31 mayo 2016

Jotajotita, 40 años

París, diciembre 1975 
La última vez que estuve con Juan José Torres fue en París, unos seis meses antes de su asesinato. La tenebrosa Triple A lo secuestró y asesinó de la manera más cobarde el 2 de junio de 1976. Su cuerpo apareció a cien kilómetros de Buenos Aires, en la localidad de San Andrés de Giles. Paradójicamente la línea de buses que hace el trayecto de Buenos Aires a San Andrés de Giles se llama “Cóndor”, como la operación que planificaron las dictaduras del cono sur para eliminar a sus adversarios.

No tengo la fecha exacta en los negativos en blanco y negro que conservo, pero fue en diciembre de 1975 que Torres llegó a París y nos tomamos un café en el Barrio Latino, sentados alrededor de dos pequeñas mesas redondas, sobre la vereda, frente a la puerta del café. Marcelo Quezada, Zorka Domic, Luis Minaya y yo estuvimos en ese encuentro en el que hablamos de la situación de Bolivia durante la dictadura de Bánzer, y en particular sobre el tema del mar.

Zorka Domic, Marcelo Quezada y Luis Minaya con Juan José Torres
Los cuatro éramos parte del Comité Boliviano de Resistencia Antifascista, organización sin afiliación partidista, que organizaba eventos de información sobre Bolivia y publicaba un boletín, Resistencia. Sacamos 16 números en total, los primeros eran mimeografiados y bastante rústicos, hechos literalmente con las manos, y el último que hicimos fue impreso en offset, con 32 páginas de artículos, comentarios, fotografías, documentos y dos entrevistas, una con Juan Lechín y otra con Juan José Torres, resultado de aquella cita que tuvimos en un café de París.

En esa oportunidad nos dijo algo que usamos como titular de la entrevista: “El 23 de agosto de 1971 mi gobierno iba a firmar con Chile un acuerdo ventajoso para Bolivia”. Pero claro, dos días antes se produjo el golpe del Coronel Hugo Bánzer Suárez. Torres afirmó durante nuestra conversación: “Solo faltaba, para la formalización del tratado, la declaración conjunta de los dos presidentes…”

Compartió con nosotros la información de que Bánzer había rechazado una propuesta confidencial de Salvador Allende y que él había pedido que se le permita regresar a Bolivia para explicarle al pueblo boliviano los alcances de aquella negociación que había sido archivada luego del golpe de Bánzer en Bolivia y dos años más tarde el de Pinochet en Chile:

“Bánzer ha utilizado un anhelo nacional como expediente de estabilización para su gobierno y ha comprometido a las Fuerzas Armadas en sus maniobras políticas. No podemos comprar nuestro derecho de salida al mar al alto precio de un nuevo desmembramiento territorial.”

Entre 1970 y 1971 tuve una cercanía especial con el gobierno de Jotajotita –como lo llamaban en el pueblo por cariño y por su baja estatura- ya que hice mis primeras armas como periodista en el diario El Nacional que dirigía Ted Córdova Claure y estuve cercano al proceso de la Asamblea Popular, instalada en el edificio del congreso, en la Plaza Murillo, a cincuenta metros de donde teníamos la redacción del periódico. Tuve a mi cargo la página cultural y una columna sobre temas políticos, además de un par de páginas como "suplemento literario" los fines de semana. Paulo Cannabrava, Alvaro Barros-Lemez, Andrés Soliz Rada, Victor Hugo Carvajal, Coco Manto, eran algunos de los colegas en El Nacional, todos periodistas comprometidos con ideales de un país más libre y menos dependiente, aunque las condiciones económicas de entonces no eran favorables. 

Torres tuvo la virtud de dejar que los trabajadores, las clases populares de Bolivia, se organizaran libremente en la Asamblea del Pueblo. Tan libremente, que muy pronto se vio acorralado por las propias organizaciones de trabajadores que lo había  respaldado para derrocar a la derecha militar. Esa fue de veras una asamblea representativa del pueblo, y no el sainete de levantamanos “plurinacionales” que tenemos ahora, obedientes de los dictados del Palacio de Gobierno.

Estamos hablando de un periodo álgido de diez meses y medio, del 7 de octubre de 1970 al 21 de agosto de 1971, periodo en el que día a día vivíamos a salto de mata, seguros de que se preparaba un contragolpe de la derecha militar y civil, como efectivamente sucedió.

Cuarenta años después del asesinato de Jota Jota, esta memoria fragmentada me visita como seguramente lo hace a tantos que fuimos parte de ese proceso de democratización. Todas nuestras memorias juntas podrían reconstruir ese periodo importante de nuestra historia, que los actuales gobernantes no solamente desconocen, sino que ignoran a propósito.
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No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución;
se hace la revolución para establecer una dictadura.
—George Orwell


22 mayo 2016

Hablemos Perú

A pocos días de la segunda vuelta en las elecciones presidenciales peruanas, estuve en Lima invitado para dar una conferencia sobre comunicación para el desarrollo en el foro “Hablemos Perú”, que se realizó por quinto año consecutivo en Lima.

“Hablemos Perú” es una experiencia que sería impensable en Bolivia por el tipo de gobierno que tenemos encima. Este es un evento organizado por la Oficina General de Comunicación Social de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) de Perú encargada de llevar adelante la comunicación estratégica del poder ejecutivo, que convoca a periodistas y trabajadores de la comunicación de instituciones del Estado de todo el país, para involucrarlos en una jornada de discusión libre, abierta y democrática sobre la situación de la comunicación e información en el país, con particular énfasis en la información pública.

