21 diciembre 2012

Caminar la palabra



Qué auspicioso es empezar con esta nota el 14 baktún maya, un nuevo ciclo de 400 años, y el principio de la “cuenta larga” de cinco mil años.

A fines de noviembre participé en Popayán, Colombia, en el Foro Nacional de Comunicación Indígena “Hacia una Política Pública Diferencial de Comunicación e Información”. Me invitó Vicente Otero Chate, coordinador de comunicación y prensa del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), con quien mantengo desde hace años una relación fluida en torno al tema del derecho a la comunicación de los pueblos indígenas. Con Vicente hemos coincidido varias veces en eventos internacionales.

con Vicente Otero, del CRIC
La decisión del CRIC de auspiciar este Foro Nacional en coordinación con la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) y la Asociación de Medios de Comunicación Indígena de Colombia (AMCIC), surgió en el marco del Año Internacional de la Comunicación Indígena con el propósito de marcar el rumbo hacia la Segunda Cumbre Continental de Comunicación Indígena del Abya Yala que tendrá lugar en Oaxaca (México) en octubre de 2013, y atendiendo el mandato del VIII Congreso de la ONIC, “para consolidar el sentir y entender colectivo de la comunicación”. Hay abundante información en la excelente y bella página web sobre el evento.

Entre los objetivos del foro, el CRIC se propuso “reflexionar sobre el sentido de la comunicación indígena, sus formas propias, así como los medios y las tecnologías apropiadas; pensar el papel de la comunicación indígena como eje transversal en los procesos organizativos y en todos los aspectos de la vida comunitaria y colectiva en el territorio; conocer experiencias exitosas de políticas públicas de comunicación e información construidas desde y para los pueblos indígenas del continente Abya Yala; socializar, complementar y consolidar los avances actuales en la construcción de una política pública diferencial de comunicación e información y diseñar una hoja de ruta e identificar las metodologías y los mecanismos de coordinación necesarios para continuar ese trabajo de construcción colectiva y concertada, desde los pueblos y las comunidades indígenas de Colombia”.

Fue muy estimulante ver reunidos para hablar del derecho a la comunicación a indígenas de los pueblos nasa, awa, inga, wayuu, uwa, pastos, embera, arhwaco, kokonuko, sikuani, misak, kamkuamo, kamentsa, koya, yanakona, muisca, katio, zenu, bora, pijao y otras comunidades colombianas, así como de Bolivia, Perú y Ecuador, pertenecientes a más de 30 organizaciones. La delegación oficial de Bolivia contó con la participación de Wilma Aliaga de la Coordinadora Audiovisual Indígena Originaria de Bolivia (CAIB) y Humberto Claros del Sistema Plurinacional de Comunicación Originaria Indígena.

Mi papel en este gran evento que reunió a 729 participantes se limitó a moderar el Panel: “La comunicación indígena como alternativa frente a la mercantilización de la palabra”, en el que participaron Marta Rivera Olaya de la OZIP, Feliciano Valencia de la ACIN, Sally Burch de ALAI (Ecuador), Jorge Agurto de SERVINDI (Perú) y Marta Rodríguez, la pionera del cine documental indigenista en Colombia, a quien me une una amistad de cuatro décadas.

Marta recordó la solidaridad del nuevo cine latinoamericano, nacido en los años 1950, con los pueblos indígenas y el papel que tuvo el documental para revelar la situación política y social en momentos en que se hacía cine sin recursos y ni siquiera existían escuelas de cine. Los cineastas de ese movimiento del cual Marta es pionera, se dieron cuenta de la importancia de la memoria y a través de su cine contribuyeron a proteger a los indígenas en una época en la que “no era un delito matar indios”.

Alfonso Gumucio, Marta Rodríguez, Feliciano Valencia
En el mismo panel, Feliciano Valencia hizo gala de su capacidad de oratoria y de su lucidez como dirigente político cuando habló de la importancia de la diversidad y de las alianzas en el proceso cultural y político de construir colectivamente, desde abajo, una sociedad intercultural. Subrayó la importancia de la comunicación en el diálogo con otras culturas, para abrir el debate, y censuró el hecho de que la comunicación no solamente no está en la agenda de las autoridades nacionales, sino que tampoco lo está en la agenda de las autoridades indígenas. La comunicación debería estar –afirmó- en la plataforma política de los indígenas.

Dos intervenciones internacionales completaron el panel que moderé. Sally Burch habló de la sacralización de la tecnología como si fuera en sí la solución y propuso un uso relacional de las TICs, que no se someta a lógicas impuestas. Jorge Agurto subrayó el aporte civilizatorio de los pueblos originarios, el potencial humanizador de la comunicación indígena que se apega a lo relacional antes que a lo tecnológico. “La comunicación es el tejido nervioso”, afirmó, a tiempo de expresar la necesidad de estrategias y sistemas de comunicación.

Los participantes en el foro, tenían como tarea diseñar “una estrategia de articulación de los procesos de comunicación indígena, basados en la defensa del territorio y una hoja de ruta que permita compartir, debatir y fortalecer los acuerdos y conclusiones del evento y contribuya a construir una propuesta continental de política pública para pueblos indígenas”.

Al final del foro se aprobó un documento que entre otras cosas señala: “… esta Minga de la Palabra reafirma que la comunicación es integral para los pueblos indígenas,  presente en todos los ámbitos del territorio, por esto es fundamental para nuestras familias, comunidades, procesos organizativos, resistencias y planes de vida. Nuestra comunicación natural nos identifica como seres colectivos, porque siempre estamos intercambiando, dialogando, sintiendo, pensando, soñando y expresando en comunidad. Tiene como fundamento una ética y una espiritualidad donde los contenidos, los sentimientos y los valores son esenciales para la vida y la convivencia entre los seres. Por eso para los pueblos indígenas es fundamental la relación con los espíritus, con el agua, con el fuego, con el viento, con las plantas, con los animales y con todos los hijos de nuestra Madre Tierra. Igual que cuando recorremos nuestros territorios ancestrales,  cuando escuchamos, cuando nos armonizamos con nuestros guías espirituales, cuando caminamos la palabra de los pueblos en defensa de la vida y del territorio.

