A 30 años de la muerte de René Bascopé, encontré un texto que publiqué en México en la revista Plural que dirigía entonces el poeta Jaime Labastida. Lo entrego ahora a los lectores bolivianos como una pieza de memoria en homenaje a mi amigo y colega escritor.
Hemos perdido a René Bascopé Aspiazu,
boliviano, 32 años de edad, director del semanario político Aquí, narrador, ensayista
y poeta clandestino. Hemos perdido a uno de los escritores jóvenes más
importantes de Bolivia, cuya trayectoria ha sido truncada accidentalmente por
una bala torpe, injusta, absurda. Ante esta muerte el primer sentimiento que
cabe es de indignación. El primer impulso es de ira. La primera reflexión es de
desaliento.
Luego la memoria impone su justicia y
comienza a armar un mosaico de imágenes, frases, momentos. La memoria, el recurso
más refinado del hombre de cara a la historia, ejerce su oficio de
rescate. René Bascopé debe quedar entre nosotros no solamente en su obra
trunca, también a través del rescate testimonial.
Un
grupo sin nombre
No recuerdo en qué circunstancias lo
conocí pero en la época en que comenzamos a reunirnos los jóvenes escritores
bolivianos que éramos Manuel Vargas, Jaime Nisttahuz y algún otro, Bascopé no
era aún parte del grupo. Esto ocurría a fines de los años sesenta, quizás en 1969
y 1970. René seguramente no había concluido aún los estudios de ingeniería.
René Bascopé, Alfonso Gumucio Dagron, Félix Salazar, Jaime Nisttahuz y Manuel Vargas |
Alrededor de Pedro Shimose y de la
editorial Difusión que alentaba Jorge Catalano (librero y fanático de la vida y
obra de Chopin), Jaime Nisttahuz, Manuel Vargas y yo comenzamos a tomarnos en
serio la literatura. Pedro Shimose obtuvo de Catalano apoyo para editar una
revista literaria llamada como la editorial y la librería. No era el mejor título pero era un compromiso aceptable: algo
de publicidad para la empresa y la posibilidad de publicar, de conocer el manejo
de una revista, de lograr un nivel de calidad respetable.
En Difusión se publicó por primera vez el
poema que acababa de escribir directamente en castellano (echado sobre la cama
de Shimose) el poeta ruso Evgueni Evtuchenko luego de su visita al lugar
donde fue asesinado el Ché Guevara. Los mejores escritores bolivianos
hallaron cabida en las páginas de Difusión y cada vez que algún autor
latinoamericano o algún investigador europeo llegaba a La Paz nos preocupábamos
de abordarlo. René no estuvo en esta etapa pero hoy, en la distancia, siento
como si ya hubiera sido parte de ella puesto que desde entonces se fue
consolidando un grupo generacional del cual él formó parte más adelante.
Bascopé dibujado por Pérez Alcalá |
Cuando regresé al país luego de siete años
de ausencia, en l975, encontré que René ya estaba allí y de alguna manera encabezaba
el grupo. Supe que había comenzado a publicar en suplementos literarios
hacia 1972 y que en 1976, junto a Manuel y a Jaime, había fundado la revista Trasluz.
Difusión había desaparecido desde que en 1971 se produjo el golpe
militar del entonces coronel Hugo Banzer. Trasluz no alcanzó los ocho números de
Difusión pero sí tres ediciones dignas concentrando la atención en los jóvenes
escritores no solamente de Bolivia, sino de otros países de América
Latina. Cada número venía ilustrado con dibujos de Edgar Arandia, pintor amigo
del grupo, quien durante el golpe militar de Natusch en 1979 fue
gravemente herido por una ráfaga de ametralladora.
Desde el golpe militar de 1971 no se
había abierto en Bolivia un resquicio cultural. Las principales revistas –Letras
Bolivianas, Cultura Boliviana, Difusión y alguna otra- habían desaparecido “de
golpe”. Trasluz vino a abrir poco a poco un nuevo espacio. René se inclinó hacia
la narrativa y en 1971 obtuvo el Premio Nacional Franz Tamayo con su libro de
relatos Primer Fragmento de la noche,
publicado un año más tarde. Su cuento “Ángela desde su propia oscuridad” obtuvo
además en 1977 el Premio Cuadernos de Vientos Nuevos y fue publicado en esa misma
colección. En 1978 el currículo de René Bascopé se reducía a la carrera de
ingeniería a un puñado de poemas y cuentos. Muy rápidamente iba a crecer.
