22 febrero 2024

El viaje final de Pedro Chaskel

(Publicado en Brújula Digital, Público Bo y ANF el sábado 24 de febrero de 2024)

Pedro Chaskel ©foto AlfonsoGumucio 

No hay semana sin tristeza. La que acaba de terminar registró en las noticias la muerte de Pedro Chaskel, amigo cineasta chileno vinculado a Bolivia, quien falleció el martes 20 de febrero a los 91 años de edad. Pedro estuvo en Bolivia en agosto de 2015, y tuvimos tiempo de pasear y conversar largo y tendido en Sucre. Tomamos algunas fotos en La Recoleta y grabamos una conversación sobre su cine, de la que salió un artículo que se publicó en Página Siete, pero como ese diario ha desaparecido incluso de internet por la mezquindad y desgracia de sus propietarios, rescato una parte del texto para recordarlo a pocos días de su partida.

Luego de muchos años de habernos topado en los festivales de La Habana, lo volví a encontrar con ese mismo carácter comprometido y coherente, aunque con el tiempo miraba las cosas de manera menos apasionada, como muchos que hemos vivido las épocas duras y ahora escuchamos las cornetas del triunfalismo fácil en las épocas blandas.

Una de las primeras películas de Pedro Chaskel como director, Érase una vez (1966), es un cortometraje de cinco minutos que sorprende por su actualidad. La idea es sencilla: una historieta dibujada por Vittorio di Girolamo y animada mediante hábiles movimientos de cámara y una banda sonora eficiente. Llena de simbolismo, es casi cruel: un poeta forma el “Partido de la Primavera”, con flores como banderas. Ese partido cae en manos de otros dirigentes que fundan el “Ejército de la Primavera” que comienza a eliminar a los opositores e incluso fusila al poeta fundador. En el fondo de la banda sonora se escucha la voz de Nelson Villagra imitando un furibundo discurso de Hitler. En pocos minutos tenemos la evolución de un movimiento democrático a un régimen autoritario y de corte fascista. ¿Suena conocido?

Con la sencillez que lo caracterizaba, Pedro calificaba a Érase una vez como una obra primeriza, un simple experimento realizado con pocos medios, en el marco del Cine Experimental de la Universidad de Chile. “No había una intención ideológica, pero de alguna manera es una llamada de atención sobre ciertos procesos políticos”.

Antes de este corto animado, Chaskel había realizado otros documentales como camarógrafo, montajista (ahora se dice editor) o director. Aquí vivieron (1964) fue una colaboración con el antropólogo suizo Jean Christian Spahni (a quien conocí cuando pasó por Bolivia en 1970). Spahni realizó excavaciones en la desembocadura del río Loa, que le permitieron descubrir restos de la cultura Chango. Chaskel y Héctor Ríos documentaron ese proceso con un comentario poético de Ernesto Fontecilla, que lleva las imágenes documentales a otro nivel de creación artística. “Me fascinó el paisaje misterioso y lunar del lugar.  Había que llegar en bote, se tardaba un par de horas en acceder. Ahora pasa por allí una carretera”.

En Sucre, agosto de 2015 

De esa década inicial, su película preferida es Testimonio (1969), que retrata las condiciones infrahumanas del Hospital Siquiátrico de Iquique: “Me pasó algo muy raro, yo no le había dado mucha importancia, pero después del golpe contra Allende algunos colegas me decían buenas cosas sobre el film, de modo que empecé a mirarlo con otros ojos y a valorar sus cualidades. Creo que es una película redonda, que tiene una intención en cada toma, en cada movimiento de cámara. Filmamos en una mañana y la edición la hice en un día”.

