26 noviembre 2017

Rina Mamani: Entre la libertad y el mercado

El maestro Ricardo Pérez Alcalá le dejó a Mónica Rina Mamani el regalo más precioso: le enseñó a pintar con maestría, que no es lo mismo que simplemente dominar una técnica de pintura.

Mónica (que firma sus cuadros como Rina) fue la depositaria de la experiencia y de la creatividad que Ricardo quería transmitir a su discípula favorita, diría yo la única, porque si bien ofreció muchos talleres de pintura a alumnos que han mostrado luego su capacidad y potencial, solo tuvo una discípula heredera de su visión de la pintura, y en particular, su visión de la acuarela.

No cualquier acuarela, sino acuarela sobre tabla preparada con una capa de yeso, una técnica que es difícil desde la preparación misma de la base sobre la que se va a pintar. Pintar acuarela sobre tabla es un desafío que solamente dos pintores bolivianos han encarado con maestría: Ricardo Pérez Alcalá y Mónica Rina Mamani.

En la acuarela, como la conocemos los comunes mortales, se mezcla el pigmento con agua y se aplica a una hoja de cartulina porosa que absorbe el color y lo difumina, creando formas cuya transparencia agrada a los ojos menos experimentados porque las líneas son amables, las manchas son evocadoras y los colores se pastelizan a veces hasta quedar muy cerca de la repostería.

Todo lo contrario sucede con la acuarela sobre tabla, que solamente ojos muy experimentados pueden distinguir de la pintura al aceite. Sobre la rigidez de la tabla y del preparado de yeso no hay difuminación del pigmento o desvanecimiento de las líneas. En la acuarela sobre papel los colores se desmayan, en la acuarela sobre tabla muestran su agudeza.

Sobre la tabla preparada una línea delgada como un cabello,  las alas de una mosca o las patas de un escarabajo mantienen su consistencia, una cierta dureza que raya en el hiperrealismo. Incluso expertos en pintura admiran esa cualidad antes insospechada de la acuarela sobre tabla.

Todo esto es importante decirlo porque Rina Mamani expone nuevamente acuarelas y hemos tenido oportunidad de conversar nuevamente sobre su obra y sobre sus perspectivas de desarrollo.

Conozco a Mónica desde hace muchos años y siempre la vi junto a Ricardo en su taller, desde el desayuno hasta el atardecer, ambos pintaban juntos o Mónica simplemente observaba con detenimiento el trabajo de su maestro.

Mónica debate consigo misma entre producir un cuerpo de obra trascendente realizada con la técnica que heredó de Pérez Alcalá, que pondrá su nombre entre los grandes de la pintura boliviana contemporánea, y por otra parte complacer a potenciales compradores de paisajes y obras realizadas con acuarela o técnica mixta sobre papel.

Le he dicho varias veces que ese debate es falso, puede hacer ambas cosas: crear su obra más personal y al mismo tiempo vivir de su pintura. Es un debate entre la libertad y el mercado, que afecta a todos los artistas plásticos.

Muchos han caído en la posición más cómoda: dejarse llevar por el mercado y ofrecer más de lo mismo. Otros pocos como Quico Arnal nos sorprendían cada vez con una muestra que sin dejar de tener el sello del artista, ofrecía una mirada de extraordinaria fuerza sobre las montañas, o los aparapitas o los desnudos.

Mónica (para los amigos) Rina (para la firma) vive día a día esa contradicción, como podemos consta en la exposición más reciente de su obra, la primera individual desde junio de 2016, en la que combina temas y técnicas sin lograr una unidad pero al menos mostrando su versatilidad como artista plástica.

La muestra abierta desde el jueves en la Galería Altamira (San Miguel) no tiene nombre porque la propia Mónica es consciente de que lo que ha ganado en versatilidad puede perder en unidad. Predominan los paisajes de La Paz: “Me gusta porque hay lugares que parecen de otra parte, uno nunca termina de conocer esta ciudad. Yo no me animaba a pintar el Illimani, por ejemplo, pero ahora lo he hecho mirándolo de cerca”.

