23 febrero 2019

Cine latinoamericano en 2018

 Como en años anteriores, fui jurado de las películas finalistas del Premio José María Forqué, lo cual me permitió ver las producciones más importantes de América Latina y de España realizadas durante 2018. Hago con gusto ese trabajo de descubrimiento, ya que la mayoría de las películas seleccionadas no se ha exhibido en Bolivia, y quizás nunca ocupe las pantallas de las multisalas de cine, dedicadas con fruición, salvo excepciones, a promover chatarra cinematográfica. 

El Premio funciona así: EGEDA (Entidad de Gestión de los Derechos de los Productores Audiovisuales) que organiza el Premio José María Forqué (y también los Premios Platino que vienen unos meses después), ha realizado una preselección de todas las películas presentadas a concurso, una veintena, por lo menos, en cada categoría: a) Largometrajes de Ficción o Animación (del cine español), b) Largometrajes Documentales, c) Cortometraje Cinematográfico, y d) Película Latinoamericana del Año. Además, se premian las mejores interpretaciones masculina y femenina, y se otorga un premio especial al Cine de Educación en Valores. 

De toda la inmensa producción de cine latinoamericano y español, los jurados latinoamericanos tenemos que decidir el orden de las cuatro mejores películas que ya han sido pre-seleccionadas por los organizadores. En nuestra categoría nos presentaron como opciones: “Roma” de Alfonso Cuarón, “Sergio & Serguei” de Ernesto Daranas, “La noche de 12 años” de Álvaro Brechner y “Las herederas” de Marcelo Martinessi. En suma: una película mexicana, una cubana, una uruguaya y una paraguaya (aunque todas son coproducciones que involucran a España y varios otros países). 

El resultado de nuestros votos se dio a conocer en la ciudad de Zaragoza el 12 de enero, en una ceremonia que suele ser una especie de ensayo de lo que serán los Premios Platino, donde suelen competir las mismas películas. 

Sobre “Roma” de Cuarón, la película triunfadora, ya he publicado mi crónica rendida de emoción: es un film monumental, un fresco de México de principios de la década de 1970, maravillosamente realizado en todos sus aspectos técnicos. La película permite niveles de lectura que son como ríos subterráneos profundos que se interrelacionan y entrelazan en el imaginario de quienes conocen México y han vivido esa etapa de cambio de sociedad, ese punto sin retorno. 

La mayoría de los espectadores, mal guiados por el propio Cuarón (un autor no es necesariamente quien mejor puede reflexionar sobre su obra), se ha concentrado en la lectura de primer nivel: la historia de una familia donde la empleada indígena es el personaje principal, el factor de equilibrio y el referente de sociedad.  Sin embargo “Roma” tienen otros niveles de lectura que son como los personajes y detalles en los frescos de los grandes muralistas mexicanos: cada detalle está pensado y significa algo, no es casual. 

Como interpretación de la historia con gran “H” me pareció también extraordinaria la producción cubana “Sergio & Serguéi” de Ernesto Daranas, formidable periodista de radio y guionista de televisión con dos largometrajes anteriores en su haber: “Los dioses rotos” (2008) y “Conducta” (2014). Por esa experiencia anterior, entre las virtudes de este film están los diálogos que van tejiendo la historia. 

Desconozco si es un dato real la relación que establece Sergio, un radioaficionado cubano, profesor de marxismo en la universidad, con Serguéi, cosmonauta ruso que gira alrededor de la tierra en la última misión de la estación espacial MIR, pero esa relación le permite al autor de la comedia hablar de la historia de Cuba en el mundo con maestría y sentido crítico. 

Estamos nada menos que en 1990, en plena disolución de la Unión Soviética, unos meses después de la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989. En ese contexto, la nueva Rusia se ha “olvidado” del cosmonauta que gira en torno a la tierra, postergando su regreso por razones burocráticas. El hombre está prácticamente abandonado en el espacio, incomunicado, con muy pocas noticias sobre lo que sucede en la tierra, hasta que el radioaficionado cubano, que habla ruso porque ha estudiado en Moscú, establece casualmente contacto con él. 

