28 septiembre 2012

Comunicación y desarrollo local


A fines de agosto estuve en San Salvador atendiendo una invitación de José Luis Benítez, Director de la Maestría en Comunicaciones de la Universidad Centro Americana (UCA) y Presidente de la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES), para realizar actividades académicas en coordinación con el Fondo de Inversión Social para el Desarrollo Local (FISDL) de El Salvador.

Durante mi estadía ofrecí dos ponencias magistrales, animé dos conversatorios, me reuní con el comité de gerentes del FISDL, y con un grupo de ONGs y administradores de programas en los departamentos. Además, tuve varias entrevistas con medios comunitarios y medios públicos (los medios de difusión privados no se interesan en estos temas), para hablar de las restricciones al derecho a la comunicación en El Salvador.

En el primer conversatorio y en la primera conferencia, “Comunicación y desarrollo territorial” –dirigida a periodistas, comunicadores institucionales y personal de proyecto del FISDL- abordé las necesidades de comunicación en aquellas iniciativas que requieren de una mayor participación comunitaria en los procesos de diseño, gestión y evaluación de las intervenciones, como es el caso de las Comunidades Solidarias y de los Programas Ejecutados por la Comunidad (PEC). Al día siguiente el auditorio Segundo Montes de la UCA se llenó de estudiantes y profesores para la segunda conferencia, “Comunicación, participación y cambio social”, donde hice un recorrido histórico del pensamiento sobre comunicación y cambio social, y el papel de la universidad en la formación de un perfil de comunicador comprometido con la realidad social del desarrollo.   

La alianza estratégica entre la UCA y el FISDL se produce en un momento en que existe una clara voluntad política de introducir la comunicación para el desarrollo en los programas de inversión social del FISDL, que en los últimos siete años ha evolucionado para convertirse en una institución que concibe el desarrollo como un proceso participativo planificado desde una perspectiva tradicional.

En conversaciones con Carolina Ávalos, Presidenta del FISDL que procura llevar adelante el legado conceptual de Héctor Silva Argüello, su predecesor, aventuramos algunas ideas sobre cómo encarar la comunicación para el desarrollo en los programas de la institución. Sugerí un proceso de construcción colectiva de una política de comunicación para el desarrollo, seguida de una estrategia que coloque en cada línea programática la comunicación, separándola de las acciones de información y de visibilidad institucional, que cumplen una función diferente. Como punto de partida ya se cuenta con un diagnóstico elaborado en el marco de la cooperación con la UCA, y la buena disposición de esta universidad de ampliar la cooperación a la creación de un diplomado en comunicación para el desarrollo, entre otras iniciativas que contribuirán a fortalecer la gobernanza y la sostenibilidad de los sistemas y mecanismos de desarrollo administrados por las propias comunidades.

Los cambios en el interior del FISDL –una institución de desarrollo que trabaja en las 100 comunidades más pobres del país- no se han completado todavía, pero el principal logro consiste en haber equilibrado la inversión en infraestructura con la inversión en capital humano. En 2005 la inversión en capital humano ascendía solamente al 2% del total, pero en 2011 ya representaba el 44%, y se espera que a fines del presente año alcance el 50% de la inversión.

Esta transformación no está exenta de riesgos y desafíos. Por una parte, la manera de operar del FISDL durante muchos años hace que el rendimiento de cuentas sea todavía evaluado en términos cuantitativos y en relación a los kilómetros de carreteras o los hospitales y escuelas construidos. Para muchos es difícil apreciar los beneficios de trasladar las decisiones sobre desarrollo a las propias comunidades, a través de capacitación y programas que alientan la participación de los municipios y de las comunidades.

En lo interno, el desafío es quizás mayor, ya que implica un cambio de mentalidad en el personal profesional, una restructuración de responsabilidades, la incorporación de nuevos profesionales de otras áreas de especialidad, una gestión por competencia de recursos humanos, y por supuesto la transparencia administrativa que el FISDL ha sido una de las primeras instituciones estatales en promover, al punto que ha logrado la certificación ISO 9000 por la calidad de sus procesos institucionales.

