Hoy se cumplen 3 años de la muerte de Lluis Artigas, un amigo y colega catalán con el cual crucé itinerarios en varias etapas de mi vida. Lluis murió demasiado pronto, de un ataque cardiaco, en el mismo restaurante en Catalunya donde había conocido a su esposa Tineke muchos años antes. Ella se levantó para ir al baño y al regresar Lluis seguía sentado, pero ya no estaba allí.
A Lluis lo conocí en 1985 en Zeist, Holanda, cuando Leonard Henny me invitó a una reunión sobre Antropología Visual, en la que también participaron otros amigos y colegas, entre ellos los cineastas colombianos Marta Rodríguez y Jorge Silva, y el “padre” del nuevo cine argentino Fernando Birri. Lluis Artigas estaba allí en calidad de productor de cine. En esos días fue el terremoto en México, donde yo vivía.
Un par de años después me llamó a Bolivia para invitarme a ser parte de un hermoso proyecto: People Matter (que puede leerse tanto como “a la gente le importa” o “el material del que está hecha la gente”). Hermoso título para un proyecto de seis documentales sobre derechos humanos, que se emitió en la televisión de Holanda a fines de 1988. Cada documental de la serie lo dirigió un cineasta del país seleccionado. Lluis reunió a los seis cineastas de África del Sur, India, Uganda, Chile, Perú y Bolivia en el hermoso castillo neo-renacentista del Royal Tropical Institut en Ámsterdam. Durante una semana los seis trabajamos en los guiones de los documentales, para que tuvieran una estructura similar. Fue una experiencia muy agradable.
De ese modo, yo dirigí en Bolivia “Bolivia: Derechos Sindicales”. Fue el documental más rápido de mi vida, ya que lo filmé en menos de dos semanas (con ayuda de Jorge Vignati como camarógrafo) y lo edité en una semana en Ámsterdam, trabajando 16 horas diarias con el editor Lex Bolle. Filmé como rayo en La Paz, Oruro, norte de Potosí y Cochabamba, incluyendo entrevistas con Don Juan Lechín, Domitila de Chungara, Monseñor Terrazas, y otros que no recuerdo porque desde hice el film no lo he vuelto a ver. La rapidez se debió a que yo tenía compromisos de trabajo en Burkina Faso, y la película debía terminarse antes de que yo viajara al África.
Perdí contacto con Lluis, y lo volví a encontrar en Managua, en noviembre 2001, en el marco de la Mesa Redonda sobre Comunicación para el Desarrollo. Estaba como delegado de la UNESCO, se había trasladado a Paris en 1998 para ocupar un cargo en esa organización, y se había convertido en un funcionario sumamente institucional, demasiado para mi gusto.
Luego lo vi varias veces en la sede de la UNESCO, en Paris. Era un hombre sumamente nervioso, fumaba mucho y creía que las paredes de la UNESCO escuchaban, por lo que hablaba sotto voce de cualquier tema conflictivo. Odiaba la burocracia de los organismos internacionales pero ya estaba atrapado en el engranaje.
Traté con él por correspondencia cuando estaba coordinando la publicación del libro de