Se trata de un drama, sin duda, pero tratado con fino humor. Un drama porque el mundo ha dado un vuelco geopolítico que afecta no solamente las vidas de los habitantes de la ex URSS, sino también la de los cubanos, la de los americanos en general, el mundo entero. Eso es lo que muestra la película a través de pocos personajes y sin mayor parafernalia. 

Es una película crítica del socialismo, una película que muestra con asombrosa sinceridad las condiciones de vida en La Habana y las relaciones que se tejen entre el poder y los ciudadanos en esa nueva etapa en que sin el apoyo de la , Cuba ingresa en el “periodo especial” durante el cual la sobrevivencia se hizo tan difícil. El tercer personaje que enriquece la trama es Peter, el radioaficionado gringo interpretado por Ron Perlman. Este es un filme indispensable. 

También es indispensable la película de Alvaro Brechner, “La noche de 12 años”, que es el relato de los años que pasaron en prisión, totalmente incomunicados, tres jóvenes tupamaros durante la dictadura militar en Uruguay. En 1973 son apresados José Mujica, Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro y lo que viven durante dos sexenios es a la vez una historia de terror y de resistencia. Para sus captores no son presos políticos sino rehenes cuya vida pende de un hilo: si los tupamaros cometen atentados contra la dictadura, los tres rehenes serán ejecutados. 

Mientras tanto, la consigna es enloquecerlos con tortura física y sicológica, manteniéndolos totalmente incomunicados.  Imaginemos lo que eso significa: encapuchados las 24 horas, sin saber cuándo es de día y cuando de noche, ni qué día, qué mes o que año es. Por supuesto sin saber de la familia, del país, del mundo. 

Todo esto lo narra de manera magistral Álvaro Brechner, sin caer en ningún momento en la morbosidad de la violencia, pero sin obviarla tampoco. Lo que se propone mostrar es la capacidad de resistencia, la voluntad de sobrevivencia y la solidez de las convicciones. 

La cuarta película de la preselección, “Las herederas” de Marcelo Martinessi, no pertenece a la misma categoría de relatos históricos, pero dice a su manera lo que significa un cambio de sociedad: dos mujeres de alcurnia viven un proceso de empobrecimiento que las obliga a vender “la vajilla de la abuela” y todo lo que han heredado. Una de ellas pasa por la cárcel por fraude y la otra comienza a hacer algo que en su vida había hecho: trabajar. 

Ya que mi calidad de jurado del Premio Forqué me permitía acceder a todas las demás películas en concurso, vi también las cuatro obras seleccionadas en la categoría de Mejores Largometrajes de España: “Campeones” de Javier Fesser (ganadora del premio), “Carmen y Lola” de Arantxa Echevarría, “Entre dos aguas” de Isaki Lacuesta y “El reino” de Rodrigo Sorogoyen. Son todas películas “políticamente correctas” (discapacitados, gitanos, corrupción), pero sin una narrativa cinematográfica que destaque, francamente inferiores a las latinoamericanas que he mencionado brevemente en este texto. 

(Publicado en Página Siete el domingo 6 de enero de 2019) 
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Ser director de cine en España es como ser torero en Japón.
—Pedro Almodóvar

18 febrero 2019

Ministerio de Propaganda

 Desde su creación, el Ministerio de Propaganda (mal llamado Ministerio de Comunicación), ha desempeñado un rol nefasto. No cumple las funciones de un ministerio que debería impulsar políticas nacionales de comunicación. 


Los medios del Estado convertidos en medios del MAS
No importa quien esté a su cabeza (Canelas, Dávila, la petiza del sombrero, López y ahora otro Canelas): todos se arrodillan y olvidan su pasado profesional y se entregan completamente a la propaganda descomunal, parecida a la que organizó Goebbels para hacer crecer a Hitler, un megalómano tan mediocre como peligroso. 

