24 abril 2009

Foro: Libertad de Expresión

Periodistas desaparecidos o asesinados, radios comunitarias perseguidas y clausuradas, censura y autocensura en los medios, el encierro, el destierro o el entierro de las ideas. Y no estamos hablando de regímenes dictatoriales, sino de “democracias” latinoamericanas.

La libertad de expresión y el derecho a la comunicación son una molestia y una amenaza para quienes están en el poder, sean de izquierda o de derecha. Si bien algunos países respetan formalmente la libertad de información, muy pocos promueven el derecho a la comunicación, que no es lo mismo. Como escribió Antonio Pasquali hace 45 años, en 1963: “La ‘libertad de información’ es una irónica contradictio in adjecto, ya que sólo connota la libertad del informador."

En México, un gran país con gigantescos monopolios mediáticos y muchos esfuerzos dispersos de comunicación independiente, alternativa y comunitaria, tanto la libertad de expresión como el derecho a la comunicación están constantemente amenazados desde las esferas del poder político o el poder de las sombras (el narcotráfico).

Para hablar de ello se organizó el 16 y 17 de abril el foro “Libertad de Expresión: Procesos Democráticos y Derechos Humanos”, convocado por instituciones líderes en la lucha por el derecho a la comunicación, como AMEDI, Artículo XIX, Comunicación Comunitaria y AMARC, con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, la Coordinación de Enlace Comunitario y otras.

Los amigos de Comunicación Comunitaria me invitaron a presentar una perspectiva latinoamericana de los temas. Para mi fue una manera de aterrizar nuevamente en México luego de haber vivido y trabajado en el país a mediados de los 1980s.

El evento se abrió con la presencia de Frank La Rue, Relator de las Naciones Unidas para la Libertad de Expresión, y Catalina Botero, Relatora Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Ambos reafirmaron la importancia de ir más allá de la libertad de los medios de información, hacia el derecho a la comunicación de la ciudadanía.

Fue impactante la mesa sobre “Agresiones a periodistas en México”, donde Ana Lilia Pérez ofreció un testimonio vibrante de las amenazas y presiones que ha recibido por haber publicado en la revista “Contralínea” investigaciones sobre manejos dolosos y corrupción en las más altas esferas del partido gobernante (PAN). Otro testimonio conmovedor fue el de Javier Valdés, periodista de “Río Doce” de Sinaloa, quien corre riesgos cotidianamente cada vez que escribe sobre la sociedad del narcotráfico en su columna “Malayerba”. Valdés afirmó que toda la sociedad de Culiacán está implicada, en mayor o menor grado, en el narcotráfico que ha penetrado todas las instituciones, desde la policía hasta los medios de información.

Otras mesas del Foro abordaron los “Avances y retrocesos del Acceso a la Información Pública”, “La Ley Televisa”, “Derecho a la Comunicación: Medios Comunitarios y Medios Públicos”, y “Convergencia Tecnológica en los Medios de Comunicación”. En esta última me tocó presentar una ponencia, junto a Gabriel Sosa Plata (cuya columna en el “Universal” fue recientemente clausurada), Beatriz Solis y Eduardo Correa.

10 abril 2009

Ultimo día en La Antigua

No se puede uno ir de Guatemala sin despedirse de La Antigua. La mañana soleada del último día, poco antes de ir al aeropuerto, recorrimos por centésima vez los 40 kilómetros que separan la capital actual de la antigua capital de Guatemala, accediendo a ella por la empinada bajada que lleva a su incesante redescubrimiento. Uno no se cansa de visitar La Antigua, porque cada vez hay algo nuevo, aunque la ciudad colonial no cambie y se mantenga suspendida en el tiempo.

Lo nuevo, esta vez, justo antes de transitar por las calles empedradas de la ciudad, fue la visita a Santo Domingo El Cerro, una colina propiedad de Jorge Castañeda, además dueño de muchas cosas en la Antigua, y como en otros proyectos urbanísticos en este ha asociado también al arquitecto Amerigo Giracca, para crear un espacio escultórico abierto con el nombre Parque Cultural Efraín Recinos, en homenaje al gran muralista, escultor, ingeniero y arquitecto guatemalteco, autor –entre tantas otras obras- del conjunto arquitectónico del Teatro Nacional Miguel Ángel Asturias.

Cuento con los dedos de una mano (y me sobran un par de dedos) los amigos que he tenido en Guatemala, y sin duda Efraín Recinos es uno de ellos. El otro fue Mario Monteforte Toledo.

En su taller del Teatro Nacional, rodeado de dibujos, cuadros y cuadernos, visité a Efraín dos días antes para despedirme. Me contó que había descubierto bocetos de murales que daba por perdidos, y me habló del parque escultórico de Santo Domingo El cerro, donde la pieza central es una curiosa escultura suya, hecha de un escarabajo Volkswagen (que fue suyo durante el tiempo que duró la construcción del Teatro Nacional, de 1971 a 1978) y una “guatemalita”, mujer de ojos grandes que es uno de los leit-motiv en la obra escultórica de Recinos. Los ojos grandes y las piernas carnosas caracterizan a las mujeres de Efraín.

