El XI Festival Internacional de Cine de los Derechos Humanos tuvo lugar del 17 al 22 de agosto, como siempre en la capital de Bolivia. Mantener un festival de esa
magnitud a lo largo de once años es una proeza de Humberto Mancilla, su familia
y los jóvenes que colaboran con él.
Es la
segunda vez que participo en el festival, la primera fue en junio de 2008 como
presidente del jurado internacional, y esta vez, además de jurado, para mostrar
en Sucre mi largometraje Señores
generales, señores coroneles (1976), y para participar en el Foro
Latinoamericano de Integración Cinematográfica, en el que participaron los
otros miembros del jurado: Benjamín Ávila (Argentina), Silvio Da-Rin (Brasil),
Pedro Chaskel (Chile), María Elena Benites y Fernando Valdivia (Perú), Carola
Prudencio y Fernando Arispe (Bolivia).
Una
ventaja de estar en festivales de cine es ver películas que de otra manera son
casi invisibles porque no interesan a las pantallas de las salas de cine
comercial. Más aún en el caso de
películas de cortometraje y de mediometraje, que sufren una suerte de discriminación,
consideradas parientes pobres del cine de ficción y de largometraje.
A esto
se suma que las obras sobre temas que tienen que ver con valores, justicia y
derechos humanos, no son las más apetecidas por un público adiestrado para
disfrutar películas de evasión y no de reflexión. Cada vez más, para el grueso
del público, el cine es para evadir la realidad y no para abordarla de manera
crítica. Con honrosas excepciones, el cine ha dejado de ser el séptimo arte
para aproximarse más al circo como espectáculo colectivo.
Mariem Hassan, fallecida el 22 de agosto 2015 |
Los
festivales son como oasis en el desierto de la cinematografía mundial. En
Sucre, cuatro salas se habilitaron para mostrar las obras del festival: el Cine
SAS, el Teatro 3 de Febrero, el Museo de Etnografía y Folklore (MUSEF) y la
Alianza Francesa, todas alrededor de la plaza principal, al alcance de todos.
Me
impresionó el documental La vida en
espera: el referéndum y la resistencia en el Sahara Occidental (Estados
Unidos, 2015) de Iara Lee, que muestra la situación del pueblo saharaui cuyos
territorios han sido ocupados por Marruecos, frente a la indiferencia de la
comunidad internacional y de Naciones Unidas. La resistencia saharaui no se
limita a la lucha del Frente Polisario, sino que se desarrolla de manera
cotidiana a través de actividades culturales.
En el film aparece varias veces la cantante Mariem Hassan, extraordinaria portavoz y voz de la causa de liberación del pueblo saharaui, quien casualmente murió en el mismo día en que se clausuraba el festival de Sucre, el sábado 22 de agosto. Hay que escuchar y ver a Mariem Hassan para sentirse más cerca de la lucha de su pueblo.
Tuvimos plena coincidencia en el
jurado para darle el premio al mejor mediometraje y otorgamos una mención a Aún Tibet (España, 2014) de Miguel Ángel
Cano Santizo, que narra en primera persona, cámara en mano, la vida cotidiana
de los tibetanos bajo la ocupación China.
Traigo conmigo (2013) de Tata Amaral |
El
premio Pukañawi de largometraje fue otorgado a Traigo conmigo (Brasil, 2013), de Tata Amaral, sobre un director de
teatro jubilado, que recuerda de manera fragmentaria su experiencia en la
cárcel durante la dictadura militar. Otros tres films recibieron menciones en
esta categoría: El patrón, radiografía de
un crimen (Argentina, 2014) de Sebastián Schindel, Los años de fierro (México, 2013) de Santiago Esteinou y Mineros
derribados (Sudáfrica, 2014) de Rehad Desai.
En la
categoría de cortometraje se otorgó el primer premio a Jambo amani? (España,
2013) de Unai Aranzadi y una mención a La vida es mucho más (Bolivia, 2015) de
Frairiver Carvajal y Jhaqueline Dávalos.
Basta
ver la lista de premiados para darse cuenta de la enorme diversidad de
propuestas y de la capacidad que tiene el festival para atraer obras de todo el
mundo.
Con Humberto Mancilla en el estreno de Señores Generales, Señores Coroneles |
Además
de las 26 películas que concursaron en las tres categorías, otras se exhibieron
paralelamente. En la “Muestra nacional Plan Cóndor” se estrenó mi largometraje Señores generales, señores coroneles
(1976) digitalizado recientemente en Ecuador, y posteriormente se exhibió Al grito de este pueblo (Argentina, 1971)
de Humberto Ríos, también sobre el golpe militar del coronel Bánzer, y De vida o muerte (Chile, 2015) de Pedro
Chaskel, sobre la Operación Cóndor que las dictaduras del cono sur concertaron
para eliminar físicamente a sus opositores.
Aunque
no había muchas películas bolivianas en el festival, vi dos que me interesaron
particularmente. Rompiendo fronteras, en
gira con el teatro trono (Dinamarca-Bolivia, 2013) de Shezenia Hannover y
Anahí Machicado, muestra con mucha sensibilidad la relación que se establece
entre jóvenes de la ciudad de El Alto y jóvenes de Dinamarca en torno a la toma
de conciencia sobre la importancia del agua y de los recursos naturales. El
documental está, además, muy bien filmado. También vi el corto Cuatro en uno (Bolivia, 2014) de Paolo
Agazzi, cuatro historias, en plano fijo, sobre la violencia que se ejerce
contra las mujeres. Es una propuesta innovadora, donde la banda sonora juega un
papel fundamental en el discurso narrativo.
Hay
películas sobre derechos humanos que son difíciles de ver porque tocan fibras
muy sensibles. Es el caso de La mirada del silencio (Dinamarca, 2014)
de Joshua Oppenheimer, que al igual que su documental anterior, El acto de matar (Dinamarca, 2012),
aborda, desde la perspectiva de quienes fueron torturadores y asesinos, la
sangrienta represión que se desató en Indonesia en 1965. Dura, pero brillante.
Los miembros del jurado del festival |
En el
Foro Latinoamericano de Integración Cinematográfica, que se realizó por primera
vez en el marco del festival, nada menos que en la Casa de la Libertad,
abordamos los problemas que enfrenta la producción y distribución del cine de
nuestra región, sobre todo en países como Bolivia, donde no existe ningún apoyo
del Estado.
Al
finalizar emitimos una declaración, la “carta de Sucre”, en la que señalamos la
importancia de la soberanía audiovisual como factor determinante de
la diversidad cultural, y la necesidad de contar con políticas públicas
con financiamiento del Estado para la promoción del cine latinoamericano en
cada país. También recomendamos la creación
y funcionamiento de la Escuela de Cine Documental de los Derechos Humanos y de
la Naturaleza como parte integral de la Cineteca de Derechos Humanos, otra
iniciativa del Centro Pukañawi que dirige Humberto Mancilla.
__________________________________________
El cerebro no es un vaso
por llenar, sino una lámpara por encender. —Plutarco