30 septiembre 2016

Autores, editores, lectores

Me tocó presentar tres libros durante la 21 Feria Internacional del Libro de La Paz, primero El caso CAMC. La ruta del dragón chino, de Carla Hannover y Pablo Peralta, publicado por Página Siete; luego Con nombre y apellido, de Carlos Hugo Molina y finalmente Las Flaviadas, de la Fundación Flavio Machicado. Disfruté en los tres casos la participación del público y la compañía de colegas que presentaron conmigo esos libros.

Jorge Catalano
A lo largo de la Feria estuve pensando en Jorge Catalano mi amigo editor, librero, hombre culto, fanático de Chopin, que solía estar todo el tiempo detrás del mostrador en la librería Difusión de la Av. Mariscal Santa Cruz, en cuya trastienda nos reuníamos con Pedro Shimose, Jaime Nisttahuz y otros escritores de nuestra generación para planear travesuras como la revista Difusión, que -entre otras cosas- publicó por primera vez el poema que escribió directamente en castellano el poeta ruso Yevgueni Yevtushenko sobre su visita a La Higuera en busca de las huellas del Ché.

Catalano estaba dotado de un humor fino y sarcástico, y apoyaba aventuras como la de la revista y algunas ediciones memorables como la de Felipe Delgado de Jaime Sáenz o El estudiante enfermo de Porfirio Díaz Machicao, con una tapa que para la época era escandalosa: un desnudo de mujer fotografiado por Freddy Alborta.

Pienso en Catalano y en la noble tarea de editar en un país donde se lee cada vez menos, donde las nuevas generaciones prefieren caminar con una serie de prótesis electrónicas (iPad, iPod, iPhone, ay ay ay… y otros equivalentes) en lugar de llevar en la mano un libro. Pienso en él y recuerdo una época en que un libro era un objeto de devoción y un librero era un hombre culto, que podía aconsejar a sus clientes sobre los mejores libros, no eran solo vendedores y menos aún piratas como los que ahora abundan.

Un buen librero es como un bibliotecario, conoce cada libro que tiene en sus estanterías, en muchos casos los ha leído y los ha seleccionado para ilustrar a los potenciales lectores. Eso hacía Catalano.

Una feria de libros no es como un festival de cine, donde se ha hecho una preselección que garantiza la calidad de las obras que se presentan. En las ferias de libros hay todo, desde mercaderes hasta autores que venden sus propios libros. Y eso hace que sea más difícil orientarse en sus interminable pasillos flanqueados.

Como es lógico en este caso, uno va para encontrar aquello que ya sabe que quiere. Me atrevo a dividir la oferta de la feria del libro en cuatro categorías: esenciales, novedosos, interesantes y payasos.

Entre los esenciales sin duda el de Teresa Gisbert de Mesa, Arte poder e identidad que fue presentado por sus hijos Isabel, Guiomar y Carlos. También esencial el libro que editó Luis Urquieta Molleda en alianza con Plural editores, con escritos de mi primo hermano Mariano Baptista Gumucio: Por la libertad y la cultura, una compilación que ofrece en 390 páginas la trayectoria de toda una vida de entrega a la cultura.

Novedosa es la edición de La guerra del papel de Oswaldo Calatayud Criales, Premio Nacional de Novela 2015. Una edición difícil, con un diseño arriesgado producido por la Editorial 3600 que dirige Marcel Ramírez. Novedosos son también los tomos que recogen la poesía completa de Matilde Casazola, a quien la feria rindió homenaje por su trayectoria literaria.

Adquirí varios libros interesantes, entre ellos Ricardo Pérez Alcalá, el gran ausente de Marcelo Paz Soldán, sobre mi gran amigo fallecido hace un par de años, así como libros de narrativa de escritoras bolivianas que han surgido en años recientes.

Y entre los payasos… aquellos que el aparato de propaganda del gobierno se empeña en difundir, como Caso zapata, la conspiración de la mentira del ministro de Defensa Reymi Ferreira, guionista de la telenovela, o la compilación de poemas escolares escritos para la gloria de Evo Morales, el líder supremo cuyas rodillas pertenecen al pueblo, según sus propias palabras.

La feria misma, bastante caótica: ascensores insuficientes, pésimo internet y mala señalización. En la guía, los organizaciones tuvieron la brillante idea de poner la lista de editoriales por número de espacio y no en orden alfabético, y en los planos de piso (además de errores garrafales) la letra es tan pequeña que sencillamente no se ve.