Hay obras para todos los gustos y a mí me gustan aquellas que tienen una dimensión fantástica.  No me interesa tanto otro Illimani más, o el desnudo de espaldas rodeado de flores, o las marraquetas y caritas de tantawawas suspendidas en el aire, que pueden ser lugares comunes para colgar en comedores. Prefiero el otro desnudo, más poético, que lleva por título “Mensajero” o el bodegón “Para volar”, donde un insecto casi en movimiento anima un cuadro que de otra manera sería técnicamente perfecto pero muerto. Es el mismo principio que “Texturas”, donde los objetos inanimados de pronto parecen reaccionar ante la presencia de una furtiva iguana.

Sus desnudos son “estudios” dice Mónica: “En la acuarela sobre tabla o panel rígido es más difícil lograr esos tonos de piel”. Le pregunto qué diría ahora Pérez Alcalá de su trabajo: “Siempre pienso en mi maestro cuando pinto.  Pienso en aquello que criticaría y aquello que le gustaría de mi obra. En esta muestra creo que criticaría el formato, porque a él le gustaba que yo pinte cuadros más grandes. Incluso me hizo varias veces trabajar formatos más grandes a partir de cuadros pequeños”.

Le pregunto si cree que está continuando con el legado que le dejó Ricardo: “Quisiera creer que sí, pero no me siento a veces conforme con lo que hago. Me gustaría pintar más acuarela sobre paneles rígidos, pero es un trabajo que toma mucho tiempo y a veces las necesidades me obligan a pintar más sobre papel, porque la gente me pide ese tipo de acuarela”.


(Publicado en Página Siete el domingo 5 de noviembre 2017)
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Esta obra me ha salido demasiado bien, tengo que arruinarla un poco.
—Ricardo Pérez Alcalá, cuando bromeaba


18 noviembre 2017

Bajo el signo de Artemisa

En estos días estuve haciendo memoria. He estado el La Habana unas 15 veces anteriormente. La primera fue en 1985 para el VII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, uno de los más concurridos y para mí el mejor de todos porque ese año Fidel anunció la creación de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano (FNCL) que García Márquez presidió hasta su muerte, y de la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) en San Antonio de los Baños, que dirigía inicialmente Fernando Birri, uno de los fundadores del nuevo cine latinoamericano, donde se han graduado varias generaciones de jóvenes cineastas, entre ellos no menos de diez bolivianos.

He estado en cinco o seis festivales de cine, unas tres veces para la investigación realizada con la Fundación, que resultó en el libro Cine comunitario en América Latina y El Caribe (2011) que ya lleva tres ediciones (Cuba, Colombia y Ecuador), un par de veces invitado por Casa de las Américas, otra por Unicef para la reunión sobre salud Cocoyoc II (1989), otra vez para editar mi película sobre Espinal que nunca pude terminar, otra para el Primer Congreso Internacional de Cultura y Desarrollo (1999), otra para el Congreso Internacional de FELAFACS, y alguna más.

Ahora me invitó la Facultad de Comunicación, cuyo Decano es Raúl Garcés, para ofrecer una conferencia magistral sobre “Comunicación, desarrollo y cambio social: paradigmas teóricos y prácticos”, y además participar en el panel “Entornos laborales en e los campos de la información, el periodismo y la comunicación” entre otras actividades.

Invitados internacionales a ICOM 2017 
El congreso contó con la presencia de casi 700 participantes, 220 de los cuales llegaron de países de América Latina, pero también de Estados Unidos y de Europa. Además de las diez conferencias magistrales se presentaron 372 ponencias ya sea en los paneles de debate, en los cuatro ejes temáticos y en las sesiones de posters donde los estudiantes presentaban sus proyectos de investigación. Hubo varias reuniones internacionales, firmas de convenios, presentaciones de libros y trabajos en comisiones.

