30 mayo 2014

Chaparro esquina Beltrán

Manuel Chaparro, del Betis
Manuel Chaparro llegó ahora cargado de libros. No es la primera vez que el andaluz viene a Bolivia con su maleta llena de solidaridad y proyectos. Durante años desde su lugar en la Asociación de Emisoras Municipales y Ciudadanas de Andalucía (EMA-RTV) y como docente investigador en la Universidad de Málaga, ha apoyado iniciativas de radio comunitaria y de investigación en Argentina, Bolivia, Perú, El Salvador y Guatemala.

A este trianero (saleroso y del Betis) lo conozco desde hace más de una década.  Nos hemos encontrado antes en Málaga, en Sevilla, en La Paz y en otros lugares donde se hablaba de comunicación para el cambio social, de radios locales y comunitarias o de cine, que son algunos de los temas que tenemos en común.

Lleva “30 años mirando al sur” y cada vez que cruza el charco que separa a Europa de nuestra América trae buenas noticias. Esta vez la noticia tiene 476 páginas, pesa un kilo y entre las solapas trae 14 textos fundamentales de Luis Ramiro Beltrán, el gran pensador boliviano de la comunicación, cuyos aportes trascienden las fronteras de América Latina.

Luis Ramiro Beltrán, "el Niño de Oruro"
El libro Comunicología de la liberación, desarrollismo y políticas públicas es el resultado de la selección de textos de Luis Ramiro Beltrán realizada por Manuel Chaparro, quien es además el autor de un inspirado prólogo en el que nos recuerda: “No es de extrañar por tanto, que fuera un boliviano nacido en Oruro quien se atreviera a darle la vuelta al paternalismo difusionista estadounidense y hacerles comprender y recordarles que la información no es comunicación, que comunicación es un diálogo entre iguales y las tecnologías de la información deben facilitar este diálogo de la construcción social permanente, que su modelo comunicacional debía ser corregido y transformado para recuperar la dirección correcta.”

El prólogo de Chaparro dialoga de manera crítica con el concepto de desarrollo que maneja Beltrán quizás a ratos obviando desde la perspectiva actual el contexto de los años 1970 y 1980. Muchos hemos cuestionado los modelos del desarrollismo sin escala humana, pero no por ello vamos a deshacernos fácilmente de la palabra desarrollo. En el Foro Social Mundial se ha hablado de “otra comunicación para otro desarrollo”, lo cual implica resemantizar las palabras, no excluirlas.

Cuestionamos el desarrollismo económico desde la mirada de hoy de la misma manera que en muy pocos años estaremos demoliendo (o ya estamos) el comunitarismo populista como deformación de la acción colectiva y democrática para el cambio social. Bolivia es un buen ejemplo de ese comunitarismo avasallador que en nombre de valores supuestamente progresistas pero en realidad conservadores e individualistas, viola los derechos humanos, la justicia social y la igualdad ante la ley, y frena los cambios reales en la cultura económica y social del país.

El lenguaje es simplemente un instrumento y el contenido de las palabras depende de su valor de uso. Una cosecha de manzanas podridas no nos va a llevar a cambiarle de nombre a las manzanas sino a mejorar la producción. A las palabras hay que devolverles su valor original y en el campo de la comunicación hemos usado apellidos como cambio social que inmediatamente adquieren críticos dispuestos a cuestionar cualquier propuesta que se haga. El problema es que necesitamos las palabras para entendernos porque de otro modo los conceptos flotan en un vacío que solo puede explicarse con el uso de muchos ejemplos. Para entender las palabras lo primero es la disposición a entenderlas.

Luis Ramiro ha escrito mucho a lo largo de su vida, y lo ha hecho en momentos en que su pensamiento sobre comunicación era el más avanzado comparativamente con lo que se escribía en otras regiones. Su idea del desarrollo siempre tuvo una escala humana y estuvo basada en el bien común. Sus reflexiones sobre políticas públicas de comunicación o sobre comunicación y desarrollo, y sus críticas a la visión funcionalista e instrumental de los medios de información fueron contribuciones esenciales en los procesos globales alentados por la Unesco durante las décadas de 1970 y 1980, y son todavía parte de una agenda pendiente.