La charla con él me animó aún más a visitar Santo Domingo El Cerro, y hacerlo fue un regalo, porque esa colina desde la que se divisa La Antigua, está sembrada de arte. La presencia de Efraín es sin duda la más notoria, por los murales y esculturas, pero también hay obras de Luis Díaz, y Mariadolores Castellanos (casualmente, la nueva propietaria del departamento que acababamos de dejar en Guatemala).

La serie de murales de Efraín Recinos sobre el tema de la comunicación es una de las atracciones del parque. Me mostró dos días antes los bocetos originales, antiguos, que forman parte de un proyecto que nunca llegó a realizarse, como tantos de Efraín. Ahora, finalmente ven la luz como murales en mosaico donde predomina el color azul. Seis ya están terminados y colocados en su sitio definitivo. Aluden a la comunicación en todas sus formas y a través del tiempo: el tam-tam, las palomas mensajeras, la telegrafía, la radio, la televisión… Al diseño original sobre los satélites le añadió hace poco un teléfono celular en la mano de una “guatemalita” sentada sobre la esfera del globo terráqueo. Habrá un panel que todavía no ha sido realizado, pero que Efraín mencionó dos días antes cuando nos vimos: “La forma más antigua de comunicación, la más íntima: el beso”.

No podía yo encontrar una manera más conciliadora de dejar Guatemala. La obra de Efraín Recinos y de otros artistas y emprendedores del arte, tiene la capacidad de enterrar siquiera por unas semanas los recuerdos dramáticos de un país sumido en la violencia y en la injusticia, un país corrupto hasta la médula, donde todos los ilícitos son el pan cotidiano: tráfico de drogas, de obras de arte colonial y pre-hispánico, de influencias, de especies animales vivas en riesgo de extinción, de inmigrantes, de bebés vendidos para adopciones, de maderas preciosas, de órganos para transplantes, y todo cuanto la imaginación más perversa pueda imaginar.

En este país los pobres son muy pobres y los ricos son muy ricos. Y son indolentes, indiferentes a la realidad que los rodea, sobre la que se desplazan en helicópteros para no contaminarse. Los ricos de Guatemala se han hecho ricos especulando por igual en tiempos de democracia y de dictadura, apadrinando el Estado que conviene a sus intereses. República bananera (cafetalera, petrolera, azucarera…) donde 50 familias controlan el 80% de la riqueza nacional, esa es Guatemala, feudal como cien años atrás.

Hombres como Efraín Recinos –muy pocos frente a tanta adversidad- nos reconcilian con el mundo, no solamente por su inmensa creatividad como artista, sino por su sencillez como persona y por su generosidad con Guatemala. Por ello, irse con una despedida del hombre y de su obra, es una manera de llevarse un buen recuerdo al cerrar una etapa más en mi vida de gitano.

03 abril 2009

Entrevista en Canalé

“Canalé” es el nombre de la revista que publica la Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). El número más reciente trae una entrevista de tres páginas sobre la versión en castellano de la “Antología de Comunicación para el Cambio Social: Lecturas Históricas y Contemporáneas”.

La entrevista realizada por Hugo Aguirre –quien coordina la especialidad de Comunicación para el Desarrollo en la universidad- explora las motivaciones y el proceso de elaboración de este libro que se ha convertido en una referencia importante para los estudios de comunicación para desarrollo y el cambio social en América Latina.

Hugo Aguirre: El presente está marcado por un discurso tanático, se agotan los recursos, el clima cambia negativamente, ¿cuál crees que será el aporte de la Antología y de la comunicación en este proceso de reorientación que requiere el capitalismo para encarar el futuro?

Alfonso Gumucio-Dagron: Creo que siempre estamos nadando contra la corriente, como ciertos peces que remontan los ríos en busca de remansos para desovar. Este mundo no es fácil ni lo ha sido. Hay momentos históricos que despiertan nuestras ilusiones y anhelos, y otros en los que la realidad nos apabulla con un sentimiento de frustración. Pero seguimos creyendo en ciertos principios y por ello nuestro trabajo se sostiene siempre de un hilo de esperanza.

Cuando uno mira la foto grande, la del mundo, la de la historia, no puede evitar un cierto sentimiento de derrota, pero si uno se concentra en lo que mejor conoce y en las posibilidades de influir, renace la esperanza.

Nosotros pensamos que si las universidades asumen los retos del desarrollo y de los cambios sociales y se acercan a los problemas que padece la mayoría de la población, hay posibilidades de cambiar las cosas. Hay ejemplos de cambios sociales importantes en comunidades que han tomado en mano su desarrollo, con un espíritu democrático y solidario. Si esto se multiplicara por miles, estaríamos más cerca de resolver los grandes problemas que aquejan al mundo.

Entrevista completa