Impresiona la cantidad y calidad de iniciativas de comunicación e información indígena que hay en Colombia; en este foro estaban representadas casi todas ellas, agencias de información, grupos de video, radios indígenas comunitarias. Algunas tienen una trayectoria tan sólida como el Tejido de Comunicación. Todas estas organizaciones hablan de la comunicación como un “caminar de la palabra”.

A través de las fronteras los indígenas colombianos han formado alianzas estratégicas para mantener un diálogo intercultural. En el foro se hicieron presentes delegaciones de Chile (Mapuexpress), de Perú (ALER y SERVINDI), Canadá (Co-op Radio), Estados Unidos (Prometheus), México (Radio Jenpoj), Argentina (Kona Producciones), Ecuador (Ecuarrunari), entre otras.

El foro se transmitió en vivo a través de la red de ALER y de otras emisoras y páginas web. Las nuevas tecnologías estaban por doquier entre los participantes: computadoras, teléfonos celulares y tabletas, cámaras de video y fotografía, etc. Mientras algunas mujeres “tejían la palabra” (literalmente, intervenían en los grupos mientras ocupaban las manos tejiendo bolsas), los documentos, fotografías y videos se transmitían en tiempo real a través de muchos medios.

Vilma Almendra (ACIN)
En este proceso de construir una plataforma comunicacional, a veces el lenguaje de la tradición y de la cultura hace que los pronunciamientos sean menos estratégicos y se coloquen en una perspectiva de defensa, y no de propuesta. En ocasiones se nota en el discurso una actitud de exigir mayores espacios, pero no de expresar la riqueza del aporte de la cultura y de la comunicación indígenas en la construcción de país.

Prevalece también en el discurso una visión instrumental de la comunicación que proviene de confundir información con comunicación. Se habla más de medios y mensajes (información), y menos de procesos de comunicación. La necesidad de fortalecer medios propios es justificada, pero sería importante que desde una perspectiva indígena se aporte con el concepto de “territorio de la comunicación”.  Es decir, no se trata solamente de comunicar “para” o “sobre” el territorio, sino de concebir un territorio de comunicación donde se entrelazan la cultura, el conocimiento ancestral y la defensa de la naturaleza.

El derecho a la comunicación podría integrar la plataforma de reivindicaciones entre otros derechos fundamentales como la vida, la identidad, el territorio, o la salud,  trascendiendo el concepto de libertad de expresión y derecho a la información, sin olvidar que comunicación es participación. 

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La palabra sin acción es vacía,
la acción sin la palabra es ciega,
la palabra y la acción por fuera del espíritu de la comunidad
son la muerte.
                             —Pensamiento Nasa


17 diciembre 2012

Metamorfosis de PSO


A fines de noviembre estuve en el entierro de PSO, en La Haya, participando en el programa de reuniones y conferencias en las que se trató de cerrar con elegancia la última puerta de la organización: se acaba PSO luego de 27 años de existencia, pero queda una experiencia muy rica que otros pueden aprovechar.

El nombre original de PSO en castellano es Personal de Cooperación en los Países en Desarrollo, pero fue solamente la sigla la que permaneció a través del tiempo, y no la función inicial de la organización. Es precisamente esa función, es naturaleza de actor en la cooperación internacional, lo que tratamos de cambiar durante los seis años que fui miembro del Consejo Asesor Internacional, desde febrero del 2007, junto a Alan Fowler de Sudáfrica, Vasanti Rao de India, Dominique Hounkonnou de Benin, y Louk de la Rive Box de Holanda. Este Consejo Asesor Internacional se inició con nosotros y terminó con nosotros (con un solo cambio: Vasanti ocupó el lugar que inicialmente tenía Sheila Pattel, también de India).

Hubo razones para crear esta instancia internacional de PSO: acompañar y aconsejar a la dirección de la institución y su directorio holandés en la etapa en que se estaba transformando de ser una institución que financiaba a ONGs holandesas sin aportarles mucho más que los recursos que provenían del Ministerio de la Cooperación, a convertirse en una organización que estrechó lazos con redes de instituciones de la sociedad civil en Holanda y en las regiones en vías de desarrollo, África, Asia y América Latina, para apoyarlas mediante iniciativas innovadoras de aprendizaje y evaluación.
Consejo Asesor Internacional: Vasanti Rao, Dominique Hunkonnou, Alan Fowler y Alfonso Gumucio,
con Margo Kooijman, directora de PSO. 

Cincuenta y cuatro ONGs de Holanda, miembros de PSO, se beneficiaron a lo largo de 27 años del apoyo que esta organización les brindó, primero a través de los pagos de salarios para holandeses que trabajaban en proyectos en países de África, Asia y América Latina, y en los últimos seis años, en una modalidad más interesante e innovadora, que consistía en ayudar a que las organizaciones reflexionaran sobre la naturaleza de su trabajo y aprendieran de sus errores y de sus logros.

Quedan como ejemplo inspirador programas como las “trayectorias de aprendizaje”, los “aprendizajes temáticos”, las evaluaciones participativas, y las publicaciones que dan cuenta de esa enorme experiencia acumulada, así como varios proyectos ya independientes que nacieron al amparo de PSO. Todo esto quedará alojado en un rincón del portal web de la red Partos, para quienes quieran tener acceso.

La política de cooperación de Holanda durante los recientes gobiernos de derecha le ha asestado un golpe mortal a la colaboración de instituciones holandesas con sus aliadas en África, Asia y América Latina. PSO no es la única organización para el desarrollo que desaparece en estos días en Europa. Le ha sucedido lo mismo a PANOS, en Londres, como explica mi colega James Deane en un artículo: “la cortina cae sobre una pequeña pero importante parte de la historia del desarrollo”. Estas son organizaciones atípicas, que se caracterizaban por su sentido crítico, por su intachable ética sin compromisos, es decir, organizaciones incómodas para gobiernos y agencias de cooperación que no desean piedras en el camino de sus agendas verticales impuestas sobre países del llamado tercer mundo. 