Tenemos en América Latina y en el resto del mundo en desarrollo un retraso de más de cuarenta años en relación con los planteamientos que Beltrán hizo desde que fue en Estados Unidos un respondón estudiante de maestría y de doctorado, que ponía en aprieto a sus queridos maestros. Cuatro décadas más tarde todavía estamos tratando de acomodar esas ideas revolucionarias en los procesos burocráticos que viven los organismos internacionales, muy tímidos en relación a lo que fueron cuando tenían la capacidad de orientar las políticas de Estado.

Manuel Chaparro, Alfonso Gumucio, Agnes Hoff y Alejandro Barranquero, en Málaga, abril 2004
Los textos que reunió Manuel Chaparro son hitos fundamentales en el pensamiento de Luis Ramiro y también en el pensamiento contestatario latinoamericano, como señala el metódico análisis (a través de textos y entrevistas) que hace Alejandro Barranquero en un capítulo introductorio donde distingue una primera etapa “extensionista  modernizadora” de 1954 a 1970 y otra “crítica y participativa” que comenzaría en 1970. Esa primera clasificación es sesgada ya que en 1970 Luis Ramiro tenía apenas 30 años de edad y aún no había aún producido su obra fundamental que se esparce a lo largo de las siguientes tres décadas. Su tesis de maestría data de 1968 y su tesis de doctorado de 1970, es decir que recién estaba comenzando a converger su experiencia de campo con su potencial teórico.

Manuel Chaparro via Skype, dialogando con Sandra Aliaga, Thomas Tufte,
Rosa María Alfaro, José Ignacio López Vigil, Carlos Soria y otros colegas
durante el Seminario Internacional sobre Políticas y Legislación
de la Radio Local en América Latina, La Paz, noviembre 2008
 
Barranquero hace un buen resumen de los “hallazgos teóricos” de Luis Ramiro, aunque yo añadiría que esas propuestas conceptuales trascendían en su momento el marco teórico y académico con cada esfuerzo que hacía Beltrán para llevar las ideas al terreno de su aplicación concreta, ya fuera en políticas de Estado o como estrategias de comunicación aplicadas a proyectos de desarrollo y participación social. Los ejes de pensamiento y de trabajo, resultado de procesos de reflexión sobre la praxis personal y colectiva, incluyen según Barranquero: a) dependencia comunicacional e imperialismo comunicativo, b) crítica a la comunicación modernizadora, c) investigación en comunicación en Estados Unidos y en América Latina, d) planificación y políticas de comunicación y e) un nuevo modelo de comunicación horizontal.

Cada texto de Beltrán seleccionado para este libro tiene su partida de nacimiento, es decir una página introductoria que ofrece detalles indispensables para los lectores e investigadores sobre la primera versión y las subsiguientes, y unos párrafos de contexto que aluden tanto a la vida de Luis Ramiro como al entorno en el que produjo cada uno de sus aportes. Es una útil y cuidadosa manera de situar cada texto en su contexto, para permitir una lectura más justa.

Nohora Olaya y Luis Ramiro Beltrán, en La Paz, con Illimani
Detrás de Chaparro y Barranquero hay otras voluntades que se han organizado para publicar este libro tan valioso en una edición impecable y bella. La editorial Luces de Gálibo ilumina el campo de la investigación en comunicación en complicidad con IMedea (Investigación de Medios, Desarrollo de Estrategias y Análisis) y de ComAndalucía (Laboratorio de Comunicación y Cultura de la Universidad de Málaga). Y junto a Beltrán está siempre la inefable compañera Nohora Olaya de Beltrán. 