Matilde Casazola, Alfonso Gumucio, René Bascopé, Jaime Nisttahuz |
Decidimos que nuestro grupo realizara una
acción conjunta para revelarse en el medio literario como un núcleo
generacional que pretendía romper con el estancamiento de la producción
literaria. La Universidad Mayor de San Andrés nos ofreció la posibilidad de
publicar en 1979 un libro colectivo y para ello juntamos treinta cuentos e
incluimos a otros dos escritores jóvenes: Ramón Rocha Monroy y Félix Salazar Gonzáles.
Dimos muchas vueltas en torno al título. Jaime Nisttahuz sugirió “Reunión de
emergencia” pero al final se impuso Seis
nuevas narradores bolivianos, como para subrayar la idea generacional que
nos animaba. René incluyó los siguientes relatos: “Ventana”, “EI portón”, “La
parábola del conjuro”, “La noche de Cirilo” y “Ángela desde su propia oscuridad”.
Poeta
clandestino
Pocos sabían que René Bascopé era poeta,
un poeta clandestino que no quería aparecer como tal públicamente. Ahora que
los secretos no tienen mayor sentido creo que es justo mencionar este aspecto
de su trayectoria y rescatar aquello que le corresponde como creador. René
escribía bastante poesía pero publicaba muy poca. Las veces que lo hizo se
escudó detrás de un seudónimo: Ernesto Javier.
Otra buena parte de su caudal poético fue dado
a conocer a través de una amiga suya, Martha Gantier, que firmó dos poemarios
completos obteniendo con ellos durante dos años consecutivos el Primer Premio
de Poesía en el Concurso Nacional Franz Tamayo auspiciado por la Municipalidad
de La Paz.
Sobre Martha Gantier, es decir sobre René
Bascopé el crítico y poeta Julio de la Vega escribió lo siguiente: “La obtención
del Primer Premio de Poesía en el Concurso Anual de Literatura Franz Tamayo por
dos años consecutivos, 1979 y 1980, y en otros concursos de poesía juvenil no
hicieron más que confirmar la calidad que se asomaba en los primeros poemas
publicados en suplementos literarios por esta poetisa. Estos pocos poemas
bastan para revelar su talento. Acorde con su juventud. Ella es fiel a su época
dentro de una adecuación de los grandes temas de la poesía universal: el amor
en “Las pisadas del camino” (Sonriendo de pena / con la mirada puesta en la
ancianidad de los pinos / cubriendo el parpadeo de la penumbra con tus llantos
/ arañando los rostros del silencio…) donde la concepción y el enfoque del
tiempo tienen una esencia machadiana: (el camino no es el que pasa o
lleva a alguna parte, sino nosotros con el tiempo a las espaldas. somos los que
pasamos).
“Esta acción del pasar con los pasos, caminar sobre el camino aunque el camino
no se mueva y se quede, se determina en ambos sentidos: el de ida que está
presente en el citado ‘Las pisadas del camino’ y el de venida o de llegada se
verá en ‘Los pasos de otoño’ (Ya viene el otoño, / con su rostro de
mendigo harapiento / con sus manos de viento carcomido. / Detrás de los
muros ancianos / atisba con mirada transparente / presto a desnudar los árboles
/ presto a incrustarse en la angustia). El amor que llega a su punto de desencuentro
de tanto haberse dado surgirá en la melancolía resignada o como ante un
acontecimiento inevitable en la pareja que se abre en direcciones opuestas,
también tema para ‘¿Por qué morir en abril?’: Iban tomados de la mano / aquel
abril de las hojas muertas. Morir / morir cada abril de los siglos / es un rito
al pasado / cuando la hojarasca / en cada esquina se prostituye.
“La relación entre paisaje interno y
externo, es decir subjetivo y objetivo, sin que esta relación sea de causa a afecto
o sea de estado de ánimo a visión sensorial, no se da con la exacerbación romántica
sino mediante la equivalencia que lleva a la suma y a la fusión cósmica de
estas visiones.
“No falta en esta poesía el tono social,
no utilizado como apoyo panfletario sino como tierna sinceridad humanista
porque se conduele de ejemplos aislados que constituyen parte de toda una
humanidad, dentro de un lenguaje poético engarzado de metáforas originales
sin que la comunicación disminuya la modernidad y la claridad de la expresión. La
traslación de las significaciones desentraña el hermetismo y así despoja al
verso de una característica de impenetrabilidad que muchas veces aparece en la poesía
nueva.