Además del trabajo enriquecedor que significó ser miembro del Consejo Asesor Internacional, el estrechar vínculos con mis colegas me ofreció oportunidades que ya he comentado en este espacio en otras oportunidades. Una de ellas fue integrar el grupo de trabajo liderado por Kees Biekart y Alan Fowler, y escribir el capítulo “Seis grados y mariposas: comunicación, ciudadanía y cambio” en el libro que ambos coordinaron: Civic Driven Change (2008), cuya edición en castellano se publicó en España, con el título: El cambio dirigido por la acción cívica (2009). Con Kees y Alan organizamos una sesión relacionada con el mismo tema, en el Congreso de la Sociedad Internacional para la Investigación del Tercer Sector (ISTR) en Estambul, en julio del 2010, de la que también di cuenta aquí.

Durante una semana tuvimos ahora, en La Haya, varios eventos de reflexión y celebración, una mezcla de nostalgia por el trabajo realizado y de esperanza por los horizontes individuales que se abrieron para los colegas de PSO. En la memoria que se entregó a todos a manera de despedida, titulada “Metamorfosis: llevemos la inspiración de PSO hacia delante”, me pidieron escribir un breve texto en nombre del Consejo Asesor Internacional. Esta es la traducción de lo que se publicó:

El Consejo Asesor Internacional fue una invención tardía en la vida de PSO, hizo su trabajo en los últimos seis años de la organización. La intención era introducir savia nueva en un cuerpo que necesitaba salir del capullo formado por demasiados hábitos que se habían acumulado durante más de dos décadas. El establecimiento de la IAB coincidió con el esfuerzo de transformar a PSO agitando sus raíces y haciendo cambios profundos para convertirla en un punto de referencia reconocido, en una institución internacional de aprendizaje y de generación de conocimiento.

Fowler, Rao, Hounkonnou, Gumucio
El área de trabajo de PSO fue el desarrollo de capacidades, pero esta expresión contiene muchas otras cosas para explicar de lo que se trata. Aunque la vieja etiqueta de “creación de capacidades” se convirtió en algo políticamente incorrecto, en muchos contextos donde se practica no llegó a convertirse en realidad  en un “animal diferente”, como diría nuestro colega Alan Fowler. La transición de “creación de capacidades” a “desarrollo de capacidades” requería mucho más músculo conceptual para capturar la diferencia ideológica entre los enfoques verticales que asumían la posición condescendiente de hacer el bien “desde arriba” y el poder de imaginar que las capacidades pueden ser desarrolladas a través de un esfuerzo colectivo de colaboración, que incluye la perspectiva de complejidad como un ingrediente principal en el proceso.

La complejidad subraya la multiplicidad y la riqueza del tejido social, incluyendo la diversidad cultural y la comunicación como elementos vitales del desarrollo de capacidades necesarias para mejorar de la sociedad. El desarrollo sostenible que las capacidades deberían producir sólo es factible si el capital de historia, tradición y conocimientos (así, en plural) se invierte en beneficio de una comunidad de aprendizaje.

Si se puede mencionar alguna contribución del Consejo Asesor Internacional, fue traer a PSO perspectivas regionales del mundo en el desarrollo, cerrando las brechas entre el Norte y el Sur e invitando a PSO a tener una verdadera presencia en Asia, África y América Latina. El hecho de que el Consejo Asesor Internacional incluyera a miembros de las regiones en diálogo con colegas europeos no es un detalle menor.

La llegada del Consejo Asesor Internacional a la vida de PSO tuvo mucho que ver con la capacidad de imaginar colectivamente un nuevo papel para la organización, y atreverse a soñar cambios que sacudirían los pilares institucionales para salir de la zona de confort en la que se había instalado PSO. Esa fue una decisión valiente y PSO decidió enfrentar los riesgos que ello significaba. Fue una apuesta audaz, pero también una necesidad profundamente sentida: el mundo en proceso de cambio continuo necesita nuevos tipos de relaciones sociales. PSO se atrevió a cambiar.

En muy pocos años surgió un nuevo PSO, todavía desembarazándose del lastre de su propia tradición, pero mostrando una nueva perspectiva respecto a sus socios y miembros. Nunca antes la palabra “aprendizaje” había tenido un sentido tan importante dentro de PSO, que será recordado por las semillas plantadas y por el camino abierto para las trayectorias de aprendizaje, un proceso de participación y de intercambio colectivo.

Esto es lo que deja PSO en el futuro próximo: un enfoque de desarrollo de capacidades que es complejo pero humilde, orientado por la sociedad civil, incluyente e intercultural. Una forma de ver el desarrollo que toma en cuenta las perspectivas diferentes y en constante retroalimentación en el proceso de aprendizaje. Aprender a aprender. Aprender a compartir. Aprender a soñar con un mundo mejor. 

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Si aceptamos que otros nos sobrevivirán
es con la esperanza de que serán atormentados.
—Cioran 

13 diciembre 2012

Cultura Sur


Sale cuando puede, en apenas 600 ejemplares, y no está disponible en internet… es decir, no llega a casi nadie. La historia se repite, enorme esfuerzo el de hacer una revista cultural, lujosa como esta, para que muy pocos puedan apreciar su contenido. Me refiero a Cultura Sur, que publica la Universidad Científica del Sur, en Lima (Perú), bajo la dirección de Percy Encinas Carranza.

El motivo para mencionar aquí y ahora a esta revista, es que en el número 3 (año 2, 2011) que recibí hace algún tiempo, se publica “Más allá de la información. Reflexiones críticas sobre comunicación, información y desarrollo sostenible”, un texto que presenté a fines de junio del 2011 en Lima, en el Seminario Internacional “Comunicación para el Desarrollo Sostenible: Experiencias y Análisis”, organizado por colegas de la Carrera de Comunicación y Publicidad de esa universidad. La revista tardó casi un año en publicarse, aunque no se puede realmente saber cuando salió a la luz, ya que carece de pie de imprenta fiable (pobres archivistas e historiadores) y solamente indica “2011” como fecha de referencia.