El libro aterrizó en La Paz hace pocos días y el lunes 2 de junio a las 19:00 horas será presentado por el Instituto de Investigación, Posgrado e Interacción Social en Comunicación (IPICOM) en el Auditorio Salvador Romero Pittari (Edificio Zavaleta de la Universidad Mayor de San Andrés). Allá estarán Luis Ramiro Beltrán, Manuel Chaparro (que además ofrecerá una conferencia sobre “Los nuevos imaginarios de la investigación. Claves para repensar la comunicación”), investigadores del IPICOM y autoridades de la Carrera de Ciencias de la Comunicación Social de la UMSA. 

Si tan solo los estudiantes universitarios de hoy supieran leer y escuchar, todo lo demás estaría perfecto.
  
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A democracy is more than a form of government;
it is primarily a mode of associated living,
of conjoint communicated experiences.
—John Dewey 

19 mayo 2014

Comunicación y empoderamiento local

Hace mucho tiempo que quiero comentar el libro Comunicación y Desarrollo: Prácticas comunicativas y empoderamiento local, coordinado por Francisco Sierra Caballero y Marcelo Martínez Hermida, pero en esta bitácora que quiere ser memoriosa siempre surge algún hecho que se antepone, urgente o inmediato, un gran dolor o una alegría cuya sorpresa posterga todo lo demás.

A fines de 2013 (con motivo del congreso de IBERCOM) hice a mi manera una peregrinación a Santiago de Compostela para recoger de manos de Marcelo, uno de los autores, algunos ejemplares de este libro de 430 páginas, publicado por Gedisa (Barcelona) y del cual soy parte junto a otros colegas que también contribuyeron con textos. Hace meses que tengo el libro a mi vera y que me entretengo ojeando y hojeando sus páginas. Es hora entonces de decir algo sobre él.

Paco y Marcelo han realizado un trabajo formidable poniendo lado a lado catorce textos sobre comunicación que me parecen de notable importancia, y no lo digo porque el mío “Comunicación y cambio social: raíces ideológicas y horizontes teóricos” sea el primero que aparece publicado en el libro. En esa misma sección dedicada a “repensar las mediaciones” y “las nuevas fronteras del conocimiento”, aparecen otros cuatro textos: una revisión de bibliografía institucional por Carlos del Valle (Chile), un interesante análisis de César Bolaño (Brasil) sobre el concepto de cultura en Celso Furtado, una reflexión de Gustavo Cimadevilla (Argentina) sobre el campo de estudio de la comunicación para el desarrollo y una revisión de la comunicación para el cambio social de cara a los procesos participativos de la primavera árabe, de mi colega Thomas Tufte (Dinamarca).

Todos ellos abordan cuestiones teóricas fundamentales que atañen a nuestra disciplina en construcción. Hay quienes dicen que es solamente un campo de estudio cruzado por variables interdisciplinarias y quienes afirmamos que ya es una disciplina que a lo largo de las últimas décadas ha logrado constituir un cuerpo teórico propio de importancia.

Como todo libro académico que se respete, este nos ofrece además de la teoría una sección de textos sobre metodologías y estrategias de intervención y al final otra sección con experiencias, mal llamadas “buenas prácticas” (como si de las experiencias fallidas no aprendiéramos nada).

con Francisco Sierra en el
Congreso de FELAFACS, La Habana 2009
La perspectiva general de los textos contribuye a liquidar de una vez por todas esa visión instrumental que asimila la comunicación a la información.  Aquí queda claro, página tras página, que no estamos hablando de medios y de mensajes, sino de procesos de comunicación y de participación social.

El “Análisis de redes y enfoque sistémico crítico” de Francisco Sierra y Daniela Favaro Garrossini abre la segunda sección con una estimulante perspectiva crítica sobre las “formas distribuidas y descentralizadas de cooperación” que utilizan las redes digitales para posicionarse epistemológicamente de cara a los problemas complejos. Los modelos autogestionarios de articulación con fines políticos, sociales o culturales constituyen un terreno de estudio que cambia incesantemente no solamente por la evolución vertiginosa de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, sino por el propio rediseño continuo de las redes virtuales.

