25 abril 2007

Un tal López

En México conocí a Carlos López, quien pertenece a una especie rara, de esos que aman las palabras y se convierten en editores no por el negocio sino por el placer, aunque a veces el placer vaya acompañado por el dolor. Su editorial, “Praxis”, es como un oasis en medio del desierto del facilismo comercial. La fundó en 1981 y en octubre de 2006 celebró sus primeros 25 años, a lo largo de los cuales ha publicado más de 500 títulos.

Carlos es de origen guatemalteco, nacido en Pajapita (que suena a palíndromo sin serlo) pero ha vivido 27 años en México y jamás cruzó de regreso al vecino país. “Le puse una cruz”, reconoce. Sin entrar en detalles, alude a ese país feudal e injusto que es Guatemala, donde los ladinos desprecian a los indígenas y se avergüenzan de la cultura maya, una de las más importantes en la historia de la humanidad.

Además de su labor como editor y profesor universitario, Carlos López es autor de varios poemarios, ensayos y libros de palíndromos. Los haiku de “Fuego azul”, por ejemplo, son finos y sensuales. No resisto la tentación de citar un par de ellos. “Larva tu sexo / mariposa dorada; / Dios aletea”, o este otro: “Gotas de nieve / lágrimas congeladas; / mares de espanto”.

Es su enamoramiento por las palabras lo que hace que Carlos sea un experto en palíndromos. Su manera acuciosa de escrutar cada palabra al derecho y al revés se traduce en este ejercicio creativo que se ha concretado en dos libros, “La roca coraL” y “Naves se vaN”, además de medio millar más que guarda inéditos. De los publicados, atraparon mi mirada por su creatividad natural: “Aten al planetA”, “Nada yo soy, AdáN”, “Anita latinA”, “Oren en enerO”, “Anula la lunA”, “Amasó oro OsamA”, “La ruta naturaL”, “A ti no, bonitA”, “Atar la ratA”, “Ateo poetA”, “Adán: somos nadA”, “Amo la palomA”, “Zulema, dame luZ” y en homenaje a su tierra natal, “A ti, PajapitA”.

Ya me dieron ganas de usar uno de sus palíndromos, “Oir a Mario”, para el título de un libro testimonial que tengo en el horno sobre mi amigo Mario Monteforte Toledo.

La misma mirada que escruta con escalpelo las palabras, hace que Carlos López pueda diseccionar implacablemente los errores y las erratas que se cometen en los textos. Su libro “Helarte de la errata” es prueba de ello, pues no se libra de su rigor ni siquiera la real Academia Española. Uno puede pasar por loco al leer este libro en un avión, como me sucedió, porque la risa ataca página tras página con el relato de las erratas y de los errores que cometen estudiantes de primaria o jefes de Estado, por igual.

Llamarse Carlos López no es precisamente un pasaporte a la popularidad. Este López no la busca, por el contrario, desarrolla su trabajo con discreción en su laberinto de prensas y estantes repletos de libros. "Somos invisibles, lo cual no sé si me da gusto o coraje, pero no nacimos para eso, obviamente hacemos nuestro trabajo, ni nos mortifica, ni nos quita el sueño, creo que vamos a seguir siendo invisibles", dice Carlos López en una entrevista.

Si uno busca en Google una foto de Carlos López, probablemente aparezcan antes que él un jugador de póker, un pintor cubano, un baterista de Los Ángeles, un bateador de béisbol, un fotógrafo que trabaja en Londres, un guionista de televisión en España o uno de los creativos músicos de Les Luthiers… Este López es otra cosa, no aparece fácilmente, hay que buscarlo mucho. Sus amigos pintores, José Antonio Platas o Guillermo Ceniceros lo han dibujado, pero tampoco esos retratos revelan mucho sobre el personaje, no se parecen a él ni tampoco entre sí. Este López se llevaría bien con un tal Lucas, el alter ego de Cortázar.

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18 abril 2007

Aullidos

Es impresionante lo que se puede lograr con un poco de amor por la cultura y por el país. A puro pulmón, como se hacen las mejores cosas en este mundo, sale cada-que-puede en Santa Cruz la revista Aullidos de la Calle, que dirige Mónica Heinrich V. [monica@aullidos.com.bo], que entre muchas cosas es además hija de mi buen amigo Tyrone Heinrich.

