Para celebrar su 38 aniversario la
Cinemateca Boliviana organizó el pasado viernes 11 de julio un homenaje en
memoria de Mario Mercado, cuyos vínculos con el cine y las artes muchos
bolivianos no recuerdan o no conocen. Me invitaron a decir algunas palabras
sobre él junto a otros amigos que lo conocieron mejor que yo.
Mario era un personaje difícil de
encasillar porque reunía muchas facetas diferentes en su persona. Fue director
y productor de cine, dueño de la empresa PROINCA, quizás la más importante
productora cinematográfica en su momento. Fue empresario minero, dueño de Inti
Raymi, entre las más grandes empresas de
la minería privada. Fue presidente del Club Bolívar, uno de los dos equipos de
fútbol más emblemáticos de Bolivia. Fue dueño del diario Última Hora, el único
vespertino en la prensa nacional, con una larga trayectoria. Fue Alcalde de la
ciudad de La Paz durante el gobierno autoritario del General Bánzer y por lo
tanto próximo a la derecha política del país, pero un hombre progresista en
muchos sentidos. Fue mecenas de actividades artísticas, presidente de la
Fundación Cultural EMUSA que apoyó a toda una generación de artistas plásticos.
Eso era y mucho más. La lista de campos en los que se desempeñó no alcanza para
definirlo como personaje porque entre una y otra faceta se tejían otras relaciones. Por
ejemplo, entre su actividad de funcionario público y su pasión por el cine: como Alcalde fue que dio el primer paso para la creación de la
Cinemateca de La Paz mediante ordenanza municipal. Otro ejemplo, de la minería al deporte: su amor por el fútbol lo
llevó a arriesgarse en un último viaje, un vuelo peligroso que le costó la vida cuando falleció en un accidente de aviación al regresar de la mina Inti Raymi para llegar a tiempo a un partido del
Club Bolívar. En la política, a pesar de
su proximidad y lealtad con un gobierno de derecha, mantenía buenos lazos
de amistad con personalidades de la izquierda, entre ellos con don Juan Lechín,
el dirigente de los trabajadores mineros, a quien acogió generosamente en
tiempos difíciles. Tantas facetas diferentes, a veces contradictorias.
Mario Mercado y Norah Claros |
Los testimonios que sobre Mario Mercado
ofrecimos aquella noche de homenaje Antonio Eguino, Guido Loayza, Norah Claros
y yo mismo apenas lograron rescatar algunas facetas del personaje, sobre todo
su generosidad y su notable apertura hacia los demás. Si otras personas
hubieran tenido la oportunidad de brindar sus testimonios probablemente habrían
coincidido con nosotros en un aspecto: todos estábamos en deuda con Mario.
Le debemos la creación de la Cinemateca
Boliviana, que es un bien colectivo patrimonial. Él puso la primera piedra de
una institución cuyos muros luego levantaron Pedro Susz, Carlos Mesa y Norma
Merlo con el apoyo de Amalia de Gallardo y otros. Yo puse un granito de arena
en ese emprendimiento, como lo hizo también Luis Espinal en la misma época, a
través de artículos de prensa y de unas ponencias que presentamos en eventos
nacionales sobre cultura. Durante el testimonio que ofrecí quise recordar una
vez más mi vínculo personal con Mario en el origen de la Cinemateca.
El 21 de agosto de 1975, exactamente
cuatro años después del golpe militar del general Bánzer, cuando Mario era
Alcalde de La Paz, publiqué en la página editorial del diario Presencia un
artículo titulado “La necesidad de crear una filmoteca”, en el que argüía que
casi todos los países latinoamericanos tenían con un archivo fílmico para
preservar la memoria de su cinematografía, mientras en Bolivia no contábamos
siquiera con las principales películas producidas en el país desde la década de
1920.
Como ya estaba en plena investigación de
mi Historia del cine boliviano, que
se publicó luego en 1982, aludí en el texto del artículo a esa historia un
tanto secreta y muy desconocida de nuestro cine, que por ese entonces no
parecía interesar a nadie desde el punto de vista de la investigación, salvo
por un par de cortos artículos publicados por Raúl Salmón y Marcos Kavlin.
Mencioné a los pioneros del cine mudo (Castillo, Posnansky, Sambarino, Velasco
Maidana) y a los grandes directores del cine sonoro (Ruiz, Soria, Sanjinés,
Eguino).
El artículo terminaba con este párrafo:
“La obra de crear una Filmoteca Boliviana correspondería en principio al
Ministerio de Cultura, pero yo elevo este comentario en calidad de propuesta al
Sr. Alcalde Municipal de La Paz, hombre vinculado al cine desde hace muchos
años, para que en el marco de su gestión iniciada ponga en práctica su conocida
afición por el cine e instruya la creación de la Filmoteca Boliviana que es una
necesidad urgente”.
Al día siguiente, tal como narré durante
el homenaje, Mario me hizo llamar a su despacho en la Alcaldía de La Paz y
medio en broma y medio en serio espetó: “¿En qué lío me estás metiendo? La
Alcaldía no tiene recursos para crear un archivo fílmico”. Respondí que, para
empezar, bastaría una ordenanza municipal creando la institución y unas cartas
a las embajadas y a los cineastas solicitando la donación de películas. Lo demás vendría poco a poco. Y así fue: un
año después creó la Cinemateca de La Paz mediante ordenanza municipal.
Una foto curiosa, el joven Evo Morales con Mario Mercado |
En una nota aún más personal, recordé
durante mi intervención otra anécdota que tuvo lugar probablemente en 1986 o
1987 cuando yo estaba embarcado en la producción de una película sobre Luis
Espinal, asesinado en 1980. Fui a visitar a Mario para pedirle prestada una
cámara de 16mm de PROINCA. Me escuchó y luego con la sorna que a veces lo
caracterizaba me dijo: “O sea que una persona de izquierda como tú le viene a
pedir ayuda a una persona de derecha como yo para realizar un documental sobre Luis
Espinal, otro izquierdista”. “Sí”, respondí, y sin más comentarios me prestó la
cámara durante el tiempo que la necesitara, sin siquiera firmar un compromiso o
recibo. Naturalmente que yo no me hubiera atrevido a visitarlo con ese pedido
si no hubiese tenido ya antecedentes sobre la probable reacción, positiva, de
Mario.
Recuerdo otros vínculos con Mario que
fueron importantes en mi propia trayectoria: durante varios años fui
colaborador de Última Hora en temas de cine y literatura y en 1995 expuse mi
muestra fotográfica “Bagaje Africano” en el salón que el periódico tenía en su edificio
en la Avenida Camacho.
Por las razones “colectivas” (la
Cinemateca Boliviana) y las por razones personales que acabo de mencionar me
alegró que Mela Márquez, directora de la Cinemateca Boliviana, me invitara a
ser parte del homenaje. No tuvimos tiempo de decirle gracias a Mario cuando
estaba en vida, porque no pensamos que desaparecería tan pronto.
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Para escribir el guión de una buena película hacen falta dos
años, para rodarla dos meses, para efectuar el montaje dos semanas, para dar
los últimos retoques dos días, para verla dos horas, y para olvidarla dos
minutos. —Joseph Mankiewicz