“Esto se nota en ‘EI hombre del rostro
de arcilla’: un nuevo surrealismo domina el mecanismo de las imágenes con su parte
de introspección con toda buena poesía donde la subjetividad de un universo
personal no significa oscuridad ni tampoco verbalismo vacío.
“EI verso libre mantiene la variedad de
temas dentro de una unidad de estilo, que no se entrecorta pese a exponer
términos opuestos en el uso de un vocabulario de erotismo delicado: ‘Cosmos
como tentáculos de pulpos / muerte de los vientos / jamás la noche me ha
urgido tanto a vivir / tu sombra me penetra / tu sonrisa me penetra / tu
misma esencia me abraza / ya no puedo ni siquiera mirarte a los ojos del alma /
porque tu cercanía es fatal’.
El
semanario Aquí
Hasta 1980 René trató de combinar su
oficio literario con trabajos esporádicos tanto en el campo de la ingeniería
civil como en el de la docencia. En 1978 una novela suya obtuvo un segundo
premio nacional pero René detuvo su publicación y la destruyó. “Consideré que
era una obra escrita irresponsablemente, prohibí su publicación y la deseché para
siempre”, escribió en cierta oportunidad.
Con un nuevo libro de cuentos, Niebla y retorno, obtuvo en 1979 por
segunda vez el Premio Nacional Franz Tamayo. Paralelamente su relato “La parábola
del conjuro”. que se publicaría en el libro colectivo editado por la
Universidad Mayor de San Andrés obtuvo en Cochabamba otro premio en la colección
Cuadernos de Vientos Nuevo que dirigía Roberto Laserna. En 1978 la dictadura
del general Banzer había sido derrotada al cabo de una gran lucha popular.
En 1978 y 1980. Bolivia viviría tres años de intensa actividad sindical y
política. Tres elecciones iban a confirmar, una tras otra (y seguidas cada cual
por un golpe militar), la indiscutible mayoría de la izquierda y el poder de la
central Obrera Boliviana (COB). Cada vez, la lucha iba a renovarse, a
ampliarse, englobando en su dinámica a sectores más amplios. No era posible ser
indiferente en aquel momento. No lo fue Luis Espinal, el sacerdote y crítico de
cine que murió asesinado en 1980, y no lo fue tampoco nuestro grupo de
escritores y artistas.
René. junto a Luis Espinal, estuvo en grupo
que formó el semanario de izquierda Aquí a principios de 1979. Por entonces no
éramos parte del Consejo de Redacción, pero contribuíamos cada semana con una o
dos notas firmadas. La literatura quedó un poco al margen porque lo político
nos obligaba a pronunciarnos en una forma más directa y participativa. De esta
época data un impulso que acompañó a René hasta su muerte: quería participar en
la política sin abandonar por ello la literatura.
En enero de 1980 una bomba destruyó parte
de las instalaciones del semanario Aquí en La Paz. Hubo que buscar un
lugar más seguro, menos accesible. En marzo, nuestro director y compañero Luis
Espinal fue secuestrado. torturado a lo largo de una noche y asesinado al amanecer.
La guerra en contra del semanario había sido declarada mucho antes con los
anónimos que recibíamos o las amenazas telefónicas, pero esta vez los hechos
definieron con precisión los límites de esa guerra. O más bien: no había
límites. Los compañeros del semanario
andaban armados. René llevaba un revólver y sonreía cuando le decía: “Vas a terminar
agujereándote las bolas por accidente”.
A la muerte de Espinal una asamblea
reestructuró el semanario. Algunos compañeros periodistas se habían alejado,
por temor o por desacuerdo político. Otros nos incorporamos al Consejo de
Redacción. René fue elegido director. Dedicaría la totalidad de su tiempo y de
su energía al trabajo de Aquí, desde abril de 1980 hasta julio del mismo año,
en que se produjo el golpe militar del general Luis García Meza, el golpe del
narcotráfico.
El semanario Aquí había denunciado con
nombres, pelos y señales a los principales implicados en el narcotráfico, que
eran parte además del complot subversivo que se venía preparando para impedir
que la izquierda triunfante en tres elecciones sucesivas llegara al gobierno.
Mientras la “gran prensa” nacional callaba y omitía sistemáticamente las
informaciones y los comentarios sobre la corrupción sobre la corrupción, el
narcotráfico y el golpismo, Aquí se exponía cada semana con sus denuncias y
documentos, y se suponía que contaba con canales privilegiados de información.
