Siempre generosa conmigo, la familia de
Raúl Lara me acogió muchas veces en su casa en Cochabamba, en el número 136 de
la calle Los Pinos, camino a Tiquipaya. Cada visita era un regalo porque
invariablemente incluía la muestra de los cuadros más recientes que había pintado
Raúl. Que yo llegara solo o acompañado por mi esposa o por amigos de otros
países, Raúl, Lidia, Ernesto y Fidel nos recibían siempre con el mismo cariño,
de ese que se transparenta en las miradas.
Cierta vez que pasé la noche en casa de
los Lara quedé enamorado de un pequeño dibujo que colgaba discretamente en una
de las paredes de la habitación de huéspedes. Me encantó la sensualidad de la
línea y la energía sólida del rojo y del violeta que impregnaba el papel,
donde se entretejen rostros y cuerpos de siete personajes flotando en un mundo
mágico saturado de referencias “larianas”: cuerpos desnudos, mujeres sensuales,
máscaras de carnaval, hombres barbudos, alas transparentes y aves negras…
Al día siguiente mencioné que el dibujo
me gustaba. No había terminado de decirlo que ya Lidia y Raúl lo habían
descolgado y lo estaban empacando para que me lo llevara conmigo. Así era Raúl,
así son los Lara, generosos amigos.
Fue durante esa visita, en diciembre de 2007, que los Lara me mostraron durante varias horas una infinidad de bocetos y
dibujos sobre papel que tenían guardados en carpetas.
Recordaba esto el miércoles 19 de marzo
en el Museo Nacional de Arte en La Paz durante la presentación de Aventura íntima e infinita de la línea,
un libro de arte que da a conocer la faceta de dibujante de Raúl Lara, el amigo
pintor que perdimos el 22 de agosto de 2011. La fundación Cultural del Banco central, la Fundación Simón I. Patiño, el Ministerio de Culturas y Turismo y el Fondo de Fomento a la Educación Cívico Patriótica son las instituciones que han hecho posible la obra, cuidada por Michela Pentimalli, quien junto a María Isabel Alvarez Plata fue en mayo-junio de 2013 curadora de una retrospectiva de estos dibujos.
La edición, muy bien diseñada, contiene 138
dibujos, una pequeña muestra de entre más de cuatro mil que dejó Raúl. Una
muestra tan breve como representativa de las diferentes épocas de su oficio
artístico: Buenos Aires en 1950-1960, Jujuy-La Paz en los años 1970, La Paz-Oruro durante la década de 1980,
Oruro-Cochabamba en los 1990 y finalmente Cochabamba de 2000 a 2011. Los textos
concisos de Carlos D. Mesa, Luis Ramiro Beltrán, Mariano Baptista Gumucio y el
propio Raúl Lara nos aproximan a sus motivaciones íntimas y contextualizan los
dibujos, muchos de los cuales llevan anotaciones del pintor.
Es fascinante penetrar en el mundo mágico
de obras de “infinita línea” que no fueron realizadas con la idea de darlas a
conocer. En una obra de caballete el
artista calcula, planifica y hace una propuesta plástica que sopesa varios
factores. En los dibujos de inspiración o de calistenia, la mano se suelta y
las ideas y pasiones fluyen sin tomar en cuenta factores externos. Lejos de la
pulcritud de una obra de caballete, los dibujos están saturados de pasión y
fiebre.
Esa es la riqueza de los dibujos de Raúl
Lara, cuya variedad abarca desde los estudios preparatorios para sus cuadros hasta
las explosiones eróticas, pasando por los retratos de sus hijos, mediados por
la ternura.
Cada vivencia de su trayectoria artística
acarrea una marca del alma, pero una en especial deja una huella indeleble: la
desaparición de su hermano Jaime en Argentina, durante la dictadura militar.
Los dibujos de Raúl me gustaron siempre, tanto así que en 1990 le
pedí que fuera mi cómplice, junto a otros diez amigos artistas (entre ellos
Gustavo, su hermano mayor), en mi poemario Sentímetros.
Luego de leer mis poemas me entregó seis dibujos que dialogan con “Oficio de
tinieblas”, “Matinal”, “Toda mar”, “Metodología”, “Asedio” y “Perfil”,
subrayando su sensualidad.
Ramón Rocha, Lidia Caiguara y Alfonso Gumucio |
Raúl se habría alegrado de ver la
cantidad de amigos y admiradores de su obra que se dieron cita en el Museo
Nacional de Arte para la presentación de Aventura
íntima e infinita de la línea. Como suele suceder en este gremio, faltaban
los colegas artistas plásticos, que son parte de una comunidad poco común, vergonzosamente
dividida por rencillas y celos. La presencia de Gil Imaná y de algún otro
artista salvó la nota, pero hacían ruido las ausencias, entre ellas la del
propio director del Museo Nacional de Arte, cuyas altas responsabilidades a esa
hora de la noche lo obligaron a abandonar el recinto minutos antes de que
comenzara el acto presidido por Pablo Groux, Ministro de Culturas y de Turismo.
La instalación audiovisual que realizó David Maldonado y el equipo de Close Up para acompañar la presentación del libro fue uno de los momentos más
interesantes de la noche. Metamorfosis de dibujos y frases de Raúl Lara en la
voz de David Mondaca.
________________________________
Llovió tan fuerte que todos los
cerdos quedaron limpios,
y todos los hombres embarrados.
--- Lichtenberg