Hubo un caso de censura cuando agentes del gobierno y de la propia Cámara del Libro retiraron las gigantografías y la publicidad de los videos producidos por Manuel Morales Álvarez sobre la corrupción y el tráfico de influencias de Gabriela Zapata y Nemesia Achacollo (ambas en la cárcel). Como el campo ferial pertenece al Ministerio de Economía y Finanzas, no sería extraño que en la próxima feria del libro tengamos varios autores y editores vetados. Los libros no siempre son libres.
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Algunos escritores aumentan el número de lectores;
otros sólo aumentan el número de libros.
—Jacinto Benavente

(Publicado en Página Siete el 24 de septiembre 2016)  

25 septiembre 2016

Poeta de papel

El lunes 19 de septiembre presenté en la Cinemateca Boliviana un nuevo libro de poemas y se inauguró una muestra de 100 dibujos que aparecen en el libro. En realidad la presentación de Poeta de papel la hizo Matilde Casazola, y yo hablé sobre todo de los artistas que dibujaron para el libro.

Fue un día especial también por una razón familiar y es que hoy 19 de septiembre 2016, cumplía siete años de vida Milena, una de mis nietas, y el libro está dedicado a mis cuatro nietos. De hecho, Patricia Mariaca eligió dibujar el poema “Crevette” que habla del nacimiento de Gabriel, el mayor de mis nietos.

Hace 26 años mi libro Sentímetros fue la primera experiencia de colaboración con artistas plásticos. Entonces fueron once, entre ellos cinco grandes que ya pasaron al otro lado del espejo: Raúl y Gustavo Lara, Walter Solón Romero, Pedro Portugal y mi querida amiga de Argelia, Fatiha Rahou.

Poeta de papel, mi sexto poemario, apela otra vez al diálogo con artistas. Esta vez son veinte, de lo mejor que tiene Bolivia, cada quien con su estilo, su técnica y su calidad humana. El proceso fue igual: cada artista eligió cinco poemas y dibujó lo que los versos le decían al oído.

Luis Zilveti: Ciudada rota
Es indispensable mencionar a quienes que se unieron a la aventura, como Luis Zilveti con quien mantengo una amistad que comenzó en París a principios de la década de 1970. Zilveti diseñó el cartel de mi largometraje Señores Generales, Señores Coroneles (1976), hizo también algunos dibujos para mi libro Bolivie (Le Seuil, 1981), así como la tapa de la primera edición de Cine, censura y exilio en América Latina (1979), además de ser uno de los once artistas que dibujaron en mi libro Sentímetros (1990). Su colaboración más importante conmigo son los 51 dibujos que hizo para Cruentos (2012), y ahora cinco dibujos más para Poeta de papel. En su estudio en París, donde lo he visitado muchas veces, lo retraté para mi serie “Retrato hablado” y esa foto fue la tapa de uno de sus catálogos.

Alejandro Salazar: Escrito en un bus
Hay otros dos artistas que dibujaron hace casi tres décadas en Sentímetros (1990) y que ahora han vuelto a reincidir: Alejandro Salazar y David Darío Antezana. Alejandro (conocido por sus cartones políticos como Al-azar) contribuyó, además, con el dibujo y diseño de la tapa de Las radios mineras de Bolivia (1989), libro que coordiné con Lupe Cajías y que fue el primero sobre el tema de las emisoras de los trabajadores mineros sindicalizados. David Darío es otro reincidente en este libro, nos une desde hace años la amistad que forjó con Ricardo Pérez Alcalá, muy amigo de Gíldaro, su padre.
                                              
Lorgio Vaca: Rómulo y Roma
Cochabamba está bien representada con David Darío Antezana y con Gonzalo Ribero, como lo está Oruro con Erasmo Zarzuela y Santa Cruz con Ejti Stih y con Lorgio Vaca. Lorgio es otro amigo de larga data con quien hemos compartido momentos e ilusiones en su tierra y en París. No fue fácil involucrar a Lorgio en Poeta de papel porque andaba reconstruyendo uno de sus murales más emblemáticos, el del parque de El Arenal, pero a tanta insistencia mía cedió generosamente.

No es la primera vez que Ejti Stih colabora conmigo, lo hizo antes con una bella portada para el libro Políticas y legislación para la radio local en América Latina (2010), que coordiné junto a Karina Herrera-Miller.