En mi texto abordo el tema de la “cadena caliente” de la comunicación, que “supone que el diálogo –eje de la comunicación- debe ser un proceso continuo que involucre a todos los sectores, a todos los niveles y en todas las etapas del proceso de desarrollo” e insisto en que la apropiación del proceso de comunicación es tan importante como la apropiación del proceso mismo de desarrollo. No puede haber apropiación del proceso de desarrollo si la comunicación no está en el corazón del mismo. Desde la comunicación interpersonal hasta los medios comunitarios, las herramientas de comunicación participativa para el cambio social son imprescindibles si se busca un desarrollo sostenible.

De las ponencias presentadas en el seminario internacional, la mía es la única que recoge la revista cultural. Ni mi texto ni los otros generados con motivo del seminario aparecen en ningún lugar del portal web de la Universidad Científica del Sur. Curiosamente, se menciona el seminario en la portada y en el índice de una revista de la Carrera de Comunicación y Publicidad, Surcando (Año IV, N° 9, Julio 2011) pero en la página donde debería aparecer la información no hay nada. Es como si un agujero negro se hubiera tragado el seminario, las ponencias y toda la información relevante. En estos tiempos de grandes avances tecnológicos en los que algunos se ufanan de que “todo está en internet”, parece que no es tan difícil que la memoria de un evento no exista, como si no hubiera tenido lugar y como si colocar información en la red fuera cosa de brujos, algo muy complicado o costoso. La única explicación posible: falta de interés.

Dicho esto, es una pena que Cultura Sur la conozcan tan pocos y que circule solamente entre pocas manos, ya que es una revista bien hecha, con un contenido valioso y un diseño esmerado. Una buena parte del N° 3, casi la mitad, está dedicada a un ejercicio comparativo: “Arguedas y Vargas Llosa: ¿tradición versus modernidad?”, con siete textos que revisan la relación literaria, las semejanzas y diferencias entre estos dos grandes escritores peruanos. Arguedas está presente en varias páginas de la edición, debido a su centenario. Otras secciones se ocupan de teatro, cine, literatura y comunicación (esta es la última, antes de cerrar la puerta con las reseñas de libros).

Cada minuto se envían 168 millones de mensajes electrónicos, se crean 320 nuevas cuentas en Twitter y se envían 98 mil tuits, se suben a YouTube 600 nuevos videos, se hablan 6 mil horas por Skype, se colocan en Facebook 80 mil notas, y 6.600 fotos en Flicker… El exceso de información en internet es un problema, ya que no se tiene la capacidad de procesar tantos datos, pero el problema se agrava cuando la información sencillamente no existe. De ahí el peligro de asumir que “todo” está en la red. Y muchas veces las cosas que deberían estar, no están.  


07 diciembre 2012

Cruentos, 50 + 1


Carlos Mesa tuvo la gentileza de traerme a México los primeros ejemplares de mi libro Cruentos, recién publicado en La Paz (en una bella edición de Plural), que reúne la mayor parte de los cuentos que he escrito a lo largo de más de cuatro décadas. Los más antiguos datan de la década de 1970, y los más recientes los escribí este año. En total son 51, incluyendo “Descenso”, escrito a cuatro manos precisamente con Carlos D. Mesa, atendiendo un desafío que me hizo Ricardo Bajo para contribuir en el libro Warikasaya (2008) publicado en homenaje al club de fútbol The Strongest.

Este libro de narrativa tiene una historia tan larga, que se me pierde en los recovecos de la memoria. Estuvo cerca de publicarse en varias ocasiones, primero con el título “Primeras lluvias” y una portada que yo mismo improvisé, luego con el título “Puro cuento” y una tapa diseñada por Clovis Díaz, pero nunca me animé, hasta ahora, a publicarlo, a pesar de que muchos de los cuentos ya tenían vida propia pues habían sido publicados en suplementos o revistas, incluso en antologías.

En uno de los intentos fallidos de publicar el libro, escribí un borrador de prólogo que luego olvidé por completo. Me alegro de no haber encontrado ese prólogo donde trataba de explicar la historia de algunos de los cuentos, pero en una nota como esta vale la pena mencionarlo.

René Bascopé, Alfonso Gumucio Dagron, Félix Salazar, Jaime Nisttahuz
y Manuel Vargas, en 1979
Varios aparecieron, por ejemplo, en un libro colectivo que publicó la Universidad Mayor de San Andrés con el título Seis nuevos narradores bolivianos (1979) en una edición maluca, plagada de erratas. Allí nos juntamos codo a codo René Bascopé, Jaime Nisttahuz, Féliz Salazar, Ramón Rocha Monroy, Manuel Vargas y yo. Juntos tuvimos en esos años varias actividades, por ejemplo “Puerta Abierta”, una pequeña galería de arte, y “Palabra Encendida”, un sello editorial en el que publicamos 5 o 6 libros. Luego, cada quien siguió su camino.

Alfredo Medrano fue uno de los primeros en recoger un cuento mío, “Interior mina”, en su antología El quijote y los perros (1979). El mismo cuento tuvo una carrera “de antología”, ya que se publicó también en la antología que preparó Raquel Montenegro para Alfaguara (1996), en la que publicó Víctor Montoya en Suecia (1999), en la de Gaby Vallejo publicada en Venezuela (2009), y en inglés, en Arkansas, en la antología de narrativa y poesía boliviana que compiló Sandra Reyes (1998). También se tradujo al inglés mi cuento “Ventana”, en la antología The fat man from La Paz (2000) que publicó Rosario Santos en Nueva York.

Don Ángel Flores, el importante estudioso portorriqueño radicado en Nueva York, incluyó mi cuento “Asalto” en el cuarto tomo de su monumental obra antológica Narrativa Hispanoamericana 1816-1981, publicada por la editorial Siglo XXI en 1983. Lo visité una vez en su casa en Long Island. Cecilia Pisos escogió “Mármol en polvo” para su antología Cuentos breves latinoamericanos (1999) publicada en Buenos Aires y René Poppe incluyó “Minero de último nivel” en su Narrativa minera boliviana (1983).

