Tengo un cariño especial por el Carnaval
de Barranquilla, quizás porque me dieron la oportunidad de bailar allí en
febrero del 2004 en la comparsa “Disfrázate como quieras” liderada por Jaime
Abello, director de la Fundación del Nuevo Periodismo Latinoamericano que
presidía García Márquez. La comparsa, como se puede deducir por su nombre,
permitía a cada quien escoger el disfraz de su preferencia.
Rafael Obregón, Jair Vega y el monocuco en Barranquilla |
Ese año Jaime Abello encabezaba el
desfile disfrazado de oso negro. En mi caso elegí uno de los personajes
clásicos del carnaval y me disfracé de monocuco.
Una comparsa de intelectuales y académicos no necesariamente complace al
público, que nos gritaba “aprendan a bailar, cachacos”, pero nosotros nos
divertimos bastante mientras duró nuestra travesía por las calles de
Barranquilla.
Han pasado diez años y me queda un
recuerdo tan grato, que cuando hace unos meses en Bogotá recibí de manos de
Beatriz Múnera su libro de fotografías del Carnaval de Barranquilla, quedé
agradecido y me prometí comentarlo como una manera de guardar memoria tanto del
carnaval como del primer encuentro con Beatriz y el nacimiento de nuestra
amistad.
La fotografía es una manera de mirar al
mundo para decir dónde estamos parados y por qué nos importa esa mirada. No puede
haber fotografía trascendente que sea producto de un instante de frivolidad
porque para que una imagen permanezca no basta que sea técnicamente buena sino
que además tiene que tener vida.
Este libro aborda diferentes aspectos del
carnaval, a través de las 130 fotos de Beatriz pero también de los textos de
Mariano Candela que hacen un recorrido histórico que se remonta a 1821 como
probable origen de la celebración, aunque los primeros relatos testimoniales
datan de 1829, cuando las agua del poderoso río Magdalena trajeron los primeros
aires de música y baile para celebrar a Nuestra Señora de la Candelaria del
Banco. Como las aguas del rio que mezclan sus limos y peces con los del mar,
así es el carnaval, una mezcla sincrética que no cesa de evolucionar.
El carnaval es momento de revelación,
espacio de creatividad y de desahogo. Como escribe Ernesto McCausland en el
prólogo: “Si el resto del año llevamos una máscara virtual para mostrar quienes
no somos, en el carnaval nos ajustamos una máscara de verdad para mostrar
nuestra esencial”.
El Carnaval de Barranquilla fue declarado
Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad por la Unesco, lo que eleva su
categoría al nivel de otras fiestas y carnavales del mundo. Como todo carnaval
es una vertiginosa fiesta de color, música y alegría, más aún en esa ciudad
caribeña que de por sí es alegre y cálida.
Dicen que durante los tres días de carnestolendas
dios mira hacia otro lado para no ver los excesos que se cometen durante la
fiesta pagana, pero los ojos de Beatriz Múnera, en cambio, están bien abiertos
para captar con la cámara todos aquellos detalles que trascienden lo descriptivo
y nos permiten asomarnos al alma de quienes participan en la fiesta como parte
de las diferentes comparsas y bailes: cumbiambas, danza de congos, danza del
garabato, danza de negros, danza de paloteo, farotas, indios, aves y diablos.
Además de esas danzas tradicionales,
otras danzas “de relación” se han ido sumando a través de los años,
representadas en las danzas del caimán, de los coyongos, del paloteo, de los
goleros o gallinazos…
La cámara de Beatriz busca la mirada de
quienes no por menos concentrados en su baile y en la fiesta, buscan también su
mirada para establecer el diálogo, así sea asomando apenas detrás de las
máscaras que portan. De lo más cercano, los ojos, al conjunto del carnaval que
se mueve como oleaje de color.
Rostros, cuerpos, movimiento y color. Pero
sobre todo cuerpos, porque Beatriz ha hecho del cuerpo un tema privilegiado de
estudio. Sus ensayos publicados en revistas especializadas, sus ponencias en
congresos y algunos capítulos en libros académicos, abundan sobre la relación
entre la imagen artística y el cuerpo, y su tesis doctoral, realizada en la
Universidad Complutense de Madrid, también se ocupa de un aspecto que tienen que
ver con el tema: “La fotografía como herramienta para la creatividad y la inclusión en personas con diversidad funcional”.
Beatriz Múnera e Iñaki Chaves, en Bogotá |
El trabajo académico de Beatriz Múnera continua
en la Universidad Jorge Tadeo Lozano desde hace más de diez años, coordinando
cursos y talleres que sin duda le quitan tiempo a su pasión por la fotografía
pero permiten que nuevas generaciones se tomen en serio el oficio de revelar la
realidad a través de la imagen.
Como muchos otros carnavales del mundo,
el de Barranquilla sufre también la invasión de los símbolos de la cultura
hegemónica globalizada, en las comparsas aparecen personajes de las películas
taquilleras de Hollywood, monstruos, vampiros y superhéroes que poco tienen que
ver con la tradición local. Poco a poco, si se confirmara esta tendencia en
América Latina, todos los carnavales acabarían pareciéndose y perderíamos las
diferencias que enriquecen.
Por ello son importantes libros como
estos, que en el texto rescata la historia de la tradición, y en las fotos
congela un momento, un estilo, una forma que en el futuro permitirá decir “hemos
conservado lo nuestro” o, en el peor de los casos “lo hemos perdido”.
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Una fotografía es un secreto sobre un
secreto,
cuanto más te cuenta menos sabes.
—Diane Arbus
—Diane Arbus