Algo similar sucede en Bolivia, donde la propaganda ha convertido en demiurgo a Evo Morales, sindicalista sin mérito personal. He preguntado a quienes admiran y defienden al dirigente cocalero: ¿cuáles son sus cualidades como ser humano? Nunca he recibido una respuesta. La impotencia hace que algunos masistas respondan con insultos, ante la imposibilidad de señalar algún rasgo noble en su líder. 


Valores humanos
¿Es acaso un ser humano carismático, sincero, solidario, sencillo, noble, humilde, veraz, responsable, justo, paciente, con una ética y moral ejemplares? Todo lo contrario. No solo carece de esos valores sino que practica en la vida cotidiana exactamente lo opuesto: es una persona torpe, arrogante, autoritaria, mentirosa, desconfiada, irresponsable, soberbia,  indolente, insolente, impaciente, carente de ética y de moral en su vida pública y privada. 

Por ello, no es tarea fácil para el enorme aparato propagandístico —que los bolivianos pagamos con nuestros impuestos, hacer brillar al personaje bajo una luz más amable. 

Todo lo que hace el ministerio, con un personal que se multiplica cada año, es inflar la figura del dirigente del MAS. Y digo “dirigente del MAS” y no “presidente de Bolivia”, porque toda la propaganda de esa gigantesca vocería personal, solo se ha dedicado durante 13 años a ensalzar la figura del dirigente político que está en campaña permanente. 

La construcción del personaje es cosa de Ripley. He visto una cantidad enorme de libros y folletos donde el tema único es Morales: libros lujosos, llenos de fotografías, y libros para niños donde “Evito” es el héroe. El diario Cambio, financiado por todos nosotros y en quiebra porque nadie lee semejante pasquín, publica separatas a todo color con los discursos de su majestad, aunque repita lo mismo todos los días. 

A la manera de Corea del Norte o de esos países africanos donde los dictadores se eternizan en el poder, el culto a la personalidad de Morales con fines electorales es repugnante, y sin embargo la ineficacia de la parafernalia propagandística es evidente. Indigna el costo que pagamos los bolivianos: el Ministerio de Propaganda ha gastado mil veces más que todos los gobiernos anteriores en la historia de Bolivia. 

Además, los 600 millones de dólares anuales que Morales dispone directamente sin rendir cuentas a nadie (un presupuesto mayor al del ministerio de Defensa y de Gobierno, y superior al de Educación y Salud combinados), supuestamente para obras sociales, pero en realidad para una campaña de auto-bombo permanente, ya que ha pasado tres presidencias inaugurando pozos de agua, escuelas refaccionadas, coliseos o canchas de césped sintético. 

El costo de esas “obras” es con frecuencia menor al costo de su inauguración. Pónganle pluma: helicóptero, equipos de avanzada, desplazamientos de miles de personas (Morales no aparece si hay menos de mil personas), refrigerios, tarimas, banners con su foto, transmisión por televisión, fotógrafos, etc., suman mucho más que las obras inauguradas y no son sino formas prebendales de manipular a los vasallos. 

Bolivia TV, el canal del Estado, se usa como canal presidencial y llega a rincones del país sin competencia, gracias a señales satelitales. El canal Abya Yala tiene la particularidad de ser un regalo del gobierno de Irán a la fundación privada de un presidente en ejercicio, un caso flagrante de conflicto de intereses, ya que además ese canal recibe recursos del Estado para su mantenimiento y salarios. 

En suma, el Ministerio de Propaganda no hace nada de lo que debería realmente hacer. Solo es una gigantesca maquinaria para ensalzar la figura de Evo Morales. Ni Trump tiene un aparato pagado de propaganda pagado con recursos del Estado. Fuera de las conferencias de prensa de la bobita Sara Sanders, Trump usa con eficacia los tuits que él mismo escribe en sus rabietas de madrugada luego de mirar los informativos que la dan palo. Morales ni siquiera escribe sus tuits, tiene un equipo de seis escribidores a cual más lambiscón. 

