"De Bucaramanga a San Gil hay solamente dos curvas, una a la izquierda y otra a la derecha, pero se repiten 975 veces", me dice Rafael el conductor, mientras recorremos los 92 kilómetros de distancia entre ambas ciudades, a veces colgados sobre las vistas espectaculares del Cañón de Chicamocha.
He recorrido bastante Colombia, pero no conocía San Gil, en el departamento de Santander. Ahora tuve la oportunidad de estar allí con motivo del I Encuentro Nacional de Comunicadores Solidarios, al que me invitaron para ofrecer una conferencia y participar en un conversatorio sobre los caminos posibles de la comunicación en el mundo de las organizaciones solidarias.
He recorrido bastante Colombia, pero no conocía San Gil, en el departamento de Santander. Ahora tuve la oportunidad de estar allí con motivo del I Encuentro Nacional de Comunicadores Solidarios, al que me invitaron para ofrecer una conferencia y participar en un conversatorio sobre los caminos posibles de la comunicación en el mundo de las organizaciones solidarias.
Los colombianos ponen títulos muy buenos a
sus eventos, para significar el valor que tiene reunirse a debatir y concertar. Esta vez, la frase
emblemática era “Dejando huella y pacificando territorios”, que denota el
anhelo colectivo de este país por aterrizar el proceso de paz en las regiones, y apropiarse de él pese a quien pese.
En el I Encuentro Nacional de
Comunicadores Solidarios encontré una mezcla interesante de asociaciones de cooperativas
(como la Confederación de Cooperativas de Colombia, la Universidad Cooperativa
de Colombia, la Asociación Colombiana de Cooperativas, la Banca de
Oportunidades, Fundación Coomuldesa, Banco Coopcentral, Fusoan, BanCoomeva,
Felcolfin, etc), de redes de comunicación comunitaria (como Suma 4C, la Red Cooperativa de Emisoras Comunitarias de Santander, la Red Cundinamarquesa de
Radios Comunitarias, la Corporación Colombia Solidaria, El Radar Informativo y
La Cometa, la emisora comunitaria de San Gil), y de organizaciones del Estado (como
la Unidad Administrativa Especial de Organizaciones Solidarias, la Oficina delAlto Comisionado para la Paz, el Ministerio de Cultura, el Ministerio de
Tecnología de la Información y la Comunicación, Fondo para el Financiamiento
del Sector Agropecuario, y la Unidad para la Atención y Reparación Integral alas Víctimas).
Todo un mundo solidario. Más allá de lo
que la cúpula del gobierno negocie en La Habana, todas estas organizaciones
solidarias están apostando a transformaciones en la vida cotidiana de la
población.
En todas esas instituciones hay gente
íntegra y comprometida con la paz y el cambio social, gente con la que uno
puede establecer inmediatamente lazos solidarios porque compartimos el lenguaje
y a grandes rasgos los objetivos de vida. Me llevo la amistad de Miguel
Fajardo, Fernando Tibaduiza, Ivonne Pico, Esperanza Puentes, Fernando Bragado, Andrés
Cifuentes, Jesús Hernán Zambrano, entre otros.
Fue muy estimulante escuchar los intercambios
entre representantes llegados de todas las regiones del país, algunas de las
que me ha tocado visitar en anteriores oportunidades para conocer los procesos
de desarrollo y paz que llevan adelante con entusiasmo y a veces arriesgando
sus vidas. He estado en el Magdalena Medio, en El Carmen de Bolívar, en el
Oriente Antioqueño, en el Cauca y otras zonas de conflicto que no han cesado en
su empeño por construir y recobrar una vida digna.
Los objetivos del encuentro que tuvo
lugar en el Hotel Mundo Guarigua en San Gil (un bello lugar rodeado de ríos y
montes, conocido entre otras cosas por las "hormigas culonas", que se comen luego de tostarlas), eran debatir y reflexionar sobre el contexto que algunos llaman de
“pos conflicto” (aunque otros consideran que el conflicto no termina con la
firma de los acuerdos de paz), reconocer el potencial para la paz de las
organizaciones solidarias, y por otra parte avanzar en la construcción de una
estrategia nacional de comunicación y de información concertada entre las
empresas de la economía del sector solidario y las redes de medios comunitarios.
