22 diciembre 2010

Jota De, otra vez

Lo logró nuevamente. Mi amigo John Downing, a quien afectuosamente llamo “Jota De” por sus iniciales, ha logrado nuevamente llevar a buen puerto un desafío intelectual enorme como un acorazado. Un ejemplar de su “Encyclopedia of Social Movement Media” acaba de llegarme como regalo de Navidad, con 602 páginas y un formato que no va a caber fácilmente en mi biblioteca, porque sus dimensiones lo asemejan más bien a esos “coffee-table books” (imposible traducir al castellano una expresión tan acertada) que no solamente son grandes, sino bellos. 

Me siento honrado por haber sido incluido en la primera página del libro como uno de los siete miembros del “Advisory Board” (Consejo Consultivo), junto a Chris Atton, Gabriele Hadl, Joe Khalil, Clemencia Rodríguez y Laura Stein, y todavía recuerdo aquella reunión que tuvimos en Austin, en los primeros días de octubre del 2002, para empezar a diseñar este sueño que hoy es realidad.

Jota De apeló a una pléyade de amigos/autores para escribir los textos del libro, nada menos que 76 respondieron positivamente y se hicieron cargo de las 253 entradas que componen el mosaico enciclopédico, a través de las cuales se hace un recorrido sobre más de sesenta países (aunque privilegia a Estados Unidos y el mundo anglófono). Yo puse tres granitos de arena, con breves textos sobre la experiencia de video de los indígenas kayapó en Brasil (pág. 287), las radios mineras de Bolivia (pág. 334) y las mujeres de Video SEWA en India (pág. 529).

A pesar de cubrir tantos temas y tanta geografía, John Downing describe el libro con humildad en la introducción, recordando que todo lo que está en estas páginas no es sino la pequeña punta de un iceberg gigantesco de la comunicación con motivaciones sociales, aunque a la vez una muestra representativa por la riqueza y la variedad de las experiencias incluidas. En la enciclopedia ha tratado de privilegiar las voces del sur,  de incluir entre los autores a muchas mujeres (casi la mitad), así como de destacar la literatura que existe en otras lenguas sobre aquellas experiencias con poca información en inglés. Además, se ha puesto la tarea de mostrar algunas experiencias de medios de movimientos sociales represivos, como la tenebrosa Radio Mille Collines de Ruanda, responsable de alentar el genocidio.

Desde la comunicación de los aborígenes australianos (con que empieza la “A” de esta enciclopedia), hasta los medios usados por el movimiento sionista (con que se cierra la “Z” del libro), pasando por la nueva canción de protesta catalana, los samizdat de la era soviética, los graffiti de Mayo 1968, o los “escarches” argentinos, este libro es en si mismo un inmenso mural de comunicación alternativa, una gigantesca colcha de retazos multicolores, donde aparece enmarcada por un arco iris la diversidad de las formas comunicacionales que se ha dado la sociedad civil organizada para expresar sus deseos, sus reivindicaciones o sus protestas.

Todos los ejemplos son tributarios de las múltiples definiciones que se manejan en la investigación sobre comunicación: medios alternativos, comunitarios, participativos, de base, independientes, clandestinos, radicales, tácticos, etc.

El libro es hermoso, y no solamente por su contenido y su formato, sino porque ha logrado juntar voluntades, poner en diálogo a esos 76 colaboradores de todas las regiones, que participamos con entusiasmo y convicción, seguros del liderazgo de John Downing.

Esta no es una obra que deba leerse de principio a fin, es un libro de consulta, como toda enciclopedia, aunque aquí la diferencia es que la lectura de los textos es una aventura solidaria, infunde optimismo y esperanza en el futuro, porque muestra que a pesar de la posición abusiva de los medios hegemónicos en el planeta y de la apatía de quienes se acomodan en sociedades deshumanizadas por el consumo y el oportunismo, hay muchos otros que se unen en proyectos de inspiración libertaria.

