25 noviembre 2016

El diablo en festivales

Los festivales de cine son cada vez más numerosos en el mundo.  Si uno hace la cuenta, hay más festivales de cine que días en el año. Los hay de todo tipo y categoría y suelen ser espacios donde se ve el cine que no llega a la gran pantalla, o son el trampolín para llegar a ella.

En un primer plano están los festivales internacionales clásicos, las pasarelas del gran cine mundial: el Festival de Cannes, el Festival de Venecia, el Festival de Berlín, el Festival de Toronto, el de San Sebastián... También hay “premios” que no son propiamente festivales, como el Oscar de Estados Unidos, el Goya de España, el César de Francia o los Premios Platino de Iberoamérica a los que me ha tocado asistir como invitado un par de veces.

Luego, hay festivales regionales importantes, donde se puede ver todo el mejor cine que se produce en el año. En nuestra región destaca desde 1979 el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano (en La Habana), el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI) creado en 1960, y el Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG) que ha crecido como la espuma hace unos diez años cuando Jorge Sánchez le dio el impulso definitivo.

Otros festivales latinoamericanos con vocación regional y pretensión internacional no han logrado ese mismo despegue a pesar de apoyos institucionales, por ejemplo el Festival de Cine Latinoamericano y Caribeño de Margarita (Venezuela), el Festival de Cine de Bogotá, el Festival de Cine de Lima (Perú), entre otros.

Curiosamente, hay varios festivales europeos que se especializan en el cine latinoamericano. Así comenzó el de San Sebastián hace muchos años, y también el Festival de Cine de Huelva (España), el Festival de Cine Latinoamericano de Toulouse (Francia), la Muestra de Cine Latinoamericano de Cataluña, y el Festival de Cine Latinoamericano de Utrecht (Holanda) de corta duración.

Hay eventos de cine que incluyen una discreta dimensión internacional, pero que no dejan de ser nacionales, como el Festival Internacional de Cine de Toluca (México), el Festival Internacional de Cine de Barichara (Colombia), el Festival de Cine de Cuenca (Ecuador), Festival Internacional de Cine de Barranquilla (Colombia), Festival Internacional de Cine de Santa Cruz (Bolivia) y tantos otros que podríamos llenar un libro con las listas.

Cada ciudad quiere su festival de cine y hay muchos que reciben producciones extranjeras, de modo que por cálculo de probabilidades si un cineasta envía una película a diez o veinte de ellos, puede obtener un premio o mención en alguna de las múltiples categorías, y adornar así con laureles su cartel publicitario. Es una lotería. Bingo.

También hay festivales especializados en temas o con sesgos específicos, como el Festival de Sundance que organiza Robert Redford o el de Tribeca que organiza Robert de Niro en New York, especializados en cine independiente. Hay festivales de cine de terror, como el más emblemático, en Sitges, Cataluña. Entre los de cine de animación destaca el de Annecy (Francia). Otros se concentran en cine documental, de cortometraje, experimental, sobre medio ambiente, derechos humanos, música, cine indígena y otras categorías para todos los gustos y con todos los sabores.

Ojo, que he mencionado solamente algunos de esta parte del mundo occidental, porque en Asia, África, Oceanía, hay muchísimos más.

En diferentes capacidades –ya sea como jurado, como director o como ponente- me han invitado a unos treinta festivales, como aquellos de cine Súper 8 que tuvimos en Kelibia (Túnez), Toronto y Montréal (Canadá), Bruselas (Bélgica), Caracas (Venezuela), Ciudad de México, Zacatecas y San Luis Potosí (México).

He sido jurado en el Festival Internacional de Cine Latinoamericano en La Habana (Cuba), en el Séptimo Festival de Cine de Málaga (España), en el Tercer Festival Latinoamericano de Teleducación Universitaria, en las XI Jornadas Cinematográficas de Cartago (Túnez), en la XXXVI Semana Internacional de Cine de Mannheim (Alemania) en el Festival Llama de Plata, en el Cóndor de Plata y en el IV y el XI Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos en Sucre (Bolivia), entre otros.

Recibiendo el "Diablo de Oro" en Oruro
Como director y panelista estuve en el primer y en el tercer Encuentro de Cine Militante en Rennes (Francia), en el Segundo Festival de Cine Rural (París), en el Festival de Films Prohibidos en Toronto (Canadá), en la Bienal Internacional de Cine y Arqueología en Tipaza (Argelia), en el XI Festival Panafricano de Cine en Uagadugú (Burkina Faso), en el XXIX Festival de Cine Latinoamericano de Huelva, y muchos más.

