30 marzo 2014

Panóptico, patrimonio cultural

A mediados de 2013, con el desparpajo que suele caracterizar a los que acumulan demasiado poder, un funcionario de gobierno anunció que el Panóptico Nacional, que todavía funciona como cárcel en la Plaza San Pedro de la ciudad de La Paz, sería desalojado y vendido como terreno. Según sus aventuradas declaraciones, la recaudación permitiría la construcción en Palca de un “mega complejo penitenciario” de 20 hectáreas para alojar a 5.000 presos, es decir los 2.355 de ahora, mas los que vendrán. Gran obra de desarrollo productivo con una visión carcelaria de nuestro futuro.

Panóptico de San Pedro, la fachada pintada, el resto en abandono
Cuando leí esa declaración en la prensa tomé la iniciativa de hacer una campaña de preservación del edificio porque allí donde el funcionario chicato veía solamente una cárcel, otros vemos un monumento que tiene valor histórico y cultural; allí donde él vislumbraba simplemente un buen negocio, quizás un centro comercial o un condominio de apartamentos, muchos soñamos con un gran centro de la cultura.

La campaña que lancé en Avaaz el 5 de agosto de 2013 no tuvo mucho éxito, apenas 111 firmas. La carta que hice circular en Bolivia la firmaron personalidades que han aportado a nuestra cultura desde diversos ámbitos como Luis Zilveti, Carlos D. Mesa, Pedro Querejazu, Luis Ramiro Beltrán, Adolfo Cáceres Romero, Elías Blanco Mamani y José Antonio Quiroga, entre otros. Desde Inglaterra llegó la adhesión de Margaret Anstee, amiga de Bolivia que fue la máxima autoridad de Naciones Unidas en nuestro país a principios de los años 1960. Algunas instituciones como la Fundación Flavio Machicado Viscarra, la Fundación Solón, la Fundación Comunidad, la Fundación Cajías y el Museo del Aparapita, entre otras, manifestaron también su respaldo a esa iniciativa, pero no pasó mucho más desde entonces.

En meses recientes los vecinos del barrio de San Pedro tomaron en mano propia el asunto. Han ocupado en varias ocasiones calles y plazas para expresarse también en contra de la arbitrariedad anunciada por el funcionario de gobierno. Un “Cabildo Cívico Cultural de la Paceñidad” logró que el Ministro de Culturas, a quien yo apelaba en mi carta de campaña, considere la posibilidad de un mejor destino para el Panóptico Nacional.

La parte posterior del Panóptico de San Pedro, en La Paz
Con el concurso de varios artistas, entre ellos Luis Rico, se organizó hace poco en La Paz una manifestación artística de apoyo para que el predio del Panóptico sea destinado a la cultura y no al negocio. Mi amigo Luis Rico hizo entonces declaraciones a la prensa en el sentido de que se debería “tumbar” el edificio para construir en el mismo terreno un centro cultural. Estoy en absoluto desacuerdo con esa afirmación. La posibilidad de demoler un edificio histórico es lo primero que debemos evitar. Tumbar el Panóptico dejaría además en suspenso cualquier posibilidad real de establecer en ese lugar un proyecto cultural. Ya no existiría un patrimonio en peligro para poder reclamar. Lo que se tiene que hacer es precisamente lo contrario: rehabilitar el edificio, cuyo diseño arquitectural data de fines del siglo XIX, con todas las características que tuvo cuando fue construido.

El primer paso para ello es que el Panóptico sea declarado patrimonio cultural nacional y convertido en el futuro cercano en un centro de la cultura y de las artes, donde tengan cabida todas las manifestaciones que hoy conforman el amplio abanico de nuestras culturas nacionales.

Este es un edificio emblemático, construido de acuerdo a las normas más modernas de su época. Se llama “panóptico” porque desde las cuatro esquinas puede verse todo lo que sucede en los diferentes sectores de la cárcel, erigidos con un diseño de eje radial sobre una superficie de 8.257 metros cuadrados. La idea, muy innovadora cuando fue inaugurado en 1895, era que en lugar de estar encerrados en celdas con barrotes, los presos pudieran desplazarse libremente dentro del perímetro carcelario. La sobrepoblación hizo que al pasar el tiempo el diseño interior se modificara para aumentar celdas, pero no sería muy difícil recuperar la distribución original del espacio.

