Cuando un gobierno insiste en que “hay
libertad de prensa” es que esa libertad está amenazada. En los países donde
realmente hay libertad de expresión y de pensamiento, no es necesario repetirlo
todos los días.
Hace unas semanas acompañé la
concentración y la marcha de apoyo a Amalia Pando y a Erbol, la red de emisoras
independientes. Fue una demostración de repudio a las argucias gubernamentales
para acallar a las voces críticas. El gobierno está asustado porque esas voces
han trascendido las fronteras y la imagen internacional del régimen se oscurece.
Fuera de Bolivia son cada vez menos los que creen en el mito del indígena bien
intencionado que trabaja por el bienestar de su país.
La censura es un animal con muchos
colores, un camaleón que actúa mimetizándose para que no se lo vea, pero su
olor lo pone en evidencia. Las acciones de este gobierno para acallar a las
voces críticas, huelen mal.
Primero, como mostró Raúl Peñaranda en su
libro Control remoto, jerarcas del
gobierno han comprado periódicos y canales de televisión a través de palos
blancos venezolanos o bolivianos. No tengo que abundar en ello ya que es de
dominio público.
Segundo, el MAS ha utilizado dineros del
Estado para montar el más grande aparato de propaganda que haya conocido el
país. No tiene parangón en la historia contemporánea lo que se invierte todos
los días en publicidad fundamentalmente dirigida a ensalzar la imagen presidencial.
La cadena de emisoras Patria Nueva, el
diario oficialista Cambio y la red de televisión estatal al servicio del
partido de gobierno, son algunos ejemplos de desvío de fondos del Estado en
beneficio de un partido político y, peor aún, de una persona. Eso no es
información, eso es propaganda pura.
A esos medios financiados con dinero
público se suma el canal del televisión Abya Yala, un regalo personal del
gobierno Iraní a Evo Morales. No es un medio del Estado, es un medio privado, lo
cual plantea un tema ético: ¿puede un presidente en ejercicio recibir de una
potencia extranjera y a nombre personal un regalo de esa magnitud?
Tercero, el uso de la publicidad del
Estado como instrumento de chantaje. El ejecutivo no diferencia los recursos
públicos de los recursos del MAS, y usa de manera arbitraria los fondos del
erario para sancionar a los medios de información críticos. ¿Quién le dijo al presidente
y al vice-presidente pueden disponer de recursos del Estado como si fueran de
su bolsillo? En los países democráticos existe una política de Estado
equilibrada para asignar recursos públicos a los medios.
Cuarto y doloroso, la violencia física
ejercida contra periodistas a través de agentes, incluyendo casos de asesinato,
como el de Hanalí Haycho, al parecer encubierto por órdenes superiores.
Con esa maquinaria en marcha, no necesita
el gobierno ejercer la censura previa, porque cuenta con medios de información propios,
utiliza dinero del erario para la propaganda y para la compra de voluntades, y
ejerce presiones, chantaje y violencia. Esto se tiene que conocer dentro y
fuera de Bolivia.
El tema de fondo radica en la distancia
cada vez mayor que existe entre el discurso “de izquierda” del régimen y la
realidad de un gobierno neoliberal, autoritario y arrogante. Muchos creyeron años
atrás en el proceso de cambio y hoy están decepcionados. Otros continúan porque
el régimen les permite ejercer arbitrariamente el poder y beneficiarse de
migajas a cambio de mantenerse callados. La ideología no es más que discurso:
palabras, palabras, palabras, como en Hamlet.
Las contradicciones entre el discurso y
la realidad saltan a la vista. Luego de tantas amenazas que hizo cuando estaba
en la oposición, Morales ha mantenido vigente el Decreto 21060, la Ley 1008 y en
general la política neoliberal. Poco ha cambiado, salvo la fortuna que tuvo el
gobierno de contar con más recursos que todos los anteriores gracias al
contexto económico internacional.
En la agenda indígena el régimen
autoritario se tropieza cada vez que reprime a quienes piden que se cumpla la
propia Constitución Política del Estado. En el área de derechos humanos se
aplaza al no desclasificar los archivos militares en virtud de un pacto secreto
de encubrimiento mutuo. En el tema de medio ambiente, la política extractivista
pulveriza el discurso manido de la “madre tierra”, que solo el canciller utiliza
para aburrir a los invitados en recepciones oficiales. Finalmente, la corrupción corroe al régimen en
todos sus niveles, como nunca antes se había visto.
Todo esto se sabe cada vez más, y
mientras más se conoce, la gente toma conciencia, y la conciencia crítica
debilita al régimen autoritario. Hay algo de decencia en la gente que pone el
pie en el freno: hasta aquí llegué…
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La
libertad es el derecho que tienen las personas
de
actuar libremente, pensar y hablar sin hipocresía.
—José
Martí