Este mismo cuento fue dramatizado y difundido el 13 de febrero de 1977 en un ciclo del Centro Cultural Portales titulado “Antología Literaria de Bolivia”. Conservo el cassette como una curiosidad. La grabación incluye un análisis literario del cuento, lo cual no recordaba hasta que volví a escucharlo ahora. Lo acabo de digitalizar y se puede escuchar en aquí, en SoundCloud (31 minutos).

Luis Zilveti en 1989
Estos cuentos se publicaron en revistas culturales, y uno que otro obtuvo menciones en concursos literarios, en los pocos donde alguna vez he participado. "Interior mina" en el Concurso Internacional de Cuento "La Palabra y el Hombre", en Veracruz (México), 1977, y "Minero de último nivel" en el Concurso Nacional de Cuento del Instituto Boliviano de Arte (IBART), en 1975. Les fui perdiendo la pista, mal padre, aunque asomaban de vez en cuando en páginas de internet. Por eso parecía pertinente reunirlos físicamente en un solo lugar, codo a codo.

Ahora caminan con sus propias piernas, bien acompañados por los dibujos de Luis Zilveti. Mi amigo pintor me había propuesto uno de sus cuadros para la tapa del libro, pero ya que me dio la mano le agarré el codo y el brazo entero y le pregunté si se animaba a ilustrar cada cuento con un dibujo. Aceptó entusiasmado el desafío. El cuadro en la tapa del libro, "Femme couchée", es también obra suya.  

Apenas salió del horno, Mauricio Murillo me hizo una entrevista para La Prensa (Bolivia): “Alfonso Gumucio Dagron, enemigo de lo solemne”, donde afirmé: “Cada cuento en Cruentos tiene su propia historia, por eso me es difícil hablar del libro como un conjunto unitario. Mi manera de escribir cuentos se parece un poco al modo de cómo escribo poesía: el momento me asalta, escribo generalmente de un tirón.”

La crítica dirá lo que piensa de este libro que ya tiene vida propia, ya no me pertenece.  Por el momento la única opinión que conozco es la de Mauricio Souza en la contraportada:

“No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas”, aconsejaba Horacio Quiroga, hace ya casi un siglo, a los cuentistas. En este libro, Alfonso Gumucio Dagron hace suyo este precepto: los 51 relatos que lo componen saben adónde van, algo que, sin duda, le podemos agradecer a un cuento. Precisos, deliberados, son relatos que buscan –de una manera casi clásica– la construcción de un efecto, de una imagen, de una revelación necesaria desde esa primera palabra.

Hay, en Cruentos, una variedad de registros: se ensayan voces y dicciones, se dejan entrever, desde adentro, diferentes universos (políticos, laborales, eróticos, fantásticos), se prueban las posibilidades del cuento breve y también del microcuento. Pero esta evidente diversidad también se acoge a un destino textual común, ya anunciado en el título: estos son relatos que exploran las múltiples transfiguraciones de la violencia (es decir, del destino, de las ideas, de las obsesiones, del deseo). Nunca, sin embargo, son esos excesos o desmesuras abordados de frente, llanamente, con literal crudeza: son pequeños detalles o imágenes (como en el cuento “Abarca”) los que nos permiten reconstruir una historia quizá no del todo dicha, casi secreta.

“Usted no sabe, pero yo se lo voy a contar. Aquí han pasado cosas, cosas”, dice uno de los narradores en este libro. Y eso es lo que leemos: esas terribles cosas que pasan pero sobre todo el hecho de que alguien, siempre específico, nos las cuenta.”  

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Whenever people agree with me I always feel I must be wrong.
—Oscar Wilde 

03 diciembre 2012

Cine en Margarita


No le creí a mi amigo Tarik Souki cuando me dijo que la traducción en latín de la palabra “perla” es margarita, pero lo comprobé después en un diccionario y me maravilló esa correspondencia entre las dos palabras. Tarik me explicó que la Isla de Margarita, en Venezuela, fue uno de los primerísimos asentamientos de españoles en América, y que cuando los exploradores llegaron por primera vez a sus costas encontraron muchas perlas flotando en las orillas de la isla. Le correspondería en justicia el apodo de “la perla del Caribe” pero como hay varias otras islas que reclaman ese mote, a Margarita le llaman “la estrella del Caribe”. En cualquier caso, las perlas abundan, aunque probablemente ya no sean de la cosecha local. 

Víctor Luckert y Alfonso Gumucio
Hablemos de cine. Tradicionalmente el festival más importante de cine de América Latina y el Caribe se ha llevado a cabo en La Habana, Cuba, donde he tenido la fortuna de estar varias veces, pero a fines de octubre pasado estuve en otro festival de cine, en otra isla, participando en V Festival de Cine Latinoamericano y Caribeño de Margarita, una experiencia refrescante y renovadora que fundó y dirige con dinamismo Víctor Luckert. Juan Carlos Lossada -del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía- lo acompaña en esa ambiciosa empresa cultural que se apoya desde las instancias de la Distribuidora Nacional de Cine Amazonia Films y el Ministerio del Poder Popular para la Cultura.

Me invitaron al festival para hacer la presentación del libro Cine Comunitario en América Latina y el Caribe, resultado de la investigación que coordiné entre 2011 y 2012 para la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano (FNCL). Los primeros ejemplares del libro, supuestamente recién salidos de la imprenta en Caracas, debían llegar al festival al mismo tiempo que yo, pero lamentablemente no sucedió... Hablaré de ese libro en otra nota, cuando tenga oportunidad de conocer el primer ejemplar.

