Desde que nació como campo teórico a
mediados de la década de 1960, la comunicación para el desarrollo ha tenido una
vida accidentada. Ha mostrado enormes fortalezas en su aplicación práctica en
América Latina, Asia y África, mientras que en el ámbito académico ha vivido a
veces alentadores avances y otras veces un empantanamiento desalentador.
A lo largo de cinco décadas tanto
pensadores de la comunicación como instituciones que trabajan en programas de
desarrollo han demostrado que una comunicación participativa comprometida con
el cambio social puede garantizar la sostenibilidad que los programas de
desarrollo buscan en el largo plazo. Sin embargo, ni en las universidades ni en
las organizaciones de cooperación para el desarrollo, se entiende claramente
este tipo de comunicación. La palabra “comunicación”, para la mayoría, se
reduce a mensajes en los medios masivos y a visibilidad institucional.
Organizaciones de Naciones Unidas como la
FAO y la UNESCO sí entendieron el papel de la comunicación en el desarrollo, al
igual que un puñado de universidades en el mundo, menos de 30, muy pocas si
comparamos con la abundancia de carreras de periodismo que alimentan a los
medios masivos con profesionales duchos en escribir artículos o elaborar
programas de radio y televisión, pero carentes de la perspectiva estratégica necesaria
en los planes de desarrollo. Por suerte en el campo académico, hay excepciones. Parece que el comunicador está de regreso en el pensamiento estratégico de algunas universidades. Colombia es un ejemplo de ello, me consta.
Pasé una semana en Bogotá a fines de
febrero y principios de marzo ejerciendo uno de los oficios que más me gusta:
trabajar con colegas del campo de la comunicación, el desarrollo y el cambio
social. Esta vez la invitación vino de
dos universidades con las que mantengo vínculos desde hace varios años: la
Universidad Santo Tomás (USTA) y la Universidad Minuto de Dios (Uniminuto), dos
de las más cualificadas que tiene Colombia, ambas con un alto nivel académico
certificado por el Estado.
Con la USTA y con Uniminuto he colaborado
en el proceso de creación de sus maestrías en comunicación, desarrollo y cambio
social, gracias a las cuales Colombia se coloca en la vanguardia mundial de los
países que cuentan con especializaciones que privilegian este enfoque, con tres
universidades (la tercera es la Universidad del Norte, en Barranquilla, que
también apoyé en su momento). Solamente se puede comparar con la India, donde
me pude visitar programas similares en universidades de Gujarat, Delhi y
Hyderabad.
Tanto en el caso de la Santo Tomás como
de Uniminuto, metí mi cuchara conceptual en el documento que sirvió de base
para el diseño de las maestrías. Eliana Herrera lanzó la iniciativa en la USTA
y Amparo Cadavid en la Uniminuto. Ambas son colegas y amigas con las que hemos
recorrido un trecho importante en años recientes, cruzando nuestros caminos en
redes profesionales y en eventos internacionales en varios continentes. Como
miembro del Consejo Académico de la Maestría de Uniminuto viajo regularmente a
Colombia para participar en reuniones de planificación.
Con Iñaki Chaves en la Universidad Santo Tomás |
Ambas universidades se pusieron de
acuerdo para tenerme ocupado durante siete días. La iniciativa de llevarme a la
Santo Tomás partió de Iñaki Cháves, a quien conocí hace algunos años en
Barcelona, en algún evento internacional. Ahora Iñaki es profesor en la USTA y
hace parte de la Maestría con un compromiso genuino que va más allá de lo
meramente académico.
Mi actividad en la Santo Tomás comenzó
con una lectio inauguralis en un
amplio auditorio donde fui precedido por generosas presentaciones de la decana
de la Facultad de Comunicación, María Ligia Herrera Navarro y por el director
de la Maestría, Alexander Torres Sanmiguel. En mi conferencia magistral, “De
regreso al futuro: pensar la comunicación” me referí a la necesidad de
reflexionar sobre el campo de la comunicación y el cambio social desde la
investigación interdisciplinaria y la creación colectiva de conocimiento, y de
aprovechar el privilegio que supone el espacio de estudio de una maestría, para
profundizar en el “saber pensar” antes que en el “saber hacer”.
Durante los tres días siguientes impartí
un seminario sobre comunicación, desarrollo y cambio social para estudiantes de
la maestría que cursan diferentes semestres. Fue muy estimulante trabajar con
ellos en ejercicios, lecturas y discusiones que demuestran que existe un
creciente interés por este campo de estudio y de compromiso profesional.
La segunda parte de mi estadía
transcurrió en Uniminuto, donde di dos conferencias para estudiantes, una en la
unidad de Soacha y la otra en Bogotá. Tuve reuniones de trabajo con el equipo
que conozco desde hace tiempo, encabezado por la decana Amparo Cadavid, el
director de la maestría César Rocha, la directora de la Escuela de Medios para
el Desarrollo, Eliana Herrera (que tuvo la iniciativa de crear la maestría
cuando enseñaba en la Santo Tomás), la coordinadora académica Luz Marina
Echeverría y otros colegas que conozco desde hace varios años.
Hablamos de los pasos que se han dado
para iniciar la maestría recientemente certificada por las instancias de
educación superior del Estado. La maestría aspira a convertirse en un referente
latinoamericano, proyectándose hacia potenciales estudiantes de otros países de
la región que no cuentan con este tipo de estudios de posgrado. En otra reunión
precisamos los detalles del encuentro de la Red de Maestrías en Comunicación,
Desarrollo y Cambio Social que tendrá lugar a fines de agosto en Bogotá con el
auspicio de Uniminuto y que llevará como homenaje el nombre de “Luis Ramiro
Beltrán”, pionero del pensamiento de la comunicación para el desarrollo en
América Latina.
La red de posgrados con este enfoque de
desarrollo y cambio social es un sueño largamente perseguido desde que me tocó
fundar una red similar en 2005, en Filipinas, desde mi responsabilidad de
director de programas del Consorcio de Comunicación para el Cambio Social.
Lamentablemente aquella red no sobrevivió a mi alejamiento del Consorcio, por
lo que ahora se justifica plenamente esta nueva iniciativa.
Los colegas de la Uniminuto apuntan alto.
La intención es convocar a los responsables de posgrados y maestrías de varias
regiones. Esperamos recibir colegas de la Universidad de Filipinas en Los
Baños, donde el College of Development Communication ha sido la institución
pionera desde hace casi cuatro décadas. Al menos tres universidades en la India
mantienen programas similares, por lo que sería estupendo que dieran la vuelta
al mundo para reunirse en Bogotá con colegas de Suecia, de España, de
Dinamarca, de Inglaterra, de Estados Unidos, de Canadá y de por lo menos siete
países latinoamericanos: Argentina, Bolivia, Paraguay, Perú, Guatemala, El
Salvador y por supuesto Colombia, país anfitrión.
Otras actividades que tuve en la Santo
Tomás y en la Uniminuto incluyeron entrevistas para radio y televisión,
conversaciones con docentes y estudiantes interesados en este campo de estudio
que otra vez, como el ave fénix, parece levantar vuelo. Pero queda mucho por
hacer.
_______________________________
L’information
est devenue abondante,
la
communication rare.
—Dominique Wolton