Poco antes del golpe militar de Pinochet, Chaskel codirigió con Héctor Ríos el film Venceremos (1970), sobre la situación social y política en Chile durante el proceso de llegada al poder de la Unidad Popular. La película obtuvo un premio en el Festival Internacional de Leipzig, pero a varias décadas de distancia Chaskel me dijo que ese no fue un premio destinado a su obra, sino al cine chileno en su conjunto, un premio político. En el film destaca su forma de mirar la realidad: la cámara toma el tiempo necesario para observar. Las imágenes sin texto, son similares a las que seis años antes había registrado Jorge Sanjinés en Revolución (1964). En ambos films se contraponen imágenes de la pobreza, la injusticia social, la represión y finalmente el triunfo popular. Otras obras, como Aborto (1965) y No es hora de llorar (1971) sobre las víctimas de la dictadura brasileña, confirman su interés por el cine documental.

Pedro Chaskel y Joris Ivens 

En su carrera destacan las colaboraciones como editor con directores del cine chileno, en películas emblemáticas realizadas antes y después del golpe militar de Pinochet, que lo envió al exilio en Cuba durante diez años. Participó en El chacal de Nahueltoro (1969), largometraje fundacional en el nuevo cine chileno, que muchos seguimos considerando la mejor obra de Miguel Littin. Colaboró con Helvio Soto en Érase un niño, un guerrillero y un caballo (1967), editó las tres partes de La batalla de Chile (1974-1977) de Patricio Guzmán, monumental registro documental del periodo de Allende, y apoyó a Jorge Sanjinés en Para recibir el canto de los pájaros (1995): “A Jorge se le metió en la cabeza (yo no tenía la culpa) que las secuencias en las que aparecían los conquistadores españoles debían ser editadas por otra mano. No sé si realmente se nota la diferencia, pero para mi fue una oportunidad de trabajar con él durante un par de semanas”.  

En Cuba hizo varios documentales, el más conocido es Una foto recorre el mundo (1981), donde indaga, en una entrevista con Alberto Korda, cómo este fotógrafo cubano tomó la emblemática foto del Che que ha sido reproducida cientos de miles de veces en diferentes formatos. “El problema de la entrevista con Korda es que él ya había contado el cuento cien veces, y yo quería algo diferente.  Entonces se me ocurrió decirle a Alberto que empezara a contar ese día desde el momento en que se levantó.  Y empezó a contar, de manera que cuando llegó a ese episodio ya estaba totalmente metido en sus recuerdos, y por ello creo que es una de las entrevistas buenas que he hecho”, me contó Chaskel.

Hizo otras dos películas sobre el Ché en Cuba, Constructor cada día, compañero (1982) y Ché, hoy y siempre (1983), pero me dijo que él nunca fue partidario del culto a la personalidad, aunque le interesaba explorar el símbolo.

Pedro Chaskel fue un cineasta emblemático del cine chileno, y es importante recordar su contribución al nuevo cine latinoamericano.

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El cine nunca es arte. Es un trabajo de artesanía, 
de primer orden a veces, de segundo o tercero lo más. 
Luchino Visconti 


16 febrero 2024

Agua bendita

(Publicado en Brújula Digital, Público Bo y ANF el sábado 17 de febrero de 2024)

¿Querían lluvia? Ahí la tienen, pero desbocada y despeinada, ni modosita ni disciplinada. Llega con fuerza y arrasa la precariedad urbana. El alcalde de La Paz dice que no es su culpa, porque no puede “parar la lluvia”. Lo que no dice es que no hizo en la época seca trabajos de mantenimiento y limpieza de bocas de tormenta y alcantarillas, así como mejoras estructurales. Se dedica a adornar plazas y pintar barrios “de mil colores”.

Dibujo de Abecor 

Este es un país donde las autoridades no tienen la capacidad cerebral de mirar el futuro. Apenas ven el presente e improvisan. La ceguera mental de los políticos es proporcional a su oportunismo, y aquí me refiero a autoridades nacionales, departamentales y municipales. Del gobierno central está todo dicho: deberían ser juzgados por haber llevado a Bolivia al colapso en 18 años de mala gestión. La autoridad departamental parece inexistente: el caso de La Paz es patético, con un gobernador dipsómano e inútil. Las municipales están en campaña electoral permanente y esto incluye no solo a alcaldes, sino a concejales, bribones y corruptos. 