Alfonso Gumucio Reyes (con barba), rodeado por Simón Reyes, Alberto Jara,
Oscar Salas, Corsino Pereira, Irineo Pimentel y otros dirigentes de la
Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) en 1967
 
Además de su valor arquitectónico y cultural, el Panóptico ha recibido muchos “huéspedes” ilustres y no ilustres. Esos cuatro muros han visto pasar muchísimas cosas, están tapizados de historia que algún funcionario miope quisiera eliminar con una oprobiosa firma. Mi padre fue a caer allí como preso político durante la dictadura de Barrientos, en 1967. Durante los meses de su prisión hizo estrecha amistad con los dirigentes de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB). La dirigencia en pleno estaba allí encarcelada por el “presidente payaso ” (como llamó Cortázar a Barrientos). Con estos consecuentes dirigentes sindicales de las minas, que venían de tiendas políticas distintas como el partido comunista o el trotskismo, sostenía largas conversaciones sobre economía y desarrollo. 

En esa época residían también en el Panóptico los autores del atraco de Calamarca, los hermanos Hugo y Marcial Fuentes y el argentino Oscar Rodríguez, a quien conocí, cuya celda estaba decorada para recibir las visitas de sus amigas del Jankanou, famoso club nocturno que funcionaba en el Prado. Anécdotas hay muchas, el edificio vibra de tanta historia que contiene. Despedazarlo por iniciativa de algún funcionario efímero sería como borrar de un plumazo una parte de nuestra memoria nacional.

Panóptico de Bogotá, hoy Museo Nacional de Colombia
No es necesario inventar la pólvora ni el hilo negro, puesto que hay ejemplos que podríamos seguir. Muchas prisiones en el mundo han sido convertidas en centros de cultura, en bibliotecas, en símbolos de libertad. Es el caso Alcatraz en la Bahía de San Francisco, donde estuvo preso Al Capone, y de la prisión en la isla Robben donde permaneció durante 18 años Nelson Mandela. En Bogotá, desde 1948 el Museo Nacional de Colombia ocupa el edificio de la antigua Penitenciaría Central de Cundinamarca, también diseñada como un conjunto panóptico. En Costa Rica el Museo de los Niños ocupa desde 1994 los predios de lo que fue una prisión, construida durante la primera década del siglo pasado. En Dublín la prisión Kilmainham Gaol construida en 1796 encerró durante más de cien años a irlandeses que luchaban por la independencia de su país, y hoy aloja un museo de historia sobre el nacionalismo irlandés. Por su belleza arquitectónica y su valor histórico allí se han filmado no menos de una docena de películas. 

El Palacio Negro de Lecumberri
En México está el Palacio Negro de Lecumberri, inaugurado el 29 de septiembre de 1900 por el presidente Porfirio Díaz, que sirvió como penitenciaría hasta 1976. El edificio es también un panóptico en forma de estrella donde estuvieron encarcelados personajes de la talla de David Alfaro Siqueiros, Valentín Campa, Heberto Castillo, Ramón Mercader el asesino de Trotsky, José Agustín, José Revueltas, William Burroughs, Francisco Guerrero y el escritor colombiano Álvaro Mutis. Durante la decena trágica, el presidente Francisco I. Madero, así como el vicepresidente José María Pino Suárez, fueron asesinados en el patio trasero de Lecumberri en 1913. 

Como los mexicanos sí saben valorar sus bienes culturales e históricos, hoy el Palacio Negro de Lecumberri aloja al Archivo General de la Nación En sus alas se han instalado salas de consulta para investigadores y lectores. En las antiguas celdas hay exposiciones de fotografía, salas de lectura y recintos donde se guardan los libros más valiosos. Los mexicanos cuidan su patrimonio mientras nosotros estamos a punto de permitir que algún funcionario torpe se salga con la suya. 

Podríamos extendernos aún más con ejemplos de prisiones convertidas en centros de la cultura y del arte.  Los que he mencionado hasta ahora deberían ser suficientes para que los funcionarios del actual gobierno reflexionen sobre la enorme responsabilidad que tienen si toman una decisión equivocada. 

Ojalá que el Ministro de Culturas Pablo Groux se sume al esfuerzo de conservar el edificio del Panóptico. Cuando ejerció las funciones de Embajador de Bolivia ante la Unesco fue uno de los abanderados de la preservación del patrimonio mundial y recibió por ello reconocimiento. No es una idea ni loca ni nueva.  Ya en la época del alcalde Ronald MacLean, por iniciativa de Gastón Araoz, se diseñó un plan de restauración y recuperación que fue publicado bajo la dirección de Carlos Rosso en el Catálogo de Proyectos Concertados del gobierno municipal de La Paz. 


Imaginemos ese edificio restaurado, una ciudadela donde las culturas de Bolivia podrán dialogar entre sí y donde las artes tendrán espacios para exposiciones, talleres de aprendizaje, salas para conciertos y para representaciones teatrales, bibliotecas y salones para exponer pintura y escultura. No permitamos que ese patrimonio arquitectónico sea destruido.