Ese equipo ha cambiado de cabeza varias veces porque es muy difícil justificar racionalmente lo injustificable. Los lectores de los tuits atribuidos a @evoespueblo publican réplicas que los hacen polvo. El efecto es contraproducente, aunque fabriquen un centenar de cuentas falsas, anónimas y cobardes que se ocupan de atacar con insultos, calumnias y mayúsculas gritonas, a líderes de oposición y periodistas críticos. 

Debe ser muy difícil defender con argumentos veraces al gobierno más corrupto de la historia de Bolivia, y justificar la distancia abismal que existe entre el discurso supuestamente “de izquierda” y la política económica extractivista, destructora de la madre tierra. 



(Publicado en Página Siete el sábado 9 de febrero 2019)
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La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas.
——Joseph Goebbels


13 febrero 2019

La muerte y otras sorpresas

  El texto es un gusano. La obra teatral es la mariposa. Esa es la impresión que me deja “Tanatologías” de Oscar García y Francia Oblitas, puesta en escena por Miguelangel Estellano, con estupendas actuaciones de Pedro Grossman, Mariana Requena Oroza, Adalid Cotjiri Daza y la Propia Francia Oblitas. 

De pronto, al verla tuve una epifanía, aunque el término pueda parecer exagerado y medio místico. Suena menos religioso decir que tuve una revelación: me pasó lo mismo que me había pasado hace cinco décadas con Jaime Sáenz cuando una tarde en su casa le pedí que eligiera algunos de sus versos enigmáticos y me explicara el origen. 

Claro que es un pecado pedirle eso a un poeta, pero Jaime lo hizo de buena gana. Eligió “Ni una palabra”, un breve poema del libro “Al pasar un cometa”, y me dijo que los versos (“Unos ojos miran con fijeza, el olvido amanece en la penumbra…) habían surgido durante una visita a la morgue en el Hospital de Clínicas de Miraflores: “Estaba declinando el día, insinuándose la noche. No había tenido yo cuenta de eso y de pronto me dio un cierto resquemor, una cierta cosa”.  Y sigue el relato de Jaime para terminar: “Y me salí, desconcertado. Y salió el poema.  Es una descripción totalmente objetiva de esa situación”. 

Sucede a todos los que escribimos poesía: para el poeta cada verso es de una claridad meridiana pero el lector tiene que desentrañarlo o simplemente disfrutarlo e intuirlo sin llegar a sus rincones más profundos. El ejercicio de poner los versos en imagen los hace más explícitos y accesibles, sin que por ello pierdan su belleza original. 

Por eso hablo de la crisálida, de larva transfigurada. Al ver la obra creí que el texto original –que Oscar García compartió conmigo hace unos meses, había cambiado. Volví al texto luego de ver la obra y encontré cambios mínimos. Todo está allí, pero es una obra diferente.  La poesía se transfiguró en teatro. Teatro poético, si se quiere, pero con el enriquecimiento de la escenografía, de las luces, de los movimientos y sobre todo de las voces de los actores, la entonaciones que elevan una palabra, que hacen volar los versos, que organizan el ir y venir de las réplicas. Es una experiencia verdaderamente reveladora. 

El título del libro de cuentos de Mario Benedetti en el encabezado de mi comentario me viene bien para hablar de esta obra que adquiere una nueva dimensión e impregna en la retina con la evocación de imágenes de la muerte.  No cualquier muerte. No la muerte como complemento de la vida. No la muerte natural y tantas veces bienvenida. Esta es la muerte innoble, traicionera y cruel. La muerte de las mujeres violadas, las masacres y los desaparecidos, la muerte de un león africano en las alturas inhóspitas, la muerte de los bosques y los indígenas que los habitan, la muerte de un niño maltratado o la de Marcelo Quiroga Santa Cruz… Son todas muertes que la violencia cruza como un látigo que subleva nuestra  indignación. 

