Estuve en Quito en el I Congreso Internacional:“Comunicación, decolonización y buen vivir” que tuvo lugar en CIESPAL del 16 al
18 de septiembre pasado. El congreso hizo realidad una iniciativa que habíamos
lanzado un año antes en La Paz quienes trabajábamos entonces en el IPICOM, el
Instituto de Investigación, Posgrado e Interacción Social en Comunicación de la
Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), en ocasión de la visita de Francisco (Paco) Sierra, director de Ciespal.
Paco llegó a La Paz para cumplir con una
de sus primeras iniciativas, de las muchas que ha tomado desde que asumió la
conducción de esta emblemática institución latinoamericana: otorgar la medalla
Ciespal a Luis Ramiro Beltrán. Ese fue el último reconocimiento internacional
importante que recibió en vida Luis Ramiro. Durante su estadía, invitamos a
Paco a dar una cátedra magistral y en reuniones que sostuvimos con él propusimos
un convenio entre la UMSA y Ciespal, que nunca pudo concretarse, para realizar
un evento internacional en el que se incluiría, la propuesta de nuestra colega
Karina Herrera-Miller de realizar un seminario sobre comunicación y buen vivir.
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Edificio de Ciespal, diseñado por Milton Barragán |
Lamentablemente las cosas no suceden como
uno las enuncia o las sueña, y tanto el convenio con Ciespal como el seminario,
que luego evolucionó en el congreso de Quito, tuvo que soportar el sabotaje
político de sectores de maestros y alumnos de la Carrera de Comunicación, hasta
que Ciespal ofreció su sede y su capacidad organizativa.
A pesar del cambio de sede y de entidad
organizadora, la representación de la UMSA no pudo participar en el evento de
Quito ya que pocas semanas antes, durante una reunión del Consejo de Carrera, estudiantes
y profesores con cerebros de mosquito emitieron una resolución de “rechazo” al congreso,
una prohibición tácita de representar a UMSA en el evento. A ese extremo llega
el absurdo de la confrontación política, que impide intercambios académicos.
Por lo general es gente que no produce conocimiento, que no investiga y que no
publica, la que bloquea las propuestas que harían de la UMSA una buena
universidad.
El texto que sigue es una síntesis de mi
presentación en Quito, en el panel sobre “Pensamiento decolonial y
comunicación” en el que participó además Erick Torrico y el colega chileno
Claudio Maldonado. El video completo del panel puede ser visto en este enlace
de Ciespal, así como mi ponencia "Descolonización simbólica, discurso y realpolitik".
La “descolonización” es un proceso de
cambio y de restitución histórica que en Bolivia parece tener más enemigos
internos que externos. Los principios del buen vivir no han enfrentado la resistencia
de sectores conservadores porque la propuesta no ha ido más allá del discurso
oficial y de tomas de posición simbólicas.
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Erick Torrico, Gabriel Giannone, Claudio Maldonado y Alfonso Gumucio |
La dificultad radica en pasar del discurso sobre el buen vivir, elaborado a
veces con filigrana poética y otras con torpeza demagógica, a hechos concretos como la descolonización
del Estado, que en lo fundamental no ha cambiado. El discurso de la
descolonización corre el riesgo de ideologizarse al extremo de dejar a un lado
los principios y valores que propone.
La descolonización como mandato
constitucional y como política de Estado no toma en cuenta los procesos
transformadores en el campo de la comunicación, los procesos participativos que
permitirían a la población apropiarse del concepto y convertirlo en prácticas
cotidianas. Por el contrario, lo que existe es una reiteración del discurso publicitario
que termina vaciando de su contenido la terminología del buen vivir.
Como señala Tania Delgadillo en el libro Descolonización, medios de comunicación y
democracia intercultural en Bolivia (SIFDE, 2013), resultado de una
investigación propiciada por el organismo electoral, “el gran reto para el
Estado Plurinacional será hacer efectiva esta política, para lo cual deberá
abandonar el mero ámbito discusivo y declarativo para adentrarse en una práctica
descolonizadora concreta, lo que implica realizar una profunda mirada
autocrítica de y desde el Estado en su dimensión fáctica”.
La búsqueda de la reconfiguración
hegemónica colisiona con las políticas económicas que no han significado un
cambio de estructuras. Dos de los principales instrumentos de los gobiernos “neoliberales”,
el Decreto 21060 de 1985 y la Ley 1008 de control de la producción de hoja de
coca y del narcotráfico, permanecen vigentes luego de diez años de “proceso de
cambio”. La política extractivista, anti-indígena y violadora de los derechos
humanos contradice el discurso del buen vivir.
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Tres bolivianos en Ciespal: Erick Torrico, Adalid Contreras y Alfonso Gumucio |
La descolonización
es un sistema en construcción y el buen
vivir una aspiración. Ambos términos se construyen con base en la lucha
histórica no solamente de los pueblos originarios, sino de los trabajadores
mineros, de los obreros y de la clase media intelectual, que son sectores que
aportaron en diferentes momentos de la historia a reivindicar una sociedad
justa y equitativa.
Esto no empezó hace diez años. No se
puede olvidar los aportes teóricos de Fausto Reynaga ni de su contemporáneo
Carlos Montenegro, el autor de Nacionalismo
y coloniaje, que contribuyeron a colocar la descolonización en la agenda
política hace siete décadas, en épocas mucho menos proclives que las de ahora
para considerar estos temas. Ahora, cuando el discurso de la descolonización es
pan de todos los días, no hay textos de esa dimensión histórica.
Como el “buen vivir” y la “descolonización”
están solamente en el discurso oficial, la construcción del concepto pasa por
los medios de difusión y no, lamentablemente, por los procesos de comunicación,
que involucrarían posiciones éticas.
Para descolonizar el lenguaje, tendríamos
que empezar por diferenciar información y comunicación, algo que ni los
periodistas, ni los propios comunicadores (que no es lo mismo) parecen ignorar
deliberadamente.
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Freddy Ehlers, ministro del Buen Vivir de Ecuador |
La confusión entre información y
comunicación contamina todos los ámbitos, los periodistas pasaron de la noche a
la mañana a llamarse “comunicadores sociales” aunque los estudios académicos no
han variado en cinco décadas. Los contenidos siguen anclados en los medios
(prensa, radio, cine, televisión), ignorando: a) los procesos de comunicación, b) la visión
estratégica de las necesidades del desarrollo y el cambio social, y c) el carácter científico del objeto de
estudio.
El periodista elabora mensajes para
incidir en lo inmediato y está atado al engranaje de los medios masivos,
mientras que el comunicador se involucra en procesos de largo plazo con una
visión estratégica. Eduardo Vizer dice que históricamente hay una visión
“informacional” de la comunicación, de carácter funcional y pragmático, a la
que se opone una visión de carácter crítico y “humanista”. Dominique Wolton
afirma que la información es el mensaje,
mientras que la comunicación es la relación,
algo mucho más complejo.
Si la descolonización no logra definir
sus propios procesos de comunicación continuará manifestándose como una cadena
de mensajes mediáticos verticales que cuestan millones pero que se lleva la
hojarasca y la politiquería.
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El verdadero progreso social no consiste en aumentar las
necesidades, sino en reducirlas voluntariamente; pero para eso hace falta ser
humildes. —Gandhi