A mediados de 2013, con el desparpajo que
suele caracterizar a los que acumulan demasiado poder, un funcionario de gobierno
anunció que el Panóptico Nacional, que todavía funciona como cárcel en la Plaza
San Pedro de la ciudad de La Paz, sería desalojado y vendido como terreno.
Según sus aventuradas declaraciones, la recaudación permitiría la construcción
en Palca de un “mega complejo penitenciario” de 20 hectáreas para alojar a 5.000
presos, es decir los 2.355 de ahora, mas los que vendrán. Gran obra de
desarrollo productivo con una visión carcelaria de nuestro futuro.
Panóptico de San Pedro, la fachada pintada, el resto en abandono |
Cuando leí esa declaración en la prensa tomé
la iniciativa de hacer una campaña de preservación del edificio porque allí
donde el funcionario chicato veía solamente una cárcel, otros vemos un monumento
que tiene valor histórico y cultural; allí donde él vislumbraba simplemente un
buen negocio, quizás un centro comercial o un condominio de apartamentos, muchos
soñamos con un gran centro de la cultura.
La campaña que lancé en Avaaz el 5 de agosto de 2013 no tuvo mucho éxito, apenas 111 firmas. La
carta que hice circular en Bolivia la firmaron personalidades que han aportado a nuestra
cultura desde diversos ámbitos como Luis Zilveti, Carlos D. Mesa, Pedro
Querejazu, Luis Ramiro Beltrán, Adolfo Cáceres Romero, Elías Blanco Mamani y
José Antonio Quiroga, entre otros. Desde Inglaterra llegó la adhesión de
Margaret Anstee, amiga de Bolivia que fue la máxima autoridad de Naciones
Unidas en nuestro país a principios de los años 1960. Algunas instituciones
como la Fundación Flavio Machicado Viscarra, la Fundación Solón, la Fundación
Comunidad, la Fundación Cajías y el Museo del Aparapita, entre otras, manifestaron
también su respaldo a esa iniciativa, pero no pasó mucho más desde entonces.
En meses recientes los
vecinos del barrio de San Pedro tomaron en mano propia el asunto. Han ocupado en varias ocasiones calles y plazas para expresarse también en contra de la arbitrariedad anunciada por el funcionario
de gobierno. Un “Cabildo Cívico Cultural de la Paceñidad” logró que el
Ministro de Culturas, a quien yo apelaba en mi carta de campaña, considere la
posibilidad de un mejor destino para el Panóptico Nacional.
La parte posterior del Panóptico de San Pedro, en La Paz |
Con el concurso de varios artistas, entre
ellos Luis Rico, se organizó hace poco en La Paz una manifestación
artística de apoyo para que el predio del Panóptico sea destinado a la cultura y
no al negocio. Mi amigo Luis Rico hizo entonces declaraciones a la prensa en el sentido de que se debería “tumbar” el
edificio para construir en el mismo terreno un centro cultural. Estoy en absoluto desacuerdo con esa afirmación. La posibilidad de
demoler un edificio histórico es lo primero que debemos evitar. Tumbar el
Panóptico dejaría además en suspenso cualquier posibilidad real de establecer
en ese lugar un proyecto cultural. Ya no existiría un patrimonio en peligro para poder reclamar. Lo que se tiene que hacer es precisamente lo contrario: rehabilitar el edificio, cuyo diseño arquitectural data de fines del siglo XIX, con todas las
características que tuvo cuando fue construido.
El primer paso para ello es que el
Panóptico sea declarado patrimonio cultural nacional y convertido en el futuro
cercano en un centro de la cultura y de las artes, donde tengan cabida todas
las manifestaciones que hoy conforman el amplio abanico de nuestras culturas
nacionales.
Este es un edificio emblemático, construido
de acuerdo a las normas más modernas de su época. Se llama “panóptico” porque
desde las cuatro esquinas puede verse todo lo que sucede en los diferentes
sectores de la cárcel, erigidos con un diseño de eje radial sobre una
superficie de 8.257 metros cuadrados. La idea, muy innovadora cuando fue
inaugurado en 1895, era que en lugar de estar encerrados en celdas con
barrotes, los presos pudieran desplazarse libremente dentro del perímetro
carcelario. La sobrepoblación hizo que al pasar el tiempo el diseño interior se
modificara para aumentar celdas, pero no sería muy difícil recuperar la
distribución original del espacio.