No vale la pena extender la lista porque lo que quiero es mencionar el V Festival de Cine “Diablo de Oro” en el que participé recientemente en Oruro, donde ofrecí la conferencia “Cine, memoria y democracia” y recibí en la ceremonia de clausura un “Diablo de Oro” como homenaje a mi trayectoria, junto a Jorge Sanjinés, el gran actor Luis Bredow y al fundador de ese festival, Juan Pablo Ávila. Dediqué la estatuilla dorada (que, sinceramente, es más un diseño artesanal que una obra de arte) a mi amigo y gran orureño Luis Ramiro Beltrán, ido hace 16 meses, el 11 de julio de 2015.

Alejandro Pereyra, Jorge Sanjinés y Alfonso Gumucio
Durante la semana del festival se exhibieron películas bolivianas: Carga sellada de Julia Vargas, Juana Azurduy, guerrillera de la patria grande de Jorge Sanjinés, Luz en la copa, Mirar y Verse de Alejandro Pereyra, Boquerón de Tonchy Antezana, y otras producciones que no llegaron a los premios. La película de Jorge Sanjinés se llevó cinco estatuillas,  Alejandro Pereyra se llevó dos y otras diez producciones fueron reconocidas en varias categorías.

Además se realizaron actividades paralelas como un taller de actuación a cargo de Juan Carlos Aduviri, y otro de banda sonora con Oscar García. El actor David Santalla y el director Paolo Agazzi fueron también homenajeados por su trayectoria.

Es estimulante que la ciudad minera logre mantener un festival de cine que cada año crece en importancia con el concurso de instituciones locales como el Club Oruro, la Alcaldía o la Carrera de Comunicación de la Universidad Técnica de Oruro. En 2016, por primera vez bajo la dirección de Walter Salguero, un joven meticuloso e inquieto, todo transcurrió sin problemas, gestionando de manera eficiente los pocos recursos con que cuenta el festival.
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Un buen principio y un buen final hacen una buena película siempre y cuando no pase mucho tiempo entre uno y el otro.
Federico Fellini  

(Una versión corta de este artículo se publicó en Página Siete el 19 de noviembre 2016) 

20 noviembre 2016

Ministerio de sobra

Así como celebré años atrás la creación del ministerio de Comunicación, ahora pienso que ese ministerio sobra y debería desaparecer, porque no es más que una institución de propaganda con 50 o 100 veces más presupuesto del que tenía como Secretaría de Informaciones de la Presidencia.

Marianela Paco
Tuve la esperanza de que se convirtiera en un ministerio encargado de formular política pública en el campo de la información y de la comunicación (que no son la misma cosa), pero lamentablemente cumple un papel idéntico al que desempeñaba la Secretaría de Informaciones de la Presidencia: publicitar la mesiánica figura presidencial en una campaña electoral cotidiana que ya dura once años. Y lo hace con recursos públicos que podrían destinarse a la cultura, a la salud o a la justicia, que tiene la tajada ridícula de 0.4% del presupuesto general, en un país donde brilla por su ausencia o sobresale por los escándalos de corrupción.

Cuando Amanda Dávila asumió el cargo de ministra de Comunicación publiqué en Nueva Crónica un artículo donde recogí con beneplácito, aunque a la vez con cierto escepticismo, las declaraciones que hizo la ministra en sentido de que su gestión se caracterizaría por el diálogo con los periodistas y su decisión de convertir al ministerio de Comunicación en promotor de políticas de Estado en el campo de su competencia.

En pocas semanas Dávila se vio arrastrada por la vorágine de producir publicidad diaria para el ensalzar la figura del macho Morales, una pirámide personalista que no solamente opaca a todas las demás instancias del gobierno y del Estado (que tampoco son sinónimos), sino que subraya un culto a la personalidad parecido al de Kim Il-sung y otros longevos dictadores de otras regiones del planeta.

Son vergonzosas las imágenes tamaño natural del presidente, cubierto de medallas como cualquier autócrata asiático o africano, que se exhiben en las ferias de propaganda del ministerio para que la gente se pueda fotografiar a su lado. Y si uno examina las colecciones de libros que publica ese despacho, con abundantes fotos de Evo Morales en las portadas y en todas las páginas, resulta intolerable pues se hace con recursos públicos que tendrían un destino mejor si el gobierno se preocupara por los problemas del país.