Y sin embargo no hay nada truculento en la obra, ni una imagen ni un verso fuera de lugar, torpe. “Tanatologías” es un poema visual sobre la muerte en muchas de sus apariciones y al final no importan tanto las historias reales a las que alude.  Lo que importa es el tema: la muerte, la parca, la guadaña, o como dirían en México donde la quieren con devoción: la pelona, la catrina, la huesuda, la fregada, la cargona, la tiznada… entre las 100 maneras de nombrarla. 

 
“Tanatologías” habla de las muertes, en plural, aunque en singular se refiera a cinco o seis muertes concretas sucedidas en Bolivia. A mi juicio, su dimensión poética simbólica no requiere de amarres. No es necesario anclar las referencias en una realidad concreta y por eso me parece que hay palabras que sobran, como el niño “Alexander”, “Bolívar o “el Tigre”. 

Sobran porque el contexto no importa.  Cuando se habla de feminicidios, cuando se habla de la tortura y muerte causada a los niños, no importa el contexto, no importa la fecha, ni la referencia exacta, ni la crónica policial.  Eso está bien para el periodismo, no para la poesía. No fue necesario mencionar a Marcelo Quiroga Santa Cruz por su nombre, ni la caída de un árbol específico para hablar de la devastación de los bosques, otra forma de muerte en la que todos morimos poco a poco, no solo los indígenas que viven en ese territorio.  

Si asociamos a otra forma de las artes, la pintura, “Guernica” no necesita tener nombre y fecha. El título nos remite al contexto de la Segunda Guerra Mundial, pero la obra habla de la atrocidad humana en cualquier época, en cualquier lugar. Por eso cuando los inquisidores alemanes llegan con una foto del mural en blanco y negro para preguntarle a Picasso de manera autoritaria: “Quién hizo esto”, él responde con mucha tranquilidad: “Ustedes lo hicieron”. 

La obra (y el texto poético original) está organizada en nueve cuadros independientes, con personajes diferentes, pero todos cosidos por el hilo de la muerte en una escenografía que sufre cambios mínimos porque no necesita más: la fuerza radica en la interpretación del texto.  Al volver a leerlo noto algo más que no había notado inicialmente: Oscar García usa tipos de letra de diferente tamaño y características, como si estuviera escribiendo una partitura, para señalar las palabras y frases que deben ser dichas o cantadas con mayor o menor vehemencia. Es realmente una partitura, pero no supe distinguirlo hasta escuchar su música. 

“El tiempo lo devora todo” dice uno de los personajes en el cuadro que empieza con Cronos (Saturno) que devora a su hijo. Ese cuadro es particularmente importante porque está lleno de referencias históricas que demuestran que la crueldad entre los seres humanos a lo largo de la historia. Somos herederos de esa deshumanización. En la estructura del texto que conocí, este cuadro estaba inmediatamente después de la introducción, lo cual tiene mucho sentido porque ofrece un contexto intemporal. Sin embargo, en ese mismo cuadro se introduce la historia local, específica, del bebé Alexander, que podía tener un espacio propio y aparte en la obra. 

En principio era el verbo… Es decir, en principio era un texto poético que parecía anunciar un montaje escénico depurado y minimalista, donde la voz de los intérpretes debía poner los énfasis al texto. “Tanatologías” se fue enriqueciendo hasta levantar el vuelo que tiene ahora: es una obra compleja y sorprendente, donde se han incorporado elementos de escenografía muy acertados, pero donde el texto poético sigue siendo el eje. Probablemente la luz y el sonido ya estaban en la cabeza de Oscar García, pero nadie más lo sabía. 

(Publicado en Página Siete el domingo 3 de febrero 2019) 
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La muerte es algo tan tremendamente airado,
que sólo la desnudez, la elemental desnudez,
puede escindirla del ridículo.
—Camilo José Cela



06 febrero 2019

La terca inmoralidad de Morales

  La inmoralidad de Evo Morales no tiene límite: fasto desmedido, aviones, palacios y museos de lujo, coliseos inútiles, viajes internacionales innecesarios, whisky etiqueta azul, autos blindados... 