El diálogo está abierto a todos, no solamente a los periodistas de medios públicos. En 2012, más de 900 personas se hicieron presentes para debatir las políticas de Estado sobre comunicación. Este año se enviaron invitaciones a los dos partidos políticos que competirán por la presidencia el 5 de junio, sin embargo para ellos la comunicación es sinónimo de propaganda, de modo que no les interesa debatir.

En Perú la dirección de esa instancia del ejecutivo está a cargo de Blanca Rosales, cuya experiencia en medios, comunicación y democracia es tan extensa como ejemplar su manejo de las relaciones con medios privados y públicos. Las comparaciones son odiosas, pero a su lado nuestra ríspida ministra de propaganda (su ministerio no merece la palabra “comunicación”) solo destacaría por su sombrero (que no tuvo siquiera la humildad de sacárselo para saludar al papa Francisco). Ya ven por qué dije que es impensable algo así en Bolivia.

Alfonso Gumucio y Silvio Waisbord en el cierre del evento
La pluralidad ideológica de la experiencia de “Hablemos Perú” está garantizada por la voluntad política de las instituciones de Estado y también por los invitados a dialogar con representantes de los medios públicos de todas las regiones del país. No se trata de un diálogo de sordos entre profesionales afines al gobierno, todo lo contrario, se ha abierto el espacio para voces críticas. Año tras año los temas centrales fueron “Más voces para la comunicación”, “Compromiso ético con los más pobres”, “Comunicación, derecho de todos”, “Comunicación ciudadana en red” y “Modernización de la comunicación pública”.

Esta fue la primera vez que se invitó a ponentes internacionales. Me tocó compartir la palestra con Silvio Waisbord, investigador de la comunicación a quien conozco desde hace muchos años. En eventos anteriores “Hablemos Perú” ha convocado para debatir temas de comunicación pública a especialistas y académicos peruanos como Luis Peirano, Hugo Aguirre, Carla Colona, Juan Gargurevich, Marisol Casteñeda, Franklin Cornejo y Jorge Acevedo, entre otros.

Jorge Vergara
No es todo: las ponencias de los expositores y las participaciones de quienes comentan y debaten los temas en cada evento se recogen en un libro, de manera que no se benefician solamente los asistentes, sino cualquiera que se interese en leer esas publicaciones, también disponibles en la página web de “Hablemos Perú”. Además, estos libros recogen las síntesis de los siete foros macroregionales que se realizan cada año y que permiten socializar los temas y recoger nuevas inquietudes. Foros realizados, según los años, en Arequipa, Cusco, Chiclayo, Huancayo, Tarapoto, Iquitos, Trujillo, Ica, Moquegua, Tacna, Piura y por supuesto Lima.

En todo ese proceso ha sido central el empeño de Jorge Vergara, quien ha logrado convertir a “Hablemos Perú” en una red nacional de un valor y potencial que ojalá sepa reconocer el próximo gobierno peruano. La sostenibilidad de la red sería esencial para preservar el espíritu de una comunicación pública democrática e inclusiva. 

María Luisa Málaga
Me impresionó la presentación que hizo María Luisa Málaga, presidenta ejecutiva del Instituto Nacional de Radio y Televisión del Perú (RTP), cuyo mérito indudable ha sido sacar a los medios públicos de la esfera presidencial para ponerlos al servicio de la ciudadanía. Qué diferencia notable con Bolivia. María Luisa logró la confianza del gobierno de Ollanta Humala y fue ratificada en el cargo que ocupaba desde el gobierno anterior. Esa continuidad y perspectiva de servicio ha fortalecido las cadenas de televisión pública, cuyo nivel de producción propia es tan alto (en horas y en calidad) como baja es la presencia de la figura presidencial, lo cual honra al presidente Humala.

Estamos muy lejos en Bolivia de tener esa visión compleja y democrática de los medios públicos. En diez años, mientras aquí se han fortalecido los medios estatales en tecnología y alcance, se ha debilitado su carácter democrático. No tenemos medios del Estado sino medios de propaganda del gobierno, aunque pagados con recursos públicos. Peor aún, son medios que ensalzan la figura de la persona que ocupa la presidencia con el único objetivo de culto a la personalidad, como nunca antes se había conocido.

El segundo evento en el que participé durante mi estadía en Lima, que era en realidad el motivo original de la invitación que me hicieron los colegas peruanos, tuvo lugar en el auditorio de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM) donde impartí la conferencia de clausura del diplomado sobre “Periodismo y desarrollo” que organizó la facultad de Periodismo que dirige Franklin Cornejo, con apoyo de la Oficina General de Comunicación Social de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM).

Los organizadores, Franklin Cornejo y Manuel Herrán, me otorgaron el privilegio de exponer a lo largo de la mañana sobre comunicación y desarrollo (“Más allá de los mensajes”) frente a un grupo de comprometidos periodistas del interior del Perú que desde octubre de 2015, cada sábado, ha asistido a las sesiones presenciales de este diplomado.

Con el rector de la UARM, Ernesto Cavassa
Hablé, como hago muchas veces con otros grupos de estudiantes, de la necesidad de entender la comunicación como un proceso, y diferenciarla de las actividades de información o de visibilidad institucional. Puse ejemplos concretos de mi experiencia en Asia, África, América Latina y El Caribe, y los reté a no decir nunca más “medios de comunicación” para referirse a los grandes medios de información y difusión, que no se merecen una palabra tan hermosa como “comunicación”.

Hubo mucho más, que la radio de la universidad tuvo a bien transmitir y grabar. Mi intervención fue más un taller participativo que una exposición magistral.

El acto de clausura se hizo con la participación de Ernesto Cavassa, rector de la UARM, y Blanca Rosales, directora de comunicación social de la PCM.
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Mi ideal político es el democrático.
Cada uno debe ser respetado como persona y nadie debe ser divinizado.

—Albert Einstein