A fines
de agosto estuve en San Salvador atendiendo una invitación de José Luis Benítez,
Director de la Maestría en Comunicaciones de la Universidad Centro Americana
(UCA) y Presidente de la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES), para
realizar actividades académicas en coordinación con el Fondo de Inversión Social para el Desarrollo Local (FISDL) de El Salvador.
Durante
mi estadía ofrecí dos ponencias magistrales, animé dos conversatorios, me reuní
con el comité de gerentes del FISDL, y con un grupo de ONGs y administradores
de programas en los departamentos. Además, tuve varias entrevistas con medios
comunitarios y medios públicos (los medios de difusión privados no se interesan
en estos temas), para hablar de las restricciones al derecho a la comunicación
en El Salvador.
En el
primer conversatorio y en la primera conferencia, “Comunicación y desarrollo territorial”
–dirigida a periodistas, comunicadores institucionales y personal de proyecto
del FISDL- abordé las necesidades de comunicación en aquellas iniciativas que
requieren de una mayor participación comunitaria en los procesos de diseño,
gestión y evaluación de las intervenciones, como es el caso de las Comunidades
Solidarias y de los Programas Ejecutados por la Comunidad (PEC). Al día
siguiente el auditorio Segundo Montes de la UCA se llenó de estudiantes y
profesores para la segunda conferencia, “Comunicación, participación y cambio
social”, donde hice un recorrido histórico del pensamiento sobre comunicación y
cambio social, y el papel de la universidad en la formación de un perfil de
comunicador comprometido con la realidad social del desarrollo.
La
alianza estratégica entre la UCA y el FISDL se produce en un momento en que existe
una clara voluntad política de introducir la comunicación para el desarrollo en
los programas de inversión social del FISDL, que en los últimos siete años ha
evolucionado para convertirse en una institución que concibe el desarrollo como
un proceso participativo planificado desde una perspectiva tradicional.
En
conversaciones con Carolina Ávalos, Presidenta del FISDL que procura llevar
adelante el legado conceptual de Héctor Silva Argüello, su predecesor,
aventuramos algunas ideas sobre cómo encarar la comunicación para el desarrollo
en los programas de la institución. Sugerí un proceso de construcción colectiva
de una política de comunicación para el desarrollo, seguida de una estrategia
que coloque en cada línea programática la comunicación, separándola de las
acciones de información y de visibilidad institucional, que cumplen una función
diferente. Como punto de partida ya se cuenta con un diagnóstico elaborado en
el marco de la cooperación con la UCA, y la buena disposición de esta
universidad de ampliar la cooperación a la creación de un diplomado en
comunicación para el desarrollo, entre otras iniciativas que contribuirán a
fortalecer la gobernanza y la sostenibilidad de los sistemas y mecanismos de
desarrollo administrados por las propias comunidades.
Los
cambios en el interior del FISDL –una institución de desarrollo que trabaja en
las 100 comunidades más pobres del país- no se han completado todavía, pero el
principal logro consiste en haber equilibrado la inversión en infraestructura
con la inversión en capital humano. En 2005 la inversión en capital humano
ascendía solamente al 2% del total, pero en 2011 ya representaba el 44%, y se
espera que a fines del presente año alcance el 50% de la inversión.
Esta
transformación no está exenta de riesgos y desafíos. Por una parte, la manera
de operar del FISDL durante muchos años hace que el rendimiento de cuentas sea
todavía evaluado en términos cuantitativos y en relación a los kilómetros de
carreteras o los hospitales y escuelas construidos. Para muchos es difícil
apreciar los beneficios de trasladar las decisiones sobre desarrollo a las
propias comunidades, a través de capacitación y programas que alientan la
participación de los municipios y de las comunidades.
En lo
interno, el desafío es quizás mayor, ya que implica un cambio de mentalidad en
el personal profesional, una restructuración de responsabilidades, la
incorporación de nuevos profesionales de otras áreas de especialidad, una
gestión por competencia de recursos humanos, y por supuesto la transparencia
administrativa que el FISDL ha sido una de las primeras instituciones estatales
en promover, al punto que ha logrado la certificación ISO 9000 por la calidad
de sus procesos institucionales.