Y qué decir del “logo” que ha sido creado con la cara de Morales y que se coloca en todas las obras del Estado, en todas las cabinas del teleférico y en toda publicación del gobierno. Es una “imagen de marca” vergonzosa porque se apropia de obras realizada con fondos públicos.  Algo nunca antes visto, ni en dictaduras militares.

No conozco en ningún otro país de nuestra región una presencia tan abusiva de la imagen presidencial en todas las obras del Estado y en todos los medios de información públicos que deberían manejarse con criterios de servicio a la colectividad y no como amplificadores de la campaña política de una persona que acumula tres cargos: presidente de la república, presidente del MAS y de las seis federaciones de cocaleros del Chapare, las mismas que producen el 94% de la hoja de coca destinada a hacer cocaína. Pregunto una vez más: ¿a quién le vende el cocalero Morales la coca de su qatu?

Ni en Perú, ni en Ecuador, ni en Colombia, ni en México –que son países donde viajo con frecuencia- he observado semejante bombardeo publicitario con la imagen del presidente. Es un culto a la personalidad delirante y abusivo.

Amanda Dávila
Cuando creí que Amanda Dávila corregiría las metidas de pata de Iván Canelas (más tarde convertido en hagiógrafo presidencial y premiado con un puesto invisible en el directorio de Entel y luego con otro visible en la gobernación de Cochabamba), eso no sucedió. Ambos rifaron para siempre su prestigio como periodistas y mostraron la misma actitud de ponerse de cuatro patas reverenciando al líder supremo (y gastando para ello millones del erario). El caso de Dávila fue más triste, pues tuvo que soportar sumisamente la conocida torpeza misógina del primer mandatario que le ordenaba traer café en las reuniones de gabinete, aunque ella, según cuentan no accedía a ese pedido. Hizo también oídos sordos de la copla misógina tan celebrada por el presidente: “las ministras van por los balcones pidiendo dinero para sus calzones”.

Dicen que la propia Amanda Dávila recomendó a Marianela Paco como sucesora. Si es cierto, es una jugada maquiavélica, porque Paco es ineficiente, doblemente rastrera y rabiosa, que desde el día uno de su gestión se ha enfrentado a los medios de información y a los periodistas. Es como si Dávila hubiera recomendado a la peor sucesora posible para que la gente comente, como hace ahora, que con Amanda Dávila el ministerio estaba mejor. Por comparación, Dávila queda mejor pintada en la efímera historia de los que pasan por el poder.

Marianela Paco (que no se saca el sombrero ni delante del papa Francisco), no tiene idea de lo que es la información, menos aún la comunicación. Tampoco sabe de transparencia: esconde las cifras de lo que gasta, cuando es su obligación darlas a conocer. Comenzó su gestión echando a un centenar de funcionarios, multiplicó el presupuesto de propaganda y se trenzó en peleas desgastantes con periodistas de renombre. Basta verla en televisión para darse cuenta de que es una persona ríspida y agresiva, que confunde la militancia partidista con servilismo y obsecuencia.

Hace poco se habló de la enfermedad de Marianela Paco, quizás sea el preludio de su salida en el próximo reajuste de gabinete. Probablemente la premien por haber convertido una cartera tan importante en la agencia de publicidad de una persona.

Sería el momento indicado para que el ministerio de Comunicación desaparezca y vuelva a ser una secretaría en la presidencia, porque nadie que sustituya a Paco podrá cambiar la dinámica de ese ministerio, completamente sometido por los caprichos de un tipo autoritario, soberbio y torpe.
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Los políticos son siempre lo mismo.
Prometen construir un puente aunque no haya río.
—Nikita Jrushchov


(Una versión más corta se publicó en Página Siete el sábado 19 de noviembre 2016)  

17 noviembre 2016

Matilde sobre "Poeta de papel"

El tiempo vuela… es un lugar común, pero como muchas frases que se incorporan en el hablar cotidiano, tiene su razón de ser, representa una percepción generalizada constituida como una expresión menos pedestre que “qué rápido pasa el tiempo” o algo parecido.   

