24 mayo 2010

Teoría general de la estrategia

Valió la pena la larga espera, porque finalmente me llegó el libro “Hacia una teoría general de la estrategia – el cambio de paradigma en el comportamiento humano, la sociedad y las instituciones”, de Rafael Alberto Pérez y Sandra Massoni, donde los autores incluyeron un texto que me pidieron hace un par de años, “Modelo estratégico de comunicación para el cambio social y el desarrollo”.

El libro de Pérez y Massoni es impresionante no solamente por sus 558 páginas, sino porque es un trabajo ambicioso y de mucha sustancia teórica. Es muy interesante constatar que en la propuesta original que tenían en mente ambos autores, allá por 1990, Sandra hablaba de la necesidad de una “nueva teoría de la comunicación estratégica”, mientras que Rafael Alberto hacía la propuesta de una “nueva teoría estratégica reformulada desde la comunicación”. Además, el trabajo de investigación giraba en torno al Foro Iberoamericano sobre Estrategias de Comunicación (FISEC) y a una cantidad de investigadores que se ocupan de la comunicación desde diferentes perspectivas.

La perspectiva de los autores fue evolucionando a través del tiempo, y la comunicación se vio desplazada del título y en alguna medida del contenido de la obra, para dar paso a una perspectiva centrada en la teoría de la estrategia en sí, sin adjetivos.  En ese sentido no solamente es un aporte innovador, sino sembrado de provocaciones intelectuales a partir de las cuales es posible especular y elaborar pensamiento.

El libro es fascinante por la riqueza de la información que contiene, las referencias a múltiples autores, y el planteamiento teórico-práctico. La primera parte se ocupa de analizar los paradigmas existentes de la teoría estratégica para plantear una nueva; la segunda parte –otros cinco capítulos- aborda la filosofía que sustenta el “cambio en la mirada”, paralelo a los cambios que ha sufrido el mundo en décadas recientes; cambios no solamente en el paradigma mismo, sino en el sujeto, en la organización social, en el objeto y en la matriz de estudio.

Finalmente la tercera parte, con tres capítulos y artículos de nueve autores españoles y latinoamericanos, es el aterrizaje de la teoría en la práctica de cambiar el mundo. Aquí, la comunicación vuelve a ocupar un lugar central.

En la presentación del libro escribió Enrique Iglesias: “Soy consciente de que «una nueva teoría basada en un nuevo paradigma» puede sonar algo alejado del interés directo de los hombres de acción, pero el lector no debería equivocarse. Una teoría es una explicación, y los hombres necesitamos explicaciones para poder adoptar decisiones problemáticas y prever, con mayor o menor probabilidad, sus resultados.”

Conozco a Sandra Massoni desde hace algún tiempo, pues  incluí un texto suyo en mi “Antología de Comunicación para el Cambio Social – Lecturas Históricas y Contemporáneas”, y Sandra además participó en el Congreso de ALAIC en Porto Alegre (2006), en el Grupo Temático sobre Comunicación para el Cambio Social, del cual soy Coordinador. Son razones adicionales para alegrarme por la aparición de este libro que hay que leer detenidamente, con cuidado.

17 mayo 2010

Entrevista un poco resfriada

Cuando en agosto de 2009 me invitaron a Fortaleza, Brasil, para dar la conferencia de cierre del VII Encontro Nacional da História da Mídia, conocí a Flaminio Araripe, periodista interesado en temas de comunicación para el cambio social, quien me entrevistó para Globo Universidade.

Hablamos largamente de las nuevas tecnologías de la información, de las redes sociales, de participación y medios comunitarios, de libertad de expresión, y otros temas.  Un resumen de esa entrevista se ha publicado recién ahora, en portugués, y puede leerse en la página web de Globo Universidade.

Hay otras entrevistas interesantes publicadas en los dos últimos meses en la misma página, con Bertrand Badie, Ibrahim Saleh, César Ades, y Robert Stam. A este último, especialista del cine latinoamericano de la Universidad de New York, lo conocí hace treinta años y no he vuelto a verlo desde entonces.

El programa de Globo Universidade, creado en 1999, apoya las actividades de los estudiantes de comunicación mediante acuerdos con varias universidades de Brasil y de otros países. Promueve intercambios, seminarios y ofrece becas de investigación. Todas sus actividades son gratuitas.

13 mayo 2010

Dos notas de familia




Mi hija Alejandra cumplió hoy 22 años y quiere que todos vean este video que acaba de hacer, con la colaboración de su red de amigos y amigas, para participar en el concurso de FaceCoop. Alejandra persigue desde hace varios años una carrera en la que pueda explotar su creatividad (y yo espero que sea literal: una explosión). Ha acumulado estudios y experiencia primero en diseño de modas, luego en diseño gráfico y en publicidad, en Italia y en Bolivia, y encamina sus pasos hacia la dirección de arte.

Y ahora otro Gumucio. No es fácil que se apague la memoria de mi primo Juan Carlos Gumucio Quiroga, fallecido en 2002. Ramón Rocha, que anda escribiendo semblanzas de 200 personajes de Cochabamba, publica en La Prensa del jueves 13 de mayo un adelanto con el título “Encomio de Juan Carlos Gumucio”, en el que recuerda la trayectoria fascinante de “JC” como corresponsal internacional en zonas de guerra en Medio Oriente. La nota se publicó también en Bolpress.

