El pasado miércoles 23 de julio estuvimos
en la Cinemateca Boliviana para acompañar a Isaac León Frías en la presentación
de dos libros recientes: El nuevo cine
latinoamericano de los años sesenta (2012) y Tierras bravas: cine peruano y latinoamericano (2014). Además de la
embajadora Silvia Alfaro de Perú y de Mela Márquez, directora de la Cinemateca,
compartí la mesa de comentaristas con Pedro Susz y Santiago Morales.
Santiago Morales, Pedro Susz, Isaac León Frías, Silvia Alfaro, Mela Márquez, Antonio Eguino, Alfonso Gumucio y Viviana Saavedra |
A Chacho lo conozco desde hace cuarenta
años. Se dice fácil, pero han pasado tantas cosas en estas cuatro décadas, que
el balance no puede ser parco. Para empezar, el cabello bien plantado y las
tupidas barbas negras que esgrimíamos con orgullo en los años setenta, se han
convertido en un pelusas blancas que nos dan el aspecto “respetable” de la
tercera edad aunque por adentro quizás alimentamos todavía algo de picardía y
rebeldía.
Nuestro vínculo fue siempre el cine, y
dentro del cine la crítica de cine. Chacho dirigía una de las revistas de cine
más importantes de América Latina en aquella época, y quizás en todas las
épocas. Fundó y dirigió “Hablemos de Cine” que desde 1965 entregó 77 ediciones –una
cifra cabalística- para que conociéramos mejor nuestro cine, el cine que por
dictaduras o por distribuidores (que a veces se parecen mucho) solamente
veíamos en festivales y en cinematecas.
Contribuí alguna vez en “Hablemos de
Cine”, pero eso no fue lo más importante de nuestra relación profesional y de
amistad en la década del 1970, sino la participación de Chacho en la primera
obra monumental sobre el cine latinoamericano, el primer libro que se ocupó de
todas las cinematografías del continente, incluso de aquellas que aparentemente
no existían, pero, como pudimos demostrar en este libro que coordiné junto al
crítico de cine francés Guy Hennebelle, sí existían, aunque en algunos casos
clandestinamente.
Les
cinémas d’Amérique Latine se publicó en París y en
francés en septiembre de 1981 y hoy se ha convertido en un libro de culto casi
imposible de encontrar como no sea en algunas bibliotecas, porque el editor
Lherminier quebró meses después de editar el libro (quizás por nuestra culpa) y
nunca pudimos sacar adelante una edición
en castellano. Por supuesto que Guy y yo encomendamos el capítulo sobre el cine
peruano a Isaac León Frías, no existía en Perú nadie que conociera tan
profundamente y con un sentido crítico tan agudo el cine de su país. El
prefacio lo escribió otro peruano notorio, el escritor Manuel Scorza, quien dos
años después, el 27 de noviembre de 1983, falleció en un accidente de aviación
junto Marta Traba, Jorge Ibargüegoitia, Ángel Rama y otros intelectuales
latinoamericanos que viajaban a un congreso.
Con Guy Hennebelle nos empecinamos en que
cada capítulo del libro tuviera un autor del mismo nivel que Chacho en
Perú. Así, el capítulo de Argentina lo
escribió Octavio Getino, el de Paraguay Rubén Bareiro-Saguier, ambos fallecidos
hace pocos meses. Emilio García Riera contribuyó con el de México, Hernando
Salcedo Silva con el capítulo colombiano, Paulo Antonio Paranagua con Brasil,
Rodolfo Izaguirre con Venezuela y así sucesivamente.
Después de ese libro ya no fue tan
difícil hacer otros sobre el cine latinoamericano en su conjunto, porque la
información básica ya se había obtenido a lo largo de un intenso y moroso
trabajo de seis años. En una época en que no había ni internet ni la red, todo
era a través de cartas que tardaban semanas en ir y volver y a veces no
llegaban a su destino. El esfuerzo pionero fue encontrar la veta que luego
otros pudieron explotar y enriquecer, pero que no podrían hacerlo sin ese
precedente. Me pasó igual con mi Historia del cine en Bolivia (1982).
La crítica de cine y los ensayos
publicados en revistas y periódicos suelen extraviarse en la hojarasca, se los
lleva el viento. Isaac León Frías ha escrito tanto sobre cine, que solo podemos
darnos cuenta de ello cuando vemos esos estudios reunidos en estos dos
magníficos libros: El nuevo cine
latinoamericano de los años sesenta (2012) y Tierras bravas: cine peruano y latinoamericano (2014).
Tierras
bravas es un una obra de rescate. Incluye dos partes que dividen aritméticamente
el libro: una sobre el cine peruano y otra sobre el cine latinoamericano. No se
trata solamente una colección de críticas de películas, sino de un ordenamiento
de ensayos que abordan diversos aspectos del cine de nuestra región y peruano
en particular. Empieza, precisamente, con la versión en castellano del capítulo
histórico que Chacho escribió para Les
cinemas d’Amérique Latine y sigue con otros textos que analizan la ley de
cine peruana, los problemas de producción de cortometrajes y largometrajes y un
excelente capítulo hasta ahora inédito sobre la crítica cinematográfica peruana.