Aullidos es una revista diferente por su diseño y por su contenido. En lo primero, es audaz, porque intenta cosas nuevas. El número 4 correspondiente a Octubre 2006, es horizontal… Todo, con excepción de la publicidad se lee como un paisaje literario, pero sobre todo, se mira, porque Aullidos es ante todo una publicación que deja disfrutar su formato, su diseño, su color, su calidad de papel e impresión, su tamaño. A Omar Ampuero se le debe el diseño gráfico.

En lo segundo, el contenido, es una revista que habla tanto de poesía, como de cine o de música. De Andy Warhol a Pablo de Rokha, de Gitano a Martin Boulocq, de Offspring a Evo Morales… aquí cabe de todo un poco para refrescar la cabeza y alimentar el pensamiento. Incluso está Gumucio, es decir yo, con fotos de mi serie “Retrato Hablado”: Luis Espinal, Jaime Saenz y Rafael Canogar. Las tres fotos a una página entera, “coleccionable”. También es para coleccionar el afiche que viene suelto entre las páginas de la revista. En el número más reciente está de un lado Casablanca y del otro Dancer in the dark, lo viejo y lo nuevo, pero siempre lo bueno.

Hasta la publicidad de Aullidos es osada y creativa. Y si no, miren esta muestra elocuente.

03 abril 2007

El lugar de Marina

A mi paso por Lima volví al Museo Marina Núñez del Prado, en el hermoso parque del Olivar de San isidro, con la intención de recorrer nuevamente con la vista y con las manos varios centenares de magníficas esculturas que dejó a su muerte la escultora boliviana. Encontré las puertas cerradas. Qué triste señal.

La más importante escultora que ha tenido Bolivia, “la boliviana genial” según Pablo Neruda, pasó los últimos 20 años de su vida en esa casa del Olivar de San Isidro, un lugar mágico no solamente por lo que encierra sino porque la casa está en el parque más hermoso de Lima.

La última vez que estuve con Marina Nuñez del Prado a principios de los años 1970s, conversé con ella sobre la historia del cine boliviano. En 1929 ayudó a decorar la escenografía y actuó como “ñusta” en el largometraje Warawara de José María Velasco Maidana, sobre quien me dio la pista para encontrarlo.

Marina vivió hasta su muerte con Jorge Falcón, historiador peruano y amigo de Mariátegui. En marzo del 2001 visité a Falcón acompañado por mi amigo Luis Peirano, director de teatro, vecino también del Olivar de San Isidro y uno de los personajes más conocidos de Lima. Falcón nos mostró personalmente la casa-museo, y nos habló con nostalgia de la mujer con la que había compartido su vida. Mantenía el museo con devoción.

Son innumerables las piezas escultóricas de Marina Núñez del Prado en la casa de San Isidro. Por el jardín que rodea completamente la casa están regadas las piezas más grandes, majestuosas, recortadas contra el cielo azul. Dentro de la residencia-museo, otras piezas medianas y pequeñas, obras en granito, mármol, basalto, bronce o madera. Los temas de Marina se reiteran por doquier: torsos de mujer, aves con las alas desplegadas, figuras maternas, rostros indígenas y otras obras abstractas que sugieren diversas interpretaciones. Como dijo de ella Gabriela Mistral: “Marina cumple su comisión natural y sobrenatural de doblar un rostro, un torso o un cuerpo entero”.

Los torsos de mujer son de extraordinaria sensualidad, la dureza de la piedra no se siente en la suavidad de los vientres y de los pechos; las curvas femeninas adquieren movimiento e invitan a tocarlas. La escultura es volumen, y el volumen no puede apreciarse solamente con la vista, hacen falta las manos.

La piedra cancela la fuerza de gravedad en las esculturas de pájaros que parecen flotar en el aire, amarrados a la tierra solamente por los pesados zócalos sobre los que se yerguen. Los rostros indígenas muestran los pómulos salientes, adustos y duros, silenciosos más allá de la piedra que los revela.

De ahí que entristece encontrar en el Parque del Olivar las puertas cerradas. Desde la muerte de Jorge Falcón, el museo no recibe visitantes y la Fundación Marina Núñez del Prado, que preside Rosa Oliva, no ha tenido la capacidad de gestionar fondos de apoyo, ni convenios que puedan mantener la casa-museo con el mínimo de los cuidados que requiere.

En realidad, quien mantiene el lugar limpio y ordenado es Primitiva Mitma, la cuidadora, que lo hace más como una obra de amor a quienes habitaron esa casa y con quienes ella trabajó durante muchos años. Primitiva fue quien me permitió finalmente entrar la última vez que estuve, en diciembre 2006, y visitar de nuevo las obras de Marina y el espacio que compartió con Falcón.