Hace exactamente dos meses presenté Poeta de papel, mi poemario más reciente (no el último porque tengo todavía un par en cantera). El libro contiene cien poemas y cien dibujos de veinte artistas bolivianos que con generosidad aceptaron el reto de escoger cinco poemas cada uno, y crear un dibujo a partir de esos versos.

Los originales de los dibujos se exhibieron enmarcados en el salón de exposiciones la Cinemateca Boliviana. Media hora antes de la presentación del libro todavía estaban Carmen Perrin y Guy Limone, dos amigos artistas llegados de Suiza y de Francia respectivamente, colgando los dibujos con mucho más criterio artístico que el que yo hubiera podido improvisar.

Casi todos los artistas estaban presentes en la inauguración de la muestra y la presentación del libro, el 19 de septiembre. Un aguacero inesperado en una época del año en la que normalmente no llueve hizo que algunos llegaran mojados hasta los huesos (otra expresión popular gráfica), incluyendo a Erasmo Zarzuela y a Gonzalo Ribero cuyo espíritu aventurero los hizo llegar desde Oruro y Cochabamba.

Matilde Casazola y Alfonso Gumucio en 1980
Quizás lo más notable del nacimiento público del libro publicado por Plural Editores  fue la presentación que hizo de él Matilde Casazola, poeta y cantautora de enorme trayectoria. A Matilde no les gusta presentar libros de otros, pero en este caso hizo una excepción, quizás animada por la amistad que nos une desde hace varias décadas.

El texto de su presentación se publicó en el suplemento Letra Siete el 2 de octubre, y recién ahora, por esto de que “el tiempo vuela”, puedo reproducirlo en el blog para que sea leído por amigos y colegas que no alcanzaron a verlo en la edición impresa de Página Siete. Aquí van las palabras de Matilde Casazola.

El más reciente libro de Alfonso Gumucio Dagron

Matilde Casazola

Fue una hermosa noticia para mí saber de este nuevo libro de poesía de Alfonso, personalidad siempre dinámica en tantas y tan diversas facetas de la creación y el intelecto, como son la narrativa, el ensayo literario, el periodismo, el cine, la fotografía, las ciencias de la comunicación… para todas las cuales ha aportado con valiosas entregas: publicaciones, películas, libros; algunos de estos trabajos premiados en eventos internacionales y nacionales.

Pero indudablemente es la poesía la rama en que nos complace quedarnos hoy en compañía de Alfonso. Le anteceden otros poemarios: Antología del asco (1979), Razones técnicas (1980), Sobras completas (1984), Sentímetros (1990) y Memoria de caracoles (2000).

Poeta de papel (2016) contiene cien poemas inéditos, cada uno ornamentado de sugerentes dibujos logrados por diversos artistas. Un doble regalo para el esteta: lo que éste capta directamente del mensaje poético y lo que ve a través de los ojos del pintor.

Poesía la suya, depurada, contenida, al tiempo que rica en imágenes, en juegos de palabras que da gusto descifrar. Poesía traviesa con un cierto toque amargo. Poesía poderosamente descriptiva.

Poeta de papel, obra densa en el sentido de ser fecunda, es al mismo tiempo ligera, como el poeta mismo, caminante, viajero, el ojo alerta, el pie alado.

Alfonso, detallista, amante de los objetos bellamente labrados (en una cierta visita que hice a su casa me enseñó hermosas esculturas africanas talladas en madera), refleja esta misma cualidad en varios de sus poemas.

Hay otros de amor ardiente. Muchos denotan esa sed de justicia que ha dado un rumbo claro a su existencia.

Otra clave para sus salmos: la mirada aérea y la mirada desde diversos puntos del planeta: ciudades innúmeras, puertos, volcanes, selvas, desiertos, ruinas de antiguas y admirables civilizaciones, paisajes en colores contrastados.

La observación de las criaturas que pueblan nuestro mundo: animales, plantas, lo cósmico en su poesía. Y el ser humano con todas sus llagas, sus costumbres cotidianas, sus hastíos, también sus crueldades.

Este libro es un testimonio de vida. Todo un mundo contenido en cien poemas que fueron escritos a mano, en una hoja de papel, y guardados a veces por años, hasta volver a leerlos y darles la definitiva forma.

Gracias Alfonso por invitarme a presentar tu libro. Gracias en nombre de quienes amamos la poesía.

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La poesía se escribe cuando ella quiere.

—José Hierro