Hay dos estaciones: la de lluvia y la seca, y en ambas escuchamos lamentos de autoridades incapaces de planificar y realizar obras de infraestructura que prevean tanto las sequías extremas como las lluvias que derrotan la improvisación. “Ojalá que llueva”, repetían como mantra hace un par de meses. Sólo faltaba que sacaran sus tambores y bailaran en círculo entonando cantos rituales, con Choquehuanca, el pajpaku de la plaza Murillo, encabezando la danza. (No es broma, algunas autoridades hicieron rituales para que llueva). Seguramente el gobierno atribuía la falta de agua a alguna conspiración del imperialismo, en lugar de ver más cerca: la minería descontrolada y la deforestación galopante que se ha producido durante los gobiernos masistas, auspiciada por los decretos de chaqueo de Evo Morales y por la complicidad con bandas criminales de avasalladores.

Gaviones de EPSAS, adornos desde 2016 

Época seca: ¿han visto en algunas plazas los gaviones de EPSAS, para poner encima grandes tanques de agua? No los han retirado desde la crisis de sequía de 2016, los dejaron ahí con la certeza de su propia incapacidad para hacer obras de envergadura y garantizar la provisión de agua. Son el testimonio en piedra de la ineficiencia y de la falta de planificación. Parecen esculturas mutiladas, pero a nadie le importa porque nos hemos acostumbrado a vivir entre escombros. En Ciudad de México (y otras) se trae agua desde 100 km de distancia y se hacen grandes obras de infraestructura con una visión de 20 o 30 años hacia el futuro. Pero en la cabecita ignara de nuestros burócratas la planificación no existe, así que apuestan al desastre y simplemente ruegan que llueva para no dejar al desnudo su inoperancia estéril.

Este es el ciclo de la lluvia, explicado con chuis: los árboles funcionan como bombas de agua que succionan la humedad del subsuelo y la liberan en el aire a través de sus ramas y hojas. Hay árboles que pueden evaporar hasta mil litros de agua cada día. Esa cantidad, multiplicada por millones de árboles que todavía no han sido abatidos o quemados, permite que la humedad amazónica se transporte en la atmósfera como un “río volador” impulsado por los vientos y por el vapor de los océanos, hasta llegar a la cordillera de Los Andes donde las montañas lo reservan en forma de hielo y nieve, que luego alimenta los ríos y la tierra para la agricultura. Es un ciclo completo, cristalino para entender. Pero los depredadores no entienden porque no les da la gana. Y no sólo los “interculturales” y cocaleros avasalladores de tierras, tampoco entienden los empresarios soyeros y ganaderos que se benefician de la destrucción de los bosques. Y hasta los científicos se equivocan, pues habían predicho una larga “niña seca”.

calles inundadas en La Paz

Época de lluvias: la bendición del agua tiene su revés: castigo divino. Pedían agua, y la tuvieron: los ríos crecieron y se desbordaron, llevándose pedazos de plataforma asfáltica y destruyendo sembradíos. En las ciudades, los deslizamientos dejaron sin casas a ocupantes ilegales de terrenos deleznables. Pero nos salvamos otra vez de la sequía: se llenaron las represas de agua que alimentan La Paz con agua impotable, envenenada por la minería salvaje de cooperativistas (chinos o locales) que opera impunemente en las faldas de las montañas.

“Fuerza Negrito”, mucha propaganda y poca prevención  

Las obras mal construidas (tanto edificios en las ciudades como caminos, puentes y cunetas en el campo), desvían los cursos naturales, alteran la conducta hídrica del subsuelo y ponen en riesgo las propias obras que no tomaron en cuenta el impacto ambiental. Después todos lloriquean cuando se hunden caminos y se caen casas y edificios. No se respeta ninguna norma de construcción, basta tomar el teleférico en La Paz para ver abajo el caos de la ilegalidad.