Ramón fue condiscípulo de Juan Carlos en la escuela, y me mandó una foto en la que se ve a ambos, de corta edad, con los mismos rasgos faciales inconfundibles. No pongo esa foto aquí porque seguramente Ramón ya tiene otros planes para ella. Pero tengo a mano otra foto de Juan Carlos, que le tomé en las calles de New York en septiembre de 1981, cuando trabajaba en la Associated Press y no deseaba otra cosa que salir de allí, como corresponsal.

07 mayo 2010

Cine mudo bajo el volcán

Solía decir Henri Langlois, el celoso dragón que cuidaba el acervo de la Cinemathéque Française, que para reconocer una buena película prefería verla sin sonido. Es una buena manera de homenajear al cine mudo, donde la imagen tiene que decirlo todo, sin mayores artificios.

Volví a mi oficio de historiador de cine a fines de abril, cuando participé en Ciudad de México como ponente en el “Coloquio Internacional de Cine Mudo en Iberoamérica: naciones, narraciones, centenarios”, invitado por David Wood, investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM y por Aurelio de los Reyes, el más importante historiador del cine mudo mexicano.

El cine mudo es en esencia cine pionero, es el cine primigenio, la semilla y su eclosión original, es el nacimiento de un nuevo arte, el séptimo, cuando pudo ser apenas un espectáculo más entre muchos. Sin duda, es la etapa más fascinante de la historia del cine mundial, cuando el cine era uno solo y empezó, poco a poco, a mostrar tendencias y diferencias, a la par que rápidos progresos técnicos. Todo estaba por descubrirse entonces, y todo se hacía con las manos, de la manera más artesanal, desde la vuelta de la manivela para avanzar la película, hasta el revelado en una tina de baño.

De eso, en parte, hablé en mi ponencia “Cine mudo y cine silenciado: la obra de Velasco Maidana”, en la que me referí a las tres primeras décadas del cine mudo en Bolivia, a sus pioneros y principales películas, como un adelanto de la biografía de José María Velasco Maidana que estoy escribiendo. 

Un tema central en mi texto, así como en el que presentó Aurelio de los Reyes sobre el cine documental mexicano después de la Revolución, es el papel de la censura. Puede parecer increíble, pero en ambos países –y sin duda en muchos otros- mientras las cinematografías nacionales luchaban por desarrollarse, la censura se aplicaba con saña sobre los pioneros cineastas. Siempre, la intolerancia, la ignorancia y la incomprensión han caracterizado a los enemigos de las culturas. Ayer como hoy.

No pudo llegar, de París, Paulo Antonio Paranagua, ni otros invitados europeos, porque la nube de ceniza del volcán islandés Eyjafjalla (suena a trabalenguas), impidió que tomaran sus vuelos a México. Pero en cambio volví a encontrar a colegas que no veía hace casi tres décadas y conocer a otros nuevos. Entre los de antes, el maestro Manuel González Casanova -quien publicó mi “Historia del Cine Boliviano” en 1983, cuando era Director de la Filmoteca de la UNAM-  y colegas que trabajaron allí, como Fernando Osorio o Eduardo de la Vega Alfaro.


Entre los nuevos, la historiadora del cine peruano Violeta Núñez Gorriti, el portorriqueño Paul A. Schroeder Rodríguez especialista en cine latinoamericano, y los mexicanos Ángel Miquel, Álvaro Vázquez Mantecón, Juan Solis y Ángel Martínez, todos ellos acuciosos estudiosos del cine.

Me dijo Aurelio de los Reyes, que cuando él y yo hacíamos nuestras investigaciones sobre la historia del cine -él desde los 1960s y yo en los 1970s- no teníamos las condiciones que tienen ahora los nuevos investigadores.  En esa época no conocíamos las películas, dábamos por perdidas a muchas de ellas, nuestras principales fuentes eran los diarios de principios del siglo pasado, y algunos sobrevivientes “históricos”. No había fotocopiadoras, ni video, y por supuesto tampoco Internet ni la web para facilitar la investigación.  Ahora es fácil decir que hace 30 o 40 años -él, yo y otros- nos equivocamos en una fecha o un dato puntual.

El coloquio sobre cine mudo tuvo lugar en el auditorio del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (cuya sigla suena como un beso: MUAC), en el centro Cultural Universitario de la UNAM. Cada día, al finalizar la jornada de mesas y debates, la Filmoteca de la UNAM nos ofreció un regalo: la exhibición de películas del cine mudo latinoamericano, recién restauradas, con acompañamiento de música en vivo.

Así pudimos disfrutar de la película brasileña “Límites” (1931) de Mario Peixoto, una verdadera película de vanguardia, en la que el director le saca el jugo a todo lo que una cámara de cine podía ofrecerle en ese momento. Esta sesión estuvo animada en vivo por el Ensemble Cine Mudo que dirige José María Serralde Ruiz, quien tuvo la virtud de combinar los ecos de Satie, Debussy, Ravel que Peixoto había escogido originalmente, con Villalobos y otros compositores brasileños contemporáneos, que Peixoto había curiosamente obviado. 

El segundo día vimos documentales de la época del Porfiriato en México, títulos como “México ante los ojos del mundo”, “Inauguración del tráfico internacional por el Istmo de Tehuantepec”, “Peregrinación a Chalma”, y “Temporada de ópera del Centenario”, todos ellos rescatados para la memoria de los mexicanos y musicalizados en esta ocasión por el piano de Deborah Silberer, en vivo.