En materia de narices hay todo tipo de
expresiones que van desde “meter las narices” donde no te llaman hasta aquel
“érase un hombre a una nariz pegado”, el maravilloso verso del soneto de
Quevedo. Y ahora esta “nariz del diablo”. Como no he visto al diablo en persona
(aunque sí algunos de la misma calaña pero de poca monta), no sé qué tipo de
nariz tenga. Sin embargo, en Alausí, la Nariz del Diablo
tiene connotaciones históricas vinculadas a la integración territorial de Ecuador. Veremos de qué se trata.
Mi visita a Alausí no
estaba prevista cuando llegué a Ecuador a mediados de junio para incorporarme
al Comité de Selección de Fomento a la Producción Cinematográfica y Audiovisual
Intercultural del Consejo Nacional de Cine (CnCine), pero cuando Pocho Álvarez y Pecas Corral me invitaron a acompañarlos para participar en la
apertura de la primera sala de cine de Alausí, no pude sino regocijarme y
saborear el viaje.
Dumas Mora y Alexandra Cusmi |
En el sediento vehículo del Pecas
atravesamos el páramo neblinoso, a 3.800 metros de altitud, que se extiende a
los pies del Chimborazo, donde exactamente 40 años atrás, también en junio,
participé como asistente de dirección del largometraje Fuera de aquí de Jorge Sanjinés. Solo la niebla me remontó a esa
época, todo lo demás ha cambiado. Mi memoria era en blanco y negro y la
realidad es ahora en color. Dicho esto en un sentido tanto literal como simbólico.
Llegamos al anochecer, directamente al
estreno de la sala y a la proyección de Ale
y Dumas, el documental de Pocho Álvarez, en presencia de los protagonistas
que llegaron de la costa el día anterior, Alexandra Cusmi y Dumas Mora, personajes
“de película”, sobre todo Dumas que a sus 90 años y su caminar frágil sigue
haciendo las delicias de quien quiera escuchar sus ocurrentes y picarescas
frases rimadas.
Cuando el cine llega por primera vez a un
lugar, hay magia. En realidad, antes existió una sala de cine en Alausí, pero
hace tantas décadas, que ya nadie la recuerda. Esta vez, se trata de una sala
enorme y cómoda en el propio edificio de la alcaldía, institución presidida por
un indígena, Manuel Vargas, que participó orgulloso en los actos de inauguración.
Con el apoyo de la Cinemateca Nacional del Ecuador y del Consejo Nacional de
Cine (CnCine), habrá en la sala de cine de Alausí una programación permanente
de películas de calidad, así como exposiciones fotográficas, visitas de
cineastas y otras actividades que serán parte del Sistema nacional de Difusión
del Cine Nacional, un proyecto ambicioso que pretende cubrir todo el territorio
de Ecuador.
Viaje al pasado con Pocho, Dumas, Ale y Pecas |
Con Ale y Dumas, con Pocho y Pecas, fuimos
temprano al día siguiente a visitar la Nariz del Diablo. Entre Alausí y Sibambe el tren zigzaguea en las faldas de la montaña para hacer menos agresiva a la pendiente. En dos
ocasiones entra a una vía cuyos rieles se extienden solamente unos metros, para
permitir a la locomotora y sus cuatro vagones de pasajeros dar marcha atrás y
seguir el camino de descenso. De esa manera salva los niveles que llevan de las
alturas de Alausí a Sibambe. Quién diría, al ver la pequeña y desierta estación
de trenes de Sibambe, que alguna vez este lugar fue la bisagra entre la costa y
la sierra, un lugar de enorme importancia geopolítica.
Taladros, barrenos y cartuchos de dinamita
pero sobre todo miles de hombres armados de picos y palas —de los cuales más de mil, según algunos, dejaron sus huesos en el
esfuerzo— vencieron la
distancia vertical de roca que separa a la sierra de la costa. Dado que los indígenas
kichwa de la zona trabajaban como peones en las haciendas, la empresa
constructora trajo negros de Jamaica, que luego permanecieron en Ecuador y se
instalaron en Guayaquil, uno de los dos extremos de la pionera red
ferroviaria.
La Nariz del Diablo |
Para nivelar el paso del tren en la montaña
hubo que extraer alrededor de 90 mil metros cúbicos de roca por cada kilómetro
y medio de recorrido. Entre 1875 y 1895 se construyó una vía entre Durán y
Yaguachi, y otra entre Bucay y Chimbo, pero fue con la llegada al gobierno de
Eloy Alfaro que en junio de 1897 se contrató a la empresa Guayaquil & Quito
Railway Company y se optó por una ruta que sigue el valle que recorre el río
Chanchán y luego sube abruptamente en zigzag por la montaña conocida hoy como
la Nariz del Diablo. No fue sino en 1901 que pudo superarse ese tramo y un año
más tarde, el 8 de septiembre, el tren llegó a Alausí. De allí a Quito sobre el
espinazo de la sierra era cuestión de tiempo, no de dificultad.
La Nariz del Diablo recibe el nombre
porque la montaña representó en ese momento el desafío más grande, como si la
roca se negara a dar paso a esa conexión vital entre la sierra y la costa, y
como si una maldición diabólica cayera en forma de pesadas rocas sobre las
cabezas de los trabajadores que osaban hincar sus palas y picos en la montaña. Sin
embargo el esfuerzo y la voluntad de integración lo lograron.
Alausí se convirtió así en la puerta de
la sierra, o si se quiere, en la salida a la costa, según se vea el trayecto
desde Guayaquil o desde Quito. Un eslabón entre dos pisos ecológicos. El clima
saludable de Alausí convirtió a la pequeña ciudad no solamente en un lugar de
paso, sino en residencia temporal para quienes huían del extremo calor y
humedad de la costa, y de enfermedades tropicales como la malaria.
En Alausí el tren pasa todavía en medio
de filas de casas pintadas de vivos colores, pero ya no sobre el Puente Negro
cuya estabilidad ponen a prueba los peatones que cruzan de un lado al otro de
la quebrada. El pueblo conserva un aire nostálgico del pasado y el orgullo de
su cocina local: el hornado de cerdo,
que en el mercado es donde mejor lo sirven, según pudimos constatar.
El círculo de la historia se cierra aquí.
El arribo de un tren a La Ciotat
(Lumière, 1895) y la llegada del cine a Alausí se
funden en un abrazo.
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La lectura es el viaje
de los que no pueden tomar el tren.
—Francis de Croisset