La raíz del árbol de la vida está en la
fábula de Adán y Eva, la serpiente y la manzana, el pecado y la expulsión del
paraíso, pero el tronco y el follaje de vivo colorido crecieron en Metepec, una
pequeña ciudad que es el centro artesanal del Estado de México, a 60 kilómetros
al oeste de la capital mexicana.
Fui a Metepec con el firme propósito de
adquirir un árbol de la vida en el mero lugar donde nació la tradición, porque
cuando se trata de dejar el país en el que uno ha vivido durante tanto tiempo,
hay que hacerlo con elegancia y llevarse consigo una parte de su cultura.
Desde que puse los pies en Metepec dirigí
mis pasos hacia el taller de la familia de ceramistas que inauguró la tradición
y que la mantiene todavía hoy, renovándola con innovación que no desmerece la
calidad de los trabajos y su profunda raigambre cultural.
La visita a los talleres de los Ortega y
de los González, que son parte de la misma familia, es una experiencia
extraordinaria al margen incluso de los ejemplos de árbol de la vida que uno
pueda encontrar en ambos lugares. Dije
talleres, pero también son las viviendas de estas familias que han dedicado su
vida entera a crear en barro cocido piezas maravillosas. Taller y vivienda se
confunden, porque no son espacios separados.
Ambas casas han crecido de manera que las piezas de cerámica han ido
tomando espacios hasta ocuparlo todo, cada pasillo, cada habitación, cada rincón de los patios y jardines.
Todo está revestido de figuras de barro
cocido, todos los espacios están ocupados por piezas que estas familias han
producido durante décadas. Soles y lunas sonrientes, o con bigote, calaveras
bien vestidas, pájaros y plantas exóticas, cúpulas de iglesias en miniatura, delicadas
mariposas, ángeles precoces, sirenas tocando mandolina, escenas bíblicas y no
por bíblicas menos eróticas.
Muchas piezas que sufrieron algún daño en
el proceso de fabricación, ahora adornan los muros y techos de las dos casas y
talleres, o le disputan el espacio a los rincones del jardín.
El
árbol de la vida se representa de diversas maneras en varias culturas, pero en
México se ha convertido en uno de los símbolos. Hay quienes
afirman que la elaboración de esculturas de barro con forma de
árboles comenzó en Izúcar de Matamoros, en Puebla, pero en Metepec me contaron
otra historia, que es la que aquí quiero consignar.
De acuerdo a lo que me dijo Miguel Ángel
González (ver video) su tío abuelo Timoteo González comenzó con la tradición
del árbol de la vida cuando un extranjero llegó hasta su casa para pedirle que
hiciera en cerámica una representación del paraíso que había fotografiado en
una iglesia mexicana.
Timoteo González, el iniciador |
Inicialmente, cuando nacieron los
primeros árboles de la vida, se trataba de una representación del paraíso, con
Adán, Eva, la serpiente y el árbol, pero de pronto el árbol adquirió vida
propia, se estiraron y entrelazaron sus ramas en un complejo tramado en el que
se fueron acomodando en primera instancia flores y frutos del paraíso, y luego
nuevos personajes bíblicos o de la vida real.
Con el tiempo la familia González-Ortega ha multiplicado las propuestas y desplegado un talento formidable para realizar árboles temáticos.
Me tocó ver en el taller de Miguel Ángel González, en
Metepec, un hermoso árbol de la vida sobre la música, donde no faltan los
grandes clásicos ni los más recientes.
Como Miguel Ángel es un buen lector, alguien que ama los libros, no
podía faltar su homenaje personal a la literatura en una árbol de poco más de
un metro de altura que incluye a Cervantes y a su principal personaje, el
Quijote (con Sancho, Rocinante y lanza en ristre), pero también a Charles
Dickens, Shakespeare, Goethe, un Oscar Wilde barbudo, Dante, Homero, Poe,
Darío, Melville, Kafka… y por supuesto encima de todos la biblia.
Mientras leen el poema de Octavio Paz,
les regalo una hermosa pieza instrumental titulada, por supuesto, “El árbol de la vida”.
________________________
Creció en mi
frente un árbol,
Creció hacia dentro.
Sus raíces son venas,
nervios sus ramas,
sus confusos follajes pensamientos.
Sus raíces son venas,
nervios sus ramas,
sus confusos follajes pensamientos.
—Octavio Paz