No podría estar más de acuerdo con los autores cuando afirman que “el reto de la cultura digital en la era de la conectividad global es pasar de una concepción reactiva de los procesos de participación fundados en prácticas ocasionales y de protesta al diseño de planes estratégicos y procesos de agenciamiento basados en una concepción integral de los sistemas complejos de información”.

Las experiencias seleccionadas por los autores de la tercera sección del libro, todas emblemáticas en su contexto de origen y en su conjunto, ofrecen un panorama enriquecedor sobre el poder de la participación en los procesos de comunicación y cambio social.

Las cinco experiencias de radios urbanas y rurales de Argentina, Uruguay, Bolivia y México que Amparo Cadavid analiza con mucho conocimiento de causa, son ejemplos de un continente donde cerca de diez mil emisoras locales, barriales y rurales cumplen la función de reconstruir o fortalecer el tejido social comunitario amenazado por crisis de diverso orden.

Marcelo Martínez Hermida y Eliana Herrera Huérfano en Pontevedra
A través de los textos de Eliana Herrera sobre experiencias de comunicación y medio ambiente en Colombia y de Carme Mayugo i Majó sobre las prácticas de comunicación educativa comunitaria en Cataluña se entiende mejor cómo la comunicación extiende el horizonte de la educación, sacándola de los espacios cerrados para confrontarla a la complejidad de los problemas sociales.

Del mismo modo encontramos legitimidad social y política en la prensa popular alternativa brasileña analizada por Cicilia Peruzzo, y también en el papel fundamental que cumple la comunicación en el trabajo de las ONG que tienden “puentes para la paz” en situaciones de conflicto en África, Oriente Medio o América Latina, aquí analizadas por Ana Fernández Viso.

Mucha tinta ha corrido sobre la primavera del 15 de mayo de 2011 en España y la incidencia de las redes digitales durante el movimiento de los indignados. Alejandro Barranquero aborda de manera crítica algunos imaginarios tejidos alrededor de los procesos de participación cuyo verdadero sustento son las redes sociales de carne y hueso, y no necesariamente las redes virtuales.

El libro de Sierra Caballero y Martínez Hermida, colegas de Andalucía y de Galicia con quienes he tenido oportunidad de dialogar muchas veces, es otro de los resultados concretos de Real_Code (Red Europa América Latina de Comunicación y Desarrollo) conformada el 29 de noviembre de 2011 en Santiago de Compostela por quince grupos de investigación de uno y otro lado del Atlántico.  

La reseña de Belén Puñal publicada en el No. 86 (enero-julio 2013) de la revista “Diálogos” de FELAFACS, ofrece un mayor detalle sobre el contenido de este importante libro.

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La médiatisation, la transmission, l’interaction
ne sont pas forcément synonymes de communication.

—Dominique Wolton

15 mayo 2014

Todos los días la noche

“Ingresé al país por su puerta más dolorosa” afirma el fotógrafo suizo Jean-Claude Wicky, quien durante 17 años ha fotografiado a mineros bolivianos de interior mina que trabajan en las condiciones más difíciles e inhumanas.

Cerca de siete mil imágenes más tarde, todas en blanco y negro y en formato analógico (lejos de los artificios digitales), Jean-Claude hizo una exposición de 100 fotografías magníficas, publicó un voluminoso libro y en 2010 realizó el documental Todos los días la noche que marca el proceso de la devolución de su obra a sus amigos mineros que la hicieron posible.

Rostros mineros, rostros minerales. Los retratos en blanco y negro son crudos, contrastados. Las miradas emergen de las profundidades oscuras, de la noche eterna de interior mina. Una luz suave refleja los rostros cansados, sucios, sudorosos, pero la mirada del fotógrafo no es ni de conmiseración ni de espanto, es simplemente una mirada solidaria, amiga.