Conozco a John Downing desde principios de los años 1980, cuando nos presentó en su oficina del Hunter College en New York un amigo común, Juan Flores. Desde entonces nos ha unido una amistad entrañable, y hemos tenido la suerte de coincidir a través de estos treinta años en muchos lugares además de la “gran manzana”: Washington, Barcelona, México, Porto Alegre, Barranquilla, Sydney, Medellín y Austin, donde vivió 13 años –con Ash, su compañera- mientras trabajaba como director del Departamento de Radio, Televisión y Film de la Universidad de Texas.

Muchos de estos encuentros en diferentes puntos del planeta han sido en el marco de la red NuestrosMedios, de la que John Downing es fundador junto a Clemencia Rodríguez y Nick Couldry. Desde nuestra primera reunión en Washington en 2001, hemos seguido encontrándonos en varias regiones con otros miembros de esta red de académicos, activistas y artistas que es de lo más interesante que existe en el campo de la comunicación para el cambio social.

Su libro “Radical Media” (primera edición 1984, segunda edición 2001) que sorprendentemente no ha sido publicado en castellano aunque si en portugués, fue un aporte importantísimo en la literatura en inglés sobre los medios alternativos, populares o contestatarios en el mundo.  Cuando Thomas Tufte y yo preparábamos la “Antología de Comunicación para el Cambio Social” (2006), no dudamos ni un minuto e incluir un texto de John Downing, “Comunidad, democracia, diálogo y medios radicales”, en la edición en inglés y dos años más tarde una traducción del capítulo para la edición en castellano.

En un proyecto anterior no menos ambicioso (en el que asoció a Denis McQuail, Philip Schlesinger y Ellen Wartella), “Sage Handbook for Media Studies” (2004), Jota De convocó a 31 autores para escribir textos originales sobre medios de información y comunicación, incluyendo el cine, la música, la publicidad, las narrativas colectivas e individuales, con una mirada desde múltiples perspectivas: la historia, la economía, la tecnología, la ética, las audiencias, la investigación académica, y por supuesto la cultura. Mi contribución a esas 630 páginas fue un capítulo sobre los medios comunitarios: “The Long and Winding Road of Alternative Media”, todavía inédito en castellano.

De 2004 a 2010 John fue profesor en el College of Mass Communication and Media Arts de la Universidad de Carbondale (Illinois) y Director-Fundador del Global Media Research Center. Además es Vice-Presidente de la International Association of Media Communication Research (IAMCR). Con su labor de profesor, investigador, con la cantidad de libros y artículos que ha publicado y su pertenencia a numerosas redes y organismos profesionales, John D. H. Downing culmina una carrera extraordinaria en el campo académico de la comunicación y hoy se dedica a atender las invitaciones que le han hecho como profesor invitado en varias universidades del mundo.

15 diciembre 2010

La magia de Tournier

Mi amigo Walter Tournier es mago. Siempre lo supe, pero ahora lo van a saber todos. En el número 2038 de la calle La Paz, en Montevideo, entre luces y sombras, detrás de pesados cortinajes negros, ha organizado la trama de una conspiración de amor y creatividad.

En su estudio de cine de animación un equipo de veinte personas trabaja –y juega animadamente- en la creación del largometraje Selkirk, la verdadera historia de Robinson Crusoe, que podremos ver a mediados del 2011 y que será sin duda un gran regalo para los que amamos el buen cine. El esfuerzo incluye en la post-producción a equipos de Argentina (a cargo de la sonorización) y Chile (a cargo de los fondos y decorados digitales).

Walter Tournier
Visité al Flaco Tournier a fines de octubre, me recibió en su estudio, donde un largo pasillo desde la entrada de la casa hasta la parte de atrás exhibe en sus muros el storyboard –guión dibujado- del largometraje, con centenares de imágenes que representan las secuencias que componen el film, algunas ya filmadas como atestiguan las fotos, y otras en proceso, todavía representadas en dibujos en blanco y negro. Poco a poco el color invade el muro, señal de que los personajes cobran vida y la película avanza.