La selección de críticas de películas, desde la pionera Kukuli (1961) de hasta La
yunta brava (1999) pone en perspectiva los estudios anteriores.
La segunda parte dedicada al cine
latinoamericano está estructurada de manera parecida. Se inicia con un
excelente ensayo, también inédito hasta ahora, que intenta abarcar las fuentes
bibliográficas y documentales para el
estudio comparado de las cinematografías de la región y luego le dedica sendos
capítulos al cine de Cuba, México y a películas emblemáticas de otros países.
El
nuevo cine latinoamericano de los años sesenta es
también una bocanada de aire fresco para la memoria, pues no trae de regreso,
pero de una manera crítica y analítica, lo que fue ese gran movimiento
latinoamericano de renovación del cine de la región, y que a pesar de dictaduras
y dictablandas, a pesar de no existir posibilidades materiales óptimas, dio
paso a la emergencia de un cine extraordinariamente rico e innovador, que
paradójicamente no se pudo ver inmediatamente en América Latina sino en
festivales europeos, pero que dio a conocer a nivel mundial la imagen hasta
entonces escondida de esta región.
En 474 páginas Isaac León Frías hace una
revisión exhaustiva y crítica de lo que fueron aquellos años y aquellos cines
que reclamaban independencia política y comercial. Para empezar, hace una crítica de la noción del “nuevo
cine” porque efectivamente, hubo experiencias independientes y renovadoras
anteriores, pero con el cine latinoamericano sucedió algo parecido con el
“boom” de la literatura, hubo un momento en que se convirtió en movimiento, en
tendencia, y ocupó todos los espacios que no estaban suficientemente ocupados. Al
igual que con el “boom” de la literatura, ciertos nombres quedaron
indisolublemente ligados a lo que se nombró como “nuevo cine latinoamericano”.
Algo novedoso en el nuevo cine
latinoamericano fue la emergencia de cinematografías donde antes no existía una
producción regular. Países que no tenían una tradición de cine, de pronto se
unen a una corriente que ya no representa solamente a los países de manera individualizada,
como había sido hasta entonces, sino a una región con voracidad de cambios
sociales y políticos. Al trascender las fronteras el nuevo cine latinoamericano
se establece como un referente a nivel mundial y acompaña perfectamente a las nuevas
“olas” del cine francés, inglés y sueco entre otros, aunque sus raíces están en
realidad en las del neorrealismo italiano de la posguerra.
Con la flexibilidad que permiten los
equipos de 16 milímetros y la cámara en mano, se renueva el lenguaje de la
misma manera que sucedió en Europa o en Estados Unidos. La cámara en la calle,
dependiente de la acción y no al revés, es una de las características de todos
los nuevos cines de la época. Eso permite que quienes no habían hecho cine
antes, lo hagan, es decir, organizaciones sociales, militantes, luchadores por
la democracia y cineastas independientes comprometidos con ideales de cambio
social y político. Algunos cineastas se suman y otros se quedan en el camino
del cine comercial, con la excepción de Cuba, cuyo proceso es diferente.
"Chacho" León Frías en La Paz |
Cuando el llamado nuevo cine
latinoamericano adquirió carta de ciudadanía, dejó de ser lo que fue en su
inicio. El Festival del Nuevo Cine
Latinoamericano de La Habana, creado en 1979, lo consagró y al hacerlo lo
incorporó en los cines nacionales apartándolo de los cines independientes. El
rótulo de nuevo cine latinoamericano, permitió un mejor marketing internacional
para el cine de la región.
Isaac León Frías ofrece una visión
integradora de las cinematografías latinoamericanas más allá del análisis de
las películas, que es lo que generalmente se hacía hasta que con Guy Hennebelle
intentamos abordar las cinematografías contextualizadas en el acontecer regional
político y social. Las visiones integradoras llegaron años más tarde y los
precedentes eran escasos, por ejemplo Nuevo
Cine Latinoamericano (1973) de Augusto Martínez Torres y de Manuel Pérez
Estremera, donde sin abarcar sino las principales cinematografías, se trataba
de ofrecer una visión de conjunto, aunque con errores de información.
La revisión bibliográfica es otro de los
importantes aportes de León Frías en el capítulo inicial de su libro, a través
de una revisión completa, exhaustiva y en orden cronológico de todos los libros
referidos al llamado nuevo cine latinoamericano. Según el autor su libro
pretende “aportar luces para entender un poco más qué ocurrió en esos años de
conmoción en algunos de nuestros países, cómo se perfiló la noción de un nuevo
cine, en qué medida se diferenció del anterior, qué alcance tuvo, cuales fueron
sus rasgos distintivos y sus diferencias”.
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Las
visiones del pasado no pueden ser inmovilistas
ni se
pueden imponer sobre ellas artículos de fe.
—Isaac
León Frías