03 abril 2014

Periodismo cultural

Bolivia carece de periodistas que se especialicen en temas culturales. Eso puede ser bueno o malo, según se mire. Malo porque es un síntoma de la precaria situación en los medios, donde los periodistas de oficio tienen que cumplir múltiples tareas al mismo tiempo, muchas de las cuales se limitan a publicar tal cual boletines de prensa institucionales. Bueno porque esa carencia de periodistas especializados ha hecho que gente con mucho talento, escritores, artistas y críticos de cine, ocupe en los medios el lugar de esos inexistentes periodistas culturales. No es la mejor situación, pero así es.

Cuando hablamos de “los medios” somos generosos. Por lo general la televisión no hace periodismo cultural, la radio un poco y las prensa un poco más. No es que la cultura esté totalmente ausente de la pequeña pantalla y de la programación de radio, pero su presencia es más bien a través de programas bien elaborados, de reportajes y documentales.  No hay propiamente periodismo cultural en el sentido de una cobertura cotidiana de la actualidad de las diferentes manifestaciones culturales. Menos aún una práctica de periodismo cultural que trascienda lo meramente informativo hacia algo más elaborado y crítico.

Pensé en esto cuando recibí la invitación hace un par de semanas, para dar una charla sobre la historia del cine boliviano en el marco de las II Jornadas de Periodismo Cultural organizadas por el Centro Cultural de España de La Paz, la Fundación para el Periodismo y el Instituto Goethe. Se trata de un importante esfuerzo para promover la especialización de periodistas interesados en el tema. Este año las jornadas estuvieron dedicadas por entero a la actividad cinematográfica, lo cual es estimulante para quienes trabajamos en ese ámbito.

El primer evento de las jornadas transcurrió del 24 al 28 de marzo y los dos siguientes, también sobre temas de cine, tendrán lugar en mayo y en agosto incluyendo en cada caso conferencias magistrales, talleres, mesas redondas, charlas, proyecciones, etc.

Rocío García, de El País
Para el primer evento, “La cobertura del cine”, se contó con la mirada de Rocío García, del diario El País (España), especialista en crítica cinematográfica que facilitó un taller para periodistas culturales de La Paz, Cochabamba, Sucre y Oruro. Durante la semana hubo una mesa de intercambio entre los cineastas Tomás Bascopé, Marcos Loayza y Juan Carlos Valdivia, y otra sobre crítica con Santiago Espinoza, Marcelo Cordero, Sergio Zapata y Pedro Susz. Además una presentación de Diego Mondaca sobre la muestra de cine “Cielo abierto” que tendrá lugar en Cochabamba en agosto y una conferencia de Victoria Guerrero sobre la nueva Ley de Cine.

A mi me tocó hablar de “Mi historia del cine boliviano”.  Titulé de esa manera la conferencia porque no quería repetir aquello que ya está en mi libro, publicado hace 42 años, sino más bien contar la historia de la investigación y del proceso que desarrollé para llegar al resultado final, el libro que se publicó casi simultáneamente en México y en Bolivia.

Conté por ejemplo cómo revisé durante años las colecciones de periódicos de principios del siglo pasado para rastrear breves anuncios de la llegada de los primeros “biógrafos”, “kinetoscopios” y “cinematógrafos” a Bolivia, así como notas sobre las primeras filmaciones que se hicieron en territorio nacional. No solamente no había internet en aquellos tiempos, sino que tampoco había en la Biblioteca Municipal una fotocopiadora, de manera que para guardar la información me veía obligado a fotografiar los periódicos en rollos de celuloide –no existía la fotografía digital- que en las noches revelaba en casa y ampliaba pacientemente.

Narré la investigación detectivesca que me permitió encontrar la única foto conocida entonces de Luis Castillo, pionero del cine boliviano y poco después hallar en Houston el paradero de don José María Velasco Maidana, pionero cineasta boliviano, a quien visité varias veces hasta convencerlo de que regresara de visita a Bolivia por última vez.

Entre otras anécdotas, describí los avatares de la edición boliviana que estaba lista para entrar a imprenta a fines de 1980 (corregí las pruebas de galera cuando me encontraba asilado en la residencia del embajador mexicano), que sin embargo no fue publicada hasta 1982 porque la editorial Los Amigos del Libro temía represalias de la dictadura por las menciones que hacía en el libro a Marcelo Quiroga Santa Cruz y a Luis Espinal.

Uno se siente a gusto hablando frente a un grupo selecto como el que participó en las jornadas organizadas por el Centro Cultural de España, porque quienes están allí es porque quieren y porque el tema les interesa. Me ha sucedido otras veces dar conferencias para universitarios estudiantes de la carrera de comunicación que son incapaces de decirme quien fue Luis Espinal o que en su vida han visto una película de Jorge Sanjinés. En esos casos, me molesta y me deprime.

Hace 30 años éramos apenas cuatro o cinco los que ejercíamos la crítica de cine en Bolivia: Julio de la Vega, Luis Espinal, Amalia de Gallardo, Pedro Susz, Carlos D. Mesa, Alfonso Gumucio y algún otro. En años recientes ha crecido el número de críticos de cine a la par que ha aumentado la producción y los mecanismos de apoyo a la actividad cinematográfica nacional. Hay más oportunidades y más interés.  Lo que no hay es mercado porque la gente ya no valora la producción nacional y prefiere ir al cine para ver la décima secuela de Terminator o de Rápido y furioso, películas tan fundamentales como las palomitas de maíz con que acompañan esas sesiones. 

No tenemos un público educado para el cine y las artes, pero quizás más periodistas culturales y más espacios en los medios de información, produzcan en el mediano plazo algunos cambios alentadores.

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La televisión es el espejo donde se refleja
la derrota de todo nuestro sistema cultural.
—Federico Fellini