23 septiembre 2014

El carnaval de Beatriz Múnera

Tengo un cariño especial por el Carnaval de Barranquilla, quizás porque me dieron la oportunidad de bailar allí en febrero del 2004 en la comparsa “Disfrázate como quieras” liderada por Jaime Abello, director de la Fundación del Nuevo Periodismo Latinoamericano que presidía García Márquez. La comparsa, como se puede deducir por su nombre, permitía a cada quien escoger el disfraz de su preferencia.

Rafael Obregón, Jair Vega y el monocuco en Barranquilla
Ese año Jaime Abello encabezaba el desfile disfrazado de oso negro. En mi caso elegí uno de los personajes clásicos del carnaval y me disfracé de monocuco. Una comparsa de intelectuales y académicos no necesariamente complace al público, que nos gritaba “aprendan a bailar, cachacos”, pero nosotros nos divertimos bastante mientras duró nuestra travesía por las calles de Barranquilla.

Han pasado diez años y me queda un recuerdo tan grato, que cuando hace unos meses en Bogotá recibí de manos de Beatriz Múnera su libro de fotografías del Carnaval de Barranquilla, quedé agradecido y me prometí comentarlo como una manera de guardar memoria tanto del carnaval como del primer encuentro con Beatriz y el nacimiento de nuestra amistad.

La fotografía es una manera de mirar al mundo para decir dónde estamos parados y por qué nos importa esa mirada. No puede haber fotografía trascendente que sea producto de un instante de frivolidad porque para que una imagen permanezca no basta que sea técnicamente buena sino que además tiene que tener vida.

Este libro aborda diferentes aspectos del carnaval, a través de las 130 fotos de Beatriz pero también de los textos de Mariano Candela que hacen un recorrido histórico que se remonta a 1821 como probable origen de la celebración, aunque los primeros relatos testimoniales datan de 1829, cuando las agua del poderoso río Magdalena trajeron los primeros aires de música y baile para celebrar a Nuestra Señora de la Candelaria del Banco. Como las aguas del rio que mezclan sus limos y peces con los del mar, así es el carnaval, una mezcla sincrética que no cesa de evolucionar.

El carnaval es momento de revelación, espacio de creatividad y de desahogo. Como escribe Ernesto McCausland en el prólogo: “Si el resto del año llevamos una máscara virtual para mostrar quienes no somos, en el carnaval nos ajustamos una máscara de verdad para mostrar nuestra esencial”.

El Carnaval de Barranquilla fue declarado Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad por la Unesco, lo que eleva su categoría al nivel de otras fiestas y carnavales del mundo. Como todo carnaval es una vertiginosa fiesta de color, música y alegría, más aún en esa ciudad caribeña que de por sí es alegre y cálida.

Dicen que durante los tres días de carnestolendas dios mira hacia otro lado para no ver los excesos que se cometen durante la fiesta pagana, pero los ojos de Beatriz Múnera, en cambio, están bien abiertos para captar con la cámara todos aquellos detalles que trascienden lo descriptivo y nos permiten asomarnos al alma de quienes participan en la fiesta como parte de las diferentes comparsas y bailes: cumbiambas, danza de congos, danza del garabato, danza de negros, danza de paloteo, farotas, indios, aves y diablos.  

Además de esas danzas tradicionales, otras danzas “de relación” se han ido sumando a través de los años, representadas en las danzas del caimán, de los coyongos, del paloteo, de los goleros o gallinazos…

La cámara de Beatriz busca la mirada de quienes no por menos concentrados en su baile y en la fiesta, buscan también su mirada para establecer el diálogo, así sea asomando apenas detrás de las máscaras que portan. De lo más cercano, los ojos, al conjunto del carnaval que se mueve como oleaje de color.

Rostros, cuerpos, movimiento y color. Pero sobre todo cuerpos, porque Beatriz ha hecho del cuerpo un tema privilegiado de estudio. Sus ensayos publicados en revistas especializadas, sus ponencias en congresos y algunos capítulos en libros académicos, abundan sobre la relación entre la imagen artística y el cuerpo, y su tesis doctoral, realizada en la Universidad Complutense de Madrid, también se ocupa de un aspecto que tienen que ver con el tema: “La fotografía como herramienta para la creatividad y la inclusión en personas con diversidad funcional”.

Beatriz Múnera e Iñaki Chaves, en Bogotá
El trabajo académico de Beatriz Múnera continua en la Universidad Jorge Tadeo Lozano desde hace más de diez años, coordinando cursos y talleres que sin duda le quitan tiempo a su pasión por la fotografía pero permiten que nuevas generaciones se tomen en serio el oficio de revelar la realidad a través de la imagen. 

Como muchos otros carnavales del mundo, el de Barranquilla sufre también la invasión de los símbolos de la cultura hegemónica globalizada, en las comparsas aparecen personajes de las películas taquilleras de Hollywood, monstruos, vampiros y superhéroes que poco tienen que ver con la tradición local. Poco a poco, si se confirmara esta tendencia en América Latina, todos los carnavales acabarían pareciéndose y perderíamos las diferencias que enriquecen.

Por ello son importantes libros como estos, que en el texto rescata la historia de la tradición, y en las fotos congela un momento, un estilo, una forma que en el futuro permitirá decir “hemos conservado lo nuestro” o, en el peor de los casos “lo hemos perdido”.

____________________________
Una fotografía es un secreto sobre un secreto,
cuanto más te cuenta menos sabes.
—Diane Arbus