Los ejes temáticos abordaron temas de interés para los estudiantes: 1. Formación y desarrollo profesional, 2. Entornos laborales en los campos de la información, el periodismo y la comunicación, 3. Gestión de la investigación, y 4. TICs y sociedad de la información.

En las conferencias magistrales y en los paneles de debate estuvieron académicos internacionales como Daniel Hallin (Estados Unidos), John B. Thompson (Reino Unido), Eloy Rodrigues (Portugal), José Antonio Moreiro (España), Manuel Zacklad (Francia), Carlos Scolari (Argentina), Carlos Alberto Araujo (Brasil), Gabriel Kaplún (Uruguay), Juan Fernando Muñoz (Colombia), Sara García (Reino Unido), José Miguel Pereira (Colombia), entre otros.

Con Gloria Ponjuan, Presidenta del Comité Académico
Profesores e investigadores de la comunicación de Cuba como José Ramón Vidal, Hilda Saladrigas, Gloria Ponjuan, Maribel Acosta, Mayra Mena, Zenaida Costales y varios más ofrecieron las perspectivas de Cuba sobre los temas de investigación que los ocupan.

El evento fue auspiciado por la Universidad de La Habana, el Ministerio de Educación Superior, la Unión de Periodistas de Cuba, la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales, la Sociedad Cubana de Ciencias de la Información y la Asociación Cubana de Bibliotecarios, y contó con el apoyo de agencias de Naciones Unidas (PNUD, Unesco, OPS, OMS), Unión Europea, varias embajadas, ONG internacionales como Oxfam y Ayuda Popular Noruega, y empresas cubanas.  

Raúl Garcés, Decano de la facultad de Comunicación 
La conferencia magistral el día de la inauguración estuvo a cargo de Ignacio Ramonet, que hizo un minucioso relato de la evolución de la comunicación a lo largo de la historia y luego desapareció tan pronto como terminó su presentación para seguir su periplo por otras ciudades de la isla.  No se quedó a escuchar a otros colegas. Es de los que prefiere ser escuchado a escuchar.

En la clausura del encuentro internacional, Raúl Garcés anunció ya el ICOM 2019 que tendrá por tema “Infocomunicación y desarrollo: ciudadanía y nuevas agendas”: “Necesitamos una universidad más metida en el país y en el mundo”, recalcó.

Fue muy estimulante el encuentro con estudiantes de la Facultad de Comunicación en los locales que ocupan desde hace pocos años en un edificio que perteneció a la emblemática revista Bohemia. Luego de visitar los nuevos laboratorios de computación, video y radio, equipados con equipos que apenas estaban saliendo de su cajas originales, Gabriel Kaplún y yo ingresamos a un salón repleto de jóvenes deseosos de intercambiar criterios sobre muchos temas de comunicación, que sería largo enumerar aquí.

Con estudiantes de comunicación y periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana 
En los rostros de todos ellos un enorme deseo de aprender, mucha motivación y muchas expectativas por su futuro laboral. Subrayo la calidad y profundidad de formación académica en estos jóvenes, así como su amplitud de conocimientos, de la que muchos estudiantes en universidades de Bolivia carecen completamente. Estos son estudiantes que leen (lo cual es cada vez más raro en América Latina), que están muy bien informados, que no desperdician ninguna oportunidad de acceder a bases de datos y a documentación.

Antes de llegar a La Habana yo había solicitado a los organizadores una visita de terreno a alguno de los proyectos de desarrollo local que desde hace unos años se realizan en varias provincias, según me había comentado el profesor José Ramón Vidal (Cheito para los amigos). Por razones de tiempo solo pude ir a nueva provincia de Artemisa, muy cerca de La Habana, camino a Pinar del Río, en occidente. Pasé delante del Hotel Machurrucutu, en Bauta, un lugar de encuentros donde estuve en 1988. 