El Festival de Cine de Isla Margarita es un festival popular y comunitario como pocos que he conocido. La participación de la población es entusiasta, no solamente aquella de Porlamar, el principal centro urbano de Isla Margarita, sino también de otras localidades e islas vecinas. Pongo como ejemplo la comparsa de jóvenes y niños disfrazados del Grupo de Folklore de la isla de Coche con la que se dio inicio al festival, que recorrió las calles del centro desde la Plaza Bolívar hasta la Universidad Bolivariana de Venezuela. Allí, más que una inauguración oficial, hubo una continuación de la fiesta cultural, con la Orquesta Sinfónica del Estado de Mérida, que interpretó segmentos de la música de películas emblemáticas del cine venezolano mientras desfilaban en la pantalla imágenes de Araya (1958) de Margot Benacerraf, Oriana (1985) de Fina Torres, Manon (1986) de Román Chalbaud, Manuela Sáenz (2000) de Diego Rísquez, Pista de entrenamiento (2011) de Andrés Agustí y Cyrano Fernández (2008) de Alberto Arvelo.

En el festival de este año se hicieron homenajes a varios colegas cineastas, por ejemplo a Joaquín Cortés, documentalista venezolano que presentó su libro El cine documental, ¿una ficción? (2012). Víctor Luckert anunció que en las próximas ediciones del festival se entregará el Premio Octavio Getino de Investigación del Espacio Audiovisual Latinoamericano y Caribeño, creado en memoria del recién fallecido cineasta e investigador argentino.

Aunque es un festival relativamente nuevo, con apenas cinco años de existencia, otorga significativos premios pecuniarios a las mejores películas de ficción, documentales, de cortometraje y de animación, tanto en sus secciones reservadas para el cine venezolano, como para aquellas abiertas al resto de la región. El énfasis es un cine diferente, no comercial, aquel que goza de menos oportunidades en los festivales tradicionales. Además de las secciones en competencia, el festival tiene secciones especiales de cine comunitario venezolano y latinoamericano, y una muy original categoría de cine hecho por niños: “Mis primeros pies-cesitos”, donde 3.500 niños espectadores de Nueva Esparza votaron sobre las mejores películas. Eventos especiales, talleres de formación, y muestras itinerantes completan un abanico muy amplio de programación que incluye las 73 películas en competencia y por lo menos un centenar más en las secciones informativas. La sección de cine comunitario del festival incluyó este año muestras de Colombia, Brasil, Centroamérica.
Con Roque Zambrano, Sergio Trabucco, Edmundo Aray
Me gustan los festivales de cine por varias razones. Primero, porque uno puede ver en pocos días muchas películas nuevas, la mayoría de las cuales no llegará jamás a las pantallas de las salas de cine, y si llega, será por unos pocos días. Y no porque esos films no merezcan una mejor difusión, sino porque así está estructurada lamentablemente la distribución de cine en el mundo, en manos de las grandes productoras de Hollywood que nos imponen sus productos aunque sean malísimos.

En segundo lugar, me gusta ver cine en los festivales porque la gente ama y respeta el cine. Esto quiere decir que la gente que aprecia el cine como séptimo arte, no va al cine para comer o para conversar, sino para entregarse a la magia del cine en una sala oscura y silenciosa. Las condiciones en las que uno puede ver cine en las salas de los festivales, ya no se encuentran en las salas comerciales, convertidas por desgracia para los cinéfilos, en una vulgaridad.   
Entre Alfredo Anzola y Diego Rísquez
En tercer lugar, los festivales son lugares de encuentro y reencuentro. Uno conoce gente interesante y creativa, o vuelve a cruzarse con amigos de antes.  Ambas experiencias son muy gratas porque me hacen sentir que en el mundo hay todavía quienes creen en un cine realizado con honestidad.

Con Tarik Souki
Luego de tres décadas volví a encontrar a  Diego Rísquez, colega en la banda de pioneros del cine Super 8 a principios de la década de 1980. Con él y otros cineastas solíamos reunirnos en festivales internacionales que se organizaban en México, Caracas, Montreal, Bruselas, y otras capitales. De muchos años estuve con Edmundo Aray, Alfredo Anzola y Tarik Souki, también prominentes en el cine de Venezuela. Volví a encontrar al chileno Sergio Trabucco, y al mexicano Sergio Olhovich, entre otros.

Cada película es un desafío creativo, pero claro, la mayoría fracasa en el intento. De las que pude ver en este festival en el tiempo que quedaba después de participar en el foro de contenidos, me impresionaron positivamente Años después (2011) de Laura Gárdos, una ficción biográfica que narra la historia de una familia mexicana que reencuentra su pasado en Galicia.

El lugar más pequeño (2011) de la salvadoreña radicada en México, Tatiana Huezo, retrata con extraordinaria poesía la vida cotidiana del pequeño pueblo de Cinquera en las montañas de El Salvador, donde los personajes principales ofrecen un testimonio conmovedor de lo que tuvieron que vivir durante la guerra. Cada plano de esta película documental ha sido cuidadosamente concebido para alejarse del estilo clásico del documental con comentario y entrevistas.

Me gustó también el documental Fuego sobre el Mármara (2011) de David Segarra, que reconstruye minuto a minuto y con testimonios de activistas de varias nacionalidades, el ataque que el 31 de mayo del 2010 sufrió la flotilla de la libertad, en su camino a Gaza, interceptada con violencia extrema por comandos israelíes en aguas internacionales. Es un documental de mucha fuerza.

En cambio me pareció triste que en el documental biográfico Carlos, el amanecer ya no es una tentación, sobre Carlos Fonseca Amador, el fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), se otorgue tanto protagonismo a Humberto Ortega, que se enriqueció con el tráfico de armas cuando era Ministro de Defensa, y a Tomás Borge, quien al final de su vida destruyó su digna reputación de luchador, poeta y preso político. 

La organización del V Festival de Cine Latinoamericano y Caribeño de Margarita fue impecable, considerando la cantidad de invitados, de películas, de premios y otros desafíos. Cada día se publicó el periódico "El Pelícano", con las noticias de lo que había sucedido el día anterior, con artículos sobre las principales películas y entrevistas con directores y actores. No ha sido sin embargo tan afortunado el manejo de la página web del festival, que un mes después de terminado el evento, no ha sido actualizada con la información sobre los premios y premiados, y otras noticias.  Las imágenes de la "galería de fotos" pertenecen a una edición anterior del festival. No se ha generado ninguna información nueva, la memoria del festival no está disponible. 