Carmen Perrin: Para mí 
Además de Luis Zilveti, los dibujos de dos artistas que han desarrollado su actividad creativa fuera de Bolivia enriquecen Poeta de papel

Carmen Perrin tiene amplio reconocimiento por su obra en Suiza y otros países de Europa. Tuve el privilegio de escribir la introducción del catálogo de su muestra retrospectiva, “Entrar afuera, salir adentro”, que alojó durante  varios meses la Casa de América Latina, en París. El otro artista que se ha establecido fuera de Bolivia con mucho éxito es Fernando Rodríguez Casas, quien contribuyó con dibujos que destacan por su gran formato.

Patricia Mariaca: Entre espinas 
A Carlos Villagómez también me une una historia de colaboraciones, puesto que ha diseñado las tapas de la segunda edición de La máscara del gorila (1984), de Conservación, desarrollo y comunicación (1990), de Sentímetros (1990) y del catálogo de mi muestra fotográfica “Retrato hablado”. Algo similar sucede con Guiomar Mesa, quien fue también cómplice como diseñadora de varias de mis aventuras editoriales, aunque esta es la primera vez que contribuye con sus dibujos.

Mis caminos y los de Patricia Mariaca coincidieron en Guatemala y en Bolivia, donde escribí la presentación del catálogo de su muestra “Espejismos nómadas”. Patricia es una artista de actividad incesante, que ha exhibido su obra en todos los países en los que ha vivido.

Marcos Loayza: Lo pequeño es hermoso
No menos activas y productivas son Gilka Wara Libermann y Roxana Hartmann, no hay día que no pinten o dibujen, como lo han hecho para este libro. Y lo mismo sucede con
Marcos Loayza y Javier Fernández que dibujan compulsivamente y me ofrecieron la posibilidad de escoger entre tres o cuatro dibujos para cada poema, poniéndome en el aprieto de elegir.

Mauricio Bayro respondió con entusiasmo a la invitación y en muy breve tiempo entregó sus dibujos, lo mismo que Marco Tóxico, formidable artista del grabado, y
José Ballivián, fino dibujante cuyo trabajo se inscribe en la escuela de Rodríguez Casas.

La verdadera discípula de Ricardo Pérez Alcalá es también parte de este libro. Mónica Rina Mamani llegaba casi todos los días desde El Alto para ver pintar a Ricardo y aprender de él. Domina como su maestro la técnica de acuarela sobre tabla recubierta de yeso, y como él deja volar su imaginación. Aunque Ricardo no dibujó en Poeta de papel, es el autor del cuadro de la tapa, titulado “Bajo la sombra del vapor de la sangre”. Del mismo modo Sentímetros lleva en la tapa un cuadro suyo. Con Ricardo tuvimos una fecunda amistad, en Bolivia y en México.

Ricardo Pérez Alcalá: Bajo la sombra del vapor de la sangre 
Plural ha publicado ocho títulos míos. Poeta de papel es el más reciente (pero no el último), lo cual me place enormemente por la amistad que me une a José Antonio Quiroga, el director de esa casa editorial.

Algo similar me pasa con la Cinemateca Boliviana. En sus salas se han organizado entregas de mis libros, se han proyectado mis películas y he participado en numerosos eventos. En su biblioteca y centro de documentación deposité mis colecciones de revistas de cine y más recientemente todos mis libros sobre cine. La amistad que me une a Mela Márquez, Elizabeth Carrasco, Claudio Sánchez y a todo equipo de la Cinemateca, crece con cada nuevo evento.

La muestra de dibujos que acompañó la presentación del libro no hubiera podido colgarla yo solo sin ayuda de Carmen Perrin y Guy Limone, dos artistas de amplia trayectoria en Europa, que invirtieron en la exposición su cariño y dedicación. A principios del 2018 ambos expondrán en el Museo Nacional de Arte.



Hay una frase de Octavio Paz que me refleja: "He escrito y escribo movido por impulsos contrarios: para penetrar en mí y para huir de mí, por amor a la vida y para vengarme de ella, por ansia de comunión y para ganarme unos centavos, para preservar el gesto de una persona amada y para conversar con un desconocido, por deseo de perfección y para desahogarme, para detener el instante y para echarlo a volar”.

Coincido con Paz, salvo en eso de los centavos, que nunca he visto. Creo que la poesía me escribe y se hace en los lectores. Cada quien dibujará en su cabeza los poemas.
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Soy prisionero de este
cuadrilátero vertical de nieve,
podría quizás escapar
desplegando este verso más allá del margen
decapitar la última palabra
en el filo del abismo
aunque inexorablemente
de esta cárcel sin muros no puede huir
un triste poeta de papel.
—Alfonso Gumucio Dagron