En Artemisa, aún de manera incipiente, ha comenzado un experimento de descentralización que permitirá que las provincias planifiquen localmente sus iniciativas de desarrollo, sin depender del poder centralizado en sus decisiones.

Mausoleo de los Mártires de Artemisa
Me hubiera gustado conocer cómo se traduce la planificación local en esa provincia de vocación agrícola, pero el tiempo no permitía ir a áreas rurales de manera que visité solo una obra realizada en el centro de la pequeña ciudad de 82 mil habitantes, un bulevar peatonal que acaba de ser estrenado y que se ha convertido en la principal atracción de Artemisa. Un lugar de paseo donde converge la población y tiene acceso a librerías, internet wifi, tiendas de artesanías, cafeterías y otros espacios de propiedad privada o mixta, muy bien decorados y mantenidos.

La otra visita fue al Mausoleo de los Mártires de Artemisa, una obra arquitectónica sumamente interesante porque desde afuera solamente se ve un cubo forrado de cerámica cobriza de alta temperatura, pero cuando uno sigue el recorrido a través del espacio soterrado, encuentra entre murales de cerámica un espacio de recogimiento donde se encuentran los restos de los artemiseños que acompañaron a Fidel Castro en el ataque el Moncada y que fue el inicio del Movimiento 26 de Julio. Los sobrevivientes artemiseños regresaron años más tarde y fallecieron casi todos durante el desembarco del Granma.

Con Alquimia Peña en la Fundación del Nuevo Cine
Otra escapada del congreso fue para visitar en La Lisa, muy cerca de allí, a Alquimia Peña Directora de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano (FNCL) y a colegas que trabajan con ella. La hermosa Quinta Santa Bárbara que aloja a la Fundación es un espacio acogedor, la casa de los cineastas de América Latina, todos hemos pasado por allí en algún momento en ocasión de reuniones y conferencias. A pesar de las limitaciones de internet de banda ancha, la Fundación produce cada semana el mejor boletín de actualidad sobre el cine latinoamericano, con profusión de noticias sobre las nuevas producciones, los cineastas, los libros, los festivales, etc.

Un esfuerzo formidable que sigue inspirado por Gabo: “Hoy en día cuando leo un párrafo de la novela veo la cámara. En esa época para describir algo yo necesitaba imaginarme exactamente el escenario; por ejemplo: si se trataba de un cuarto, el tamaño que tendría, los pasos que debía dar el personaje para moverse en él, etc.; o sea, trabajaba como un cineasta. Ahora me doy cuenta de todo esto porque también me doy cuenta de lo que son las soluciones literarias y las soluciones visuales o cinematográficas y me doy cuenta de que todos mis trabajos anteriores a Cien años de soledad son cine”.

Conferencia magistral el último día del congreso
Siempre que regreso a La Habana encuentro cosas nuevas. La apertura paulatina a la iniciativa privada se nota más que antes.  Los precarios “paladares” que solo permitían doce sillas se han convertido, sobre todo en La Habana vieja, en hermosos restaurantes y cafeterías de propiedad mixta o privada, decorados con la habilidad y el gusto de cualquier restaurante en otra capital latinoamericana o europea. Algunos son todavía caros pero en todos ellos la presencia de cubanos es masiva.  Si bien los salarios no han subido mucho (el tipo de cambio es uno de los grandes problemas que tienen que resolverse más pronto que tarde), las iniciativas de “cuenta propia” permiten permiten complementar mejores ingresos y acceder a la diversidad de ofertas (restaurantes, tiendas, telefonía e internet) que están ahora al alcance de más personas.

La Habana vieja, como afirmé hace veinte años en algún texto es el núcleo de vida de una de las capitales más bellas de la región latinoamericana, y en unos años será la más bella.
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Después de escribir, lo mío es el cine.   

—Gabriel García Márquez