Vivimos en un pequeño planeta, compartimos espacios y
recursos cada vez más escasos. Hay quienes abusan de esos recursos con criterios
de rentabilidad empresarial, indiferentes a las necesidades del conjunto de la
humanidad.
Se privatiza el agua, el aire y el conocimiento a un costo muy alto
para quienes apenas disponen de lo mínimo necesario para sobrevivir. Se ignoran
los derechos humanos elementales en función del lucro, de la violencia, de
la explotación irracional de la naturaleza, del agotamiento del planeta.
El pequeño planeta es un bien común, es para todos. Esto que
parece tan elemental y que es una verdad sin dobleces, puede causar guerras,
grandes confrontaciones. Por ello es tan importante ganar una mayor conciencia
acerca de nuestros derechos colectivos sobre los bienes comunes, sobre aquello que
es de todos y que no tiene precio.
Elizabeth Peredo |
Para hablar de estos temas desde una perspectiva
comunicacional fui invitado por Elizabeth Peredo, directora de la Fundación
Solón, al panel sobre “Cultura, ciencia y conocimiento” con el que finalizó la
Conferencia Internacional Bienes Comunes y Nuevos Paradigmas Civilizatorios que
tuvo lugar en La Paz, del 18 al 20 de noviembre en salones de la Cinemateca
Boliviana.
En mi ponencia “La esfera pública de la cultura y la
comunicación” me referí a que todas las sociedades han sido, siempre,
sociedades de “información y conocimiento”. Lo nuevo en la sociedad actual es
que la información y el conocimiento circulan en un mundo de interacciones
potenciadas al infinito por el uso de nuevas tecnologías. El fenómeno de la
multiplicación y aceleración de los intercambios comenzó hace mucho con la
invención de la imprenta y otras tecnologías de reproducción de los bienes
culturales y de la información.
La aparición de la radio, y décadas más tarde de la
televisión, hizo que a los procesos de reproducción se añadiera por una parte
la inmediatez en la recepción, y por otra el carácter intangible de los bienes
culturales.
En las dos últimas décadas, internet ha llevado esas mismas
características a lo largo y ancho del planeta: la inmediatez, la
intangibilidad y un elemento enriquecido en sus posibilidades: la interacción.
Las llamadas “nuevas tecnologías” no pueden ser aludidas sin
el apellido que las vincula a los flujos electrónicos de información, porque
sin el apellido siempre hubo nuevas tecnologías de la información, desde el
papiro y las pictografías hasta internet, pasando por el lápiz, la
fotocopiadora, el télex, etc.
En la década de 1970 se hablaba mucho de “nuevas
tecnologías” de la información y de la comunicación, igual que ahora, y se
suponía que éstas iban a permitir que los problemas del subdesarrollo fueran
superados mediante la “difusión de innovaciones”, que es como se conoce esa
propuesta teórica. La premisa era que una mayor y mejor distribución de
información permitiría a los pobres adquirir nuevos instrumentos para salir de
su situación de dependencia.
Por supuesto que la difusión de innovaciones no eliminó la
pobreza, porque la tecnología no es sino un instrumento cualquiera y porque
las causas de la pobreza son de carácter social, político y económico. El
campesino es pobre no porque carezca de información sino porque su cultura y su
conocimiento no se respeta, y porque otros acaparan las mejores tierras
mientras él no tiene acceso a crédito o a fertilizantes. Los bienes
comunes a los que debería tener acceso han sido erosionados en función de la
acumulación y la especulación.
La esfera pública común
La pobreza es un tema de derechos humanos, no de acceso a la
tecnología de información, aunque ahora entre los derechos humanos se han ido
incorporando otros derechos que tienen que ver con el acceso al espacio público
y la transparencia.
Uno de los bienes comunes más disputados y más dilapidados
para beneficio de unos pocos es la esfera pública en la que interactúan todas
las fuerzas sociales y sobre la que ejercen enormes presiones los grupos
hegemónicos.
El espectro radioeléctrico es uno de los espacios
fundamentales en la ocupación de la esfera pública, es uno de los bienes
sociales que más ha sido víctima de la codicia del sector privado y
privatizador. Han transformado el aire que es de todos, en otra mercancía en
manos privadas.
Alfonso Gumucio Dagron |
Parecería que el espectro radioeléctrico es un tema técnico
que no compete a los comunes, pero en realidad es tan importante para la vida
cotidiana de las comunidades, como el agua.
La asignación de frecuencias de radio y televisión ha sido y
sigue siendo arbitraria en casi todos los países, favoreciendo al sector
privado empresarial, facilitando el crecimiento desproporcionado de poderes
mediáticos que a la vez son poderes políticos que intervienen activamente en la
vida nacional de cada país, y más allá de las fronteras nacionales. Desde una
perspectiva del bien común, es fundamental que los Estados, como garantes de
los derechos humanos, administren lo que es de todos, promoviendo la
participación en la toma de decisiones.
Se avanza en el campo de la comunicación participativa,
donde el concepto del bien común está representado por el tercer sector de los
medios comunitarios y por sus prácticas sociales solidarias. Con más de 60 años
de historia, los medios comunitarios son la prueba de que desde los márgenes
del poder hegemónico es posible generar prácticas alternativas e influenciar el
debate en la esfera pública.
Esas prácticas sociales antes marginales son ahora
determinantes en la vida de nuestras sociedades y han crecido hasta lograr
cambios en las legislaciones nacionales y en los mecanismos internacionales.
Así lo muestran las leyes de comunicación en Argentina, Ecuador, o Uruguay, que
reconocen un tercio del espectro radioeléctrico para el tercer sector
participativo y solidario.
La comunicación es un proceso continuo, no una suma de
mensajes emitidos desde algún centro de poder que se establece por encima de
los ciudadanos comunes. La comunicación como proceso es también un derecho
común cuyo ejercicio permite a los ciudadanos expresarse desde sus respectivas
comunidades y espacios sociales, para intervenir en la esfera pública con sus
demandas culturales, sociales y políticas.
____________________________________________
Bajo el capitalismo, el hombre explota al hombre.
Bajo el comunismo, es justo al contrario.
—John
Kenneth Galbraith