Los riesgos son grandes en una institución que por su propia naturaleza tiene que cumplir una doble función de desarrollo en el largo plazo, y simultáneamente contribuir a paliar la situación de pobreza extrema en que vive un porcentaje considerable de la población salvadoreña a través de iniciativas como el Programa de Apoyo Temporal al Ingreso (PATI). Será importante que la comunicación con perspectiva de desarrollo de largo plazo, pueda echar raíces en los propios municipios y comunidades, para que sea sostenible la idea de que los actores sean los protagonistas de su propio desarrollo.

Mi permanencia en El Salvador tuvo otra vertiente interesante relacionada con los medios públicos y comunitarios, en medio de una discusión muy polarizada sobre las nuevas disposiciones de la Ley de Telecomunicaciones, que incluye la subasta de frecuencias. La red ARPAS presentó en esos días un recurso de inconstitucionalidad, considerando que el espectro electromagnético es un recurso natural de la nación y no puede ser puesto en venta al mejor postor. Los diarios y radios privados desplegaron una campaña virulenta a favor de la subasta, puesto que su poder económico les permitiría seguir acumulando frecuencias.

Un cavernario editorial del Diario de Hoy (28 de agosto) llegó a comparar la subasta de frecuencias con aspirar a “las monumentales posaderas” de Jennifer López (vaya lenguaje del “director”) o a comprar un cuadro de Picasso, como si el espectro electromagnético fuera un bien de consumo al que solamente los ricos deben acceder. En su argumentación, el editorial expresa que “la subasta es, en casi todo el mundo civilizado, la manera más justa y transparente de conciliar intereses (obtener una frecuencia o hacerse con una pintura de Picasso)”. Por supuesto, una mentira grosera del editorial, ya que tanto en Europa, como en América del Norte, en África o en América Latina, a través de diversos mecanismos el Estado otorga licencias a las radios comunitarias sin que tengan que competir con los medios privados en una subasta, con excepción de Guatemala y El Salvador (que distan de ser “todo el mundo”, felizmente), cuyos gobiernos van todavía van a contramano sin escuchar las recomendaciones de la Unesco, de los relatores para la libertad de expresión de Naciones Unidas y de la OEA, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y tantas otras instancias internacionales que reconocen a las radios comunitarias. Son varios países latinoamericanos los que han decidido reservar, por ley, un tercio de las frecuencias para los medios comunitarios, y fortalecer los medios públicos.

Con el objetivo de desinformar a sus lectores, El Diario de Hoy llega al extremo de afirmar que la desigualdad “es el motor que mueve el progreso”.

Sobre estos temas que enfrentan a quienes promueven el derecho a la comunicación con los aquellos que defienden privilegios propietarios, fui entrevistado por colegas de la radio comunitaria La Klave 92.1 FM, miembro de la red ARPAS,  por el semanario digital Voces (en cuyo directorio está mi buen amigo Oscar Pérez), así como por Luis Romero Pineda del Canal 10 de televisión pública, y conversé con José Luis Benítez en su programa de Radio YSUCA 91.7 (emisora de la UCA).

Durante mi estadía en El Salvador estuve alojado en la casa de huéspedes de la UCA, y desperté cada mañana a las 5:00 con el bullicio de miles de loros que de noche se instalan en los frondosos árboles de la universidad. 

A pocos pasos de allí, en la madrugada del 16 de noviembre de 1989, fueron asesinados por el ejército los seis jesuitas (Ignacio Ellacuría, Amando López, Juan Ramón Moreno, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes y Joaquín López), cuya memoria se preserva ahora en un museo que guarda la ropa que llevaban puesta cuando fueron acribillados a balazos, algunos objetos personales y frases que expresan su pensamiento cristiano progresista. En el espacio del jardín donde fueron abandonados sus cuerpos, crece un rosedal de rojo intenso y espinas que no dejan olvidar la barbarie que ocurrió allí, y que hasta el día de hoy no ha sido castigada. Los asesinos siguen libres. 



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Irónicamente, a medida que nuestra capacidad de procesar
y distribuir información y conocimiento se extiende y mejora,
nuestra capacidad de comunicar y dialogar disminuye.
—Cees Hamelink