No había tal. El semanario se hizo siempre de la manera más artesanal, con
informaciones que podían recoger otros medios. La diferencia estaba e el
análisis que hacíamos, y en un estilo de decir las cosas sin rodeos. Semana tras
semana, sin otro apoyo que el de los lectores, Aquí creció en prestigio entre
los sectores mayoritarios de la población. Artículos de corresponsales
voluntarios e improvisados empezaron a llegar de las minas, del campo y de las
ciudades del interior del país.
Nuestra actividad de grupo se mantuvo
aun en medio de esa dinámica que nos absorbía completamente. Creamos una
colección de libros con el título “Palabra Encendida” y en ella comenzamos a
publicar nuestros propios libros de poesía y narrativa, por los que los editores
no habían manifestado ninguna inclinación. En esa colección se publicaron
poemarios de Jaime Nisttahuz y míos. Participamos con esos libros y los que ya
habíamos publicado antes en varias ferias de autores que se organizaban en La
Paz y que permitían un contacto directo con los lectores. Cada feria de esas
fue un éxito para nosotros. La venta de libros era tan buena que nos permitía
financiar nuevas ediciones. Y por otra parte el contacto con el público era muy
estimulante. En muchos casos la gente se detenía a conversar con nosotros sobre
tal o cual artículo del semanario Aquí, con el que de alguna manera nos
identificaban a casi todos los del grupo literario.
A principios de 1980 inauguramos una
galería y lugar de encuentro, “Puerta Abierta” (en la calle Bueno), con el
concurso de artistas plásticos como Edgar Arandia, que era parte del grupo.
Allí se exponía obra plástica de ellos y se presentaban nuestras publicaciones.
“Puerta Abierta” tuvo, como otras muchas iniciativas, corta vida.
La edición de algunos de esos libros de
poemas publicados en la colección “Palabra Encendida” se agotó súbitamente a partir del 17 de julio de 1980. Tres días antes había concluido una de las
ferias de autores. El día del golpe los militares se llevaron los ejemplares
que quedaban de mi libro Antología del
asco. Alguien que estuvo preso vio
uno de esos ejemplares subrayado con rojo por los militares que lo custodiaban.
Menos mal, por una vez siquiera y sin importar la motivación, algún militar
abrió un libro para leerlo y no solamente para quemarlo.
El
exilio tiene cara de hereje
El golpe militar nos hizo añicos como
grupo y naturalmente silenció al semanario Aquí. La mayoría de nosotros
militaba o simpatizaba con el Partido Socialista liderado por Marcelo Quiroga
Santa Cruz. Marcelo fue asesinado el mismo 17 de julio en que se produjo el
golpe militar. Sobraban razones para perseguirnos a todos, y eso es lo que
precisamente sucedió. Al cabo de dos semanas René y yo nos encontramos en el
asilo de la Embajada de México en La Paz. Jaime Nisttahuz y Manuel Vargas
lograron evitar el cerco, aunque Manuel saldría del país precipitadamente un
año más tarde por causa de un relato que publicó en el matutino Presencia.
René en el jardín de la Embajada de México |
En México se inició una nueva etapa:
a sobrevivencia. El periodismo fue entonces la primera y única opción.
René trabajó en El Día, en la sección internacional y retomó el oficio
literario escribiendo quizás uno de sus mejores cuentos: “La noche de los
turcos” que obtuvo una mención en el concurso de la revista Plural en 1982.
A fines de 1982 la dictadura boliviana
terminó de resquebrajarse y todo volvió
al punto en que se había quedado en julio de 1980. El presidente electo en
1980, Hernán Siles Zuazo, asumió el gobierno. A las universidades retornaron
los antiguos rectores que habían sido desplazados por coroneles o por civiles
designados a dedo por el dictador. Los sindicatos mineros obtvieron la
devolución de sus radioemisoras, dirigentes sindicales y políticos retornaron
del exilio.
Retorno
y niebla
René estuvo entre los primeros en volver.
México había sido su primera salida de Bolivia (y de México un viaje relámpago
de pocos días a Holanda), y sería su última. A los pocos meses de regresar a La
Paz René reconstruyó el semanario Aquí e inició la segunda época de esa
publicación. Luis Espinal había sido asesinado cuando el semanario cumplía un
año de vida. René Bascopé dirigió Aquí durante cuatro meses en 1980 y 17 meses
entre 1983 y 1984. Como antes lo fuera Espinal, René también fue tachado de
sectario, de extremista, de suicida, de estar al margen del proceso
democrático. Sin embargo la publicación se mantuvo fiel a los propósitos que la
animaron en su origen en la medida en que René contó con una participación tan
importante de columnistas como la que se dio bajo la gestión de Espinal.
