Pedro Chaskel en Sucre, agosto 2015 |
El cineasta chileno Pedro Chaskel ya está
de vuelta, en el sentido físico y figurado. De vuelta a los encuentros, ya que
luego de muchos años de habernos topado en los festivales de La Habana,
volvimos a encontrarnos en Sucre, ambos como miembros del jurado del Festival
Internacional de Cine de los Derechos Humanos. Y de vuelta en el sentido
figurado, porque ya ha vivido su vida de manera comprometida y coherente y
ahora mira las cosas de manera desapasionada, como muchos que hemos vivido las
épocas duras y ahora escuchamos las cornetas del triunfalismo fácil en las
épocas blandas.
Una de las primeras películas de Pedro
Chaskel como director, en 1966 con Érase
una vez, un cortometraje de cinco minutos que sorprende por su
actualidad. La idea es sencilla: la historieta,
en una página, dibujada por Vittorio di Girolamo animada mediante hábiles
movimientos de cámara y una banda sonora eficiente.
La historia, llena de simbolismo, es casi
cruel: un poeta forma el “Partido de la Primavera”, con flores como banderas,
para marcar su convivencia con quienes lo rodean. Ese partido pronto cae en
manos de otros dirigentes que forman el “Ejército de la Primavera” que comienza
a eliminar a los opositores e incluso fusila al poeta fundador. En el fondo de
la banda sonora se escucha la voz de Nelson Villagra imitando un furibundo
discurso de Hitler. En pocos minutos tenemos la evolución de un movimiento
democrático a un régimen autoritario y de corte fascista. ¿Suena conocido?
Con la sencillez que lo caracteriza,
Pedro minimiza Érase una vez como una
obra primeriza, un simple experimento realizado con muy pocos medios, en el
marco del Cine Experimental de la Universidad de Chile. “No había una intención
ideológica, pero de alguna manera es una llamada de atención sobre ciertos
procesos políticos”. Para Chaskel fue un ejercicio cinematográfico que le
permitió dominar la técnica del montaje.
Ya antes de este corto animado, Chaskel
había realizado otros cortos documentales, ya sea como camarógrafo, montajista (ahora
se dice editor) o director, entre ellos Aquí vivieron (1964) una colaboración
con el antropólogo suizo Jean Christian Spahni, a quien conocí cuando pasó por
Bolivia unos años más tarde. Spahni realizaba excavaciones en la desembocadura
del río Loa, que le permitieron descubrir importantes restos de la cultura
Chango. Chaskel y Héctor Ríos documentaron ese proceso con un comentario
poético de Ernesto Fontecilla, que lleva las imágenes documentales a otro nivel
de creación artística. “Me fascinó el paisaje misterioso y lunar del
lugar. Había que llegar en bote, se
tardaba un par de horas en acceder. Ahora pasa por allí una carretera”.
Pedro Chaskel con el cineasta Joris Ivens |
Pero de esa década inicial, su película
preferida es Testimonio (1969), donde
retrata las condiciones infrahumanas del Hospital Siquiátrico de Iquique: “Me
pasó algo muy raro, yo no le había dado mucha importancia, pero después del
golpe contra Allende algunos colegas me decían buenas cosas sobre el film, de
modo que empecé a mirarlo con otros ojos y a valorar sus cualidades. Creo que
es una película redonda, que tiene una intención en cada toma, en cada
movimiento de cámara. Filmamos en una mañana y la edición la hice en un día”.
Poco antes del golpe militar de Pinochet
codirigió con Héctor Ríos Venceremos
(1970), sobre la situación social y política en Chile durante el proceso de
llegada al poder de la Unidad Popular. La película obtuvo un premio en el Festival
Internacional de Leipzig, pero a varias décadas de distancia Chaskel considera con
humildad que ese no fue un premio destinado a su película, sino al cine chileno
en su conjunto, un premio político. En este documental destaca una forma de
mirar la realidad que es característica en el cine de Chaskel: la cámara se
toma el tiempo necesario para observar. Las imágenes, sin comentario, son
similares a las que unos años antes había registrado Jorge Sanjinés en su
primera película boliviana, Revolución
(1964). En ambos films se contraponen imágenes de la pobreza y la injusticia
social, con documentos sobre la represión y finalmente el triunfo de la
izquierda.
Pedro Chaskel y Alfonso Gumucio, en Sucre 2015 |
Otras obras como Aborto (1965) y No es hora de
llorar (1971) sobre la víctimas de la dictadura brasileña, confirman su
interés por el cine documental, sin embargo en su carrera destacan las
colaboraciones que hizo como editor con grandes directores del cine chileno en
películas emblemáticas realizadas antes y después del golpe militar de
Pinochet, que lo llevó al exilio en Cuba durante diez años.
La primera de sus colaboraciones fue con
Miguel Littin en El chacal de Nahueltoro
(1969), película fundacional en el cine chileno, que muchos siguen considerando
la mejor obra de Littin. Trabajó con Helvio Soto en Érase un niño, un guerrillero y un caballo (1967) y editó las tres
partes de La batalla de Chile
(1974-1977) de Patricio Guzmán, monumental registro documental del periodo de
Allende.
También colaboró con Jorge Sanjinés en Para recibir el canto de los pájaros (1995):
“A Jorge se le metió en la cabeza (yo no tenía la culpa) que las secuencias en
las que aparecían los conquistadores españoles debían ser editadas por otra
mano. No sé si realmente se nota la diferencia, pero para mi fue una
oportunidad de trabajar con él durante un par de semanas”.
La famosa foto del Ché, de Alberto Korda |
En Cuba realizó varias películas, con
todo el apoyo de la industria de cine cubana. La más conocida es Una foto recorre el mundo (1981), donde
indaga a través de una entrevista con Korda, cómo el fotógrafo cubano realizó
la emblemática foto del Ché que ha sido reproducida cientos de miles de veces
en diferentes formatos. “El problema con la entrevista con Korda es que él ya
había contado el cuento cien veces, y yo quería algo diferente. Entonces se me ocurrió decirle a Alberto que
empezara a contar ese día desde el momento en que se levantó. Y empezó a contar, de manera que cuando llegó
a ese episodio ya estaba totalmente metido en sus recuerdos, y por ello creo que es una de las entrevistas
buenas que he hecho”, recuerda Chaskel.
Hizo otras dos películas sobre el Ché en
Cuba, Constructor cada día, compañero
(1982) y Ché, hoy y siempre (1983);
aclara que él nunca fue partidario del culto a la personalidad, pero que le
interesaba explorar el símbolo.
Pedro Chaskel es un cineasta emblemático
del cine chileno, es importante recordar su contribución al cine
latinoamericano.
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Es imposible hacer una buena película
sin una cámara que sea
como un ojo en el corazón de un
poeta. —Orson Welles