El Festival de Cine Latinoamericano y Caribeño de Margarita es un espacio de encuentro con un cine que no se disputa las grandes pantallas comerciales, pero revela la riqueza y la diversidad de la producción latinoamericana en general y venezolana en particular. Fue muy bueno estar allí. 


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Es imposible hacer una buena película 
sin una cámara que sea
como un ojo en el corazón de un poeta. 
—Orson Welles   

26 noviembre 2012

Volver a nacer, Juan Díaz Bordenave

Con Juan en La Paz, noviembre 1988

“Ese día volví a nacer, y desde entonces vivo cada nuevo día como un regalo inesperado”, me dijo Juan Díaz Bordenave, el amigo pila-i, cuando me contó cómo lo habían asaltado en Río de Janeiro años antes, disparándole un balazo en plena cabeza. Salía del banco, donde había retirado una cantidad considerable de dinero, y su hijo lo esperaba en un escarabajo Volkswagen. Apenas se había sentado en el vehículo, colocando la bolsa con el dinero en el piso, cuando un brazo entró por la ventana y trató de arrebatarle el paquete.  Juan forcejeó, resistiendo al asalto, y entonces el agresor le disparó en la cabeza.

No murió entonces. La bala, con mucha suerte, no penetró en el cráneo sino que dio un paseo alrededor de la cabeza, y salió por el otro lado sin dañar su cerebro. “Ese día volví a nacer….” A partir de allí sintió que la vida le regalaba un tiempo extra, y lo aprovechó al máximo viviendo cada día para los demás. Su generosidad de antes se redobló, su buen humor de siempre siguió siendo contagioso, su capacidad intelectual y creativa se desplegó en los textos que escribía, en las ponencias que hacía en los congresos, en las iniciativas que tuvo para reforzar e institucionalizar el campo de estudio de la comunicación para el desarrollo, campo del que fue uno de los grandes exponentes latinoamericanos, junto a Luis Ramiro Beltrán, su más querido amigo boliviano, con quien compartió tantas peripecias intelectuales y personales a lo largo de cinco décadas.

La última vez que estuve con Juan Díaz Bordenave fue en mayo de 2012, en Montevideo, durante el XII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC), donde él era la estrella entre todos los presentes y tuvo a su cargo una de las ponencias magistrales. Me regaló su nuevo libro Aportes a la comunicación para el desarrollo, con una generosa dedicatoria. Los admiradores de su obra y de su pensamiento lo buscaban en los pasillos de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Uruguay para pedirle entrevistas, consejos o simplemente para conocerlo y saludarlo. Él mantenía un perfil bajo, como siempre, un tanto divertido de ver tanta algarabía en torno a su persona.

Juan era un hombre de una gran humildad y modestia. Le restaba importancia a los inmensos aportes que hizo a la comunicación para el desarrollo en América Latina. En una entrevista que le hicieron en mayo pasado, durante el congreso de ALAIC en Montevideo, decía:

“Yo no soy investigador en el sentido clásico de la investigación. La investigación  es una cosa formal, tiene rigor científico, yo no lo sigo. Mi misión es la divulgación, la interpretación que exige la creación de nuevos conocimientos. Hay mucha gente que está trabajando en comunicación, gente de diversas ramas de estudio que no necesariamente tienen alcance a los productos de investigación específicos de la comunicación. Yo no investigo, tomo los productos de la investigación, los simplifico y los divulgo. Creo que ese no es un papel  tan importante como el papel del investigador, pero  es necesario. Me defino como una especie de intermediario entre la ciencia y la necesidad.”

A diferencia de otros personajes que se sienten tan importantes que suelen desaparecer de los eventos inmediatamente después de hacer su parte del programa, Juan participó en todas las sesiones del congreso de ALAIC, y nos hizo el honor de asistir los tres días como un participante más en el grupo que yo coordinaba sobre comunicación y cambio social. Como la sala estaba atestada de gente, Juanito se sentaba a veces en el suelo y no permitía que nadie le ofreciera su silla. A sus 86 años, su salud le permitía eso y mucho más.

Cuando entre 2003 y 2006 nos embarcamos con Thomas Tufte en la aventura de producir la Antología de comunicación para el cambio social, un libro de 1.400 páginas con 200 textos de 150 autores, teníamos claro desde un principio que no podía faltar Juan Díaz Bordenave, quien aparece en el libro con dos textos largos y cinco selecciones más breves.

Con motivo de la presentación en Paraguay de la edición en castellano de la Antología, Juan mencionó un episodio que otras veces ha recordado en sus intervenciones públicas: la edición “pirata” que hice de uno de sus libros… con su autorización y su prólogo.

La anécdota, que es absolutamente cierta, me recordó los tiempos en que yo dirigía el Centro de Integración de Medios de Comunicación Alternativa, una ONG boliviana dedicada a la comunicación participativa. Juan fue de los primeros en visitar CIMCA el año 1988, y no dudó ni un minuto cuando le pedí reimprimir su libro Comunicación y sociedad anunciándole que no podríamos pagarle ni un centavo. En Asunción lo recordó una vez más, y alcancé a grabar un breve clip de ese momento, que puede verse en este enlace de YouTube

Erick Torrico, Juan Díaz Bordenave y Thomas Tufte, en Asunción, agosto 2009
En ese mismo encuentro en la capital paraguaya, Juan nos llevó a almorzar en su casa un “caldo de bolas”, junto a Thomas Tufte y Erick Torrico, y reiteró una vez más su invitación para que fuera a pasar unos días con él en su finca Namichai (“aro” de oreja, en guaraní), en Altos. Le prometí que lo haría en un próximo viaje, que no pudo ser. La situación política de Paraguay cambió tan radicalmente con el golpe constitucional en contra del presidente Fernando Lugo, que ni yo tenía ganas de volver por allá, ni Juan ganas de quedarse más tiempo en su propio país, al que tanto dio de la manera más desinteresada.

