Boa y Milenius Spanowicz |
Si no supiera que Mileniusz Spanowicz es
su nombre verdadero, pensaría que lo inventó para transitar de su mundo polaco a
la sonoridad cercana al habla hispana y a su trabajo en este continente donde
el milenio comenzó auspicioso. Mileniusz es uno de esos personajes que llega al
país y se sumerge en su vida cotidiana y en su cultura hasta convertirse en
hijo adoptivo, no por algún decreto o concesión administrativa, sino por su
obra de incontestable amor por Bolivia.
Lo conocí en los alrededores de Ricardo
Pérez Alcalá, mi querido amigo fallecido hace menos de un año. Mileniusz estaba
siempre allí, en el círculo de confianza del pintor, fotografiando su obra
plástica y su arquitectura, acumulando un archivo formidable de imágenes. Y de
vez en cuando se perdía, desaparecía de la ciudad porque se zambullía en las
selvas tropicales del norte del departamento de La Paz.
Todos tenemos incrustado en el imaginario
de La Paz un paisaje altiplánico montañoso, frío y desolado, con un horizonte
de llamas y vicuñas. Lo que no asimilamos fácilmente es que el norte del
departamento es también una vasta región tropical, de vegetación exuberante e
intricada, poblada por infinitas especies de flora y fauna de las que apenas
conocemos unas cuantas.
Yacaré |
Estamos hablando de doce mil especies de
plantas superiores que representan el 60% de la flora boliviana, de dos mil
especies de vertebrados (3.7% de todos los vertebrados del mundo) y 1 100
especies de aves (34% de las que tenemos en toda la región y 11% de las que
existen en el mundo). La mirada de Mileniusz se ocupa de recordarnos esa
realidad desconocida para la mayoría de los bolivianos y de traernos en cien
fotos una pequeña muestra, solo para antojarnos o hacernos sentir ignorantes.
No es casual que la muestra de
fotografías que exhibió a fines de mayo el Museo Nacional de Etnografía y
Folklore (MUSEF) se llame “Retratos del Madidi” y no “Fauna y flora del
Madidi”. La palabra retrato tiene un significado de proximidad. Uno retrata a alguien que conoce y con quien
establece lazos de empatía, como los que Mileniusz ha construido a lo largo de
muchos viajes, de varios años y más de seis mil imágenes.
Los fotógrafos de la naturaleza superan
con su paciencia a los pescadores. Mi amigo ítalo-mexicano, Fulvio Eccardi solía
pasar tres o cuatro semanas bajo una carpa en medio de la lluvia inclemente de
la selva de El Triunfo, en Chiapas, esperando que asomara en algún árbol
cercano el quetzal con su larga cola y sus vivos colores. Fulvio fue de los
primeros que logró fotografiar de cerca al quetzal, un pájaro tan libre que
huye cuando siente la presencia humana a cientos de metros.
Falsa coral |
No necesito preguntarle a Mileniusz
cuánto tiempo invirtió para lograr las imágenes de su muestra porque está claro
que detrás de cada una hay una aventura, varias anécdotas y un centenar de
fotos. Imagino a Mileniusz en esa circunstancia porque todos los fotógrafos hemos
sentido alguna vez una emoción creativa semejante: el fotógrafo espera mientras
a través del visor ve modificarse la secuencia. Cuando dispara, siente que es
el instante preciso, el momento que nunca más volverá a repetirse. Es cuestión
de uno o dos segundos, nada más. Uno de esos clics (que hoy ya no se escuchan en
las cámaras digitales, a menos que uno quiera) es el que sobresale entre todos
los demás: a veces el fotógrafo lo sabe desde que dispara y a veces lo descubre
más tarde cuando revisa la serie completa.