Cualquier estudiante sabe que la disminución de bosques es la causa de la ausencia de lluvias y de su violencia cuando finalmente llegan. El equilibrio natural que permite a los bosques crear humedad para que llueva y para que las montañas recuperen su cobertura de nieve, lo entiende un adolescente, pero no los ministros paquidermos y los técnicos ociosos de las instituciones estatales, tan frondosas en funcionarios públicos inútiles. 

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When it comes to paying contractors, the sky is the limit;
when it comes to financing the basic functions of the state, the coffers are empty.
― Naomi Klein 


10 febrero 2024

Peripecias fronterizas

(Publicado en Brújula Digital, ANF y Público Bo el sábado 10 de febrero de 2024)

Se ha dicho (y lo ha demostrado Carlos Hugo Molina varias veces en sus análisis y propuestas) que el turismo podría ser para Bolivia una industria rentable y de excelencia, pero esa posibilidad se hace cada vez más remota por un factor negativo determinante: los bolivianos.

La quema de domos del Hotel Kachi Lodge en 2021

Por un lado, la incapacidad de hacer las cosas bien, con honestidad, dedicación y buena organización. Por otro, la nulidad de las políticas públicas en el sector de la “industria sin chimeneas”. Además, la convulsión permanente del país, que puede no tener la dimensión de la violencia sangrienta de México o Guatemala, pero que de manera irritante corroe cotidianamente cualquier posibilidad de construir: bloqueos de caminos y ciudades, avasallamientos de emprendimientos turísticos (quema de domos en el salar de Uyuni), deforestación y minería salvaje que amenaza lugares patrimoniales (Chiquitanía) o espacios de diversidad natural privilegiados (Madidi).  

Ladrillo de construcción que afea la ciudad

  

 Nuestras ciudades son cloacas abiertas (La Paz es un ejemplo), con basurales incontrolables, un cablerío insoportable que afea el panorama urbano, construcciones de ladrillo visto que nunca revocan y pintan para no pagar los impuestos que corresponde, tráfico insoportable (la policía ausente y corrupta), ausencia absoluta de planificación urbana y de visión de futuro.

En esas condiciones, Bolivia no es un “gran” destino turístico como se nos quiere hacer creer, y el turismo de alpargatas que llega gota a gota representa una fracción mínima de los ingresos nacionales, cuando podría ser uno de los tres principales rubros del Producto Interno Bruto.

Un reciente viaje por tierra hasta Arequipa, invitado para dar un taller de cine, me permitió constatar una vez más la precariedad de nuestros servicios comparados con el país vecino. Y no solo la precariedad, sino también la corrupción del contrabando.

Les cuento. Aunque había comprado el boleto en una flota que supuestamente era “la mejor”, con confortables asientos tipo cama, aire acondicionado y otras ventajas, en el momento de embarcar me subieron sin mayor explicación a un bus de otra empresa, Trans Salvador, que no contaba con las ventajas ofrecidas (WiFi, entre otras), pero sí con un baño maloliente y cochino.

El bus con destino final Puno paró en la aduana y migración binacional en Desaguadero (que funciona bien gracias a los peruanos), y apenas pasar la frontera se detuvo junto a una gasolinera, para ordeñar el combustible, a vista y paciencia de los pasajeros que parecían ya acostumbrados a esas artimañas corruptas. El mismo carburante que le compramos a Perú a un precio tres veces más alto y que se vende en Bolivia subvencionado, era traficado de regreso a Perú en un autobús de pasajeros de la empresa Trans Salvador (cuya placa tengo registrada) que probablemente tenía un doble tanque. No creo estar revelando nada nuevo, es seguro que las autoridades fronterizas lo saben, pero son cómplices.

Viajar en cualquier “flota” boliviana significa, además de lo que acabo de contar, que el chófer hará múltiples paradas no autorizadas, para recoger pasajeros en el camino y cobrar sin darles factura. Los choferes son, ya se sabe, corruptos.

Las empresas de buses de Perú y Bolivia se diferencian como el día y la noche. En Puno, abordé un bus de Transportes Zolórzano con destino a Arequipa: impecable, cómodo, con asientos cama verdaderamente reclinables.