Si me pongo a recorrer el mapa de encuentros con Juan, tengo que incluir La Paz, Asunción, Río de Janeiro, Montevideo, Brasilia, Santa Fe, Maputo y Bellagio, entre otras ciudades que albergaron nuestra amistad a lo largo de casi tres décadas. 

En Santa Fe (Argentina), mayo del 2005: Alfonso Gumucio, Washington Uranga, Frank Gerace, Luis Ramiro Beltrán,
 Juan Díaz Bordenave y Daniel Prieto Castillo
Uno de los encuentros más agradables fue en Santa Fe, la ciudad argentina donde Daniel Prieto Castillo tuvo la brillante idea de reunirnos a Luis Ramiro Beltrán, Juan Díaz Bordenave, Francisco Gutiérrez, Washington Uranga, Frank Gerace, y mí, en un evento de comunicación para el desarrollo con participación de las mujeres de la organización de los Sin Techo. Entre otras actividades, tuvimos un divertido paseo por el río Paraná y una fiesta en la que Luis Ramiro y Juan entonaron canciones en guaraní.

En el timón: Beltrán, Díaz Bordenave, Prieto Castillo
Juan tenía muchos amigos en América Latina, y Bolivia era quizás el país donde se sentía más a gusto por el cariño con el que cada vez se lo recibía. Su amigo del alma, Luis Ramiro Beltrán, era una de las razones de esa proximidad afectiva. Cuando el presidente Lugo le propuso ser embajador de Paraguay en nuestro país, nos avisó inmediatamente y manifestó su alegría por esa posibilidad.  Sin embargo, el congreso vetó su designación. El grupo parlamentario que le ponía trancas al presidente Lugo y que ahora gobierna gracias a su golpe de estado “legal”, hizo de Juan otro chivo expiatorio.

Era generoso con los investigadores bolivianos.  En la misma entrevista que le hicieron en ALAIC en mayo de este año, que puede leerse completa en este enlace, destacó:

“Bolivia es uno de los países dónde  más investigaciones hay. En Bolivia siempre se le dio prestigio a la investigación por razones históricas. Cuenta con siete universidades que tienen canales de televisión. Es un país que vibra con la comunicación. Otros no tanto”.

En Bellagio, mayo 2002: Gumucio, Díaz Bordenave, Fraser y Prieto Castillo
Otro gesto de su generosidad fue escribir un prólogo (“prólogo de ternero profano”, como lo nombra en un mensaje) para un libro de comunicación que aún no he publicado. “Sobre ti escribiría desde una tesis de doctorado hasta una telenovela brasileña, cuanto más un inocente prólogo”, me dijo en un mensaje. En ese prólogo aún inédito recuerda Juan la vez que lo invité a una reunión del Consorcio de Comunicación para el Cambio Social –organización de la que fui director ejecutivo- en Bellagio, Italia, en mayo del 2002, donde tuvimos el acierto de reunir a varios grandes de la comunicación. Además de Juan estaban Everett Rogers, Alfred Opubor, Colin Fraser (ya fallecidos), John Downing, Jan Servaes, Nabil Dajani, y Daniel Prieto Castillo, entre otros.
Juan Díaz Bordenave junto a Alfred Opubor, Daniel Prieto, Colin Fraser, John Downing, Alfonso Gumucio, Everett Rogers, 
Jan Servaes, Nabil Dajani y otros especialistas de comunicación para el desarrollo reunidos en Bellagio, en mayo 2002
También recuerda nuestra experiencia común en Mozambique, cuando lo invité durante unos días a Maputo en abril del 2003 para que diera un taller sobre comunicación, educación y salud, en el marco del proceso estratégico de comunicación para el desarrollo y de lucha contra el SIDA, que yo asesoraba en ese momento. Pasamos unos días agradables conversando en Maputo, pero con la mirada puesta al otro lado del atlántico.

En años recientes usábamos el “chat” de Gmail para conversar. En junio y julio de 2012  tuvimos varios intercambios sobre la situación que vivía Paraguay, Juan no era nada optimista sobre lo que estaba sucediendo. Unos días antes me había enviado su artículo más reciente, titulado “El golpe en Paraguay”, donde denuncia la maniobra congresal para eliminar al Presidente Lugo en un par de horas de “juicio” sumario. En su mensaje me dice que es un “texto de desahogo de la tristeza”.

En Brasilia, abril 2005
A fines de octubre leí varios mensajes de colegas paraguayos sobre el deterioro de la salud de Juan y su traslado en avión privado el 10 de noviembre de Asunción para reunirse con su esposa, María Cándida en Río de Janeiro. Hubo un emotivo homenaje el día anterior en el Café del Teatro Municipal, para el que los amigos enviamos breves mensajes de solidaridad; Juan participó por Skype desde el hospital donde se encontraba internado.

Una de las últimas fotos, con María Cándida ©Thomas Tufte
Fue Thomas Tufte quien me hizo llegar las últimas noticias. Lo visitó en su casa en Río a mediados de noviembre.  Esto me cuenta Thomas: “Cuando llegué estaba sentado tranquilo en su sala. María Candida me recibió, y yo me fui a conversar con Juan. Estaba contento por recibir mi visita; se puso a hablar, a pesar de su cansancio, pues le costaba hablar por mucho tiempo. Tuvo que hacer unas pausas. Aún no estaba claro que tratamiento que iba recibir, estaba aguardando respuestas. Tiene un cáncer de pulmón, así que la situación es bastante grave. Vinieron hijos y nietos a visitarlo, así que después de una hora y media, me retiré. Te mandó muchos saludos. Te adjunto una foto.”

El siguiente mensaje de Thomas, apenas una semana más tarde, me anunciaba que Juan había fallecido en la madrugada del jueves 22 de noviembre.

Cada vez me cuesta más escribir sobre los amigos que fallecen, se está convirtiendo en una epidemia, en estos dos años he perdido una decena.

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Muchos tragos es la vida
y un solo trago es la muerte.
                          —Miguel Hernández