25 julio 2014

El cine según Isaac

El pasado miércoles 23 de julio estuvimos en la Cinemateca Boliviana para acompañar a Isaac León Frías en la presentación de dos libros recientes: El nuevo cine latinoamericano de los años sesenta (2012) y Tierras bravas: cine peruano y latinoamericano (2014). Además de la embajadora Silvia Alfaro de Perú y de Mela Márquez, directora de la Cinemateca, compartí la mesa de comentaristas con Pedro Susz y Santiago Morales. 
 
Santiago Morales, Pedro Susz, Isaac León Frías, Silvia Alfaro, Mela Márquez, 
Antonio Eguino, Alfonso Gumucio y Viviana Saavedra 
Comencé diciendo que Chacho León Frías y yo hemos envejecido en estos 40 años de conocernos, de haber colaborado en proyectos comunes y de habernos encontrado repetidas veces en festivales de cine.  Pero añadí inmediatamente que sus textos se mantienen jóvenes gracias a la capacidad que siempre tuvo y desarrolló de cuestionar modas y tendencias, y de ponerse frente a todo dogmatismo y encasillamiento fácil. Claro que como él mismo afirma en uno de sus libros recientes: “No creo que en estos momentos escribiría con ese mismo grado de penetración en las operaciones expresivas de esas películas”. Nos pasa a todos cuando ya no ejercemos la crítica de manera regular y “estable”.

A Chacho lo conozco desde hace cuarenta años. Se dice fácil, pero han pasado tantas cosas en estas cuatro décadas, que el balance no puede ser parco. Para empezar, el cabello bien plantado y las tupidas barbas negras que esgrimíamos con orgullo en los años setenta, se han convertido en un pelusas blancas que nos dan el aspecto “respetable” de la tercera edad aunque por adentro quizás alimentamos todavía algo de picardía y rebeldía.

Nuestro vínculo fue siempre el cine, y dentro del cine la crítica de cine. Chacho dirigía una de las revistas de cine más importantes de América Latina en aquella época, y quizás en todas las épocas. Fundó y dirigió “Hablemos de Cine” que desde 1965 entregó 77 ediciones –una cifra cabalística- para que conociéramos mejor nuestro cine, el cine que por dictaduras o por distribuidores (que a veces se parecen mucho) solamente veíamos en festivales y en cinematecas. 

Contribuí alguna vez en “Hablemos de Cine”, pero eso no fue lo más importante de nuestra relación profesional y de amistad en la década del 1970, sino la participación de Chacho en la primera obra monumental sobre el cine latinoamericano, el primer libro que se ocupó de todas las cinematografías del continente, incluso de aquellas que aparentemente no existían, pero, como pudimos demostrar en este libro que coordiné junto al crítico de cine francés Guy Hennebelle, sí existían, aunque en algunos casos clandestinamente.

Les cinémas d’Amérique Latine se publicó en París y en francés en septiembre de 1981 y hoy se ha convertido en un libro de culto casi imposible de encontrar como no sea en algunas bibliotecas, porque el editor Lherminier quebró meses después de editar el libro (quizás por nuestra culpa) y nunca  pudimos sacar adelante una edición en castellano. Por supuesto que Guy y yo encomendamos el capítulo sobre el cine peruano a Isaac León Frías, no existía en Perú nadie que conociera tan profundamente y con un sentido crítico tan agudo el cine de su país. El prefacio lo escribió otro peruano notorio, el escritor Manuel Scorza, quien dos años después, el 27 de noviembre de 1983, falleció en un accidente de aviación junto Marta Traba, Jorge Ibargüegoitia, Ángel Rama y otros intelectuales latinoamericanos que viajaban a un congreso.

Con Guy Hennebelle nos empecinamos en que cada capítulo del libro tuviera un autor del mismo nivel que Chacho en Perú.  Así, el capítulo de Argentina lo escribió Octavio Getino, el de Paraguay Rubén Bareiro-Saguier, ambos fallecidos hace pocos meses. Emilio García Riera contribuyó con el de México, Hernando Salcedo Silva con el capítulo colombiano, Paulo Antonio Paranagua con Brasil, Rodolfo Izaguirre con Venezuela y así sucesivamente.

Después de ese libro ya no fue tan difícil hacer otros sobre el cine latinoamericano en su conjunto, porque la información básica ya se había obtenido a lo largo de un intenso y moroso trabajo de seis años. En una época en que no había ni internet ni la red, todo era a través de cartas que tardaban semanas en ir y volver y a veces no llegaban a su destino. El esfuerzo pionero fue encontrar la veta que luego otros pudieron explotar y enriquecer, pero que no podrían hacerlo sin ese precedente.  Me pasó igual con mi Historia del cine en Bolivia (1982).

La crítica de cine y los ensayos publicados en revistas y periódicos suelen extraviarse en la hojarasca, se los lleva el viento. Isaac León Frías ha escrito tanto sobre cine, que solo podemos darnos cuenta de ello cuando vemos esos estudios reunidos en estos dos magníficos libros: El nuevo cine latinoamericano de los años sesenta (2012) y Tierras bravas: cine peruano y latinoamericano (2014).

