A principios de septiembre
estuve en Quito, invitado por la Agencia Belga de Desarrollo (CTB) para
participar en un taller regional sobre comunicación para el desarrollo, un tema
que la agencia intenta incluir de manera transversal en sus programas. La reunión
fue facilitada y organizada por Guido Couck y Maureen Debruyne, encargados de
comunicación en Bruselas, y contó con la participación de los tres países
latinoamericanos donde la CTB tiene programas: Ecuador, Perú y Bolivia.
Desde su oficina central en
Bruselas, la CTB ha realizado un trabajo interesante de comunicación interna,
para motivar a quienes trabajan en los países a que se sientan parte del
“espíritu CTB” y de los objetivos de esta agencia de cooperación. Para ello ha
puesto en práctica iniciativas como “Té o café” (entrevistas individuales con
trabajadores de la CTB), “One day” (brevísimos reportajes de 2 o 3 minutos
sobre lo que sucede en un día de trabajo en una oficina de país), y “Extra
time” (selecciones de lecturas interesantes).
Sin embargo, estas actividades
de motivación y comunicación interna han hecho ver la necesidad de incorporar
otros conceptos de comunicación vinculados más estrechamente con los programas
de desarrollo en los países.
En América Latina, el terreno para lograr este
avance ya está abonado, ya que las oficinas de Bolivia, Ecuador y Perú han
llevado a cabo ciertas actividades puntuales en ese sentido, aún sin contar con
personal especializado y menos con un presupuesto específico asignado a la
comunicación. Salta a la vista la importancia de incluir la comunicación para
el desarrollo desde el inicio del ciclo de programación, desde la
identificación del programa, su diseño, formulación e implementación, hasta la
evaluación.
Para abordar esos temas, impartí
un taller de introducción a la comunicación para el desarrollo y el cambio
social, dirigido al personal de la CTB y a otras instituciones de cooperación y
desarrollo de Ecuador. Durante el taller hice dos presentaciones, la primera
sobre la historia y evolución del pensamiento y de las prácticas de la
comunicación para el desarrollo, y la segunda sobre sostenibilidad,
comunicación y desarrollo.
Al final del taller mostré Voces del Magdalena (2006) el documental sobre las radios comunitarias
del Magdalena Medio, que realicé en Colombia.
Entre otros aspectos, abundé
durante mis intervenciones en el hecho de que los conceptos de comunicación,
desarrollo y cambio social, ya han sido reconocidos e incorporados por muchas
instituciones bilaterales y multilaterales de cooperación internacional, a
partir del trabajo realizado desde 1997 por el Consorcio de Comunicación para
el Cambio Social del cual fui Director de Programas, y de un evento de
trascendental importancia: el Congreso Mundial de Comunicación para el
Desarrollo (CMCD) que tuvo lugar en Roma en octubre del 2006, convocado por la
FAO, el Banco Mundial y la Iniciativa de Comunicación. Los encargados de comunicación de la CTB en Bruselas, Guido y Maureen, realizaron un breve video sobre el taller, con entrevistas sobre comunicación para el desarrollo. Puede verse en YouTube.
El taller que impartí tuvo lugar
en un salón del Museo Etnohistórico de Artesanías del Ecuador, Mindalae, que
fue creado precisamente con apoyo de la cooperación de Bélgica. Cuenta con más
de un millar de piezas de artesanía, en salas de excelente museografía
dispuestas en los cuatro pisos del museo. Se trata de una propuesta alternativa
de gestión de patrimonio artesanal, ya que no solamente se exhiben las piezas,
sino que se explica el origen y el significado de los materiales que se han
usado, así como el contexto cultural y simbólico.
Es importante que la Agencia
Belga de Desarrollo haya decidido incorporar de manera transversal en sus
programas el tema de la comunicación para el desarrollo, entendida como un elemento
indispensable para la sostenibilidad y la durabilidad de sus programas.
Ciertamente, esa decisión tendrá que acompañarse de una serie de acciones que
fueron discutidas durante el evento, y que quedaron registradas en un documento
que será compartido con las autoridades de la CTB en Bruselas.
El primer paso está dado: hay
ahora una comprensión clara de lo que es la comunicación para el desarrollo y
la diferencia esencial que existe entre las actividades de información y
visibilidad institucional, con las de comunicación. Si se confirma la voluntad
política de trabajar en esa línea, la primera medida que la CTB tendría que
tomar es la reflexión, discusión y aprobación de una política de comunicación
para el desarrollo, que sirva de orientación a todos sus programas y permita a
la propia institución expresar de manera clara su opción en materia de
comunicación.
A partir de una política o marco
conceptual, la CTB podrá desarrollar estrategias de comunicación e información
en sus programas, en los países donde tiene presencia. El propio ejercicio de
diseñar esas estrategias permitirá reconocer la falta de personal calificado y
especializado en comunicación para el desarrollo, así como la necesidad de
contar con un presupuesto específico destinado a la implementación de la
estrategia.
Ese proceso pasa por un cambio
de mentalidad no solamente en aquellos que toman las decisiones, sino en todo
el personal que trabaja en los programas y proyectos, cuya idea de la
comunicación, por lo general, se reduce a los medios masivos y a la
diseminación de información, pero no a la comprensión de la comunicación como
un proceso horizontal y participativo.
Guido Couck, de la Agencia Belga de Desarrollo (CTB) |
La incorporación de una política
de comunicación para el desarrollo debe vincularse estrechamente con los procesos
de gestión de conocimiento, que la Agencia Belga de Desarrollo denomina
“capitalización del conocimiento” y define como “la interpretación crítica de
la experiencia que busca la lógica del proceso para ponerla a disposición de
otros actores”. Independientemente
de esta definición, el concepto de gestión de conocimiento aún no ha permeado
en la CTB; muchos siguen confundiendo conocimiento con información, y reducen
la gestión de conocimiento a la difusión de las evaluaciones o lecciones
aprendidas, cuando en realidad el énfasis debería estar en el proceso de
aprendizaje.
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Resulta imposible atravesar una muchedumbre
con la antorcha de la verdad
sin
chamuscar una barba aquí, una peluca allá.
—Lichtenberg