campus universitario está integrado, por su estilo y su cercanía, al Complejo Cultural Universitario, donde la oferta de cultura es formidable y haría palidecer de envidia a cualquier centro universitario del mundo: teatro, música, exposiciones, etc. El centro cuenta con una formidable biblioteca, una buena librería y varios restaurantes excelentes, como “La casa de los muñecos”, donde comí con Patricia Durán y Jesús Galindo.  

En la mañanas, desde la ventana de mi habitación en el piso 23 del hotel podía ver La Malinche, el volcán más cercano, y desde el lado opuesto los volcanes más emblemáticos de México, el Popocatépetl (“la montaña que humea”) y el Iztaccíhuatl (“la mujer dormida”). Esas montañas me daban la certeza de que sí estaba en Puebla de los Ángeles. 



Yapa: 


07 enero 2012

Hablando de educación


A mi paso por La Paz, a mediados de noviembre pasado, hice “pisa y corre” en las II Jornadas Pedagógicas organizadas por la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la Universidad La Salle. Atendí la invitación del Coordinador de Educación, el Dr. Jesús Muñoz Diez y de Gloria Reyes Sotelo, docente en esa carrera.

El evento, dedicado este año al tema “Desafíos de la educación”, tuvo lugar en el auditorio de la Academia Nacional de Ciencias y contó con la participación de cuatro panelistas: Jimena Costa, Fernando Untoja, Víctor Hugo Cárdenas y Alfonso Gumucio Dagron. La moderación estuvo a cargo de mi hermano Pedro Gumucio (Peter, para los amigos, porque era rubio cuando niño, aunque ahora no tiene ni un pelo de tonto), que es profesor en la Universidad La Salle.

El tema de la educación en Bolivia se ha politizado en el periodo de la gestión gubernamental del Presidente Evo Morales, a partir de su decisión arbitraria de “abolir” la Reforma educativa que estaba en proceso de desarrollo durante cerca de dos décadas, y que había sido respetada por los gobiernos anteriores a pesar de las presiones de los sindicatos de maestros para descartarla, entre otras razones porque pretendía regularizar la profesión del magisterio, por ahora plagada  de gente improvisada, sin título, y sin voluntad de someterse a pruebas de competencia.

Las decisiones sobre educación del gobierno del Movimiento al Socialismo han sido en algunos casos muy criticadas, por ejemplo la utilización del programa cubano de alfabetización “Yo sí puedo” en el contexto culturalmente muy diferente de las poblaciones indígenas aymaras y quechuas.

Jimena Costa, apoyada por una interesante selección de imágenes y estadísticas, en su ponencia “Análisis del contexto  político y su implicación en lo educativo” habló en términos generales de la situación política del país, y expresó severas críticas al gobierno de Evo Morales.

Fernando Untoja se refirió de manera igualmente crítica al discurso gubernamental de la “descolonización de la educación”, en su ponencia “Cultura y descolonización”.    

Víctor Hugo Cárdenas, ex vicepresidente de Bolivia, en su intervención sobre los “Aspectos conflictivos de la Ley 070”, hizo un análisis de la Ley Avelino Siñani dictada durante el gobierno de Evo Morales.

En mi ponencia “Comunicación y educación: una deuda recíproca”, me referí a las relaciones estrechas entre educación y comunicación. Mencioné que la educación como proceso de comunicación (es decir, diálogo, reflexión colectiva, puesta en común, participación), es indispensable en una sociedad donde la escuela ya no es la que “forma” al individuo como se creía tradicionalmente.  La escuela no solamente no forma, sino que tampoco deforma. Su influencia actual es limitada, porque se ha quedado al margen de una sociedad donde los individuos y las comunidades están sometidos permanentemente a otras influencias que contribuyen en su formación (o deformación). La televisión, la publicidad, la presión de grupo, y por supuesto el acceso a la red (web) a través de Internet, son factores  que, sobre todo en el ámbito urbano (que hoy es globalmente mayoritario), determinan la conformación de una personalidad “mediada”.

Recordé el informe encomendado por la UNESCO a la Comisión Internacional sobre la Educación en el Silo XXI, presidida por el  ex ministro de Francia Jacques Delors, que concluyó que los cuatro pilares de la educación son: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir y aprender a ser. En América Latina varios foros y autores han enriquecido esos conceptos añadiendo: aprender a emprender.

Mario Kaplún usaba expresiones como “se aprende al comunicar”, “conocer es comunicar” o “del educando oyente al educando hablante”, y afirmaba: “educarse es involucrarse y participar en un proceso de múltiples interacciones comunicativas”. En la medida en que la educación se concibe como un proceso de aprendizaje de toda la vida, no puede sino acudir a la comunicación como su complemento directo. Siguiendo a Paulo Freire, si la educación es a la vez un acto político, un acto de conocimiento y un acto creador, entonces no puede sino hacer el mismo camino que la comunicación en el proceso de cambio social.

Actividades públicas como las Jornadas Pedagógicas dicen bien de la Universidad La Salle, que en pocos años se ha posicionado como una de las más serias, logrando la certificación de calidad ISO 9001: 2008 que se otorga a instituciones cuya gestión cumple con normas internacionales de excelencia. 

__________  

Yapa: 

La imaginación es más importante
que el conocimiento

-Albert Einstein