Los amigos de Pedro me invitaron al
Cafélibro en Quito para pasar con él unas horas, recordando el primer año de su
partida. Le hicieron una fiesta, como se merece, y le pusieron tanto cariño a
la preparación, que Pedro estaba allí sonriente y seductor haciendo guiños a
todos los presentes. Así vale la pena tener amigos.
Pedro Saad Herrería fue muchas cosas a lo
largo de su vida, pero para sus amigos fue sobre todo alguien que los hacía
soñar. Dos de ellos, que son también míos, recuerdan esa capacidad que tenía de
evocar proyectos que iban más allá de la utopía, que no solamente permitía
avanzar hacia un horizonte siempre en movimiento, sino que eran tan improbables
como hermosos.
Para quienes no lo conocieron de cerca
quizás quede en los anales de la memoria colectiva aquellos que Saad
representaba a través de sus acciones públicas: excelente analista de muchos
temas (es decir todólogo librepensador), autor de algunas obras de teatro,
perpetrador de libros instantáneos que reflejan coyunturas políticas
explosivas, cineasta y actor ocasional. “Escritor, dramaturgo, cineasta,
político, diplomático, ministro, historiador, poeta, intelectual y periodista…”
dice Wikipedia, a lo que habría que añadir masón y “orador consumado y suscitador”,
según leemos en una crónica necrológica.
Unos y otros recordarán una de sus
últimas piruetas de visibilidad pública, cuando él mismo pidió aparecer en las
cajetillas de cigarrillos como ejemplo de aquello que no se debe hacer: fumar
hasta cuatro cajetillas diarias al extremo de quedar sin pulmones y sin
oxígeno. Durante sus últimos años Pedro Saad tuvo que estar amarrado a un
tanque de oxígeno, no sé si arrepentido pero al menos consciente de que se le
había acabado el aire en la vida.
Para los bolivianos Pedro Saad es alguien
sin que lo sepamos. Pocos lo identifican entre los actores de Fuera de aquí, el largometraje de Jorge
Sanjinés, donde aparece encarnando a un ejecutivo de la compañía Minex que
trata de venderles a los indígenas de una zona minera, la panacea de una vida
mejor. Para Pocho Álvarez, que es uno de esos amigos, la situación en Ecuador
se repite cuarenta años más tarde, cuando Rafael Correa, el presidente
extractivista, sostiene el mismo discurso.
Los amigos llegaron el lunes 22 de junio
al Cafélibro armados de cariño memorioso y de frutos creativos. La extraordinaria Ilonka, primera esposa de Pedro Saad organizó todo hasta el mínimo detalles, junto a su
hijo Pedro Saad tercero a su hija Adulcir y a su nieto Pedro Saad cuarto, con
quien se prolonga la dinastía de los Saad dedicados al teatro y a la música.
Pedro Saad cuarto,. y "Adiós Nonino" |
Pocho Álvarez preparó para la ocasión un sencillo
corto de homenaje, usando la entrevista en video que filmó Roberto Barriga,
donde Pedro Saad habla de su infancia y juventud, adelanto de un proyecto de
mayor aliento. Los hijos de Pedro prepararon la lectura, junto a Isabel, la hermana de
Pedro, (que nos regaló además un hermoso texto sobre su niñez), de una escena de la obra de teatro “29 de mayo”, que recuerda la masacre
de estudiantes en la universidad de Guayaquil, en 1969. Pedro, el nieto, tomó
el acordeón para interpretar “Adiós Nonino” de Piazzola, que el propio abuelo
le había pedido que tocara en su entierro.
Hijo de padre cabezón (comunista) y de
madre trotskista, no podía ser Saad indiferente al destino de su país, un
Ecuador rico y empobrecido. Sus tomas de posición como escritor y analista eran
como trombas huracanadas. En dos semanas escribió, cual corresponsal de guerra,
libros que daban cuenta de procesos de descomposición de la política nacional,
como La caída de Abdalá o La caída de Mahuad (ambos, curiosamente,
de origen árabe) y La caída de Lucio:
corajudos, jóvenes y forajidos, publicados junto a otros libros suyos en la
editorial El Conejo que él animaba. Impulsivo, escribía artículos, obras de
teatro y libros en pocos días, motivado por la pasión de expresarse y de intervenir con urgencia en el debate político del que no quería ser un ausente.
Adulcir, Pedro Saad tercero, y la hermana en "29 de mayo" |
Apasionado en el amor y en la vida
cotidiana, según él mismo por la sangre árabe que recorría sus venas, Saad
intervino en el mundo intelectual de Ecuador como un francotirador ajeno a las
camisas de fuerza ideológicas, aunque alguna vez se puso la camiseta de una
agrupación política, por ejemplo durante los gobiernos de Rodrigo Borja y de
Alfredo Palacio, como secretario de Información, embajador en la Unión
Soviética y asesor presidencial. No siempre sus elecciones políticas fueron
buenas, pero no será recordado por ellas sino por su manera de ser.
Alejandra Adoum, confidente suya, lo recuerda
como un gran conversador con el que podía pasar noches en blanco, de la cena al
desayuno, hablando sin parar. Pocho Álvarez escribió sobre las incursiones de
Pedro Saad en el cine: “Nunca su ser creativo dudó en colaborar con la causa
rebelde de la imagen en movimiento desde todos los espectros posibles de la
creación… Fue actor, stunt o doble de
acción, narrador, guionista y director, mil oficios de la imagen y su proceso
de creación… Incursionó alguna vez haciendo cámara y edición… pero sobre todo
fue un suscitador de búsquedas”.
Hermosa constatación la que hice esa
noche entre los amigos de Pedro: cada quien tiene de él recuerdos diferentes,
cada quien recuerda a un Pedro distinto, cada amigo y cada amiga se emocionan
con un Pedro Saad propio e intransferible, como si él hubiera decidido darle a
cada quien algo especial y único de sí mismo. Me hizo recordar los versos de
Walt Whitman: “¿Que me contradigo? / Pues bien, me contradigo. / (Soy grande,
contengo multitudes)”.
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Vamos a andar, vamos a volar, vamos a
escribir, vamos a leer, vamos a amar, vamos a seguir construyendo, a seguir
avanzando, a seguir colaborando, a seguir esforzándonos porque el futuro sea
mejor cada vez.
—Pedro Saad