“Cada fotografía que emerge del baño de revelado me recuerda una historia, una historia de solidaridad, de amistad, de hospitalidad” relata Wicky, en primera persona y con su propia voz, al narrar la película. En muchas ocasiones, él permanecía junto a los mineros sin siquiera sacar la cámara, para no intimidarlos.  Fue a lo largo de días, semanas, meses y años que logró convertirse en uno más de ellos, en ser aceptado como alguien que no iba a ser desleal, que no iba a usarlos.

Desde 1984 Wicky estuvo en más de treinta minas, conviviendo sobre todo con pequeños mineros cooperativistas que corren todos los riesgos. Al principio a este intruso suizo lo trataban de “padre” o de “ingeniero”, sin ser ni lo uno ni lo otro. Poco a poco se convirtió en un amigo, alguien cercano, sin otra etiqueta. Podríamos decir que en las minas bolivianas Jean-Claude se hizo fotógrafo y encontró un lugar para anclar sus valores y su visión de la justicia social.

“Había en su mirada más palabras que en cualquier voz”. Para Wicky ninguno de esos mineros es un rostro anónimo, todos tienen nombre y apellido y con cada uno de ellos Jean-Claude ha mantenido una larga relación: Hilarión Mamani, Johnny Mitma, Julia Villca, Paulino Calle, Emilio Mena…  

Cuando le pregunté por qué se ancló en Bolivia cuando él ya había recorrido el mundo, me respondió: “Desde mi primer viaje a Bolivia, diez años antes de empezar a fotografiar, me impresionaron las condiciones tan difíciles de trabajo de los mineros en las entrañas de la tierra. Eso me marcó tan profundamente que nunca olvidé lo que había visto”. Lo que más le atrajo de los mineros: “La solidaridad en las tinieblas, frente al peligro. Entran a la mina pero no saben si van a salir”.

“¿Cómo fotografiar la humedad, el calor, el olor acre del mineral que impregna los cuerpos? Cómo fotografiar la oscuridad de la mina, espesa, más impenetrable que la roca, que borra todo sentido de orientación, toda noción de tiempo y de distancia, oscuridad que quema los ojos y hace desaparecer el cuerpo?”

No solamente fueron desafíos técnicos los que tuvo que vencer para fotografiar sin flash en interior mina, en la oscuridad, la humedad y el polvo, sino un reto mayor: “la inteligencia de los ojos para transformar la observación en emoción”.

En Todos los días la noche no hay la menor pretensión demagógica.  Lo único que hace Wicky con sencillez y humildad es narrar su retorno a Bolivia para reencontrar a sus amigos mineros, darles una oportunidad de hablar de sí mismos y entregarles una copia del libro en mano propia.  Esas escenas, hacia el final del film, son conmovedoras. Wicky recorre los centros mineros en un jeep rojo, cargado de ejemplares de su libro, y en cada lugar vuelve a encontrar a sus amigos mineros o se entera de la muerte de alguno de ellos. A Valentín le entrega no solamente el libro, sino dinamita, guías, fulminantes y coca…

La frase “los disfraces fúnebres de la muerte” adquiere toda su dimensión en esta película que empieza y termina con las fotografías en blanco y negro y el sonido de las explosiones de cargas de dinamita en interior mina. Las imágenes en color, muy bellas, contribuyen a subrayar las cualidades de las fotos en blanco y negro. El movimiento permite afirmar que la vida sigue a pesar de todo, el trabajo y los momentos de descanso, el culto al “tío” de la mina y los tributos de sangre a la pachamama.

Una escena impactante durante la producción del film es cuando Wicky encuentra casualmente en su camino a una pareja joven de mineros, Víctor Matero y Cintia acompañados de Melanie, su pequeño bebé. Ellos, como miles de otros, trabajan en la explotación artesanal de mineral y uno no puede dejar de pensar si en 20 años no estarán envejecidos e igualmente empobrecidos, quizás al borde de la muerte.