Mientras tanto, trece años no han sido suficientes (según el gobierno) para mejorar el sistema de salud, uno de los peores de América Latina. Se ha gastado en construcciones, pero no en mejorar la calidad de la salud. Tenemos más edificios como cascarones vacíos, lo mismo que hay más escuelas, pero no mejora la calidad de la enseñanza. Más gasto, pero no más inversión. 

Morales "decretó" el Seguro Universal de Salud (SUS) hace ocho años y no pasó nada. Los desmemoriados olvidaron los anuncios triunfalistas, pero no los médicos en los centros hospitalarios. Cuando aparecía un paciente esgrimiendo el argumento de que el presidente había decretado: “Salud gratis para todos”, le respondían: “Que venga pues el presidente a traer gasas, jeringas, medicinas, pues no nos ha dado un peso más”. Ahora ofrece de nuevo el SUS y dicen que será un proceso "gradual" lo cual confirma su carácter de treta electoral. Mientras Morales El Inmoral gasta cada año 20 millones de Bs. en su avión, un bebé recién nacido es chamuscado en una incubadora improvisada. Eso es inmoral. Es un insulto. 

Por eso médicos y ciudadanos exigimos un verdadero Seguro Universal de Salud, con suficiente presupuesto y no con meros discursos electorales. El autoritario jefazo se burla de nosotros. Cuando él está enfermo no duda en viajar a Cuba o se hace curar en una clínica privada. 

El comportamiento inmoral del jefazo y de su círculo cercano (que circula de un puesto a otro durante 13 años) se caracteriza por el desvío de recursos públicos. Ya llegará el momento en que podamos hacer auditorías del mal uso de esos recursos, aunque reconozcamos que no son menos importantes las otras manifestaciones de inmoralidad del autócrata, aquellas que tienen que ver con su misoginia reiterada, con su incapacidad de formar familia (y menos nación), sus mentiras y su carácter hualaycho e irresponsable. En esencia sigue siendo el futbolista y trompetista de una banda de música de pueblo. 

Se da sus gustos todo el tiempo. De buena fuente sabemos que el reyezuelo a veces envía su helicóptero a Cochabamba para comprar charque, que es muy rico en la llajta.  Así resulta el charque más caro que se pueda uno imaginar. Todo esto se ha convertido en algo natural para un autócrata cuya sicología ha sido afectada severamente por el poder, al extremo de que ha perdido toda noción de la realidad. 


El poder le gusta. Se ha dado cuenta en estos dos sexenios que no necesita trabajar mucho. Cinco discursos al día y el resto lo hacen otros. Tiene una “caja chica” de 600 millones de US$ anuales que supera con creces los “gastos reservados” (sumados) que pudo haber en el pasado. Gasta esos recursos públicos sin preguntar a nadie, sin estudios de factibilidad y sin licitaciones. 

Regala dinero en efectivo o en forma de canchas de césped sintético para que él juegue todos los días y gane a rodillazo limpio, coliseos deportivos para sus discursos repetidos hasta la saciedad, vehículos 4x4 para comprar dirigentes, y eventos públicos con su nombre a los que no asiste si no le garantizan que habrá regalos para él y por lo menos mil personas para aclamarlo. 

Inaugura las mismas escuelitas o postas sanitarias a las que se les puso una nueva capa de pintura, y llega soberbio para escuchar a algún niño humilde que lee un poema a su gloria, obligado por un maestro que quiere conservar su ítem arrodillándose ante el jefe del MAS. 

Cuesta más el viaje en helicóptero, la transmisión en televisión pública y los preparativos del evento, que lo que se invirtió en reparar la escuelita o la posta sanitaria. Y cuesta mucho más, por supuesto, la campaña de propaganda incesante: todo un ministerio al servicio de una persona.  Eso no se vio jamás en la historia de nuestro país, como tampoco se vio un presupuesto tan gigantesco destinado a endiosar a la figura presidencial. En trece años ese presupuesto ha crecido paulatina y desmedidamente. Es insultante. 