Armado de un imponente teleobjetivo
blanco que parece una bazuca Mileniusz se adentra en ríos caudalosos y tupidas
selvas. En la fotografía de la naturaleza sucede algo sorprendente, pues no
solamente nos maravilla la foto de un animal de cuerpo entero o de una planta
completa, sino los detalles de formas y colores que uno puede descubrir si se acerca
a la fotografía y observa el detalle de las plumas de un pájaro, de la piel de
una serpiente o del intricado diseño de alguna flor que señala su presencia con
su belleza involuntaria.
La paciencia de un pescador |
Detrás de la cámara está el ojo del
fotógrafo y detrás de él el apoyo de instituciones sin las cuales su trabajo no
sería posible: la exposición fue organizada por Wildlife Conservation Society
(WCS) y posteriormente contó con el apoyo de la Fundación Cultural del Banco
Central de Bolivia, del Programa Nacional de Biocultura, del Servicio Nacional
de Áreas Protegidas y de la Comisión Madre Tierra y Medio Ambiente de la
Asamblea Departamental de La Paz. En cada institución hay personas cuyo
compromiso hace que se alcancen resultados concretos, por ello menciono a Rob
Wallace, Lilian Painter, Elvira Salinas, Elvira Espejo, para no citar sino
algunos.
Rana mono |
Lo que conocemos ahora gracias a quienes
se dedican a la investigación y a la protección de la diversidad biológica es
que cerca de tres mil especies de vertebrados han sido registradas en Bolivia:
389 mamíferos, 1 415 aves, 306 reptiles, 254 anfibios y 635 peces. Nuestro país
ocupa el séptimo lugar en el mundo por su diversidad de aves y es el undécimo
por su riqueza florística: más de 20 mil especies de plantas superiores se han catalogado
en Bolivia.
La diversidad de fauna y flora en el
departamento de La Paz se explica también por su excepcional condición topográfica
que abarca desde cumbres nevadas a 6 100 metros de altitud sobre el nivel medio
del mar, hasta 180 metros en la cuenca amazónica.
Mono lucachi |
Contamos con tres áreas protegidas
contiguas que forman parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas de Bolivia
y que sobresalen por su biodiversidad: el Parque Nacional y Área Natural de
Manejo Integrado Madidi (1 895 750 hectáreas), el Área Natural de Manejo
Integrado Apolobamba (483 743 hectáreas) y la Reserva de la Biósfera y Tierra
Comunitaria de Origen Pilón Lajas (400 mil hectáreas). Esas zonas tienen
también importancia cultural gracias a la presencia de comunidades Leco, Tacana, Araona, Esse Ejja, T´simane y
Mosetene.
Una muestra fotográfica como esta,
acompañada de la información científica pertinente, en lugar de instalarnos en
una zona de confort por toda aquella riqueza que tenemos al alcance de la mano,
debería cuestionarnos sobre la posibilidad de perderla. Hay, en efecto,
especies amenazadas como el ciervo de los pantanos, el jaguar, el borochi, la
londra, el águila harpía, pavas de monte, parabas, garzas, el caimán negro, el
lagarto y especies de tortugas de tierra y agua.
Elvira Espejo, directora del MUSEF, inaugura la muestra fotográfica |
Cuando uno mira las fotos de Mileniusz
Spanowicz lo hace con un sentimiento a la vez de admiración y de nostalgia.
Admiración por su trabajo y por la belleza que pone frente a nosotros, y
nostalgia porque no tenemos ninguna garantía de que en el curso de las próximas
décadas esa belleza permanezca intangible.
Lo que la diversidad biológica nos
proporciona (sin ningún mérito nuestro), lo podemos perder por las acciones que
ejercemos sobre la naturaleza. La invasiones de colonos en áreas protegidas,
los proyectos depredadores del extractivismo a ultranza, la tala indiscriminada
de especies forestales preciosas y la expansión de la frontera agrícola, pueden
significar la pérdida de un tesoro que la naturaleza elaboró pacientemente a lo
largo de miles de años.
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Produce una inmensa tristeza pensar
que la naturaleza habla
mientras el género humano no
escucha.
—Víctor Hugo