Este es el proyecto más ambicioso de todos los que Wálter ha desarrollado. Con Selkirk, sobre la vida del náufrago que inspiró la novela de Daniel Defoe, corona una carrera de cineasta preciso y perfeccionista, en la que ha invertido varias décadas de su vida con mucha dedicación y profundo amor al arte (y aquí la expresión calza como anillo al dedo). Dicho de otro modo, la vida del Flaco es y ha sido el cine de animación, al punto que él mismo podría ser un personaje. Idea para sus discípulos: incluyan al Flaco en la historia, como un “cameo” de los que gustaba Hitchcock.

La juventud del equipo formado por Wálter es una de las apuestas principales del proyecto: “La idea es que ellos nos remplacen, que ellos sigan con el trabajo de animación”. Muchos de esos jóvenes se formaron en los talleres de capacitación impartidos por el Flaco y hoy son el sustento creativo y técnico de la producción del largometraje.

Además del entusiasmo y la armonía que flota en el ambiente, lo que más me impresionó en el estudio de animación es el detalle y la perfección con que se trabaja.  El rostro de cada personaje es modelado varias veces en látex y silicona cuidando incluso detalles microscópicos, y descartando las piezas con impurezas.  Debajo de la mesa de trabajo hay una “caja de cadáveres”, donde van cayendo las caras que no salieron bien o que se rompieron al despegarlas de su molde. Laura “Lala” Severi –directora de arte y compañera de Walter- me regaló una de las caras de Selkirk, que me mira con sus ojos vacíos mientras escribo.

Los jóvenes creadores de Selkirk
A medio día todo el equipo hizo un alto para compartir los ñoquis que en una gran olla había preparado Doña Susana Buenaventura. Sentados alrededor de una larga sucesión de mesas de plástico técnicos y creativos conversan animadamente, se echan bromas y festejan a alguien: “siempre hay algún cumpleaños, somos tantos”. El ambiente es jovial, el de una gran familia en la que el Flaco es un patriarca cercano, accesible, sencillo.

En habitaciones sucesivas de la casa adaptada como estudio de animación, detrás de los pesados cortinajes negros se han construido cuatro sets con los principales escenarios donde los personajes cobran vida: la bodega y el camarote del capitán del barco pirata, la playa del archipiélago Juan Fernández en la que fue abandonado Selkirk durante cuatro años en 1690, y la taberna de los piratas. Aquí se hace la magia, se logran movimientos que parecen imposibles de realizar. “Cuidado que patees el trípode de la cámara, que se nos va al tacho toda la escena” previene el Flaco.

Wálter Tournier y Juan Andrés Fontan
Cuatro piratas en torno a una mesa brindan con sus jarros de cerveza: en la animación que realizó Juan Andrés Fontán la cerveza salpica sobre la mesa cuando chocan los jarros. Logró el efecto con el uso de pequeños pedazos de celofán amarillo, y todo ello mientras había que mover los rostros, los brazos y los cuerpos de los cuatro piratas. En otra escena una moneda es lanzada al aire: un plano desde arriba muestra cómo la moneda al subir se agranda mientras gira sobre sí misma. ¿Cómo lograron este efecto? La moneda venía unida a un pedazo de alambre que la giraba y que luego fue borrado electrónicamente.

Muchos detalles constituyen proezas del cine de animación: un cuchillo que atraviesa el aire y se clava en un mástil, un loro que vuela agitando las alas, el reflejo de una playa en el lente de un minúsculo catalejo, la bandera pirata que flamea al viento, las chispas de las espadas que entrechocan, una lágrima que cae, o el barco pirata montado sobre encrespadas olas del mar. Todo aquí es movimiento, todo tiene profundidad de campo y espesor. Todo esto lo pueden ver en la excelente página web de la película, no se la pierdan.

Lo poquito que sé de la técnica de animación por “stop motion” me sirve para apreciar estos maravillosos logros que en la pantalla duran apenas uno o dos segundos, y que muy pocos espectadores podrán valorar en justa medida.

Estamos lejos del cine de animación del mínimo esfuerzo a que nos ha acostumbrado la televisión con sus imágenes planas, los fondos de escenografía fijos, los personajes torpes con poco movimiento y sin profundidad, hechos de dibujos pobres y burdos cartones recortados como South Park, cuyo éxito parece estar basado solamente en los textos soeces, una suerte de masoquismo intelectualoide.