Son optimistas (o próximos al masismo, aunque sea “de ocultitas”), quienes piensan que con la llegada del joven Manuel Canelas al Ministerio las cosas van a cambiar. ¿Va a disminuir el presupuesto? ¿Se va a dedicar a promover políticas responsables de comunicación? ¿Va a trabajar a favor de la democracia en los medios? ¿Va a hacer que los medios de información del Estado dejen de ser medios del gobierno? 

No, nada de eso. Todos los que entraron al Ministerio de Propaganda terminaron haciendo lo mismo: la construcción fabulada y el endiosamiento del jefazo. Ninguno se ocupó de políticas de comunicación y todos gastaron miles de millones para promocionar la campaña electoral permanente del autócrata. Esperen unas semanas y ya verán. 

(Publicado en Página Siete el sábado 26 de enero 2018)
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Para ser moral basta proponértelo;
para ser inmoral hay que poseer condiciones especiales.
—Enrique Jardiel Poncela
   

01 febrero 2019

De Kaplan a Mujica

Como jurado de los Premios José María Forqué me ha tocado calificar en los últimos cinco años las mejores películas producidas en América Latina. Lamentablemente, muchas de ellas ni siquiera llegan a distribuirse comercialmente en Bolivia.

En la edición de 2015 mi preferida fue la uruguaya “Mr. Kaplan” dirigida por Álvaro Brechner. Es la historia de un judío-uruguayo septuagenario, que decide darle sentido a su vida persiguiendo a un nazi que se esconde bajo una identidad ficticia. La estrategia que despliega para atrapar al supuesto nazi (que resulta siendo un judío-alemán), está narrada con humor y humanidad, porque en el camino revela las relaciones del personaje con su familia, con los amigos y con la comunidad. Es una producción sin grandilocuencias, pero llena de valores humanos.

Ese mismo año, en julio, me invitaron a la gala de los Premios Platino del Cine Iberoamericano en Marbella (España), que se ha convertido en el “Oscar” iberoamericano, donde pude conocer a Álvaro Brechner y conversar con él. Hablamos de su largometraje, por el que yo había votado en primer lugar, pero además me contó su conexión familiar con Bolivia.

Traigo esto a colación porque su nuevo largometraje, “La noche de 12 años” (2018) me ha parecido extraordinario. Se trata de una reconstrucción ficcional de los 12 años que tres dirigentes tupamaros (José Mujica, Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro) pasaron en cárceles de máxima seguridad bajo la dictadura militar que tomó el poder en 1973. Estos tres militantes no estaban reconocidos como presos políticos, porque eran rehenes que los militares uruguayos podían asesinar como represalia contra cualquier acción que cometieran los Tupamaros. En otras palabras: cada día, todos los días, su vida pendía de un hilo.


Durante los primeros años, los tres rehenes –al igual probablemente que otros presos políticos, pasaban días enteros encapuchados y en aislamiento total, sin poder comunicarse y sin poder interpelar a sus guardianes. La parte más dura de ese encierro, el hecho de no saber la hora, el día, el mes o incluso el año del calendario, podía haberlos enloquecido y de hecho estuvo a punto de enloquecer a José Mujica, pero la voluntad y el sentido de justicia de los jóvenes guerrilleros pudo más que el aparato represor de sus captores. Las torturas cotidianas, los traslados intempestivos de noche de una prisión a otra, la incertidumbre de no saber si la salida de la celda era para un simulacro de fusilamiento o para otra sesión de tortura, la imposibilidad de saber sobre los seres queridos o la situación que vivía el país y el mundo…

Todo esto lo narra de manera magistral Álvaro Brechner, sin caer en la morbosidad de la violencia, pero sin obviarla tampoco. Lo que se propone mostrar es la capacidad de resistencia, la voluntad de sobrevivencia y la solidez de las convicciones. Lo interesante del film de Brechner no es solamente el relato histórico, narrado de manera testimonial en el libro de Rosencof (sobre el que se inspira la película), sino la manera como teje las relaciones entre los tres rehenes y también sus relaciones con los militares que los custodian.