Los
riesgos son grandes en una institución que por su propia naturaleza tiene que
cumplir una doble función de desarrollo en el largo plazo, y simultáneamente
contribuir a paliar la situación de pobreza extrema en que vive un porcentaje
considerable de la población salvadoreña a través de iniciativas como el
Programa de Apoyo Temporal al Ingreso (PATI). Será importante que la
comunicación con perspectiva de desarrollo de largo plazo, pueda echar raíces
en los propios municipios y comunidades, para que sea sostenible la idea de que
los actores sean los protagonistas de su propio desarrollo.
Mi
permanencia en El Salvador tuvo otra vertiente interesante relacionada con los
medios públicos y comunitarios, en medio de una discusión muy polarizada sobre
las nuevas disposiciones de la Ley de Telecomunicaciones, que incluye la
subasta de frecuencias. La red ARPAS presentó en esos días un recurso de
inconstitucionalidad, considerando que el espectro electromagnético es un
recurso natural de la nación y no puede ser puesto en venta al mejor postor. Los
diarios y radios privados desplegaron una campaña virulenta a favor de la
subasta, puesto que su poder económico les permitiría seguir acumulando
frecuencias.
Un
cavernario editorial del Diario de Hoy (28 de agosto) llegó a comparar la
subasta de frecuencias con aspirar a “las monumentales posaderas” de Jennifer
López (vaya lenguaje del “director”) o a comprar un cuadro de Picasso, como si el
espectro electromagnético fuera un bien de consumo al que solamente los ricos deben
acceder. En su argumentación, el editorial expresa que “la
subasta es, en casi todo el mundo civilizado, la manera más justa y
transparente de conciliar intereses (obtener una frecuencia o hacerse con una
pintura de Picasso)”. Por supuesto, una mentira grosera del editorial, ya que
tanto en Europa, como en América del Norte, en África o en América Latina, a
través de diversos mecanismos el Estado otorga licencias a las radios
comunitarias sin que tengan que competir con los medios privados en una
subasta, con excepción de Guatemala y El Salvador (que distan de ser “todo el
mundo”, felizmente), cuyos gobiernos van todavía van a contramano sin escuchar
las recomendaciones de la Unesco, de los relatores para la libertad de
expresión de Naciones Unidas y de la OEA, de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, y tantas otras instancias internacionales que reconocen a las
radios comunitarias. Son varios países latinoamericanos los que han decidido
reservar, por ley, un tercio de las frecuencias para los medios comunitarios, y
fortalecer los medios públicos.
Con el
objetivo de desinformar a sus lectores, El Diario de Hoy llega al extremo de
afirmar que la desigualdad “es el motor que mueve el progreso”.
Sobre
estos temas que enfrentan a quienes promueven el derecho a la comunicación con
los aquellos que defienden privilegios propietarios, fui entrevistado por colegas
de la radio comunitaria La Klave 92.1 FM, miembro de la red ARPAS, por el semanario digital Voces (en cuyo
directorio está mi buen amigo Oscar Pérez), así como por Luis Romero Pineda del
Canal 10 de televisión pública, y conversé con José Luis Benítez en su programa
de Radio YSUCA 91.7 (emisora de la UCA).
Durante
mi estadía en El Salvador estuve alojado en la casa de huéspedes de la UCA, y
desperté cada mañana a las 5:00 con el bullicio de miles de loros que de noche
se instalan en los frondosos árboles de la universidad.
A pocos pasos de allí,
en la madrugada del 16 de noviembre de 1989, fueron asesinados por el ejército
los seis jesuitas (Ignacio Ellacuría, Amando López, Juan Ramón
Moreno, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes y Joaquín López), cuya memoria se preserva ahora
en un museo que guarda la ropa que llevaban puesta cuando fueron acribillados a
balazos, algunos objetos personales y frases que expresan su pensamiento
cristiano progresista. En el espacio del jardín donde fueron abandonados sus
cuerpos, crece un rosedal de rojo intenso y espinas que no dejan olvidar la
barbarie que ocurrió allí, y que hasta el día de hoy no ha sido castigada. Los
asesinos siguen libres.
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Irónicamente, a medida
que nuestra capacidad de procesar
y distribuir
información y conocimiento se extiende y mejora,
nuestra capacidad de
comunicar y dialogar disminuye.
—Cees Hamelink