De regreso, una semana después, usé los servicios de Cruz del Sur, la mejor empresa peruana, que presta un servicio impecable y sale puntualmente como anuncia. Su mostrador en Arequipa es como el de un aeropuerto, con sala de espera y personal uniformado. Ofrece comodidad y seguridad, y el viaje hasta Puno fue placentero, directo, sin una sola parada en el camino. Una empresa en serio, no la porquería que tenemos en Bolivia.

Pero de Puno a La Paz, otra vez la pesadilla de la empresa boliviana Trans Salvador (la única que hace el trayecto por Desaguadero a esa hora), cuyo autobús llegó con dos horas de retraso desde Cusco, y ni siquiera entró a la Terminal de Puno, por algún sospechoso motivo que sólo el chófer conoce. Los tres pasajeros que debíamos abordar en Puno tuvimos que tomar un taxi para alcanzar al bus, aunque esto parezca surrealista. Llovía copiosamente y el asiento que “teóricamente” me habían asignado estaba ya ocupado, de modo que tuve que sentarme en otro que tenía una gotera que en pocos minutos me mojó la cabeza, el pantalón y todo el asiento. Un parche de tela adhesiva mal colocado no impedía que el agua fluyera.

Mil formas de contrabando en todas las fronteras de Bolivia

Antes de pasar la frontera el bus paró para bajar varias cargas de limones… Luego de pasar la frontera estaban “por milagro” las mismas cargas de limones listas para subir de nuevo en la flota Trans Salvador. El contrabando sin disimulo, hace lo que le viene en gana.

No hay a quién quejarse, nadie sanciona a las empresas infractoras, ODECO no sirve para nada, es una burocracia inútil. ¿Por qué no se autoriza a Cruz del Sur o a Zolórzano que presten servicio transfronterizo hasta La Paz? ¿Por qué somos rehenes de las mafias del transporte?

El bonito sueño de vivir del turismo no se puede hacer realidad mientras prevalezca el engaño, la trampa y la desidia. En la base está la ausencia de una educación de calidad y la normalización de la corrupción en toda nuestra sociedad.

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El dinero piensa; el dinero dirige: tal es el estado de las culturas decadentes.
—Oswald Spengler
 

04 febrero 2024

Gaby

(Publicado en Brújula Digital, Público Bo y ANF el sábado 3 de febrero de 2024)

Me enteré del fallecimiento de Gaby Vallejo (el 20 de enero pasado), cuando me encontraba en las antípodas de Bolivia, en el famoso paralelo 17 de Vietnam. Pensé mucho en ella, en sus libros, en su enorme labor de promotora cultural, y en nuestros encuentros, y me prometí escribir una nota para recordarla.

Lo primero que me viene a la mente es aquella vez que me corrigió cuando me dirigí a ella como Gaby Vallejo de Bolívar, tal como figura en la edición que Hijo de opa – Los Hermanos Cartagena (Los Amigos del Libro, 1986), que me obsequió con una dedicatoria. Me dijo: Gaby Vallejo Canedo, o Gaby Vallejo, no más. Yo no sabía casi nada de su vida privada, pero desde entonces tuve el cuidado necesario.

Tal como suele suceder con muchos amigos, nuestros encuentros fueron casi siempre breves, en lugares probables como ferias del libro (formales o populares), pero en esos eventos no tuvimos mucha libertad para conversar, salvo cuando llegó a Guatemala, donde yo vivía, a fines de febrero del 2001, y nos regalamos el tiempo necesario para estar en casa y para visitar Antigua y recorrer sus templos y calles empedradas, mientras nos poníamos al día sin prisa. Guardo algunas bonitas fotos de aquella ocasión.