Al principio estas relaciones son inexistentes dadas las condiciones del encierro, pero poco a poco se abren pequeñas compuertas de luz y sonido que permiten establecer lazos. Son conmovedoras las secuencias donde los tres rehenes descubren que se encuentran en una misma prisión y se las ingenian para comunicarse con golpes en la pared, para descubrir que están vivos, y poco a poco para jugar ajedrez “virtual”, para intercambiar anécdotas y bromas. La relación de uno de ellos, el “poeta”, con el militar que le pide que escriba cartas para su novia, es otro hilo narrativo que sirve para destacar la humanidad que, en el fondo de esa guerra cruenta, prevalece en los personajes. No hay caricaturas de “malos” y “buenos” en esta película porque la situación política los sobrepasa a todos.

La manera que tiene Brechner de narrar esos episodios no descarta el humor, ingrediente indispensable en su manera de hacer cine. En 2015 hablamos precisamente de esto a propósito de “Mr. Kaplan”, y se aplica perfectamente a “La noche de 12 años”:

“El humor es un vehículo para hacer un comentario auxiliar, para ver los hechos de otra manera y sobrellevar las sensibilidades y las angustias, es un mecanismo de defensa.  Pero aparte de eso, el humor brinda la posibilidad de decir ciertas cosas de una forma a veces más profunda, permite reírnos de nosotros mismos”, me dijo Álvaro cuando conversamos en Marbella. “Soy alguien pesimista, pero creo que el humor es una forma de combatir eso, de no dejarse vencer.  El humor apela al intelecto, es una garantía que tenemos los seres humanos de luchar contra la adversidad. El humor es libertad.”

Una de las escenas culminantes de humor es la del baño donde los presos encadenados a una tubería muy alta, no pueden agacharse para hacer sus necesidades.  Eso motiva un reclamo que es elevado desde rango más bajo de los uniformados hasta el más alto, todo ello narrado de manera jocosa. Y una escena luminosa es aquella que transcurre en el patio de la prisión, hacia el final del encierro, cuando por primera vez en más de una década los tres compañeros pueden mirarse en la distancia, sucios, barbudos, flacos, maltratados, pero vivos.

En cuanto supo que yo era boliviano, Álvaro comentó su vínculo afectivo con Bolivia: “Mi abuelo era polaco y en 1938 emigró a Cochabamba y mi abuela es alemana y ese mismo año emigró a Bolivia, justo antes de la Segunda Guerra Mundial. Bolivia y Chile eran los dos únicos países que todavía permitían el ingreso de inmigrantes. Por ello, Bolivia significa mucho para mí, a pesar de que yo nací en Uruguay. La generosidad histórica que tenía entonces Bolivia es impensable ahora, este mundo donde las fronteras se han ido cerrando. “Mr. Kaplan” está inspirado en mi abuelo, en su nacimiento en Polonia y su migración a América Latina”.  

“Mi abuela conoció a mi abuelo en Cochabamba.  Ahí tuvieron sus hijos, mi padre y mis tíos. El año 1959 todos emigraron a Uruguay. Recuerdo una anécdota que me contó mi padre. Ya sabes que los uruguayos somos muy de fútbol, y todos de Peñarol. En 1960, el primer partido de la copa Libertadores se jugó en el Estadio Centenario entre Peñarol y Wilsterman. Mi padre, sus hermanos y mi abuelo fueron a ver el partido, y bueno, Peñarol ganó 7-1 a Wilsterman. Claro, para mi familia recién llegada de Cochabamba fue un momento decisivo. Parece que mi padre y todos lloraron la derrota de Wilsterman, pero luego se hicieron todos de Peñarol.”

(Publicado en Página Siete el 20 de enero 2019)
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Creo que el hombre aprende mucho más de la adversidad, 
siempre que no lo destruya, que de la bonanza. 
Uno aprende con lo que vive, no con lo que cuentan. 
Se aprende más del dolor y no de los triunfos.
—José Mujica