Tierras bravas es un una obra de rescate.  Incluye dos partes que dividen aritméticamente el libro: una sobre el cine peruano y otra sobre el cine latinoamericano. No se trata solamente una colección de críticas de películas, sino de un ordenamiento de ensayos que abordan diversos aspectos del cine de nuestra región y peruano en particular. Empieza, precisamente, con la versión en castellano del capítulo histórico que Chacho escribió para Les cinemas d’Amérique Latine y sigue con otros textos que analizan la ley de cine peruana, los problemas de producción de cortometrajes y largometrajes y un excelente capítulo hasta ahora inédito sobre la crítica cinematográfica peruana. La selección de críticas de películas, desde la pionera Kukuli (1961) de hasta La yunta brava (1999) pone en perspectiva los estudios anteriores.

La segunda parte dedicada al cine latinoamericano está estructurada de manera parecida. Se inicia con un excelente ensayo, también inédito hasta ahora, que intenta abarcar las fuentes bibliográficas y documentales  para el estudio comparado de las cinematografías de la región y luego le dedica sendos capítulos al cine de Cuba, México y a películas emblemáticas de otros países.

El nuevo cine latinoamericano de los años sesenta es también una bocanada de aire fresco para la memoria, pues no trae de regreso, pero de una manera crítica y analítica, lo que fue ese gran movimiento latinoamericano de renovación del cine de la región, y que a pesar de dictaduras y dictablandas, a pesar de no existir posibilidades materiales óptimas, dio paso a la emergencia de un cine extraordinariamente rico e innovador, que paradójicamente no se pudo ver inmediatamente en América Latina sino en festivales europeos, pero que dio a conocer a nivel mundial la imagen hasta entonces escondida de esta región.

En 474 páginas Isaac León Frías hace una revisión exhaustiva y crítica de lo que fueron aquellos años y aquellos cines que reclamaban independencia política y comercial. Para empezar,  hace una crítica de la noción del “nuevo cine” porque efectivamente, hubo experiencias independientes y renovadoras anteriores, pero con el cine latinoamericano sucedió algo parecido con el “boom” de la literatura, hubo un momento en que se convirtió en movimiento, en tendencia, y ocupó todos los espacios que no estaban suficientemente ocupados. Al igual que con el “boom” de la literatura, ciertos nombres quedaron indisolublemente ligados a lo que se nombró como “nuevo cine latinoamericano”.

Algo novedoso en el nuevo cine latinoamericano fue la emergencia de cinematografías donde antes no existía una producción regular. Países que no tenían una tradición de cine, de pronto se unen a una corriente que ya no representa solamente a los países de manera individualizada, como había sido hasta entonces, sino a una región con voracidad de cambios sociales y políticos. Al trascender las fronteras el nuevo cine latinoamericano se establece como un referente a nivel mundial y acompaña perfectamente a las nuevas “olas” del cine francés, inglés y sueco entre otros, aunque sus raíces están en realidad en las del neorrealismo italiano de la posguerra.

Con la flexibilidad que permiten los equipos de 16 milímetros y la cámara en mano, se renueva el lenguaje de la misma manera que sucedió en Europa o en Estados Unidos. La cámara en la calle, dependiente de la acción y no al revés, es una de las características de todos los nuevos cines de la época. Eso permite que quienes no habían hecho cine antes, lo hagan, es decir, organizaciones sociales, militantes, luchadores por la democracia y cineastas independientes comprometidos con ideales de cambio social y político. Algunos cineastas se suman y otros se quedan en el camino del cine comercial, con la excepción de Cuba, cuyo proceso es diferente.

"Chacho" León Frías en La Paz
Otro rasgo importante del nuevo cine latinoamericano es la capacidad de elaboración teórica (Sanjinés, García Espinoza, Glauber Rocha, Solanas y Getino, entre otros) en paralelo a la creación cinematográfica y como producto de la reflexión de los realizadores.  No se trataba solamente de hacer un cine diferente, independiente, sino de reflexionar por qué.

Cuando el llamado nuevo cine latinoamericano adquirió carta de ciudadanía, dejó de ser lo que fue en su inicio.  El Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, creado en 1979, lo consagró y al hacerlo lo incorporó en los cines nacionales apartándolo de los cines independientes. El rótulo de nuevo cine latinoamericano, permitió un mejor marketing internacional para el cine de la región.

Isaac León Frías ofrece una visión integradora de las cinematografías latinoamericanas más allá del análisis de las películas, que es lo que generalmente se hacía hasta que con Guy Hennebelle intentamos abordar las cinematografías contextualizadas en el acontecer regional político y social. Las visiones integradoras llegaron años más tarde y los precedentes eran escasos, por ejemplo Nuevo Cine Latinoamericano (1973) de Augusto Martínez Torres y de Manuel Pérez Estremera, donde sin abarcar sino las principales cinematografías, se trataba de ofrecer una visión de conjunto, aunque con errores de información.

La revisión bibliográfica es otro de los importantes aportes de León Frías en el capítulo inicial de su libro, a través de una revisión completa, exhaustiva y en orden cronológico de todos los libros referidos al llamado nuevo cine latinoamericano. Según el autor su libro pretende “aportar luces para entender un poco más qué ocurrió en esos años de conmoción en algunos de nuestros países, cómo se perfiló la noción de un nuevo cine, en qué medida se diferenció del anterior, qué alcance tuvo, cuales fueron sus rasgos distintivos y sus diferencias”.
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Las visiones del pasado no pueden ser inmovilistas
ni se pueden imponer sobre ellas artículos de fe.
—Isaac León Frías