Como también suele suceder con otros amigos de larga data, los intercambios epistolares fueron más ricos. Primero con cartas en papel de esas que ahora uno añora porque se las ha llevado el viento, y luego por la vía de internet, los “emilios” como decía Liber Forti, también amigo querido de Gaby y cómplice de varias aventuras culturales. El WhatsApp nos acercó nuevamente, nuestro último intercambio fue en octubre del 2023, donde me dice que su vida ha cambiado mucho a raíz de una intervención en la columna: “Estoy prácticamente paralizada. No he ido ni a la presentación de la séptima edición de Hijo de opa” escribió con dificultad, con erratas que indicaban que sus dedos no le respondían. Supe que ya no salía de su casa, que sus dolencias la mantenían enclaustrada, precisamente a ella, viajera impenitente y entusiasta.

Escribí un par de veces sobre sus libros, y algo de eso queda en el registro que hizo Willy Muñoz, quien reunió comentarios en La narrativa contestataria y social de Gaby Vallejo (Kipus, 2017). Sucedió algo curioso cuando esa obra se presentó en la Feria Internacional del Libro en La Paz, en 2017. Me encontraba firmando libros en el stand de Plural cuando perifonearon mi nombre solicitando mi presencia en la sala donde se presentaba Gaby con el libro compilado por Willy Muñoz. Llegué al lugar y encontré a Pedro Camacho (director de la editorial) y a Gaby algo nerviosos porque ni Willy Muñoz ni Vicky Ayllón, los presuntos presentadores de la obra, habían llegado, por lo que me pedían que los supliera. Y lo hice como “espontáneo” en una plaza de toros, improvisando unas cuantas palabras junto a Gaby.

Gaby me tenía la confianza suficiente como para darme a leer alguna de sus obras antes de que se publicara. Lo hizo con Ruta obligada (Plural, 2008), pero mis sinceros comentarios no la complacieron. Leí con atención y cariño la novela y le dije con franqueza lo que pensaba. En dos páginas de notas (el 24 de julio de 2007) le decía que me parecía prematura la publicación de la novela, porque necesitaba más trabajo. No le cayeron bien mis observaciones.  Tomó en cuenta unos cuantos consejos, pero de alguna manera se creó un vacío entre ambos hasta que ella publicó de todas maneras el libro y me obsequió un ejemplar con esta dedicatoria: “Esta novela que ya conociste en su gestación, llega a su edición y difusión, con algunas de tus sugerencias. Ya sabes que no fue posible mantener el diálogo creativo. Con cariño. Gaby.”

En Antigua, Guatemala, el 26 de febrero de 2001

Compartía conmigo (y probablemente con muchos otros amigos) noticias de sus viajes como representante del PEN Club, sus encuentros con escritores de renombre (Juan Villoro, Elena Poniatowska, Antonio Skármeta y otros) y los reconocimientos que le hacían por su infatigable labor en favor de la lectura de los más jóvenes, y por su obra narrativa.

De los libros que publicó y que leí con placer, me quedé con las ganas de comentar Amalia, desde el espejo del tiempo (Kipus, 2012), su biografía novelada de Amalia Villa de La Tapia, la primera aviadora boliviana. Tomé notas que todavía están en pequeños papeles dentro del ejemplar que me obsequió, pero me dejé vencer por el tiempo y nunca publiqué un comentario. Se lo debo.  

El tiempo vuela como esa aviadora pionera que Gaby rescató del olvido. El tiempo pasa y nos avasalla. No pasa un mes sin que desaparezca algún amigo entrañable, algún conocido que merece ser reconocido. Muchos se extinguen sin haber sido reconocidos en vida, sin que su obra haya sido suficientemente leída y comentada. Por suerte no fue el caso de Gaby, que recibió en vida numerosos reconocimientos por su incansable trabajo.

Este es un país donde se publica mucho y se lee poco. A falta de una crítica literaria profesional (que debería existir puesto que hay carreras de literatura), somos unos pocos los que nos improvisamos en comentaristas y divulgadores de obras que se merecen algo más que ese silencio cruel que castiga a los escritores, eso que los mexicanos llaman “ninguneo”.

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Las sangres estaban juntas y juntas las pieles de la muerte.
—Gaby Vallejo Canedo