Alfonso Gumucio con Jean-Claude Wicky, La Paz, mayo 2014
En el trabajo fotográfico y documental de Jean-Claude Wicky hay mucho más que un interés profesional y mucho más que una pasión de fotógrafo por un buen tema. Lo que trasciende en su trabajo es un amor por los mineros y un compromiso con Bolivia que muy pocos bolivianos pueden decir que han asumido a o largo de sus vidas. Jean-Claude nos enrostra sus fotos y su película frente a la cara como un espejo y nos obliga a vernos autocríticamente. Por ello para expresar la gratitud que sentimos hacia Jean-Claude Wicky, la palabra “gracias” resulta demasiado corta y desgastada. Necesitaríamos una mejor palabra, una que todavía no existe. 

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¿A dónde fueron los albañiles
la noche que terminaron la Muralla China?
—Bertolt Brecht

10 mayo 2014

Trinidad de la comunicación

Abajo, espejos de agua. A medida que la avioneta se ladea buscando la pista de aterrizaje, se puede apreciar la región anegada y la ciudad sitiada por las aguas.  Trinidad estuvo a punto de inundarse en febrero pasado. Una noche salieron los ciudadanos que viven al borde del anillo deflector de protección que rodea la ciudad, para reforzar con sacos de arena la estructura de ese dique que mantiene a la capital del Beni a salvo de las aguas. Estuvieron cerca del desastre, como otras poblaciones aledañas y ciudades de la región que sufrieron graves daños y pérdidas irreparables.

El nivel del agua ha disminuido pero la amenaza sigue suspendida en el aire y materializada en la experiencia de quienes perdieron sus casas, su ganado, sus cosechas o sus objetos preciados. Cada quien tiene una o varias historias únicas que contar.  Se han medido las pérdidas materiales y se ha calculado el costo de la recuperación pero es más difícil evaluar cómo se afectó la producción humana y simbólica, la vida cotidiana, las relaciones y los valores no cuantificables.

Cuando Lucio Aponte, profesor en la Universidad Autónoma del Beni José Ballivián (UAB) y presidente del Colegio de Comunicadores Sociales de Bolivia (CCSB), me invitó a dar una conferencia en la Jornada de Comunicación Intercultural y Democracia, el 3 de mayo pasado, acepté sin dudarlo. No había regresado a Trinidad desde que en 2008 participé en una evaluación de proyectos de DFID, la agencia de cooperación británica, de modo que esta era una buena oportunidad para volver.

La Jornada de Comunicación Intercultural y Democracia contó esta vez con la participación de cuatro conferencistas.  José Luis Aguirre, director del SECRAD en la Universidad Católica San Pablo (La Paz) y yo tuvimos la palestra en el curso de la mañana. José Luis habló de comunicación intercultural, un tema que conoce en profundidad: “La interculturalidad no existe sin la comunicación”. Yo abordé la importancia de una “comunicación sostenible para un desarrollo sostenible” desde la participación y la creación de conocimiento colectivo. En la tarde hablaron dos dirigentes indígenas, Marcial Fabricano e Ismael Pedriel.

Puestos a hablar de Trinidad, hay tres aspectos que quiero recoger de esta experiencia reciente. Y los tres tienen nombre y apellido.

Primero, Lucio Aponte, quien fue nuestro anfitrión en la Jornada de Comunicación Intercultural y Democracia. Tiene mucho mérito hacer lo que él hace, porque no es fácil en una ciudad como Trinidad y en una universidad pública que carece de recursos para la investigación, montar un evento como este para beneficio de los estudiantes. Había en el auditorio un centenar de jóvenes que se inscribieron y pagaron una suma modesta pero indicativa de su interés en el tema. Jóvenes que  noté muy reservados, poco proclives a expresar lo que piensan y sienten, pero allí estaban, atentos, los futuros periodistas benianos.

Lucio Aponte
El drama de las universidades públicas bolivianas es que gozan ahora de recursos provenientes del IDH pero esos recursos, que no son exiguos, están destinados exclusivamente a gastos en bienes materiales y no pueden ser destinados a proyectos de investigación. De ese modo nuestras universidades se están llenando de computadoras, impresoras, sillas, mesas y otros muebles, pero no invierten ni un centavo en lo que debería ser su principal función: investigar y crear conocimiento nuevo.

