Conocí a Bonifacio Barrientos Iyambae, el
Capitán Grande y “Sombra Grande” de los guaraníes del Izozog, en 1979 y 1980
durante las visitas que hice a su comunidad, donde era el líder absoluto,
respetado y querido por todos. Allí también conocí a su hijo, el Boni Chico, quien
sustituyó a su padre en el liderazgo y de cuya muerte me acabo de enterar
casualmente a través de varios artículos de prensa.
Boni Chico |
Al Boni Chico lo encontraron muerto el
sábado 7 de junio en un terreno baldío y fue trasladado como “cadáver no
identificado” a la morgue del hospital San Juan de Dios en Santa Cruz de la
Sierra. “Solo cinco días después fue identificado por sus familiares, que lo
buscaban desde el fin de semana, ya que no había regresado a su casa, de la que
salió el viernes 6”, leo en un artículo de Maggy Talavera.
Qué triste muerte para el Boni Chico.
Doble muerte, porque a la muerte de su cuerpo se suma la muerte de la memoria
de quienes no saben, no se acuerdan o no quieren saber ni acordarse de quién
era.
Lo primero que llama la atención es la
indiferencia de las autoridades nacionales tan ocupadas en las sonrisas
calculadas de sus apariciones públicas y tan esmerados en los cálculos cínicos
de la propaganda electoral. Mientras unos y otros se afanan en establecer frágiles alianzas y en comprar
voluntades, han relegado en el olvido al fallecido dirigente guaraní y al
hacerlo le han dado la espalda a todos aquellos dirigentes de una gran
integridad ética y moral, que vivieron toda su vida de adultos dedicados a su
gente, sin aspavientos, sin demagogia, sin reclamar cargos políticos, sin pedir
tajadas de poder o de dinero.
Roberto Ibargüen Chávez escribió el 14
de junio en el Semanario Aquí sobre los méritos de Boni Chico como Capitán
Grande. Señaló que “desde una perspectiva occidental” los grandes aportes del
Capitán Grande habían sido: la consolidación del territorio del Izozog como
Tierras Comunitarias de Origen, la creación del parque nacional Kaa-Iya y la
coadministración del mismo por la Capitanía del Izozog, y gracias a ello la
obtención de recursos económicos para obras
de infraestructura con enfoque intercultural y administración compartida. Señala,
además, otros méritos desde la perspectiva indígena, relacionados con la
capacidad que tuvo Boni Chico para mantener durante tres décadas la frágil
unidad de las comunidades que son parte de la Capitanía Grande, “para lo cual
hay que tener mucho más que simple astucia” subraya Ibargüen Chávez.
Desde el establecimiento de la república
los guaraníes han tenido que lidiar con la represión, el aislamiento político y
los gobiernos (incluido el actual) para salvar y mantener su autonomía y
preservar las relaciones sociales y políticas tradicionales en el seno de la
Capitanía General y la unidad del pueblo guaraní más allá de las fronteras de
Bolivia, en Paraguay, Brasil y Argentina. Uno de los logros fue la formación de
la Central de Pueblos Étnicos de Santa Cruz (CPESC).
La actitud consecuente y el ejemplo
cotidiano de los guaraníes y sus dirigentes permitió que quienes nos
aproximamos a ellos en diferentes etapas de sus vidas y de las nuestras,
entendiéramos más sobre su cultura y sus valores, y aprendiéramos no solamente
a respetarlos, sino a cuestionar nuestros propios valores al contrastarlos con
la filosofía de la naturaleza y de la convivencia de los guaraníes.
El Capitán Grande Bonifacio Barrientos y a su izquierda el Boni Chico, en 1979 |
Fue con el apoyo del Capitán Grande que
el 3 de octubre de 1982, hace 32 años, los pueblos indígenas de las tierras
bajas fundaron la Coordinadora Indígena del Oriente Boliviano (Cidob),
movimiento indígena que poco a poco fue acogiendo a los grupos guaraní, ayoreo
y chiquitano, entre otros. En el año 1990 la CIDOB organizó la primera marcha
indígena desde Beni hasta la ciudad de La Paz que reveló al país la presencia
viva y el valor cultural de los pueblos indígenas de las tierras bajas,
ignorados y vilipendiados hoy por muchos dirigentes indígenas del altiplano, a
pesar de que en 1990 parecían unidos. La politiquería y el oportunismo fue
separando en años recientes a los indígenas andinos de los de las tierra bajas
orientales, como puso en evidencia el TIPNIS.
Durante décadas los dirigentes del Izozog
y de otros territorios guaraníes tuvieron que convertirse en hábiles
negociadores de cara al Estado y a otros actores que actuaban en su territorio.
Uno de esos actores, durante mucho tiempo, ha sido el Centro de Investigación y
Promoción del Campesinado (CIPCA), donde yo trabajé a fines de la década de
1970. Fue gracias a CIPCA que pude conocer un poquito del mundo guaraní y de
interactuar personalmente con el Capitán Grande Bonifacio Barrientos Iyambae (fallecido
en 1986) y con el Boni Chico.
Bonifacio Barrientos, Capitán Grande |
En mayo de 1979, en uno de los viajes al
Izozog, filmé el documental Comunidades
de trabajo donde evidentemente el Capitán Grande era el personaje
central. Recuerdo el enorme respeto que
inspiraba, su sabiduría, su manera pausada de hablar sin exaltarse. Boni Chico
estaba siempre a su lado, también con sombrero, tomando notas y apoyando a su
padre en lo que fuera.
Años más tarde cuando presenté en La Paz
y en Cochabamba mi exposición de fotografía “Retrato Hablado” (1990) decidí
incluir al Capitán Grande entre los artistas, escritores, políticos y otras
personalidades. En la foto aparece austero, con un bastón entre las manos y los cordones de las botas sin amarrar. Junto a la foto, como era la característica
de la exposición, incluí un breve texto:
“Bonifacio Barrientos, Capitán Grande de
los guaraníes del Izozog, caminó desde Charagua hasta La Paz para pedir al
Presidente Hernando Siles los títulos de propiedad colectiva de la tierra para
las comunidades del Izozog. Hizo el
camino tres veces hasta lograr su objetivo durante el periodo de Gualberto
Villaroel. Era un hombre sabio, supo
llevar a su pueblo hacia la organización sin abandonar en el camino su
cultura. Tenía una gran familia, sus
hermanos guaraníes para quienes plantó las semillas de una vida más digna. Su título tradicional de Capitán nada tiene
que ver con la imagen de la prepotencia militar. El Capitán Grande era sobre todo grande en su
humanidad y en su sabiduría. Su gente lo
llamaba padre, rey y también sin dueño,
porque era valiente ante los patrones y los presidentes”.
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La
libertad no puede ser fecunda para los pueblos
que
tienen la frente manchada de sangre.
—José
Martí