A raíz de la inclusión de las películas de Jorge Ruiz en el Registro de América Latina y el Caribe de Memoria del Mundo, la Cinemateca Boliviana me invitó a participar en un panel de homenaje a nuestro querido cineasta, desaparecido el martes 24 de julio de 2012 en Cochabamba. En el panel que compartí con Pedro Susz hablé de mi larga relación con Jorge, sin extenderme sobre su obra, puesto que en la Historia del cine en Bolivia le dediqué cerca de 50 páginas a esa valoración y ya que Pedro Susz se refirió a ella en detalle durante su presentación.
Familia de Jorge Ruiz el día del homenaje en la Cinemateca Boliviana |
Lo primero que destaqué es la gestión de la Cinemateca
Boliviana que ha permitido que la obra de Jorge pase a formar parte del Registro
de América Latina y el Caribe de Memoria del Mundo, un programa creado por la
Unesco en 1992, cuyo propósito es salvaguardar aquellos documentos que no deben
perderse, que deben estar protegidos a través del tiempo por los países de
donde son originarios. Varias personas que son parte del dinámico equipo que
dirige Mela Márquez trabajaron para presentar la propuesta a Unesco y lograron
que el patrimonio fílmico documental de Ruiz fuera reconocido en el mismo nivel
que la obra de Buñuel o los noticiarios del Instituto Cubano de Arte e
Industria Cinematográfica (ICAIC).
No cabe la menor duda de que uno de los varios actos pioneros
de Jorge Ruiz fue la realización de Vuelve
Sebastiana en 1953, con el guión de Luis Ramiro Beltrán, su querido amigo
que tuvo que aprender a escribir guiones en tres días. Aunque clasificada como
documental, esta película es en realidad una película argumental que narra una
historia perfectamente estructurada y desarrollada por el equipo de
realizadores.
"Vuelve Sebastiana" (1953), de Jorge Ruiz |
Vuelve Sebastiana
es el precedente más directo de Ukamau
y de otras películas de Jorge Sanjinés.
Responde a los mismos criterios: película argumental sobre un tema
indígena, con vocación de denuncia social, interpretada por actores naturales y
realizada en el contexto propio de los personajes. La voz en off ha hecho
clasificar a esta obra como documental, pero hay que entender que en esa época
el sonido directo todavía no se usaba en Bolivia. Que la hubiera realizado en
color es también un rasgo pionero, aunque ya existía el precedente en su
propia filmografía con Donde nació un
imperio (1949).
Jorge fue pionero del cine en Bolivia, pero también en otros
países latinoamericanos a los que fue llamado para dirigir películas de
encargo. Aportó con algunos films documentales que se cuentan entre los
primeros realizados en Ecuador, en Guatemala y otros países que visitó durante
la década de los años 1950 y 1960. Su pasión por el cine era tan grande que
quizás no fue plenamente consciente de que en algunos casos su cine, realizado
con la honestidad que lo caracterizaba, era instrumentado para fines ajenos a
su sensibilidad social, como sucedió con Los
Ximul, que hizo en Guatemala luego del derrocamiento de Arbenz, y que
sirvió a los gringos para justificar la contrarreforma agraria en ese país.
Con Jorge Ruiz, en Cochabamba, el año 2004 |
Mi amistad con Jorge Ruiz a lo largo de más de cuarenta
años, desde fines de la década de 1960 hasta poco tiempo antes de su muerte,
está llena de buenos recuerdos. Solía
visitarlo en Proinca mientras llevaba adelante mi investigación para escribir
la “Historia del cine en Bolivia” que luego de muchos retrasos y vicisitudes se
publicó finalmente en 1982, golpe militar de por medio, pues ya estaba lista en
1980. No solamente me abrió su memoria para hablar de su propio cine, sino de
todo lo que vivió como testigo de la evolución del cine boliviano. Por ejemplo,
me contaba anécdotas sobre Luis Castillo, el pionero del cine mudo, quien
trabajó como laboratorista con Ruiz y Roca durante varios años.
Mi relación con Jorge es aún más antigua, precede mi interés
por la historia del cine boliviano. El vínculo, más afectivo que
cinematográfico, tiene que ver con mi padre, sobre cuyos planes económicos y
visión del desarrollo Jorge Ruiz y Gonzalo Sánchez de Losada realizaron la
película Un poquito de
diversificación económica (1955). Con motivo de esa producción llegaron a
conocerse bastante.
