El lenguaje de la radio puede ser tan
sugerente, que en el pensamiento se transfigura en imágenes. Las voces en la
radio nos hacen imaginar el rostro de quienes hablan, los sonidos nos hacen visualizar
ambientes y reconstruyen en el pensamiento hechos que “vemos” en una pantalla
imaginaria.
La radio no ha desaparecido con la
aparición del cine y de la televisión, precisamente porque posee la magia de la
sugerencia, como la literatura. Hay muchas maneras de hacer radio, a veces
comercial, a veces cultural y a veces comunitaria. Desde hace muchos años me
interesan estas últimas, que son para mí las primeras.
A mediados de noviembre, en San Gil, Santander, conocí
a los fundadores y pioneros de Radio La Cometa, emblemática entre las radios
comunitarias de Colombia, tanto como la pequeña ciudad de San Gil, que ha dado
a este país muchas de las iniciativas más interesantes de cooperativismo y de
acción colectiva a favor del desarrollo y de la paz.

Entre los pioneros de la emisora figuran
Iván Darío Chahín, Gladys Herrera, Fernando Tibaduiza, Beatriz Toloza, Miguel
Fajardo, Tatiana Pinilla y otros que creyeron en un proyecto de comunicación
cuando en realidad procedían de campos ajenos.
Ivonne Pico fue parte de ese grupo
inicial y la persona que le dio el primer jalón a la pita de La Cometa para que
desplegara en el aire sus colores. El 16 de diciembre de 1997, a las cuatro de
la tarde de un día caluroso, Ivonne colocó en el lector de CD de la flamante
emisora una canción de amor que a ella le gustaba, “Oropel” (vals de Jorge
Villamil), para hacer las primeras pruebas de emisión en vivo. A partir de allí
La Cometa se elevó en el cielo abierto de San Gil y se posicionó como la voz de
la comunidad para realizar a lo largo de 17 años el trabajo de crear tejido
social en la ciudad y en el departamento.
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Ivonne Pico |
En el libro que Ivonne Pico escribió para
macar los primeros tres lustros de la emisora, señala que “el vuelo de La
Cometa representaba el sueño colectivo de las organizaciones sociales,
educativas y empresariales vinculadas al movimiento social, cooperativo y
solidario que caracteriza a San Gil y la región”. Según Pico el proyecto de la
radio fue “como un niño deseado”: “Lo que hace única a La Cometa es la
generosidad de la gestión, porque los organizadores prefirieron apoyar al
talento, la convicción y la vocación local”.
Desde el inicio los fundadores de la
emisora tenían claro el objetivo de alentar procesos de comunicación “para
planificar y programar mejor con el fin de promover la participación popular y
la movilización comunitaria”, según señala Beatriz Toloza en otro texto de
sistematización sobre la emisora.
La existencia de La Cometa y más de 400
emisoras comunitarias e indígenas en Colombia se hizo posible a partir del 30
de agosto de 1995 cuando el país conoció el Decreto 1447 que reglamentó las
concesiones del servicio de radiodifusión y permitió legalizar a las radios
comunitarias. En el departamento de Santander fueron distribuidas 34 licencias
de funcionamiento en junio de 1997 y poco más tarde otras diez. Hoy 31 emisoras están representadas por
Resander, la Red Cooperativa de Emisoras Comunitarias del Sur de Santander.
En un contexto político y social marcado
por décadas de violencia y confrontación, “queríamos ir en contra de esos
vientos y volar más alto para mostrar que sí podíamos construir una radio con
voces de esperanza, con alegría, con capacidad de ser crítica pero también
imaginativa y creativa, para construir un país que no solamente se lamenta de
sus penas sino que también es capaz de proponer
otro tipo de cosas, que, sonriendo, sea capaz de hacernos pensar, que
nos ayude a imaginar un país distinto”,
dice Iván Darío Chahín.
Para debatir ese país deseado La Cometa creó una programación
variada que se emite durante 24 horas todos los días. Uno de los programas
bandera es “Cabildo abierto” donde dirigentes políticos y sociales de la región
comparten sus análisis críticos.
Como toda radio comunitaria que trata de
cumplir con una política de micrófono abierto, una parte de la programación de
La Cometa está en manos de colectivos de jóvenes que se organizan para producir
segmentos que abordan temas de derechos humanos sexuales y reproductivos, en
coordinación con instituciones prestadoras de servicios de salud, justicia,
educación y cultura.
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Miguel Fajardo |
Para Miguel Fajardo, “la principal
fortaleza de La Cometa son los equipos voluntarios, que vosotros llamamos
comunicadores o exploradores solidarios, la gente que está construyendo su
propia parrilla de programación”.
Fernando Tibaduiza me dice que una de las
fortalezas más importantes de La Cometa es su capacidad de gestión empresarial,
que en tantas otras emisoras comunitarias es el talón de Aquiles. La actual
gerente de la emisora, Fanny López Prada ha continuado la tradición de gerentes
duchos para conseguir los fondos necesarios para “mantener la pita bien
templada” de La Cometa, para que siga volando sin tener que hacer compromisos de
desvirtúen su orientación social.
Ella misma se autodefine como “una mujer
de resultados” y su apariencia es más próxima a una empresaria que a una
periodista, aunque también le gusta tomar el micrófono de vez en cuando. La
creatividad que ha sostenido a la emisora no es solamente la de los periodistas,
sino la de los gerentes que han logrado, como Fanny, diversificar los ingresos:
“Lo más importante de mi gestión es haber posicionado a la emisora a nivel
nacional”.
En las conclusiones del análisis que
realiza en su libro Ivonne Pico, destaca algunos rasgos de La Cometa que la
hacen seguir volando a cielo abierto: es un modelo de organización sustentable,
un espacio para la gestión democrática del conocimiento, y es un laboratorio de
enseñanza-aprendizaje. “Aquí terminamos
volando La Cometa y volando la vida”, dice Ivonne, que no vive de la radio pero
vive para ella.
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La radio marca los minutos de la
vida;
el diario, las horas; el libro, los
días.
―Jacques de Lacreitelle
―Jacques de Lacreitelle