28 septiembre 2015

Cine con valores

El XI Festival Internacional de Cine de los Derechos Humanos tuvo lugar del 17 al 22 de agosto, como siempre en la capital de Bolivia. Mantener un festival de esa magnitud a lo largo de once años es una proeza de Humberto Mancilla, su familia y los jóvenes que colaboran con él.

Es la segunda vez que participo en el festival, la primera fue en junio de 2008 como presidente del jurado internacional, y esta vez, además de jurado, para mostrar en Sucre mi largometraje Señores generales, señores coroneles (1976), y para participar en el Foro Latinoamericano de Integración Cinematográfica, en el que participaron los otros miembros del jurado: Benjamín Ávila (Argentina), Silvio Da-Rin (Brasil), Pedro Chaskel (Chile), María Elena Benites y Fernando Valdivia (Perú), Carola Prudencio y Fernando Arispe (Bolivia).

Una ventaja de estar en festivales de cine es ver películas que de otra manera son casi invisibles porque no interesan a las pantallas de las salas de cine comercial.  Más aún en el caso de películas de cortometraje y de mediometraje, que  sufren una suerte de discriminación, consideradas parientes pobres del cine de ficción y de largometraje.

A esto se suma que las obras sobre temas que tienen que ver con valores, justicia y derechos humanos, no son las más apetecidas por un público adiestrado para disfrutar películas de evasión y no de reflexión. Cada vez más, para el grueso del público, el cine es para evadir la realidad y no para abordarla de manera crítica. Con honrosas excepciones, el cine ha dejado de ser el séptimo arte para aproximarse más al circo como espectáculo colectivo.

Mariem Hassan, fallecida el 22 de agosto 2015
Los festivales son como oasis en el desierto de la cinematografía mundial. En Sucre, cuatro salas se habilitaron para mostrar las obras del festival: el Cine SAS, el Teatro 3 de Febrero, el Museo de Etnografía y Folklore (MUSEF) y la Alianza Francesa, todas alrededor de la plaza principal, al alcance de todos.

Me impresionó el documental La vida en espera: el referéndum y la resistencia en el Sahara Occidental (Estados Unidos, 2015) de Iara Lee, que muestra la situación del pueblo saharaui cuyos territorios han sido ocupados por Marruecos, frente a la indiferencia de la comunidad internacional y de Naciones Unidas. La resistencia saharaui no se limita a la lucha del Frente Polisario, sino que se desarrolla de manera cotidiana a través de actividades culturales. 

En el film aparece varias veces la cantante Mariem Hassan, extraordinaria portavoz y voz de la causa de liberación del pueblo saharaui, quien casualmente murió en el mismo día en que se clausuraba el festival de Sucre, el sábado 22 de agosto. Hay que escuchar y ver a Mariem Hassan para sentirse más cerca de la lucha de su pueblo.  
Tuvimos plena coincidencia en el jurado para darle el premio al mejor mediometraje y otorgamos una mención a Aún Tibet (España, 2014) de Miguel Ángel Cano Santizo, que narra en primera persona, cámara en mano, la vida cotidiana de los tibetanos bajo la ocupación China.

Traigo conmigo (2013) de Tata Amaral
El premio Pukañawi de largometraje fue otorgado a Traigo conmigo (Brasil, 2013), de Tata Amaral, sobre un director de teatro jubilado, que recuerda de manera fragmentaria su experiencia en la cárcel durante la dictadura militar. Otros tres films recibieron menciones en esta categoría: El patrón, radiografía de un crimen (Argentina, 2014) de Sebastián Schindel, Los años de fierro (México, 2013) de Santiago Esteinou y Mineros derribados (Sudáfrica, 2014) de Rehad Desai.

En la categoría de cortometraje se otorgó el primer premio a Jambo amani? (España, 2013) de Unai Aranzadi y una mención a La vida es mucho más (Bolivia, 2015) de Frairiver Carvajal y Jhaqueline Dávalos.

Basta ver la lista de premiados para darse cuenta de la enorme diversidad de propuestas y de la capacidad que tiene el festival para atraer obras de todo el mundo.

Con Humberto Mancilla en el estreno de Señores Generales, Señores Coroneles
Además de las 26 películas que concursaron en las tres categorías, otras se exhibieron paralelamente. En la “Muestra nacional Plan Cóndor” se estrenó mi largometraje Señores generales, señores coroneles (1976) digitalizado recientemente en Ecuador, y posteriormente se exhibió Al grito de este pueblo (Argentina, 1971) de Humberto Ríos, también sobre el golpe militar del coronel Bánzer, y De vida o muerte (Chile, 2015) de Pedro Chaskel, sobre la Operación Cóndor que las dictaduras del cono sur concertaron para eliminar físicamente a sus opositores.

Aunque no había muchas películas bolivianas en el festival, vi dos que me interesaron particularmente. Rompiendo fronteras, en gira con el teatro trono (Dinamarca-Bolivia, 2013) de Shezenia Hannover y Anahí Machicado, muestra con mucha sensibilidad la relación que se establece entre jóvenes de la ciudad de El Alto y jóvenes de Dinamarca en torno a la toma de conciencia sobre la importancia del agua y de los recursos naturales. El documental está, además, muy bien filmado. También vi el corto Cuatro en uno (Bolivia, 2014) de Paolo Agazzi, cuatro historias, en plano fijo, sobre la violencia que se ejerce contra las mujeres. Es una propuesta innovadora, donde la banda sonora juega un papel fundamental en el discurso narrativo.

Hay películas sobre derechos humanos que son difíciles de ver porque tocan fibras muy sensibles.  Es el caso de La mirada del silencio (Dinamarca, 2014) de Joshua Oppenheimer, que al igual que su documental anterior, El acto de matar (Dinamarca, 2012), aborda, desde la perspectiva de quienes fueron torturadores y asesinos, la sangrienta represión que se desató en Indonesia en 1965. Dura, pero brillante.

Los miembros del jurado del festival
En el Foro Latinoamericano de Integración Cinematográfica, que se realizó por primera vez en el marco del festival, nada menos que en la Casa de la Libertad, abordamos los problemas que enfrenta la producción y distribución del cine de nuestra región, sobre todo en países como Bolivia, donde no existe ningún apoyo del Estado.

Al finalizar emitimos una declaración, la “carta de Sucre”, en la que señalamos la importancia de la soberanía audiovisual como factor determinante de la diversidad cultural, y la necesidad de contar con políticas públicas con financiamiento del Estado para la promoción del cine latinoamericano en cada país. También recomendamos la creación y funcionamiento de la Escuela de Cine Documental de los Derechos Humanos y de la Naturaleza como parte integral de la Cineteca de Derechos Humanos, otra iniciativa del Centro Pukañawi que dirige Humberto Mancilla.  

__________________________________________
El cerebro no es un vaso por llenar, sino una lámpara por encender. Plutarco