Ruiz durante la filmación de "Detrás de Los Andes" |
Jorge me hablaba de sus grandes sueños, que no llegaron a
concretarse. Uno de esos era el largometraje Machete Marbán, que quería filmar en Cachuela Esperanza con Charles
Bronson en el papel protagónico. Aunque buena parte de su obra es altiplánica Jorge soñaba con esa aventura en las zonas tropicales de
Bolivia, como la que tuvo al filmar Detrás
de los Andes un film que renació muchos años después con el título de Mina Alaska. Tenía también el ambicioso
proyecto de realizar un largometraje sobre la Guerra del Chaco,
basado en los relatos del libro Sangre
de Mestizos de Augusto Céspedes.
Nunca antes había tenido tanto tiempo de disfrutar de la
amistad y la compañía de Jorge Ruiz como cuando le rindieron un gran homenaje
en el Festival Iberoamericano de Huelva, el año 2003. El director del
festival, Porfirio Enríquez, a sugerencia del propio Jorge, tuvo a bien invitar a algunos
amigos, de modo que en Huelva coincidí durante una semana con Alfonso Bilbao (el artífice del homenaje a Jorge Ruiz y al cine boliviano), José Sánchez y Lalo Solíz. Allí estuvimos, acompañándolo en un momento que
fue tan importante para él y para su familia.
Jorge Ruiz, Premio Ciudad de Huelva |
Los homenajes en Huelva fueron del más alto nivel. Recuerdo que
a nuestra llegada a la sede del festival una nube de camarógrafos rodeó a Jorge
para entrevistarlo. Lo estaban descubriendo y él era el centro de atención. Ese
día, el 10 de noviembre del 2003, fue pleno para Jorge y para todos quienes lo
rodeamos.
Me tocó presidir una mesa redonda en la que junto a otros
colegas bolivianos hablamos del personaje y de la obra. En la noche, en el gran
Teatro de Huelva, el Presidente de Ibermedia y también Presidente de
Cinematografía de España, le hizo entrega del Premio Ciudad de Huelva, que ese
año recibió también el actor español Imanol Arias. Conservo alguna foto de Ruiz intercambiando
admiraciones con el actor español, ambos rodeados de cámaras y grabadoras.
Al recibir el premio Jorge mantuvo la humildad que lo
caracterizó toda su vida: “Soy apenas un artesano del cine”, dijo. Otras veces
decía “soy un cinero” o “soy un peliculero”. Evitaba la palabra cineasta,
quizás porque le parecía muy pomposa.
Además del premio, Jorge recibió una copia de Vuelve Sebastiana, película que acababa
de ser restaurada con la más alta
tecnología. También pudimos ver durante el festival de cine la copia restaurada
de Mina Alaska. Todo, absolutamente
todo lo que pasó en esos días hizo que Jorge se sintiera reconocido por su
larga carrera. Estaba tan feliz que si le pegaban un cohete no lo sentía, como
dicen en Nicaragua.
En esos días de estadía en Huelva hicimos varias visitas a
lugares emblemáticos, entre ellos la pequeña ciudad de Moguer donde vivió Juan
Ramón Jiménez. En una tasca celebramos en grupo el 53 aniversario de matrimonio
de Jorge y Marina. Conservo una foto de
ambos sosteniendo una botella de un vino llamado Viagra, que hizo reír mucho a
Marina.
Despedimos a Marina
Quién iba a pensar cuando escribí la nota anterior, que tendría que añadirle hoy este colofón. Quién iba a pensar que las fotos que tomamos el pasado 3 de diciembre en la puerta de la Cinemateca Boliviana, serían las últimas.
Hoy, en una funeraria de Miraflores, despedimos para siempre a Marina, que falleció este jueves 19 de diciembre luego de seis días de hospitalización a raíz de una caída.
Mi larga amistad con Jorge Ruiz fue también una larga amistad con Marina, su ángel guardián y su sostén en todo momento. Marina, invariablemente sonriente en toda circunstancia; Marina siempre coqueta, bien peinada y bien maquillada. Así la recordaré.
Quién iba a pensar cuando escribí la nota anterior, que tendría que añadirle hoy este colofón. Quién iba a pensar que las fotos que tomamos el pasado 3 de diciembre en la puerta de la Cinemateca Boliviana, serían las últimas.
Hoy, en una funeraria de Miraflores, despedimos para siempre a Marina, que falleció este jueves 19 de diciembre luego de seis días de hospitalización a raíz de una caída.
Mi larga amistad con Jorge Ruiz fue también una larga amistad con Marina, su ángel guardián y su sostén en todo momento. Marina, invariablemente sonriente en toda circunstancia; Marina siempre coqueta, bien peinada y bien maquillada. Así la recordaré.
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El cine tiene
el deber de agarrar de los pelos al espectador ensordecido y,
de un gesto
imperioso, ponerlo de cara a los problemas actuales.
—S.M. Eisenstein