29 noviembre 2015

La Cometa, a cielo abierto

El lenguaje de la radio puede ser tan sugerente, que en el pensamiento se transfigura en imágenes. Las voces en la radio nos hacen imaginar el rostro de quienes hablan, los sonidos nos hacen visualizar ambientes y reconstruyen en el pensamiento hechos que “vemos” en una pantalla imaginaria.

La radio no ha desaparecido con la aparición del cine y de la televisión, precisamente porque posee la magia de la sugerencia, como la literatura. Hay muchas maneras de hacer radio, a veces comercial, a veces cultural y a veces comunitaria. Desde hace muchos años me interesan estas últimas, que son para mí las primeras.

A mediados de noviembre, en San Gil, Santander, conocí a los fundadores y pioneros de Radio La Cometa, emblemática entre las radios comunitarias de Colombia, tanto como la pequeña ciudad de San Gil, que ha dado a este país muchas de las iniciativas más interesantes de cooperativismo y de acción colectiva a favor del desarrollo y de la paz.

La Cometa es también un referente para las radios comunitarias de América Latina porque no es una emisora fundada por personas, sino por un conjunto de catorce organizaciones entre las que está la Universidad de San Gil, la Asociación de Organizaciones Campesinas y Populares de Colombia (El Común), La Cooperativa de Ahorro y Crédito para Mujeres, y varias instituciones de la iglesia católica progresista.

Entre los pioneros de la emisora figuran Iván Darío Chahín, Gladys Herrera, Fernando Tibaduiza, Beatriz Toloza, Miguel Fajardo, Tatiana Pinilla y otros que creyeron en un proyecto de comunicación cuando en realidad procedían de campos ajenos.

Ivonne Pico fue parte de ese grupo inicial y la persona que le dio el primer jalón a la pita de La Cometa para que desplegara en el aire sus colores. El 16 de diciembre de 1997, a las cuatro de la tarde de un día caluroso, Ivonne colocó en el lector de CD de la flamante emisora una canción de amor que a ella le gustaba, “Oropel” (vals de Jorge Villamil), para hacer las primeras pruebas de emisión en vivo. A partir de allí La Cometa se elevó en el cielo abierto de San Gil y se posicionó como la voz de la comunidad para realizar a lo largo de 17 años el trabajo de crear tejido social en la ciudad y en el departamento.

Ivonne Pico
En el libro que Ivonne Pico escribió para macar los primeros tres lustros de la emisora, señala que “el vuelo de La Cometa representaba el sueño colectivo de las organizaciones sociales, educativas y empresariales vinculadas al movimiento social, cooperativo y solidario que caracteriza a San Gil y la región”. Según Pico el proyecto de la radio fue “como un niño deseado”: “Lo que hace única a La Cometa es la generosidad de la gestión, porque los organizadores prefirieron apoyar al talento, la convicción y la vocación local”.

Desde el inicio los fundadores de la emisora tenían claro el objetivo de alentar procesos de comunicación “para planificar y programar mejor con el fin de promover la participación popular y la movilización comunitaria”, según señala Beatriz Toloza en otro texto de sistematización sobre la emisora.

La existencia de La Cometa y más de 400 emisoras comunitarias e indígenas en Colombia se hizo posible a partir del 30 de agosto de 1995 cuando el país conoció el Decreto 1447 que reglamentó las concesiones del servicio de radiodifusión y permitió legalizar a las radios comunitarias. En el departamento de Santander fueron distribuidas 34 licencias de funcionamiento en junio de 1997 y poco más tarde otras diez.  Hoy 31 emisoras están representadas por Resander, la Red Cooperativa de Emisoras Comunitarias del Sur de Santander.

En un contexto político y social marcado por décadas de violencia y confrontación, “queríamos ir en contra de esos vientos y volar más alto para mostrar que sí podíamos construir una radio con voces de esperanza, con alegría, con capacidad de ser crítica pero también imaginativa y creativa, para construir un país que no solamente se lamenta de sus penas sino que también es capaz de proponer  otro tipo de cosas, que, sonriendo, sea capaz de hacernos pensar, que nos ayude a imaginar un  país distinto”, dice Iván Darío Chahín.

Para debatir ese país deseado La Cometa creó una programación variada que se emite durante 24 horas todos los días. Uno de los programas bandera es “Cabildo abierto” donde dirigentes políticos y sociales de la región comparten sus análisis críticos.

Como toda radio comunitaria que trata de cumplir con una política de micrófono abierto, una parte de la programación de La Cometa está en manos de colectivos de jóvenes que se organizan para producir segmentos que abordan temas de derechos humanos sexuales y reproductivos, en coordinación con instituciones prestadoras de servicios de salud, justicia, educación y cultura.

Miguel Fajardo
Para Miguel Fajardo, “la principal fortaleza de La Cometa son los equipos voluntarios, que vosotros llamamos comunicadores o exploradores solidarios, la gente que está construyendo su propia parrilla de programación”.

Fernando Tibaduiza me dice que una de las fortalezas más importantes de La Cometa es su capacidad de gestión empresarial, que en tantas otras emisoras comunitarias es el talón de Aquiles. La actual gerente de la emisora, Fanny López Prada ha continuado la tradición de gerentes duchos para conseguir los fondos necesarios para “mantener la pita bien templada” de La Cometa, para que siga volando sin tener que hacer compromisos de desvirtúen su orientación social.

Ella misma se autodefine como “una mujer de resultados” y su apariencia es más próxima a una empresaria que a una periodista, aunque también le gusta tomar el micrófono de vez en cuando. La creatividad que ha sostenido a la emisora no es solamente la de los periodistas, sino la de los gerentes que han logrado, como Fanny, diversificar los ingresos: “Lo más importante de mi gestión es haber posicionado a la emisora a nivel nacional”.

En las conclusiones del análisis que realiza en su libro Ivonne Pico, destaca algunos rasgos de La Cometa que la hacen seguir volando a cielo abierto: es un modelo de organización sustentable, un espacio para la gestión democrática del conocimiento, y es un laboratorio de enseñanza-aprendizaje.  “Aquí terminamos volando La Cometa y volando la vida”, dice Ivonne, que no vive de la radio pero vive para ella.
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La radio marca los minutos de la vida;
el diario, las horas; el libro, los días.
―Jacques de Lacreitelle