En Selkirk el uso de los efectos generados digitalmente es mínimo, se reduce a los efectos especiales y a los paisajes de fondo. Todo lo demás es obra de las manos artesanas que dan vida a personajes que no miden más de 20 centímetros de estatura.

La perfección es tal, que las bocas de los personajes se abren y se cierran mientras hablan, en sincronía con las palabras grabadas por los actores que hicieron el doblaje. La iluminación de las escenas es perfecta, los decorados me hacen pensar que “lo pequeño es hermoso” (la frase del economista Leopold Kohr).  En el interior de cada muñeco hay una estructura mecánica, un esqueleto articulado, que permite mover a los personajes.


Wálter Tournier y Alfonso Gumucio en 1998
Maquinaria especializada y herramientas de precisión de relojero hacen que cada personaje pueda realizar los mismos movimientos que un ser humano. “A pesar de las dificultades, las prefiero pues hago uso de materiales accesibles y por otro lado trabajo el espacio real y no el ficticio como en el 3D. Expresivamente me gusta pues es más cercano a la realidad con una cuota artesanal que marca la presencia humana”, me dice Walter, y yo salgo de allí a las calles de Montevideo con los pulmones llenos de aire puro.

03 diciembre 2010

Comunicación para el desarrollo en Naciones Unidas

Lo que sigue en esta nota viene a cuento porque en los últimos dos años he contribuido en un proceso impulsado por la Unesco para analizar, posicionar y promover la comunicación para el desarrollo. He participado en varias actividades en la sede de la organización en París y en América Latina.

A pedido de Unesco hice en Uruguay una evaluación formativa sobre cómo las agencias de Naciones Unidas en ese país implementan programas de comunicación para el desarrollo, en cumplimiento del mandato de la Asamblea General de las Naciones Unidas. El resultado es que la mayoría hace muy poco o nada en ese campo. Mi informe no es confidencial, ya que la oficina regional de Unesco lo ha colocado en su página web. Basta un clic para bajar el PDF.

De todas las agencias del sistema de Naciones Unidas, la única que tiene como mandato la comunicación es la Unesco. Las demás tienen programas y proyectos de comunicación pero es la Unesco la que desde lo más alto de su estructura organizativa, tiene un sector de comunicación al mismo nivel que los otros sectores que justifican su sigla: educación, ciencia y cultura.

Por las investigaciones que ha alentado y por su apoyo a las políticas de comunicación, la Unesco sobresale en el panorama no solamente de las organizaciones multilaterales, sino también se sitúa muy por delante de la agencias bilaterales para el desarrollo, y por encima de los gobiernos, de las fundaciones y de las ONGs que deberían ser las más cercanas a la comunicación entendida como un proceso de diálogo y participación.

Por lo general, cuando las instituciones dicen que están comprometidas con la “comunicación”, lo que realmente hacen es difusión de información o –peor aún- propaganda de sus propias actividades para apuntalar la visibilidad institucional. Un ejemplo claro de ello es UNICEF, mucho ruido y pocas nueces, y sé de lo que hablo luego de haber trabajado más de siete años en esa organización.

La confusión entre información y comunicación es tan frecuente, que no solamente la gente común sino los propios periodistas y comunicadores hablan de “medios de comunicación masiva” para referirse a los medios de información y de difusión.  Ya dije en varios ensayos, y en un artículo reciente publicado en Página 12 (Argentina), que los medios de comunicación masiva no existen, que son una mentira.

Gustavo Gómez
La Unesco entiende bien la diferencia, y ha librado batallas emblemáticas en favor de la libertad de expresión, del derecho a la información, y del derecho a la comunicación. Los tres conceptos suelen también confundirse, aunque no es tan difícil distinguir sus diferencias: mientras la libertad de expresión protege a los periodistas y a los medios, el derecho a la información es del derecho de las personas a acceder a la información de las instituciones del Estado, y el derecho a la comunicación es el que tenemos todos de poder comunicarnos a través de instrumentos propios, como los llamados medios comunitarios.