Por eso el esfuerzo aislado de profesores que promueven estos eventos de diálogo me parece importante, tanto más importante cuanto que ese esfuerzo no es valorado por las autoridades administrativas y académicas, demasiado ocupadas en otros menesteres (aunque no sé cuales serán).

Segundo, luego de veinte o más años volví a encontrar a Marcial Fabricano, dirigente indígena que en 1990 encabezó la gran marcha indígena por el territorio y la dignidad. Marcial ha sido y es uno de los defensores del TIPNIS más comprometidos y por ello ha estado en la mira del gobierno y de los dirigentes indígenas cooptados mediante prebendas, que lo agredieron con tanta brutalidad en mayo de 2009, que terminó hospitalizado.

Marcial Fabricano, José Luis Aguirre, Lucio Aponte y Alfonso Gumucio
La conferencia de Marcial en la Jornada de Comunicación Intercultural y Democracia fue una muestra de conocimiento y sabiduría popular, pues habló de la marcha indígena como proceso de comunicación: “la marcha fue un movimiento comunicacional”. Y es exactamente lo que fue la marcha indígena de 1990 y las ocho siguientes, que lograron construir puentes de comunicación entre los indígenas del TIPNIS y el conjunto de la población boliviana, afectando seriamente la credibilidad de un gobierno cuyo discurso indigenista no se corresponde con sus acciones autoritarias y su falta de transparencia.

“Nuestros abuelos decían: No todo lo que se escucha es bueno y no todo lo que se ve es verdadero”, decía Fabricano en su conferencia, y añadía que también en el mundo indígena hay engaño y hay mentira, sobre todo en la generación “bisagra” que a él le ha tocado vivir. Expresó que para los indígenas hay cinco nociones importantes: “Conocer quienes somos, saber de dónde venimos, dónde estamos en el tiempo, a dónde vamos y qué queremos”. Marcial se refirió a la complementariedad indígena a través de la comunicación y a las diferencias que, para existir, tienen que ser comunicadas en procesos de participación.

Habló de la lucha del TIPNIS (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure) por su reconocimiento y por la defensa del territorio frente al avasallamiento del proyecto extractivista. Se refirió a la necesidad de abordar nuevas estrategias de organización a través de los cabildos, en las que los procesos internos de comunicación serían fundamentales porque permitirían reafirmar la historia y la tradición: “Cada arruga que hay en mi cara y entre todas las arrugas que hay en mi cara está toda la sabiduría de mis antepasados y de mi pueblo.”

Tercero, me sorprendió la presentación que hizo Ismael Pedriel en nombre de la Central de Pueblos Indígenas del Beni (CPIB). Hay 18 pueblos indígenas en el departamento del Beni, lo cual lo convierte en el de mayor diversidad en el país. Se esperaba un discurso oficialista, como seguramente lo habría hecho Pedro Vare que figuraba en el programa, pero su reemplazo enfrentó de manera inteligente a una audiencia crítica al gobierno.



Expresó sin ambages que en la agenda indígena el oficialismo se ha aplazado hasta ahora porque no ha cumplido con lo que la Constitución Política del Estado establece. Habló del “fracaso” de los indígenas en el sistema judicial y de la poca representación que tienen en la asamblea plurinacional a pesar de los aportes que hicieron durante el proceso constituyente.

Esta breve experiencia trinitaria ratificó que por lo general prevalece la concepción de la comunicación como “trasmisión” tanto en el ámbito académico como entre los indígenas. Son pocos los que ven más allá del periodismo cuando se refieren a la comunicación, y por ello me pareció importante este evento, porque ofreció una perspectiva de la comunicación como proceso participativo, antes que como instrumento de información.
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Primero te ignoran, después se ríen de ti,
luego te atacan, entonces ganas.
— Mohandas Gandhi