Cada vez que lo visitaba en su casa me
despedía con un pase de magia: realizaba en pocos segundos un dibujo sin separar
la pluma del papel. La línea continua
cobraba vida como si la mano de Gustavo no hiciera sino perseguirla sobre la
superficie del papel en un recorrido de curvas que se entrelazaban y revelaban rápidamente
un destino. Al final, me mostraba orgulloso su hazaña, el delicado perfil de una
mujer.
Incluso cuando me daba un papelito con un
teléfono o una dirección, lo enriquecía con un dibujo. Era su manera de
alegrarme la tarde, de que nos despidiéramos con algo suyo en mis manos para
que esos encuentros se repitieran.
Fue el maestro y mentor de sus hermanos
artistas y el mayor apoyo que tuvieron a lo largo de la vida ya que con una
generosidad y un desprendimiento ejemplar los guiaba tanto en su desarrollo
estético como en el compromiso con las cosas de la vida. Por eso los encuentros
entre los hermanos dispersos eran siempre tan fraternales. Decir que un
encuentro entre hermanos es fraternal no es necesariamente redundante, porque
en la vida no todos los hermanos se relacionan fraternalmente. Yo no conocí
sino a tres de los Lara, pero verlos tan unidos fue siempre estimulante.
Siempre me pregunté qué llevó a estos hermanos orureños hacia el arte, ¿por qué esa inclinación tan marcada por una actividad que era tradicionalmente ajena a la familia? Gustavo fue central en esa orientación, pues al ser el mayor de todos, su influencia sobre sus hermanos menores era fundamental.
Siempre me pregunté qué llevó a estos hermanos orureños hacia el arte, ¿por qué esa inclinación tan marcada por una actividad que era tradicionalmente ajena a la familia? Gustavo fue central en esa orientación, pues al ser el mayor de todos, su influencia sobre sus hermanos menores era fundamental.
Esta semana estuve pensando sobre mi
amistad con los Lara y creo que eso se inició a mi regreso de Francia en 1978 o
1979, porque antes de esa década, durante la dictadura de Bánzer me mantuve
alejado del país y ellos, a su regreso de Argentina, se refugiaron en
Oruro. Encontré entre algunos dibujos
que conservo con especial cariño, un retrato que me hizo en 1979, que probablemente
se publicó en el suplemento cultural “Semana” del vespertino Ultima Hora junto
a los reportajes que luego integraron mi primer libro, Provocaciones.
Años después convertí a Raúl y a Gustavo en cómplices de Sentímetros. Ambos Lara leyeron los poemas, escogieron aquellos que preferían y encontraron en los versos alguna motivación para dibujar. Gustavo escogió siete poemas: “Corazón”, “Ombligo”, “Zarzamora”, “Publicidad”, “Domingo”, “Morada” y “Perfil”. Cada uno de los dibujos dialoga con los poemas. Más allá de interpretarlos los complementa.
Años después convertí a Raúl y a Gustavo en cómplices de Sentímetros. Ambos Lara leyeron los poemas, escogieron aquellos que preferían y encontraron en los versos alguna motivación para dibujar. Gustavo escogió siete poemas: “Corazón”, “Ombligo”, “Zarzamora”, “Publicidad”, “Domingo”, “Morada” y “Perfil”. Cada uno de los dibujos dialoga con los poemas. Más allá de interpretarlos los complementa.
Gustavo durante la presentación del libro de Raúl "Aventura íntima e infinita de la línea" |
Una de las últimas veces que estuvimos
juntos fue durante la presentación del libro de dibujos de su hermano Raúl, Aventura íntima e infinita de la línea, en
el Museo Nacional de Arte, el 19 de marzo pasado. Allí Gustavo se refirió, como
solía hacerlo, a la lucha que él y sus hermanos llevaron adelante para
construir sus carreras de artistas, primero en el norte argentino y luego en
Bolivia. Nunca dejaba Gustavo de mencionar a su hermano desaparecido por la
dictadura argentina. Su oposición a los gobiernos militares fue siempre
tajante.
Tengo un óleo suyo que me gustó desde el
primer momento que lo vi, parte de su hermosa serie de desnudos que salen de
una bañera cromada, como las que se usaban antes. Fragmentos de mujer de enorme
sensualidad, algo que Gustavo cultivó hasta el final, igual que Raúl, mientras
acompañaba con picardía sus comentarios sobre las mujeres.
Gustavo Lara, Alfonso Gumucio y Fabricio Lara, La Paz, abril 2005 |
Lo recordaré tanto con su pañuelo de seda
en el cuello o con el mameluco manchado de pintura. Tony Suarez nos fotografió
una vez en su casa, sentados uno sobre otro con Fabricio, hijo de Gustavo y
otro gran artista por derecho propio. Fue un día alegre que se prestaba para
divertirnos.
A medio día del viernes 30 de mayo recibí
un mensaje de una línea: “Lamento comunicarte el fallecimiento de mi cuñado
Gustavo Lara. En Oruro. Lidia.” Quedé desconcertado, algo no cuadraba en el
calendario. Había almorzado con Gustavo poco tiempo antes en La Paz y él me
había llamado por teléfono a fines de abril, pocos días después de la muerte de
García Márquez, para contarme que en Cuba su hermano Raúl había pintado dos
cuadros sobre el escritor colombiano, y en Bolivia nadie conocía esa
interesante historia. Como tantas otras que se van con los amigos que se van
con los amigos que se van.
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Si aceptamos que otros nos
sobrevivirán
es con la esperanza de que serán
atormentados.
—Cioran
—Cioran