Mucho aprendí en estos días sobre la
naturaleza de las cooperativas, aquellas que se crean y crecen con base en
valores de solidaridad, colaboración, horizontalidad, democracia, generosidad,
ayuda mutua, participación y conciencia de la realidad social del país. En
Bolivia las únicas cooperativas que suenan son las de la minería, y suenan por
los cachorros de dinamita y los disparos con que a veces se enfrentan en
persecución de objetivos puramente económicos.
Todas las exposiciones y relatos de experiencias me parecieron interesantes, en mesas sobre temas tan
diversos como “la comunicación solidaria y los entes del Estado”, “los gremios
solidarios y la comunicación”, “la universidad y la comunicación solidaria”,
“la comunicación para el desarrollo”, “la comunicación solidaria y la paz en
Colombia”, “la herramienta económica y la paz”, entre otros. Aunque este es el
primer encuentro nacional, ya se han hecho seis encuentros anteriormente en el
departamento de Santander para tratar el tema de la comunicación en las
organizaciones solidarias.
Cada presentación era un modelo de
construcción colectiva de tejido social, por ejemplo las experiencias del
Oriente Antioqueño, golpeado por la violencia, donde las cooperativas
juegan un papel importante por la paz apoyando
a los sectores organizados de la sociedad y reconstruyendo el tejido social, al
extremo de que van detrás de los agremiados que han sido desplazados por la
guerra a otras regiones. Granada fue uno de los municipios más golpeados y el
que más rápido se reconstruyó gracias al trabajo de las cooperativas.
Mi presentación, la única de carácter
individual en el evento, hizo hincapié en “comunicar para transformar”. En
esencia hablé de la oportunidad que significa partir de organizaciones
solidarias para construir procesos de comunicación con base en esos mismos
valores, y subrayé la necesidad de diferenciar el trabajo de información y
posicionamiento institucional que todas esas organizaciones cooperativas
realizan, con una propuesta de comunicación participativa que implica no
solamente generar productos interesantes (folletos, videos, programas de
radio), sino procesos en los que los agremiados se apropien del proyecto de paz
y de cambio social.
Insistí en “perder el objeto y
recuperar el proceso”, como dijo Jesús Martín Barbero, que también significa
recuperar al sujeto de los procesos de participación y olvidarse de los
productos, de la productivitis de
materiales impresos y audiovisuales que todas las organizaciones difunden sin
tener primero una política y una estrategia clara de comunicación. Más interesantes son los relatos de los procesos, las historias de vida de
las personas que se han transformado en el trabajo de comunicación y de
creación colectiva de conocimiento.
![]() |
Miguel Fajardo |
En la época más dura de la violencia en Colombia,
solo la iglesia y la cooperativa permanecían abiertas. En muchas poblaciones la
cooperativa era más importante que la alcaldía. Ahora son factores centrales en
la construcción de la paz desde los territorios. Fue a partir de la
constitución de 1991 que se fortaleció la capacidad descentralizada de las
comunidades para buscar sus caminos de desarrollo y paz.
La actitud del Estado es abierta y
constructiva. César Vanegas, de la Unidad Administrativa Especial de
Organizaciones Solidarias, decía que a él y a su equipo le había hecho mucho
bien “salir de la burbuja de Bogotá para ver todo lo que se está haciendo en
las regiones”.
Al cierre del evento Miguel Fajardo
recordó: “Nos vamos con el desafío de construir procesos comunicativos que
tengan dos elementos: horizontalidad y participación”. Y subrayó la “necesidad
de hacer una alianza entre la economía solidaria y la comunicación
participativa”.
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El
cerebro no es un vaso por llenar,
sino
una lámpara por encender.
—Plutarco