Además de su valor arquitectónico y
cultural, el Panóptico ha recibido muchos “huéspedes” ilustres y no ilustres. Esos
cuatro muros han visto pasar muchísimas cosas, están tapizados de historia que
algún funcionario miope quisiera eliminar con una oprobiosa firma. Mi padre fue
a caer allí como preso político durante la dictadura de Barrientos, en 1967. Durante los
meses de su prisión hizo estrecha amistad con los dirigentes de la Federación
Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB). La dirigencia en pleno estaba
allí encarcelada por el “presidente payaso ” (como llamó Cortázar a
Barrientos). Con estos consecuentes dirigentes sindicales de las minas, que venían de tiendas políticas distintas como el partido comunista o el trotskismo, sostenía largas conversaciones sobre economía y desarrollo.
En esa época residían también en el
Panóptico los autores del atraco de Calamarca, los hermanos Hugo y Marcial
Fuentes y el argentino Oscar Rodríguez, a quien conocí, cuya celda estaba
decorada para recibir las visitas de sus amigas del Jankanou, famoso club
nocturno que funcionaba en el Prado. Anécdotas hay muchas, el edificio vibra de
tanta historia que contiene. Despedazarlo por iniciativa de algún funcionario
efímero sería como borrar de un plumazo una parte de nuestra memoria nacional.
Panóptico de Bogotá, hoy Museo Nacional de Colombia |
El Palacio Negro de Lecumberri |
En México está el Palacio Negro de
Lecumberri, inaugurado el 29 de septiembre de 1900 por el presidente Porfirio
Díaz, que sirvió como penitenciaría hasta 1976. El edificio es también un
panóptico en forma de estrella donde estuvieron encarcelados personajes de la
talla de David Alfaro Siqueiros, Valentín Campa, Heberto Castillo, Ramón
Mercader el asesino de Trotsky, José Agustín, José Revueltas, William
Burroughs, Francisco Guerrero y el escritor colombiano Álvaro Mutis. Durante
la decena trágica, el presidente Francisco I. Madero, así como el
vicepresidente José María Pino Suárez, fueron asesinados en el patio trasero de
Lecumberri en 1913.
Como los mexicanos sí saben valorar sus
bienes culturales e históricos, hoy el Palacio Negro de Lecumberri aloja al
Archivo General de la Nación En sus alas se han instalado salas de consulta
para investigadores y lectores. En las antiguas celdas hay exposiciones de
fotografía, salas de lectura y recintos donde se guardan los libros más
valiosos. Los mexicanos cuidan su patrimonio mientras nosotros estamos a punto
de permitir que algún funcionario torpe se salga con la suya.
Podríamos extendernos aún más con ejemplos de prisiones convertidas en centros de la cultura y del arte. Los que he mencionado hasta ahora deberían ser suficientes para que los funcionarios del actual gobierno reflexionen sobre la enorme responsabilidad que tienen si toman una decisión equivocada.
Podríamos extendernos aún más con ejemplos de prisiones convertidas en centros de la cultura y del arte. Los que he mencionado hasta ahora deberían ser suficientes para que los funcionarios del actual gobierno reflexionen sobre la enorme responsabilidad que tienen si toman una decisión equivocada.
Ojalá que el Ministro de Culturas Pablo
Groux se sume al esfuerzo de conservar el edificio del Panóptico. Cuando ejerció
las funciones de Embajador de Bolivia ante la Unesco fue uno de los abanderados
de la preservación del patrimonio mundial y recibió por ello reconocimiento. No es una idea ni loca ni nueva. Ya en la época del alcalde Ronald MacLean, por iniciativa de Gastón Araoz, se diseñó un plan de restauración y recuperación que fue publicado bajo la dirección de Carlos Rosso en el Catálogo de Proyectos Concertados del gobierno municipal de La Paz.
Imaginemos ese edificio restaurado, una
ciudadela donde las culturas de Bolivia podrán dialogar entre sí y donde las
artes tendrán espacios para exposiciones, talleres de aprendizaje, salas para
conciertos y para representaciones teatrales, bibliotecas y salones para
exponer pintura y escultura. No permitamos que ese patrimonio arquitectónico
sea destruido.