Si hacemos un poco de historia recordaremos que la Unesco libró la batalla por un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC) a raíz del informe de la Comisión MacBride (integrada entre otros por Gabriel García Márquez) que demostró que las grandes potencias mundiales tenían bajo estricto control los flujos de información en el mundo. La evidencia era tan aplastante en el informe, que Estados Unidos e Inglaterra se retiraron de la Unesco durante muchos años y la sabotearon con todos sus recursos propagandísticos.

Las batallas que continúa librando la Unesco en años recientes recuperan la historia anterior y hacen énfasis en el derecho a la comunicación, promoviendo -por ejemplo- las nuevas tecnologías y la comunicación para el desarrollo en países de Asia, África y América Latina.

Gabriel Kaplún y Gunther Cyranek
A invitación de Gunther Cyranek, hasta fines de noviembre Asesor Regional de Comunicación e Información de la Unesco para el Mercosur, participé recientemente en Montevideo en el cierre de la conferencia “Comunicación para el Desarrollo, Cambio Social y Participación”, en la Torre de las Telecomunicaciones de ANTEL (Administración Nacional de Telecomunicaciones), un edificio moderno, cerca del puerto, semejante a un velero (muy parecido al gigantesco Burj Al Arab, el hotel de siete estrellas de Dubai).

En el programa del evento destacó la abundancia de experiencias de comunicación con un sentido de participación y desarrollo. Desde el Estado se ha hecho realidad el ambicioso Plan Ceibal, al que me referí en una nota anterior, por el cual se ha dotado de una computadora XO a todos los estudiantes de las escuelas públicas del país. Desde la sociedad civil la comunicación participativa se ha enriquecido con propuestas como TV Árbol, y muchas otras.

Las experiencias mencionadas y otras están descritas en capítulos de un nuevo libro de la Unesco que fue presentado por Gunther Cyranek. Con sus 500 páginas, fotografías y un formato poco convencional, “Comunicación para el desarrollo: una herramienta para el cambio social y la participación” contiene 30 textos que se refieren a “enfoques y experiencias”, entre ellos uno mío donde analizo el papel que cumple la comunicación para el desarrollo en el sistema de Naciones Unidas. El libro entero puede ser bajado en PDF de la página de Unesco.

El evento contó además con expositores de primera línea, los amigos Gabriel Kaplún (quien dirige la carrera de comunicación en la Universidad del Uruguay), Eduardo Rebollo (quien hace lo propio en la Universidad Católica), y Gustavo Gómez quien ocupa desde hace pocos meses la función de Director Nacional de Telecomunicaciones en el gobierno de Pepe Mujica, y antes era el Director de Legislaciones de la AMARC. Se pueden descargar las fotos del evento en la página web de Unesco.

Ana María Mizrahi, Gabriel Kaplún, Alfonso Gumucio Dagron, Gunther Cyranek 
La conferencia generó saludables expectativas en los medios de información de Uruguay, desde luego proclives a una concepción progresista de la comunicación. El Canal 5, televisión pública, nos invitó a Gabriel Kaplún, a Gunther Cyranek y a mí a una entrevista con Ana María Mizrahi en el programa “La Noticia y su Contexto”. Las fotos de esa emisión en vivo, que tuvo lugar en su estudio “transparente” (de vidrio, sobre el Bulevar Artigas)  también pueden bajarse de la página web de Unesco.

Alfonso Gumucio Dagron
Por otra parte Sebastián Auyanet, del diario El País, me permitió en una entrevista publicada el sábado 2 de noviembre, abordar los temas antes mencionados, porque me parece importante seguir insistiendo hasta que se entiendan.

Este tipo de actividades que apoya la Unesco, relacionadas con la comunicación para el desarrollo se están dando también en otros países de la región, por ejemplo en Ecuador con la participación de CIESPAL. La idea es preparar una masa crítica de documentación, experiencias y debates con vistas a la 12ª Mesa Redonda de Comunicación para el Desarrollo que tendrá lugar en India en 2011.