En México, 1982 (detrás Oscar Prudencio y el "Mono" Miranda) |
Nuestra colección “Palabra Encendida”
salió a superficie nuevamente, esta vez con un nuevo libro colectivo de relatos
bajo el título Cuatro narradores
bolivianos contemporáneos. A los cuentos de René (“Niebla y retorno”),
“Paulina de voz triste”, “Una visión” y “La noche de los turcos”) se unieron
otros de Manuel Vargas, Félix Salazar y Jaime Nisttahuz. El grupo se había
reconstituido.
En los últimos tiempos René llevaba una
vida muy peculiar. Por razones de seguridad había dispuesto que el semanario
tuviera su sede en un lugar que solamente conocían algunas personas. Aun en un
periodo de democracia era importante cuidar la composer, única propiedad de Aquí, que no disponía además sino de
un par de máquinas de escribir portátiles y una mesa para hacer el diagramado.
Las precauciones no sobraban, puesto que los grupos paramilitares no habían
sido desmantelados, el narcotráfico gozaba de una impunidad sin límite.
René volvió a su hábito de andar con un
revólver acomodado en la cintura a la altura del estómago. Volví a hacer la
broma acostumbrada sin suponer que ese mismo revólver lo llevaría a la muerte
días más tarde.
A fines de 1984 le pedí que participara
en calidad de actor en una película semi-documental sobre Luis Espinal y los
derechos humanos en Bolivia. Durante dos días seguidos, un jueves y un viernes
en que se elaboraba el semanario, René estuvo frente a la cámara, interpretando
su propio papel, explicando a uno de los personajes las circunstancias en que
se había producido el asesinato de Espinal y las amenazas que se recibían
entonces en el semanario Aquí.
El papel de René no se reducía a una
entrevista, implicaba movimientos predeterminados, frases que había que repetir
con exactitud. Todo ello lo hizo con gran naturalidad y dominio, como si
hubiese estado frente a las cámaras antes. Todos los miembros del equipo de
filmación lo felicitaron por la justeza
de su interpretación. La última escena en las instalaciones de Aquí nos dejó a
todos sin aliento: al terminar René su texto, la cámara descubría mediante un
juego de luces en un rincón oscuro la silueta de Luis Espinal, como una
evocación premonitoria.
Esa misma noche, cuatro horas más tarde,
René Bascopé estaba al borde de la muerte. Un proyectil disparado
accidentalmente de su propio revólver le había atravesado el vientre en
diagonal, con tan mala fortuna que no dejó ni un solo órgano intacto. Hizo su
camino de fuego a través del hígado, los intestinos, tocó un pulmón y un riñón
atravesó longitudinalmente el bazo y se detuvo pocos centímetros antes de
encontrar salida. Más de siete horas duró la intervención quirúrgica. René
recibió seis litros de sangre, algo de la mía.
Los donadores voluntarios hacían fila en los corredores de la clínica.
Allí se comprobó que había mucha gente que lo respetaba y lo quería.
Esto fue el 16 de junio. En los días
siguientes René le ganó espacio de duda a la muerte. Día a día su
restablecimiento fue sorprendente. Cuando recuperó conciencia pude verlo unos
minutos para darle una noticia que acababa de conocerse: el jurado del Premio
de Novela Erich Guttentag había declarado desierto el primer premio del
concurso, pero había otorgado en forma compartida el segundo a René Bascopé por
su novela La tumba infecunda y a
Ramón Rocha Monroy, otro de los Seis nuevos narradores bolivianos, por El run run de la calavera.
Tres semanas después René fue dado de
alta y todos estábamos seguros de que estaba completamente fuera de peligro. No
fue así. De pronto fue arrebatado por una infección y dos paros cardiacos
consecutivos que cerraron ese espacio de duda que temporalmente le había arrancado
a la muerte.
La desaparición de René Bascopé priva a
Bolivia de uno de sus escritores más agudos.
A sus treinta y dos años de edad no hacía sino comenzar una trayectoria
que sin duda lo llevaría a ocupar un lugar de importancia en la cultura y quizás
también en la política boliviana. Por ello, ante su muerte, el sentimiento que
aflora es el de indignación: no es posible que sigamos perdiendo precisamente a
los hombres que más falta le hacen a Bolivia. No es posible que la muerte siga
truncando trayectoria de las que tanto podíamos esperar, de las que tanto
íbamos a recibir todos.
__________________________________
No sé en qué momento
crucé el umbral
Que separa a la vida de
la vida.
—René Bascopé